La Central de Inteligencia (CIA), de EE.UU. ya está trabajando a full en América Latina. Nadie tiene alguna duda que, tras los golpes institucionales contra Dilma Rousseff en Brasil, Fernando Lugo en Paraguay, Rafael Correa en Ecuador, Evo Morales en Bolivia, Nicolás Maduro en Venezuela, están los agentes del servicio secreto norteamericano, que siguiendo órdenes expresas de su gobierno ha lanzado un plan de desestabilización contra los gobiernos populares de América Latina.
Cambiaron los actores y las estrategias, pero el juego es el mismo que en la década del setenta, cuando la CIA organizaba golpes de estados para tener injerencia en el manejo de los países latinoamericanos.
O nos hemos olvidado de la doctrina Monroe, que quedo sintetizada en la frase del presidente James Monroe en 1823: “América para los americanos”, aunque, en rigor a la verdad, la misma fue elaborada por el presidente John Quincy Adams. En el texto se establecía que cualquier intervención de los Estados europeos en América sería vista como un acto de agresión que requeriría la intervención de Estados Unidos. Pero la verdad oculta tras las palabras decía que EE. UU, había comenzado a considerar a América Latina como su patio trasero y que no permitiría más injerencia extranjera que la de ellos mismos.
En el período de la post guerra EE. UU. intervino para derrocar gobiernos usando Mercenarios como Carlos Castillo Armas, quien con el apoyo de la CIA, en 1954 derrocó a Jacobo Arbenz Guzmán que encabezaba un proceso popular y nacionalista que afectaba los intereses de United Fruit Company.
Otro ejemplo significativo, en el que claramente el gobierno de los EE.UU. usando la CIA derrocó un gobierno constitucional fue el de Chile, donde la agencia americana organizó y ejecutó el golpe sangriento nominalmente encabezado por el Dictador Augusto Pinochet.
Un tercer ejemplo de la descarada política de intervención de los EE.UU. es la operación Urgent Fury, mediante la cual se invadió Granada y se derrocó a Hudson Austin que poco tiempo antes había derrocado y fusilado a Maurice Bishop, líder del movimiento New Jewel, que había tomado el poder mediante un golpe incruento en 1979.
En 1969 Omar Torrijos tomó el poder en Panamá y encabezó una experiencia popular, a su muerte asumió el general Manuel Antonio Noriega, quien, en diciembre 1989, fue derrocado mediante una invasión directa del gobierno de EE.UU. en la llamada operación Just Cause.
En este breve raconto no quiero olvidar las intervenciones para derrocar a Fidel Castro, como la de Bahía de Cochinos o las agresiones constantes de mercenarios de EE.UU. (llamados “los contras”) contra el gobierno revolucionario del sandinismo.
Los años que van de la post guerra hasta fines de la década del 80’ fueron años en los que la intervención norteamericana en América Latina adquirió la forma de intervención militar directa y la doctrina Monroe se cumplió, América Latina fue para los (norte) americanos.
En la década del 80’ los intereses del imperio se focalizaron en las zonas en que existían recursos naturales imprescindibles para la burguesía americana como el petróleo, minerales diversos- etc.
La menor presencia de la CIA, con el consecuente menor apoyo de EE. UU, debilitó a las dictaduras latinoamericana y una a una fueron cayendo por el embate de las luchas populares y por sus propios errores y crímenes.
Asistimos en este período al surgimiento de los llamados gobiernos populares (populistas para la derecha) y se constituye lo que en algún momento se denominó la nueva izquierda latinoamericana, referenciada en líderes populares de gran arraigo como Hugo Chávez en Venezuela, Néstor y Cristina Kirchner en Argentina, Tabaré Vásquez y Pepe Mujica en Uruguay, Lula Da Silva y Dilma Rousseff en Brasil, Fernando Lugo en Paraguay, Rafael Correa en Ecuador, Evo Morales en Bolivia Alan García en Perú, Ricardo Lagos y Michelle Bachelet en Chile, etc.
En general estos líderes se orientaron a políticas económicas que buscaban abandonar las recetas neoliberales del Fondo Monetario Internacional (FMI), buscando desde una perspectiva neokeynesiana disminuir la pobreza, lograr una redistribución más equitativa de la renta nacional favoreciendo a los sectores más vulnerables de la sociedad, asumiendo ideales como la unidad latinoamericana, que se expresaron en el Mercosur, la Unasur y el Parlasur. Se enfocaron en políticas de ampliación de derechos y creación de ciudadanía para todas las etnias que pueblan América Latina, desarrollaron la ciencia y la tecnología y fundamentalmente profundizaron el principio de la autodeterminación de los pueblos.
Las grandes burguesías latinoamericanas no soportaron la pérdida de ganancias que estas políticas distributivas significaron para ellos y EE.UU. no podía aceptar la pérdida de negocios que implicaba el nuevo mapa político.
Las grandes burguesías en alianza con el imperio, fueron las primeras en reaccionar, de la mano de los medios de comunicación de masas concentrados, liderados por la CNN de la que prácticamente son vasallos en la llamada Sociedad Interamericana de Prensa (SIP), desarrollaron una profusa propaganda a través de los medios cuyo objeto era erosionar las bases populares de sustentación de los gobiernos latinoamericanos cooptando, paradójicamente, a los nuevos sectores de clase media que se vieron favorecidos por las políticas inclusivas de estos gobiernos.
Estos sectores medios, generalmente asentados sobre bases económicas con fronteras tenues, que los llevan a adoptar imaginarios sociales instituyentes propios de la gran burguesía, con la que sueñan parecerse, se movilizaron masivamente en contra de los mismos actores que les permitieron el ascenso social.
Tras consignas vacías, mentiras, injurias y campañas de prensa variadas, los sectores medios se movilizaron, por ejemplo, en Argentina, reclamando más seguridad, poder comprar dólares, contra una supuesta corrupción generalizada, etc.
La matriz de ataque fue siempre la misma, los gobernantes son corruptos, autoritarios, nos gobiernan atacando a la prensa “independiente”, etc., lo que nos permite sostener con cierto grado de incertidumbre que estas consignas y difamaciones que instalan los medios de prensa tienen una usina común, la CIA y la CNN.
Los últimos golpes en los que participaron las fuerzas de seguridad en forma directa fueron el de 2002 contra Hugo Chávez en Venezuela y en 2010 contra Rafael Correa en Ecuador, ambos fracasaron por la movilización popular.
Frente a los fracasos militares se ensayó una nueva estrategia conocida como golpes institucionales, la primera experiencia fue en 2006 con la asamblea secesionista de los estados de la media luna rica de Bolivia.
Pero la primera operación exitosa de esta nueva modalidad desinstituyente fue Honduras, donde en 2009 el presidente Manuel Zelaya fue derrocado por un golpe militar disfrazado de golpe parlamentario.
Luego el parlamento paraguayo destituyó a Lugo en 2012 y en 2016 fue el turno del gobierno del PT brasilero.
El enemigo fundamental para los sectores de la reacción de derecha no son los gobiernos populares, ellos, a lo sumo, constituyen un obstáculo a sus planes de negocios basados en la confluencia del poder económico con el poder político mediante el control del estado.
Lo que se busca con este plan desestabilizador en América Latina, es continuar la obra iniciada por las dictaduras de los sesenta y setenta, mediante la cual se retrasó el avance de la conciencia anticapitalista de los trabajadores por medio de la eliminación física de un sector importante de la juventud revolucionaria.
Hoy, todavía no llegaron a la represión y muerte de los sujetos críticos y contestatarios, mientras la estrategia de lavado de cerebro de las clases medias que realizan los “mass media” y la represión abierta a los trabajadores, de resultados, posibilitando encausar el ajuste ideológico de los pueblos de nuestro sub continente, todo continuará bajo la mascarada democrática actual, pero si estas estrategias fracasan, como las actuales movilizaciones de masas permiten suponerlo, es muy posible que retornen horas de luto para las clases oprimidas que sufrirán la represión violenta de la gran burguesía, solo que esta vez se realizará con el “orden democrático” que implica el estado de sitio que permite a la policía violenta perseguir a los que no piensan como ellos y buscando el encarcelamiento de los líderes populares en el mejor de los casos y su desaparición física en el peor.
No está lejos la represión radical de 2001, cuando, ante la crisis económica terminal y el avance de las movilizaciones de masas De La Rua utilizó como último recurso la represión y ello costó la vida de cientos de argentinos que reclamaban por sus derechos e intereses.
No podemos esperar a guardar luto por nuestros muertos, debemos actuar antes que el gobierno salte a la fase superior de su plan siniestro de represión.
Hasta la próxima.
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