Los argentinos no constituyen ni un pueblo, ni una etnia, es un conglomerado de sujetos que provienen de diferentes etnias, de diferentes tradiciones culturales y que se acrisolaron a lo largo de dos siglos en un territorio muy pródigo en recursos básicos (agua, tierras fértiles, yacimientos minerales y energéticos, etc.).
Cuenta la historia que cuando los pueblos originarios destruyeron la ciudad fundada por Pedro de Mendoza en 1541 (Bs. As, se había fundado por primera vez en 1536) las vacas y los caballos huyeron a las pampas y en un siglo había millones de animales.
Esto hizo que los habitantes que se instalaron en este territorio a partir del siglo XIV fueran fundamentalmente ganaderos y contrabandistas. Las grandes fortunas de la burguesía patricia se amasaron mediante el pillaje, la explotación y el ultraje de los pueblos originarios por un lado y mediante negocios ilícitos como el contrabando desde el puerto de Bs. As.
Recién en la segunda mitad del siglo XIX comenzó a pensarse la necesidad de diversificar las actividades productivas. En mi libro “Educación y sociedad” (UNR Editora tomos I y II Rosario, 1994 y 1996) fundamento la tesis de la existencia de un pensamiento industrialista sin industrias (encarnado fundamentalmente, aunque con divergencias por Sarmiento y Alberdi). Estos intelectuales reconocían el valor de desarrollar una cultura industrialista en este territorio y para ello pensaron en la inmigración como factor fundamental de este desarrollo, Sobre fines del siglo XIX se impulsó la inmigración europea y millones de trabajadores provenientes del viejo continente, que huían del hambre y las guerras, llegaron para instalarse en Argentina. Algunos de ellos como Terrabusi, Bieckert, Canale, etc., desarrollaron emprendimientos industriales que luego serían grandes empresas y que los llevó a fundar la Unión Industrial Argentina el 7/2/1887. Algunas de las manufactureras que surgieron en la argentina provenían de capitales del agro, otras eran producto del afán emprendedor de inmigrantes, todas ellas fueron creando la simiente del surgimiento de la clase obrera en argentina, integrada desde sus inicios por inmigrantes, obreros anarquistas, socialistas, comunistas que provenían fundamentalmente de Europa.
La clase obrera no es un invento del peronismo, existía desde fines del siglo XIX, cuando aparecieron las primeras organizaciones sindicales, algunos historiadores dan como primer sindicato al de los obreros gráficos, fundado como Sociedad Tipográfica Bonaerense el 25 de mayo de 1857. En 1877 se crea la Unión Tipográfica que en 1878 organiza la primera huelga de trabajadores.
En la primera mitad del siglo XX la política vernácula tuvo fuertes contenidos confrontativos entre coalición integrada por la burguesía patricia de cuño rural y una naciente burguesía industrial, que se enfrentaban a la resistencia de la clase obrera y los campesinos pobres ahogados por los contratos de aparcería y arrendamiento de los propietarios de la tierra.
Se discutían ideas, modelos de país, relaciones sociales, pero se lo hacía desde la pertenencia a un cuerpo corporativo que estaba signado por la defensa de los intereses sectoriales.
Aunque las luchas obreras eran de incipiente contenido revolucionario y de alto voltaje en la acción, el sector de la dominante de la burguesía, los terratenientes y grandes manufactureros reunidos en la Sociedad Rural Argentina y la Unión Industrial respectivamente no sentía que su poder estuviera amenazado.
El cambio copernicano de la política argentina comienza, a mi entender, con el golpe de 1943, surge un nuevo actor político, el peronismo, que desarrolla una variante importante del modelo de acumulación capitalista vigente, basado en la exportación de comodities y algunos productos manufacturados. Entre 1943 y 1966 se desarrolla un nuevo sector de la burguesía integrado por los industriales medios y pequeños, que necesitan para su evolución mano de obra extensiva, con lo que comienzan a requerir la transformación de la todavía importante población rural agricultora en una fuerte clase obrero urbana.
El perfil inmigratorio interno cambia fundamentalmente la estructura social argentina, y lleva a que en la actualidad (censo 2010, contemos con un 11% de población rural y un 89% de población urbana (en 1869 la población rural de Argentina era del 59%)
La política como acción poseía un fuerte sesgo de clase y la pertenencia a uno u otro partido se hacía sobre la base de convicciones intelectuales y prácticas sociales. El peronismo, heredero de una cierta tradición nacionalista, antiimperialista, que había surgido con el radicalismo sobre fines del siglo XIX enuncia un programa de transformaciones orientado a reivindicar a la clase obrera y a la pequeña y mediana industria.
Este programa queda inconcluso por la interrupción militar violenta de 1955 (aunque continuará bajo otras condiciones hasta 1966 en los gobiernos de Frondizi e Illia) y a partir de allí asistimos a un enfrentamiento entre dos modelos de acumulación del capital, uno, como dijimos, se centra en el desarrollo del mercado interno, en el crecimiento de las pequeñas y medianas industrias, una mayor equidad en el reparto de las riquezas, la construcción de un Estado responsable y mediador en los conflictos sociales, una fuerte apuesta por el desarrollo de una legislación laboral y previsional, el fortalecimiento de la industria nacional, en definitiva una política de conciliación de clases que supone operar sobre la contradicción entre los intereses de la gran burguesía agraria, agroexportadora, financiera por un lado, y los de la pequeña y mediana industria estrechamente vinculada al mercado interno que necesariamente teje una alianza con los sindicatos que pretenden representar a los trabajadores.
El crecimiento intelectual en Argentina, ese debate de ideas y propuestas en el que disputaban el neoliberalismo y el neokeynesianismo, sufre las vicisitudes de la impronta social a la que es sometido nuestro país con el genocidio que va desde 1974 hasta 1984. La dictadura arrasa con ese gigantesco laboratorio social de intercambio de ideas que significó la argentina intelectual de los 60’ y 70’ en igual medida en que arrasó a todos lo que tuvieron la osadía de ejercer un pensamiento crítico y creativo.
Un segundo fenómeno que participa del fin de la temporada social creativa es el desarrollo de los mass media y la monopolización de la prensa en argentina. Los medios pasan a ser corporaciones mediáticas, que ahogan toda forma de pensamiento e imponen cada vez más un pensamiento único a la sociedad que va en línea con los intereses de la burguesía concentrada.
Se instala en la sociedad un modelo de pensamiento definido como pensamiento propio del ciudadano pero que en los hechos es la colonización del pensamiento realizada por los grandes monopolios mediáticos concentrados, básicamente el grupo Clarín la Nación y el Grupo 1 de medios. Ahora los ciudadanos que son bombardeados por un exceso de información definida y con un claro sesgo político ideológico, pueden opinar de todo, aun de los temas que acontecen mucho más allá de los límites de sus sentidos, porque un ejército de periodistas al servicio de esos medios los provee de las opiniones construidas por los dueños de los medios.
Para tratar de expresar mejor lo que pretendo comunicar tomaré un ejemplo.
Una vez vi una película en la que un ama de casa sale a atender un llamado en la puerta de su casa y se encuentra con una señorita que le ofrece espejitos de colores, mientras la atiende, por la puerta trasera entran cacos cómplices de la señorita que comienzan a saquearle la casa. La buena mujer sabe que la señorita le está mintiendo, pero los espejitos la cautivan, la voz de la vendedora se apodera de su atención y aunque registra la mentira siente placer en escucharla y deja que los cacos se llenen todos sus bienes. Víctor Hugo Morales publicó un libro histórico "Mentime que me gusta" en donde la tesis central es que los argentinos saben que los medios concentrados les mienten, pero les gusta, saben que Jorge Lanata recibió 10 millones de dólares de Clarín, donde hoy pasó de ser crítico acérrimo a periodista estrella del multimedios, por mentir sobre la presidenta Cristina Fernández de Kirchner y el gobierno anterior y por mentir o tapar los delitos y desaguisados del macrismo, pero les gusta escucharlo y creer que los integrantes del gobierno macrista son carmelitas descalzas, saben que Majul recibió 14 millones de pesos por mentir y difamar al Frente para la Victoria en la campaña electoral 2015y favorecer a Macri, el actual presidente, pero les gusta, saben que mientras los vendedores de ilusiones les narran el cuento de la corrupción sistémica del gobierno kirchnerista y gastan horas y días de radio y TV opinando sobre eso, el gobierno saquea el país, les meten la mano en el bolsillo con tarifazos impúdicos, les regalan sus dólares a los fondos buitres, sus recursos de vida a los estancieros, grandes mineras, exportadores, bancos, grupos exportadores e importadores concentrados pero les gusta.
Los argentinos son futboleros, y en el fútbol hay que ganar, no importa cómo, aunque se rompan todas las reglas, se haga trampa, se quiebre a un rival, se haga un gol con la mano, se compre al árbitro, hay que ganar, y si toca perder hay que tener a mano un periodista para escuchar que les mienta, que les diga que está todo bien, que hay que esperar que el equipo, que es un gran equipo tenga resultados y mientras esperan el país se va al descenso.
Recordemos al 2002, no es casualidad que los radicales apoyen a Cambiemos, desde que a los argentinos nos dejó Alfonsín, ellos son socios de los saqueadores.
Recordemos al menemismo, época en la que los Macri robaban de la mano de Menem y Rouselot las cloacas de Morón y muchas otras obras públicas, pero a los dueños de la Argentina no se los investiga.
Recordemos al 76, no es casualidad que a los genocidas los manden a sus hogares para purgar sus delitos de lesa humanidad, y Macri muestre su sonrisa en la foto con Videla, mientras persigue política, judicial y periodísticamente a los dirigentes opositores. Recordemos la barbarie, al asesinato y la prisión política a la que, sistemáticamente la burguesía concentrada, sometió a los intelectuales, activistas, obreros, profesionales, periodistas, empresarios, y entonces comprenderemos porque los argentinos muchas veces optan por el camino más sencillo que implica recibir la información masticada, preformada que no les implica pensar, y mucho menos les sugiere un riesgo para su integridad.
El pensar lleva a concluir, a tener ideas propias, a rebelarse contra el orden establecido, a luchar por lo propio y a la acción. No hay pensamiento crítico sin acción liberadora, y ello exige compromisos, riesgos, trabajo.
En un país donde la actividad más importante es el futbol, debatir es ubicarse en una de las trincheras, y no escuchar más razones que la razón propia, un espacio en el que, en los bares y encuentros informales se trata de discutir sin intercambiar, es debatir sin sustancia, sostener los razonamientos previos sin cuestionarlos, y entonces es lógico que sus ciudadanos hayan votado a un presidente solo guiados por el odio profundo que los medios les transmitieron a lo largo de los 12 años de gobierno kirchnerista.
No importa que durante esos 12 años los ciudadanos detractores de esa formación política se hayan beneficiado con su acción de gobierno, hayan podido llegar a fin de mes, tomar vacaciones, no sentir hambre, estar socorridos por el estado, poder jubilarse, cobrar actualizaciones periódicas de sus jubilaciones, tener salarios que crecían en términos reales, gozar de derechos impensados, que la ciencia y la tecnología fueran las estrellas de las inversiones del Estado, lo medios lograron que pensaran más con el odio profundo a lo que nunca llegaron a valorar y que se volcaran en un amor sin sentido a quienes venían a esquilmarlos, a quitarles derechos, a lastimarlos.
Hoy la Argentina tiene 5 millones de nuevos pobres, tarifas impagables, es víctima de un saqueo sin precedentes, de una portentosa transferencia de recursos de casi todos los ciudadanos a un grupo reducido y elitista de grandes burgueses que piensan que era un despropósito que la clase media y los trabajadores quisieran hacer turismo, tener celulares, tener electrodomésticos, autos, casas. En solo 7 meses de gobierno macrista se devaluó un 50% la moneda, tenemos una inflación del 50%, volvió la represión policial violenta a las protestas obreras y de los sectores vulnerables, hay presos políticos, se construye un estado autoritario represivo, se le miente a la gente, los gobernantes se enriquecen impúdicamente, ellos y sus amigos, familiares y favorecedores, y gran parte de la política (aun supuestos opositores) es cómplice del saqueo, es cómplice de la miseria, de la explotación.
Solo cabe una pregunta, ¿hasta cuándo los argentinos soportaran la miseria, la pobreza y se rebelaran violentamente contra los opresores como lo hicieron en el 2001?
Solo en el pueblo encontraremos la respuesta.
Hasta la próxima.
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