Este término es originario del latín, respectus, que significa consideración. Desde una acepción de esta palabra se hace referencia a tener una mirada retrospectiva desde la que se pone en consideración una cuestión determinada.
Según el diccionario de la Real Academia el respeto es un valor social que se define por el no violentar el ser y el valor de ser que cada cosa o ente que existe tiene por sí mismo.
También se entiende por respeto a la consideración que un ser humano tiene por otro y a los límites que se impone para no transgredir los derechos que cada individuo tiene por el simple hecho de ser.
Vemos que el respeto se relaciona con evitar la violencia contra el otro, violencia que no solo es física, también puede ser verbal, cultural, etc.
El respeto supone una consideración de tipo ética, según la cual debemos reconocer la palabra, los derechos y costumbres de los demás.
Ahora bien, el respeto puede tener dos direcciones, una horizontal, el respeto por nuestros iguales, por aquellos que tienen nuestro mismo nivel de responsabilidad.
Una dirección vertical que a su vez puede ser ascendente o descendente.
El respeto en sentido ascendente implica el respeto hacia quienes son nuestros superiores, aquellos que tienen poder sobre nosotros, exigencia esta que se verifica en el ámbito familiar entre las diferentes generaciones, en las organizaciones donde se exige el respeto hacia quienes tienen las funciones de dirección y en general en la sociedad, por ejemplo, el respeto a la llamada investidura presidencial. En sentido descendente nos habla de la consideración que quien tiene el poder debe guardar en relación a quienes son sus subordinados.
Quiero destacar el respeto en dirección vertical sentido descendente. Es mucho más grave en el contrato social la desconsideración de los que tienen posiciones de poder con relación a sus subordinados que cuando la situación se da en sentido inverso.
Digo esto porque la posesión de poder supone una mayor responsabilidad y por lo tanto una mayor preocupación por la consideración que se guarda con respecto al subordinado. Una falta de respeto de quien tiene poder tiene mayores consecuencias en la convivencia social que cuando el que no observa el respeto es quien se encuentra en una posición subordinada.
Esta observación es de suma importancia, sobre todo en un país que, como la Argentina, la fracción dominante hegemónica, la burguesía concentrada, históricamente no ha guardado el debido respeto a las clases subordinadas.
Es conocido el desdeño, el ninguneo, el racismo, la insolencia con que los sectores más concentrados de la burguesía se han dirigido a los sectores genéricamente llamados populares.
El odio visceral de estos sectores al peronismo no es un problema político (partidista) sino ideológico y social. El peronismo es identificado por estos sectores como un movimiento reivindicativo de corte igualitarista por el cual los ciudadanos más sumergidos de la sociedad, desarrollaron a mi entender, lo que Marx ha denominado conciencia en sí, es decir la conciencia de que ellos constituyen una clase social y que tienen intereses reivindicativos comunes, y por añadidura opuestos a los de la clase dominante.
Esta conciencia permitió la irreverencia del peón rural y los trabajadores urbanos, que dejaron de ser aquel sujeto sometido, para asumir la palabra social que les posibilitó luchar por sus derechos.
Existe una expresión muy clara de este sector burgués para definir ese heterogéneo conglomerado de clases y sectores de clases, “el aluvión zoológico”, que el 17 de octubre de 1945 construyeron una gigantesca manifestación en reclamo de la libertad de su líder histórico, el General Perón y que en ese movimiento inauguraron definitivamente la Argentina moderna, democrática, pluralista en la que ellos pretendieron constituirse en sujetos de derecho pleno.
La gran burguesía no tomó el guante de la historia y se puso definitivamente en contra de su sentido, tratando de sostener la reacción que frente a los cambios había constituido y que aun pretende constituir, y lo hizo de la peor manera, desarrollando una grieta cultural, de clase entre ella y el resto de la sociedad.
Que en un proceso identificatorio, otros sectores de la sociedad (la llamada clase media, que es con mayor rigor conceptual la burguesía mediana y pequeña y la pequeña burguesía) hayan pretendido identificarse con la clase dominante desde un imaginario de poder que nunca existió para ellos, en la medida en que siempre fueron furgón de cola y carne de cañón de la gran burguesía en su lucha despiadada con que la clase obrera y los sectores populares con el único fin de acrecentar en forma continua e incesante sus riquezas, y por lo tanto, amplios sectores de este sector de clase subordinado en determinados momentos históricos asuman una posición de irrespeto contra los trabajadores.
Esta falta de respeto de los más ricos hacia el resto de la sociedad se encuentra con claridad en las expresiones y lenguaje de sus referentes políticos. En la actualidad encontramos muchas expresiones que tienen el mismo sentido que la expresión “el aluvión zoológico” del 45. Estas expresiones que constituyen una falta de respeto hacia los seres humanos y una defensa irrestricta de la desigualdad social la encontramos en la vida cotidiana motorizada por la violencia que desde los medios de comunicación de masas más concentrados se ejerce sobre la sociedad con el fin de sincronizar el sometimiento económico con el cultural y social mediante la desconsideración de los sujetos vituperados a los que se los juzga simplemente por portación de cara. Recientemente lo hemos visto en expresiones referidas a los que denominan “gorrita” según la cual aquellos jóvenes que tienen gorra o capucha y son de piel más oscura son potencialmente un peligro en la medida en que los constituyen simbólicamente delincuentes.
La actitud discriminatoria de sectores de la sociedad a los que viven en villas, los que tienen piel de color diferente, etc., es una falta de respeto hacia la condición humana de estos sectores, que por el contrario deberían gozar de toda la atención, la solidaridad y la asistencia de la sociedad en su conjunto por la situación en que se encuentran.
No es casual que las expresiones peyorativas hacia los llamados sectores populares provengan de sujetos vinculados a la derecha política e ideológica del espectro.
Particularmente la alianza Cambiemos es la que ha tenido sistemáticamente las expresiones más irrespetuosas de parte de sus referentes, siendo más preocupante por cuanto dentro de esta alianza existen sujetos políticos con una larga tradición inclusiva como lo son los militantes radicales, que han abandonado definitivamente el pensamiento progresista de Raúl Alfonsín y se han sumado al proyecto reaccionario y excluyente de la gran burguesía.
Personeros encumbrados de Cambiemos han tenido expresiones muy discriminadoras e irrespetuosas como es el caso del ministro de hacienda Prat Gay quien afirmó, más o menos, que cada tanto un negrito del interior logra cooptar la voluntad de los ciudadanos y puede asumir el control de la nación, o González Fraga que afirmó que el gobierno kirchnerista había desarrollado en los trabajadores la ilusión que con el salario se puede comprar teléfonos celulares, plasmas, autos, casas, etc., es decir que los pobres no pueden tener la misma tecnología o condiciones de vida que los ricos.
Algunas expresiones del irrespeto son más elaboradas por algunos economistas partidarios de la obsoleta teoría del derrame, que afirman que no importa que los ricos sean cada vez más ricos y ganen más plata, si los pobres pueden tener las mínimas comodidades que el capitalismo neoliberal podría ofrecerles en un futuro lejano de crecimiento por las inversiones, fundamentalmente extranjeras.
Para estos economistas las diferencias sociales, la posesión sin límites de riquezas, la explotación feroz, la avaricia y la codicia burguesa lejos de expresar un defecto social que conduce a la perpetuación de la pobreza, es una virtud del capitalismo salvaje.
Pero la mayor salvajada, la mayor falta de respeto hacia, no solo los trabajadores, sino a los grandes luchadores de los derechos humanos en la Argentina no vino de funcionarios menores de Cambiemos, sino fundamentalmente de quien tiene por definición la misión de representar el respeto institucionalizado, el presidente de la nación.
En un reportaje a una periodista mejicana, Macri ofendió los 32 años de democracia y las luchas que los sectores subordinados de la sociedad han desarrollado a lo largo de todo el siglo veinte y lo que va de este siglo. Reflotó expresiones lamentables de la dictadura genocida como “guerra sucia”, ninguneo la real dimensión del genocidio despreocupándose de los asesinatos en masa cometidos por la dictadura con una expresión como “no me interesa ese debate” (se refería al cuestionamiento que referentes de Cambiemos como por ejemplo Darío Lopérfido realizaron sobre la veracidad de que en Argentina hubo 30.000 desaparecidos –recordemos que los documentos desclasificados del pentágono hablan de 22.000 asesinados hasta 1978-), sino que ofendió gravemente a la que es reconocida por vastos sectores de la sociedad que la consideran como la madre de la democracia, Hebe de Bonafini, falta de respeto que, como dijimos es mucho más grave viniendo de quien detenta el mayor poder dentro de la sociedad, el presidente. Y más grave aún porque Macri se refirió a la presidenta de Madres de Plaza de Mayo como una desquiciada, coincidiendo objetivamente con la dictadura genocida que denominaba a las madres de plaza de mayo como “las locas de plaza de mayo”.
Digo que es más grave esta falta de respeto (falta de consideración a la trayectoria de Hebe) cuando viene del presidente porque en primer lugar él es presidente de todos los argentinos y en segundo lugar porque sus palabras constituyen un incentivo a la violencia que se ha instalado en la sociedad argentina y que se ha profundizado con mayor intensidad en estos ocho meses del gobierno de la derecha más rancia y reaccionaria, el gobierno del PRO-RADICALISMO.
La actitud violenta de Macri y de Cambiemos se expresa cada vez con mayor beligerancia en los ataques verbales a funcionarios del anterior gobierno en medios públicos de transporte, violencia física e intento de asesinato como el ataque a la inauguración de una sede de Nuevo Encuentro en Bs. As. o la violencia institucional directa que el gobierno naciónal y gobiernos provinciales afines ejercen sistemáticamente contra sectores de la oposición con ataques policiales a actos en locales de la misma, represión violenta a protestas obreras y populares o el encarcelamiento arbitrario de dirigentes populares como Milagro Sala (a quien, como dijo Víctor Hugo Morales en C5N no le personan levantar la mirada y defender los derechos de su gente) y referentes de la agrupación Tupac Amaru, o el intento de encarcelamiento de Hebe de Bonafini.
También la falta de respeto se expresa en la desidia del Ministerio del interior en proteger a la ex presidenta o la violencia mediática y judicial que los medios de comunicación de masa concentrados realizan cotidianamente con mentiras, injurias, difamaciones, operaciones de prensa.
Cuando desde el poder no se respeta a los gobernados los gobernantes se deben enfrentar al repudio social y la bronca de los gobernados como ocurrió hoy en Mar del Plata donde una multitud impidió un acto en el que participaban Macri y la gobernadora Vidal que fueron atacados con piedrazos e insultos al presidente y a la gobernadora.
El respeto es fundante de la convivencia democrática, sin él es imposible que debatan sectores con diferentes visiones de la sociedad, una sociedad sin respeto es una sociedad proclive a la disgregación y a la violencia y corre el riesgo de deslizarse hacia los autoritarismos y fascismos.
Estos peligros son mayores cuando el irrespeto es causado por quienes deberían ser celosos guardianes del mismo. En argentina cuando no hubo respeto a la vida, a los derechos humanos, a las diferencias, hubo genocidio. No lo olvidemos.
Hasta la próxima.
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