La muerte es parte de una ecuación matemática en la que las diferencias tienden a cero. Porque decir esto, porque hoy sonó mi teléfono y un amigo me informó de la muerte de un gran psicólogo de Rosario, el Dr. Ovide Menin.
Lo conocí a comienzos del 83 cuando volvió del exilio forzado al que lo condenó la dictadura por pretender un mundo diferente y ser fiel a sus convicciones. En los cincuenta y sesenta integró una generación de monstruos sagrados que formaron a toda una generación de jóvenes ansiosos e idealistas que forjaron en las calles de Rosario y la lucha cotidiana la idea de que el capitalismo no constituye el fin de la humanidad, sino tan solo una etapa por la que debemos pasar en la larga marcha de construcción social igualitaria.
Muchos son los nombres que poblaron esos años de ideas y lucha por esos ideales. A casi todos los conocí en la democrática Facultad de Humanidades y Artes de la que fui el primer secretario estudiantil de la nueva etapa democrática.
Le todo en suerte a otro gigante conducir la transición de la Facultad de la feroz dictadura a la organización democrática de la educación superior, Fernando Prieto se constituyó en una figura señera que enfrentó los miedos y vacilaciones de un alfonsinismo triunfal pero muy apegado a las formas, por lo que dudaba a la hora de tomar decisiones fundamentales.
Fernando, junto a Ovide y a otro gran psicólogo de nuestra ciudad conformaron un trío innovador que creó y distribuyó la revista “Hacer” que durante casi treinta números fue un faro para los maestros progresistas de Rosario.
Fernando era el líder de un conjunto de educadores y luchadores que desde la facultad recuperada para la democracia comenzaron a recuperar el tiempo que la dictadura nos había robado a los argentinos durante siete trágicos años. Junto a él estuvieron intelectuales de fuste como Germán Fernández Guizzetti, Edgardo Garbulsky, Hector Vazquez (todos directores de la Escuela de Antropología) María Luisa Arocena y Marta Bonaudo (directoras de la Esc. de Historia), Nora Mujica, Maricha Gianni (directoras de la escuela de letras) Esther Diaz de Kobila, Liliana Herrero, Olga Calvo (directoras de la Escuela de Filosofía) Gloria Annoni (directora de la Escuela de psicología), Rubén Naranjo (director de la Escuela de Artes), Marta Varela (directora de la Esc. De Música) y por supuesto el colaborador más cercano y formado del Equipo el Dr. Ovide Menin (creador y director de la Esc. De Ciencias de la Educación). Junto a ellos estaban la Secretaria Académica Gladis Rímini y una cantidad de prominentes docentes como Ricardo Falcon, Nicolás Rosa, Graciela Ortin, Henry Arnoldi, Luis Giunnipero, Isaac Abecasis, Rosa Ziperovich, Dora Areland de Bentolila, y tantos otros que la lista ocuparía muchas páginas.
Todos nombres que están inscriptos en la historia grande de la educación superior de Rosario, muchos de ellos murieron pero dejaron huella en las paredes, en los vidrios, en las escaleras de la Facultad. Eran los hijos del gran debate intelectual y académico que llenó de ecos sonoros casi tres década de la Universidad de Rosario, los que tuvieron que migrar y formar un centro porque la dictadura de Onganía decidió sumir a la Universidad Argentina en la primera de las noches oscuras, los que volvieron luego de sufrir en sus huesos y sus carnes la dictadura genocida de Videla y demás militares.
Prieto fue quien se encargó de cesar a todos los docentes vinculados a la dictadura militar y abrir las puertas de la facultad a estos docentes para que retomaran su labor formativa luego del trágico paréntesis de 1975 a 1983.
En todo ese grupo la estrella indudable era Ovide, era un docente que no solo había luchado y había sido cesanteado por su obra progresista, también había desarrollado su obra educadora en todos los niveles de la educación argentina. Maestro de grado recibido en la Escuela Normal de Coronda, con gran sacrificio porque provenía de una familia de clase media que no podía solventarle los estudios en su integralidad, debió hospedarse en la cárcel de Coronda para poder llegar a recibirse, conoció a figuras señeras de la cultura que estudiaron en la misma escuela como la poetisa Alfonsina Storni. Graduado ejerció la docencia con entusiasmo y dedicación llegando a cargos directivos de escuela primaria.
Quiso estudiar Medicina, pero lo atrapó la Psicología, y en esta disciplina descolló. Muchos equivocadamente le adscriben el título de pedagogo, que se merece porque llegó a ser Director del Instituto Superior de Magisterio, y también secretario de Fernando Prieto en el Ministerio de Educación durante la gestión de Ramón Alcalde, pero cuando teníamos las interminables y apasionantes tertulias de los bares como Augustus, se quejaba que hablaran de él como pedagogo, sin hacer mención a que era esencialmente un Psicólogo de la Educación con experiencia Clínica, ya que en su exilio en Costa Rica había sido director del servicio de psicología clínica del Hospital México.
Cuando se recibió de psicólogo tuvo el raro privilegio de ser parte de la primer promoción de psicólogos de todo el país, dado que la carrera de Psicología de Rosario fue la primera carrera de Psicología de la Argentina, compartió sus estudios con un grupo de notables de la profesión como Lelen Lopez Dabat, Sofía Slullitel,Silvia Malamud, Solidario Romero, Noemí Deutschert, Emilio Luna que con el correr de los años harían historia en la Psicología de Rosario y del país, pero solo Ovide Menin llegó a tener una amplia trascendencia nacional
Era y es el único docente de la Facultad de Psicología, en la que culminó su carrera como Decano a los 84 años, que además había sido decano en universidades chilenas, que impartió enseñanza en Canadá, México, y muchos países. Ovide era un todo terreno, en el mejor sentido de la palabra, un orador formidable que cautivaba al auditorio, que lo escuchaba extasiado aun cuando hiciera las críticas más duras. Sabía decir cosas profundas con una gracia inimaginable, y siempre en sus conferencias estaba la tía Veneranda a la que le hacía decir las cosas más desopilantes.
Era además un creador literario, editó algunos libros autobiográficos con un inigualable estilo narrativo, y además se dedicó a la literatura infantil editando libros de interés para los niños como “Las fantasías de Alejo López”, plus Ultra 1987, llegando a crear en el ámbito de la Facultad de Humanidades y Artes una Maestría en Literatura Infantil.
Durante el alfonsinismo, recibió el apoyo de otro grande de la educación argentina, Alfredo Bravo que lo llevó a la dirección del Normal N° 1 de Rosario primero, al Joaquín V. González en Bs. As. después y finalmente llegó a ser director de Enseñanza Superior del Ministerio de Educación de la Nación, puesto en el cual desarrollo una profunda e innovativa labor, con su toque picaresco y divertido que quedó plasmado en las resoluciones que la dirección enviaba a los directores y que aún hoy son recordadas por los que las recibían.
Dueño de un caudal de conocimientos indudable que se pueden constatar en sus numerosos libros, tenía un carácter fuerte, a veces casi autoritario, se imponía por saber, presencia y prepotencia de trabajo, pero fundamentalmente de un valor poco común en intelectuales como él.
Algunas anécdotas que recuerdo dan cuenta de ello. Al hacerse caro de la Dirección Nacional de Enseñanza Superior, en una reunión organizada por él, una señora muy atildada comenzó a hablar de lo que había hecho en educación, Ovide le preguntó desde el fondo del salón en que época había hecho lo que decía y la señora evitaba una y otra vez responder a la pregunta, al final le espetó que era la mujer de un coronel represor y que había sido funcionaria en la dictadura, la señora callo y se fue. En otra oportunidad, en una de las asambleas de Rosario, del Congreso Pedagógico organizado por Alfonsín, había un cura que defendía la postura conservadora y reaccionaria de la iglesia en materia de educación (como en todos los órdenes de la vida) y Ovide le gritó un representante del clero “fascista, Ud. es un cura fascista” y continuó con su tajante critica a los postulados educativos que pretendía imponer la derecha eclesiástica, fue una de las pocas voces progresistas que defendió los principios de una educación democrática e igualitaria. También su laicismo democrático a ultranza lo llevo a exigir que en una escuela de San Juan retiraran una estatua de la Virgen dado que la escuela no debía tener inclinación por ningún tipo de credo. En una sociedad como la sanjuanina el escándalo fue mayúsculo pero Ovide se negó a retractarse y hubo de claudicar su inmediato superior que terminó pidiendo disculpas al obispo.
Fue profundamente combatido y vilipendiado por la derecha fascista y reaccionaria que nunca le perdonaron su militancia en pro de una educación pública, gratuita, laica y de calidad. Aunque se definía como un radical de la primera hora, fue del grupo de radicales que acompañaron al Frondizi desarrollista, nunca dejó de considerarse un hombre de izquierda, solo que no era un orgánico del partido comunista o de otro partido de izquierda, era un izquierdista de la vida, de la pasión, un empírico del socialismo y una psicólogo convencido que solo a través de la educación era posible avanzar hacia una sociedad equitativa e igualitaria.
Fuimos amigos por mucho años, luego vinieron las disidencias, nos alejamos pero nunca dejé de sentir por el viejo maestro el cariño entrañable que Ovide despertaba en todos los que lo conocían, por ello la ecuación del principio, hoy las diferencias se me hacen nimias y no puedo impedir que una lágrima rebelde se asome a mis pupilas para recorrer el camino de la mejilla, recordándome que Ovide ya no va a estar físicamente entre nosotros, pero que hasta que muera el último de los que lo conoció, hasta que desaparezca la última página de los libros y artículos que escribió, hasta que se borre la última de las fotos que se sacó, el estará presente, continuaremos nuestros debates y nuestras pláticas, porque los personajes como Ovide no mueren quedan prendidos al corazón de sus coetáneos.
Mirando la lista de quienes estuvieron al comienzo de la gestión democrática de la Universidad de Rosario constato que muchos ya no están, solo veo una huella profunda que dejaron en nuestra conciencia, y una marca imborrable en nuestro corazón, pero sin duda la partida de Ovide Menin es mucho más importante, porque su muerte marca un fin de época, una época de gloria de nuestra universidad.
Hoy que la universidad es un coto de caza de arribista y ambiciosos que pretenden ocupar cualquier lugar irresponsablemente sin tener los méritos para ello, hoy que nuestra universidad está poblada de clientelismo, cuando cualquiera sin formación y sin conocimientos puede ser un director de doctorado, de posgrado, que para ser decano solo le basta tener los votos, cuando la academia se ha olvidado de lo que fue, cuando sus cimientos crujen por el peso de la ignorancia y la desidia, la figura de Ovide es un faro a seguir para reconstruir la universidad que supimos tener y que sino reaccionamos a tiempo podemos perder en el desierto de la insignificancia
Hoy cambio mi tradicional salud.
Ovide Menin, hasta la victoria siempre.
me he emocionado al leer tan vasto pàrrefo lleno de profundas palabras, y que conclusiòn final... Cariños profem espero verlo pronto.- Pam
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