Todos saben que Benito Mussolini fue un conspicuo dirigente del Partido Socialista Italiano y luego mando a que sus esbirros torturaran a sus ex compañeros, y uno de ellos Antonio Gramcsi, pasó la mayor parte de su vida en las cárceles mussolinianas.
El pensamiento no envejece ni traiciona, somos las personas las que traicionamos a las ideas, olvidando nuestros ideales pasados, abandonando nuestras luchas y constituyéndonos en aliados de aquello que criticamos.
Es muy penoso ver envejecer a quienes admiramos, pero más angustiante es que no puedan envejecer con dignidad, sosteniendo lo que constituye la médula de nuestro pensamiento.
Los que vivimos los años de plomo y que en esos años abrazamos el ideario socialista, tenemos derecho a reformular nuestras metodologías y tácticas, pero no tenemos derecho a coaligarnos con aquellos que desde sus páginas fueron cómplices de la masacre de nuestros compañeros.
Tal vez, antes de defender al Grupo Clarín[1], a Joaquín Morales Solá, y tantos otros cómplices intelectuales de la dictadura, Sarlo debería reflexionar sobre la responsabilidad que les cupo a La Nación, a Clarín y a sus plumas más militantes de los años de la dictadura asesina en el asesinato en masa de “nuestra juventud maravillosa”.
Me siento defraudado por una pensadora tan insigne como Sarlo, alguien que en los ochenta organizó junto a Pancho Aricó, el Negro Portantiero, Altamirano y tantos otros el Club de Cultura Socialista, espacio intelectual de excelencia en el que se ventilaban los debates de la intelectualidad de izquierda.
Que distancia tan grande hay de “Punto de Vista” la revista de crítica cultural que editaba en esa época junto a Altamirano, o “La ciudad Futura”, revista de crítica política, que fundó Pancho Aricó y en la que Sarlo defendía el pensamiento de izquierda y criticaba al neoliberalismo publicando interesantes artículos como “El capitalismo democrático en la encrucijada” de A. Przeworski y M.Wallerstein en el que se defendía la construcción de izquierda de los países nórdicos; con este remedo de escriba al servicio de un diario oligárquico como La Nación, o un multimedio reaccionario como Clarín, al servicio de la derecha más recalcitrante y elitista.
Sarlo tiene derecho a abandonar el campo socialista y poner su pluma al servicio de los mismos medios que en los 80´denostábamos en el Club de Cultura Socialista por representar un proyecto diametralmente opuesto al que defendían los socialistas democráticos, pero, espero que por lo menos, nos respete el derecho que tenemos quienes compartimos esos debates a desilusionarnos por su cambio de campo político.
Es duro ver a una intelectual de su talla en el mismo diario que escribe Mariano Grondona, defendiendo a su compañerito de trabajo Morales Solá, acusando a jóvenes como Cinthya Otaviano, de atacar a Solá, querida Sarlo, a Solá, no es necesario atacarlo, todos los que participamos de las luchas de los setenta, de los inicios del proceso democrático de los ochenta, sabemos de la profunda esencia reaccionaria y de derecha de su pensamiento y su adhesión a las dictaduras militares.
Lo que ocurre es que a veces embestimos contra los jóvenes porque nos recuerdan lo idealistas que fuimos y ponen en evidencia nuestro espacio intelectual actual. Otaviano es una periodista crítica, comprometida y entusiasta como lo éramos los jóvenes de los setenta. En muchas cosas, cuando la escucho me recuerda a los jóvenes que escribían en Punto de Vista, defiende muchas de las ideas que se publicaban en esa revista.
Hoy escuchaba a otro respetable filósofo, Santiago Kovadloff, hablando con el puntero intelectual de la derecha, el amigo de cuanto golpe hubo en este país, Mariano Grondona. Este filósofo critica a los funcionarios por atacar a la prensa.
Lo interesante es que atacaba al gobierno, pero no hizo ninguna crítica a los medios, es que Kovadloff cree que Clarín y Nación son perfectos, no se refiere a cuantas veces estos multimedios mienten, ocultan información, distorsionan, ¿es que la filosofía tan original de Kovadloff se funda en la aceptación de la mentira, el engaño, el fraude. Es acaso una filosofía que se basa en el viejo principio de que el fin justifica los medios?
O tal vez su filosofía es prisionera de la lógica política que lleva a oponerse a todo lo que diga o haga el gobierno sin importar si es bueno o malo.
Quiero decirle a estos ilustres intelectuales que yo defiendo el derecho de cualquier funcionario a decir lo que piensa, a defender sus decires y a construir política, lo cual no quiere decir que comulgue con el o los funcionarios, un demócrata va a defender, aun a costa de su propia libertad el derecho que tienen todos a expresarse, sean periodistas o funcionarios.
Defender el derecho a que los demás puedan decir lo que quieran es defender mi derecho a opinar y criticar. Y si son honestos, deberán al menos reconocer que durante el Gobierno Kirschnerista todos pudieron decir lo que quisieron, aún aquellos que superaron los límites del buen gusto y entraron en el terreno de la deshonestidad.
No conozco ningún periodista que fuera preso por sus opiniones o críticas en los últimos años, no conozco ningún diario que haya sido cerrado, si conozco de la censura a la que algunos patrones de multimedios como De Narváez, sometieron a periodistas como Setecase o Montenegro por preguntar cosas incómodas, o el salvajismo político de Magneto echando a miembros de la comisión interna de trabajadores de sus empresas por opinar y defender los derechos de los trabajadores.
Y dicho y sea de paso, me gustaría que Sarlo o Kovadloff me enviaran los artículos que publicaron en La Nación o Clarín defendiendo a estos periodistas o miembros de la comisión interna, con plumas tan insignes deben ser muy interesantes.
Es cierto que la juventud no es una cualidad, pero viendo el entusiasmo de los jóvenes que se vuelcan a la política, conociendo la garra con que defienden sus ideas, viendo la honestidad de sus planteos, no les da cosa ver que estos jóvenes representen lo que en un tiempo, allá lejos pretendimos representar los jóvenes críticos y revolucionarios de los setenta.
Pueden estar equivocados, como lo estuvimos en los setenta en muchas cosas, pero mi tía Veneranda decía, con esa inmensa sabiduría popular que la caracterizaba, “no se equivoca solo quien no hace nada”, ellos no tienen ni la lucidez, ni la experiencia que tienen ustedes, los intelectuales del establishment y que desborda en cada entrevista con reaccionarios como Grondona, en comentarios en Radio Mitre o artículos de La Nación, ellos no están al servicios de personajes como los Sbarra Mitre o Herrera de Noble, ellos leen a Cinthia Otaviano en Tiempo Argentino doblado en dos (por eso el formato tabloide) en el subte o en el bondi y no a la Nación con los brazos extendidos en el sillón de cuero de su sala de diez metros por diez metros mientras un sirviente le alcanza él te con masas (por eso ese formato grande), pero tienen algo que tal vez nosotros hemos perdido , el romanticismo y la hidalguía de luchar por causas perdidas, de ser crítico y autocríticos, de defender a los vulnerables, a los abandonados por el capitalismo salvaje que encarnan los Duhalde, Macri, de Narváez, Magneto o Sbarra Mitre.
Esos jóvenes nos dicen con su lucha que los problemas fundamentales de la Argentina están irresueltos, que nosotros podemos vivir con comodidad, con lo que nos pagan los burgueses reaccionarios, pero que esa comodidad nos taladra la conciencia por haber dejado de ser lo que soñamos en los setenta, por representar hoy la decadencia del pensamiento joven y transformador que venía cambiar la sociedad y tal vez debamos volver a leer a Mafalda, sobre todo esa viñeta en la que le dice a sus compañeritos que cambiemos el mundo antes que el mundo nos cambie a nosotros.
Hasta la próxima.
[1] Que con el sinismo reaccionario Lanata define como unadefenza de los débiles, en este caso Clarín.
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