Los cambios materiales son claramente perceptibles, sobre todo en una sociedad como la actual, en la que la ciencia y la tecnología avanzan a pasos agigantados, dando lugar a lo que se ha dado en llamar la era exponencial.
Solo con echar un vistazo hacia atrás, unos treinta años digamos, es posible observar los grandes cambios producidos. En la década del 80’ las computadoras de escritorio todavía gateaban (aun cuando las primeras P.C. se construyeron a fines de los 70’, recién comenzaba a insinuarse internet (el 1 de enero de 1983, ARPANET cambió el protocolo NCP por TCP/IP. Ese mismo año, se creó el IAB con el fin de estandarizar el protocolo TCP/IP y de proporcionar recursos de investigación a Internet), el que se considera el primer celular, el Motorola Dina tac 8000x apareció por primera vez en el año de 1983, los más importantes instrumentos de nuestra vida cotidiana surgen en las décadas del 60’ y el 70’ pero recién se constituyen como productos masivos en la década del ochenta.
Es pues relativamente fácil reconocer los cambios materiales de nuestra vida cotidiana, pero cuando se trata de nuestra vida anímica, y por ello entiendo los valores, ideas, políticas, etc., la cuestión se hace muy difícil.
Podemos datar la primera computadora, el primer día de internet, el primer teléfono celular, mas, es muy difícil, establecer el día que la sociedad comenzó a cambiar su signo político, cuando se empezaron a producir los cambios culturales.
Lo que sí es posible, es observar largos períodos, y detectar el ellos las marcas culturales dominantes, para luego en las comparaciones establecer las diferencias culturales de época.
El final de la segunda guerra mundial, además de la derrota de las ideologías autoritarias (fascismo, nazismo, otras sobrevivieron, pero circunscriptas a espacios territoriales muy acotados como el caso del falangismo español) que habían sido hegemónicas desde los años veinte, treinta y parte de los cuarenta (aunque sus raíces se remontaban al siglo XIX), significó para la humanidad una profunda reflexión sobre las consecuencias del acceso al poder de estos movimientos extremos.
Por otro lado, si bien los triunfadores se erigieron como la reserva democrática de la sociedad humana (Francia, Inglaterra, EE.UU., etc.) hubo otro gran triunfador que no comulgaba con la llamada democracia burguesa, el recientemente constituido bloque soviético (la URSS existía desde 1922), que se había consolidado en base a la incorporación de Polonia, Hungría, los Estados Bálticos, Checoslovaquia, Yugoeslavia, etc., a la zona se hegemonía rusa.
Desde tiempos de Lenin el socialismo había discutido las características de sus sistemas políticos, económicos y de relaciones exteriores, rápidamente, la burocracia del PCUS se convirtió en la estructura de poder poderosa, pero con contenidos autoritarios que se verían remarcados durante el período estalinista.
Los socialismos reales (como se denominaba a los países del bloque soviético) se constituyeron en la contrapartida del capitalismo occidental, desarrollándose un importante conflicto subterráneo (conocido como la guerra fría) que se extendería hasta el período 1989-1991, con la caída del muro de Berlín y el desmembramiento de URSS, pasándose de un mundo bipolar al mundo de hegemonía americana.
La existencia del bloque comunista, la necesidad de desarrollar las economías occidentales desbastadas por la guerra obligó a desarrollar un período de crecimiento económico y social determinado por la aplicación de políticas keynesianas en lo económico, y el estado de bienestar en lo social, fue más que una concesión burguesa a los sectores oprimidos y explotados, una política delineada por los grandes países capitalistas con el fin de limitar la expansión del ideario socialista motorizado por la URSS.
Se puede afirmar que en el período que va de 1945 a 1991 se libró en el mundo una dura batalla ideológica entre la izquierda y la derecha.
En el marco de la confrontación ideológica (casi podría decirse ecuménica) y por las necesidades de desarrollo económico, los países capitalistas más avanzados (liderados por EE.UU.) desarrollaron un estado de bienestar, logrando reducir la pobreza extrema que habían sufrido durante los siglos anteriores al XX, incorporando a la llamada clase media a importantes sectores de su población.
Un ejemplo de este proceso lo encontramos en el mismo EE.UU. donde se consolida el llamado sueño americano, según el cual la clase obrera podía dotar de previsibilidad a sus vidas, mejorándolas mediante el acceso a bienes inalcanzables en épocas anteriores (como la casa, el auto, una vida confortable de consumos desbocados, etc.), pero fundamentalmente, teniendo la certeza que su vida podía mejorar si trabajaba duro, y lo que es más importante, la conciencia de una movilidad social ascendente que le permitía a sus hijos acceder a empleos de mayor calidad o tener estudios avanzados. Para el norteamericano de estos años existía la convicción de que la vida de sus hijos iba a ser mejor que la suya.
El consumismo tenía un objetivo adicional, constituye como afirma Slavoj Zisek, una doble sujeción al capitalismo como sistema, ya que el trabajador es impelido a consumir más allá de sus posibilidades, y cuando no puede pagar lo consumido se le ofrece el crédito que lo endeuda progresivamente a lo largo de toda su vida, de esta manera se lo domestica, dado que si pierde su trabajo pierde la posibilidad de cumplir con sus compromisos y pierde el estado de confort del que goza.
El mundo asiste a un crecimiento cultural extraordinario, las ideas de izquierda que habían sido perseguidas comienzan a ser expuestas en las universidades y Marx se convierte en un fenómeno editorial inédito.
En Europa asistimos al crecimiento de una intelectualidad de izquierda marxista, cuya influencia perfora el aparato del estado y las formaciones políticas centro-izquierdistas como los partidos socialistas.
Las universidades y el mundo de la cultura, se pueblan de nombres como Chomsky. Petras, Foucault, Sartre, Castoriadis, Bourdieu, Laplanche, Morin, Habermas, etc., que formulan y reformulan las teorías en un magma de creación sociológica inagotable.
Las juventudes se radicalizan, y se constituyen en un fuerte ariete contra la explotación capitalista y en reclamo de más democracia y de mayor calidad de vida. Tal vez el punto más alto esta signado por los años 68 y 69 cuando asistimos al mayo francés y a las revueltas estudiantiles en todo el mundo.
En la calle se instituye un nuevo modelo de vida y de cultura cotidiana marcado por las ideas de solidaridad, cooperación, crecimiento educativo y cultural, búsqueda de la paz y profundización de los valores democráticos.
La vida adquiría sentido en tanto y en cuanto sus vicisitudes eran determinadas por los ideales de transparencia, honestidad, amor al prójimo, pero fundamentalmente, guiado este ideario, se viabiliza una concepción política en la que primaban los valores de igualdad, lucha contra la explotación capitalista, autodeterminación de los pueblos, etc.
Si algo era distintivo en la juventud de esos años, es su claro compromiso con el socialismo (que cada uno entendía a su manera) y un fuerte rechazo a las ideologías de extrema derecha como los movimientos neonazis que comenzaban a estructurarse en estos países.
En los países no desarrollados, el signo es la descolonización, las guerras de liberación nacional (sobre todo en Asia y África) y el reclamo de la autodeterminación de los pueblos. Si la respuesta a los reclamos en el mundo desarrollado fue el estado de bienestar, en los países no desarrollados fueron las dictaduras represivas, que con el paso de los años fueron cada vez más violentas y genocidas y que tuvieron como contrapartida el surgimiento de una izquierda radical que vio en la lucha armada el único camino al poder obrero y el socialismo.
América Latina se ve permeada en todo su cuerpo social por guerrillas más o menos importantes, más o menos duraderas, más o menos exitosas como el sandinismo en Nicaragua, el Frente Farabundo Martí en El Salvador, la guerrilla guatemalteca, las guerrillas argentinas (ERP. Montoneros, FAR, FAP, FAL, etc.) el MIR chileno, los Tupamaros uruguayos, Las FARC en Colombia, la guerrilla guevarista en Bolivia, etc. La cuestión de la lucha armada no solo encarnó en el pensamiento latinoamericano, también en la vieja Europa se constituyeron grupos armados como Fracción Ejército Rojo en Alemania, las Brigadas Rojas en Italia, o en el propio EE.UU. los Panteras Negras.
Son años de gran debate, de pensamiento crítico, de lucha callejera. Marx, Lenin, Gramcsi, y muchos otros pensadores revolucionarios eran frecuentemente visitados por los jóvenes de aquellos años. Las escasas y breves experiencias constitucionales que se intercalaban entre dictadura y dictadura estuvieron marcadas por el respeto a los derechos ciudadanos, la democracia y la libertad de pensamiento.
Podría decirse que la época que va de 1945 a 1991 estuvo determinada por las palabras cambio, socialismo y revolución, la búsqueda de la tolerancia y el respeto a la disidencia.
Los escasos grupos de extrema derecha eran muy reducidos y no tenían influencia en la vida cultural de los países, adquiriendo importancia como grupos de choque de los sectores más regresivos de la sociedad.
En los sesenta y setenta asistimos a poderosas manifestaciones contra la guerra, al desarrollo de movimientos anti sistema como los hippies, a la búsqueda de formas de vida comunitaria, parecía que el mundo se encaminaba definitivamente a una era de paz y tolerancia.
Pero parecía, porque de pronto todo cambió.
Hoy asistimos a un cambio de época que esta signado por la prevalencia del individualismo (tanto en término de los sujetos como de las naciones), por la emergencia de las viejas ideas fascistas, nacionalistas, de extrema derecha que llevaron al mundo a la hecatombe de los 40’.
Resurgieron los extremismos religiosos, pero ahora de la mano de un comportamiento asesino que no respeta la vida, el disenso, la libertad de creencia, como es el caso de los extremismos islámicos.
Asistimos en los países desarrollados a brotes de xenofobia, racismo, discriminación, que están basado en el miedo al otro diferente, ese otro que viene de diferentes latitudes a “robarles” lo que les pertenece, fundamentalmente su trabajo (cuando es una verdad de perogrullo que lo inmigrantes realizan los trabajos más bajos que los ciudadanos de esos países no quieren realizar).
Asistimos a conflictos armados de carácter religioso o étnico con características de salvajismo inusitado, donde los vecinos se asesinan los unos a los otros como en la guerra de la ex Yugoslavia.
El nuevo tiempo que pretende consolidarse como forma de vida se ha expresado en muchos ejemplos como el Brexit en Gran Bretaña donde se votó por separarse de la Unión Europea, el triunfo del no en el plebiscito para aprobar el acuerdo de paz con las FARC en Colombia, el triunfo de Donald Trump, candidato de la extrema derecha del partido republicano en EE.UU., el crecimiento de los partidos autoritarios y xenófobos en Europa como por ejemplo el Frente Nacional en Francia, y los ejemplos son innumerables para citarlos a todos.
En Argentina observamos con preocupación cómo legisladores como Picheto reproducen el desdén y la desvalorización del inmigrante latinoamericano, en definitiva, asistimos a una pérdida de los valores más caros al desarrollo humano.
En las escuelas, donde deberían sostenerse esos valores de cooperación y solidaridad, ocurre lo contrario, se desarrolla una cultura de la competencia, donde los niños rivalizan por sacar más nota, como si una buena calificación garantizara el saber, se les enseña a memorizar antes que a analizar y extraer conclusiones propias, se los obliga a asumir como verdad el discurso del docente, se evalúa la educación con procedimiento que solo busca desmerecer el verdadero acto educativo, el acto de integrar el conocimiento a la experiencia propia. El resultado de esta enseñanza centrada en la rivalidad, en la búsqueda del logro personal en lugar de la aventura del conocimiento compartido, son los crecientes enfrentamientos entre miembros de la comunidad educativa (padres contra docentes, alumnos contra alumnos) que dan lugar a experiencias de bulling, agresiones al diferente, lesiones a las niñas más lindas de parte de otras que no soportan esa diferencia constitucional y que pretenden desfigurar lo que ellas creen que no son (sin entender que la belleza física es la expresión del interior de las personas).
En este cambio de paradigma cultural los mass media tienen un rol fundamental.
Muchas veces se ha discutido el papel de los medios de comunicación de masas en la determinación de los rumbos políticos sincrónicos, por ejemplo, la posibilidad de que estos medios tengan un factor determinante en una elección.
La experiencia demuestra que, si bien los medios de comunicación influyen en las decisiones de los actores políticos, ellos por sí mismo no son suficiente para determinar el éxito o fracaso de una propuesta electoral, ejemplos hay muchos, pero algunos más recientes, muestran que esta idea es inexacta, por lo menos parcialmente. Uno de los ejemplos es el triunfo de Cristina Fernández de Kirchner en la elección de 2011, cuando teniendo en su contra la mayor parte de los medios hegemónicos, ganó con el 54 % de los votos. Otro ejemplo, es el de Donald Trump, que, teniendo en su contra a gran parte de los medios hegemónicos, siendo un candidato anti sistema (es decir rechazado por el establishment político y aun empresarial de EE.UU.) ganó las recientes elecciones presidenciales.
Si el rol de los medios no produce cambio en lo sincrónico, cuál es la influencia social que los mismos tienen en el cambio estructural que estamos padeciendo en la sociedad global. Podría decirse que la fundamental acción de los mass media es la acción diacrónica, es decir, extendida en el tiempo.
El capitalismo del siglo XIX y parte del XX basó la acción de control social de la burguesía sobre las clases subalternas en la represión. Es conocido que las revoluciones proletarias que se sucedieron con posterioridad a la gran revolución francesa fueron ahogadas en sangre por los burgueses. Los ejércitos y las fuerzas de seguridad se constituyeron en el brazo armado del estado burgués.
Pero como señalara Mao Tse Tung, con las bayonetas se puede hacer cualquiera cosa, menos sentarse sobre ellas. La burguesía aprendió que la represión violenta de los movimientos populares no era la mejor garantía de su dominio de clase, y a partir del desarrollo de las tecnologías de las comunicaciones y las informaciones comenzó a pergeñar un plan de largo alcance que le permitiera circunscribir la prédica revolucionaria a ámbitos cada vez más reducidos, aislando a los sectores impugnadores de la sociedad capitalista con una acción permanente de debate ideológico.
Lenin estableció la diferencia entre la agitación y la propaganda. Por la primera, entendía la acción de llevar pocas ideas para muchos. La agitación se dirige a las emociones, a la parte menos racional del ser humano, lo que trata es desarrollar un estado de horda, en la que los sujetos individuales se funden en el conjunto, pierden su identidad para asumir la identidad de la masa. La propaganda en cambio, se trata de muchas ideas para pocos, es una acción general y permanente que busca cimentar las bases de una adhesión consciente a la base doctrinaria del que la realiza. La propaganda busca que el sujeto que adhirió emotivamente por la agitación, pueda anclar esas ideas a su propia experiencia subjetiva, viendo el interés general como un interés propio.
Los mass media lo que realizan es formación doctrinaria en los actores sociales. De lo que se trata es que los ciudadanos vayan mas allá de la simple adhesión y consideren a los intereses de la clase dominante como propios.
La propaganda de los mass media se dirige a todos los actores sociales, pero busca encarnar en aquellos que son más proclives a mimetizarse con la clase dominante, la pequeña burguesía. Si los profesionales, periodistas, educadores, cuadros de dirección en el aparato productivo asumen como propios los intereses de la clase dominante, ellos funcionaran como polea de transmisión a los sectores más subalternizados de la sociedad.
Es un error creer que el objetivo de la prédica de los medios tiene como target fundamental al kirchnerismo, este sector político es solo un chivo expiatorio que sirve para poner en acto lo que le ocurre a quienes desafían el dominio de la gran burguesía, si Ud. ve y escucha atentamente a los periodistas “antikirchneristas” verá que en forma implícita desarrollan un discurso orientado a imponer los valores más importantes de la ética burguesa.
Se defiende la propiedad privada, un concepto de honestidad ajeno a los intereses de los trabajadores (deshonesto es alguien que roba una cartera, pero un presidente que evade pagar impuestos con cuentas off shore no lo es), se plantea como natural el orden en el que unos tienen derecho a gozar de todas las posibilidades que el capitalismo plantea, mientras la gran mayoría no posee nada, se discrimina a los trabajadores (los argentinos, los pobres son vagos, no les gusta trabajar, no se esfuerzan).
Pero la propaganda no se ejerce solo de un modo expositivo, es necesario también adormecer la conciencia crítica de los ciudadanos, para ello cuentan con las escuelas, ámbito por excelencia del disciplinamiento social, donde el niño y el joven aprenden a obedecer. A no rebelarse contra la injusticia, a permanecer callado y ajeno a la explotación y la opresión, a no rebelarse contra los sistemas de clase corruptos de la justicia burguesa.
Este adormecimiento de la conciencia es completado por programas de televisión bizarros que sostienen lo más deleznable de la cultura del sometimiento, el uso de los cuerpos femeninos, la humillación de la mujer, o programas de supuesto corte político en los que se ataca sin piedad a aquellos jóvenes que se comprometen con la política.
Esta acción “educativa” de los medios sostenida a lo largo de décadas fue sedimentando en todos los estratos sociales y es la que está permitiendo la formación de una nueva subjetividad acorde a los tiempos del cambio vertiginoso.
Parafraseando a Bill Clinton en su debate con George Bush, es la subjetividad estúpidos. Lo que la burguesía ha comprendido es que, para mantener su dominio, luego de la caída de la URSS, necesitaba realizar un cambio profundo en la subjetividad de los actores sociales, y emprendió la tarea utilizando los mass media como herramienta principal, hay asistimos a los efectos de ese cambio de subjetividad, pero aún es tiempo de reformular la subjetividad instalada en los últimos treinta años.
Hasta la próxima.
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