Para iniciar esta conversación creo conveniente distinguir estos tres términos. Ateo etimológicamente significa sin dios (a=sin, theo=dios). El ateo es una persona que niega la existencia de cualquier dios o entidad supra natural. Es frecuente confundir a un ateo con un agnóstico. Los agnósticos, no rechazan la posibilidad de que exista de una deidad, sino que consideran que lo divino escapa de la comprensión humana y, por lo tanto, desconocen su eventual su existencia.
La diferenciación entre ateo y agnóstico no es menor. Mientras el ateo rechaza la existencia de un dios (o dioses) de plano, sin conceder ninguna posibilidad, ubicándose por lo tanto en un mismo plano con el creyente, dado que rechazar la existencia de un objeto sin tener la verificación científica, se constituye inmediatamente en una creencia, el agnóstico se coloca en una posición científica y dado que por el momento, no tiene los conocimientos necesarios para determinar la inexistencia o existencia de dios, pone el problema entre paréntesis, y lo ubica correctamente en el plano de la creencia, plano en el que la ciencia no tiene nada que decir.
Es decir el creyente dirá creo, el ateo no creo y el agnóstico se desinteresará del problema.
Podemos afirmar que existen razonamientos acertados que conducen a valorar la existencia de un dios o dioses como producto de la imaginación humana.
Muchos autores han demostrado (y en este blog hemos recogido sus opiniones) la existencia de un período pre religioso en la humanidad. Estamos hablando de un tiempo en el que los seres humanos no creían en la trascendencia o en la vida después de la muerte.
Ello queda registrado en el hallazgo de restos humanos totalmente despojados de enseres domésticos. Estos cuerpos ni siquiera eran enterrados, cuando alguien moría directamente su cuerpo quedaba abandonado por la horda trashumante que no se detenía en su camino sin fin.
Solo muy tardíamente comienza a verificarse restos humanos acompañados de enseres domésticos o posesiones personales que dan la pista de la creencia de la vida después de la muerte. Estos cuerpos eran enterrados para protegerlos y se le colocaban sus posesiones a fin de las tengan en el otro mundo.
En general la creencia religiosa parece haber surgido como modo mítico explicatorio de lo que el hombre no podía entender (fuerzas de la naturaleza, el misterio de la muerte, etc.).
Luego la religión transita por diferentes intereses. La división de la sociedad en clases sociales requiere de una superestructura de dominación que justifique las diferencias sociales y los privilegios de las clases dominantes. En la sociedad humana se organizan verdaderas constelaciones de poder y existen sujetos que se especializan en el diálogo con dios o los dioses y diosas.
Los sacerdotes que habitan en los templos se convierten en verdaderos sostenes de los poderes terrenales. Al sostenerse el imaginario de que el poder dominante no es propio de la temporalidad, sino que es asignado por un ser o seres que están más allá de la física (origen de la metafísica, recordemos que la metafísica es una rama de la filosofía que estudia los problemas centrales del pensamiento filosófico: el ser en cuanto tal, el absoluto, dios, el mundo, el alma.), La religión se organiza a partir de la existencia de los misterios que escapan a la comprensión humana (que es el alma, que significa su trascendencia, que ocurre más allá de la muerte, etc.), pero su organización no es casual, ocurre en un tiempo histórico determinado en el que existe además del temor a lo desconocido, la necesidad de dominación de quienes comienzan a apropiarse de la propiedad común del clan.
Existen algunas cuestiones que no son discutidas (sobre todo en la religión monoteísta). En las religiones politeístas los dioses y diosas constituían un clan que estaba más allá de los hombres y que intervenían en forma directa en su cotidianeidad (como lo demuestran los mitos referentes al héroe generalmente mitad humano mitad dios por ser concebido entre un dios y una humana o viciversa). Pero en todas las religiones el dios supremo es siempre un hombre.
Zeus, Buda (que no era estrictamente un dios) Jesucristo, Jehová, Ala, siempre son varones. Esto está relacionado claramente con la existencia de la sociedad patriarcal y por ende con la sociedad de clases.
Ni siquiera las feministas se atreven a impugnar que dios sea masculino, en lugar de poner en tela de juicio esta identidad sexual y plantear la existencia de una diosa como gobernante del universo.
Un dato es muy claro, a lo largo de la historia de las religiones los dioses o dios fueron creados por la imaginación radical a imagen y semejanza de los seres humanos. Todos ellos tienen una imagen similar a las de los hombres y mujeres (aun aquellos que son mitad humanos, mitad animales como los dioses egipcios tienen rasgos de lo humano)
En la actualidad asistimos a recrudecimiento de la fe religiosa. Tras un largo período inaugurado tal vez por el iluminismo y que tuvo su punto más alto en la revolución francesa, la fe religiosa que había retrocedido, dando más espacio al laicismo en la vida social, en el tercer milenio parece haber tomado nueva fuerza y reaparece en formas retrógradas como los fundamentalismos autoritarios que gobiernan en buena parte del mundo.
La característica de la fe, es que ella es irracional, no importa cuán disparatado sea su contenido, se tiene fe. Por ejemplo, en las redes sociales, podemos observar pedidos para curar enfermos mediante la oración, en Rosario hay un fenómeno social que es parte de lo que se llama curas sanadores, el padre Ignacio congrega a miles de creyentes cada año que esperan ser curados de enfermedades incurables, para las cuales la medicina no tiene respuesta,
Esta creencia de los curas sanadores abreva en una antigua creencia supersticiosa según la cual la enfermedad era una consecuencia de las fuerzas malignas que se apoderaban de los cuerpos. Jesús y los apósteles son tal vez, los primeros curas sanadores de la historia de la religión, siguiendo las ideas de su líder, Jesús, ellos creían que aquel que tenía fe y que rechazaba esas fuerzas malignas se podía curar.
Esta irracionalidad de la fe ha llevado en la historia de la humanidad a los peores genocidios, ejemplo de ello son las guerras religiosas, o las matanzas irracionales en función de la fe. La inquisición, las cruzadas, o actualmente el fundamentalismo religioso de los grupos islámicos son parte de lo pernicioso de estas creencias llevadas a su máximo exponente.
Lo curioso es que personas muy formadas, inteligentes, creen en estas cuestiones, cuando los mitos religiosos no pueden ser probados por ningún dato histórico. Tomemos algunos ejemplos, el antiguo y el nuevo testamento fueron escritos por hombres después de los sucesos, algunas veces pasaron muchos años entre que el hecho ocurrió y el momento de la narración. Son documentos que contienen ambigüedades, contradicciones, pero, por sobre todo, son escritos humanos, ningún dios los escribió, ningún dios los dicto.
Generalmente los “originales” de estos documentos se han perdido, por ejemplo, las tablas de Moisés se rompieron, o fueron entregados misteriosamente a un profeta, como en el caso del Corán, que rebela la palabra de Allah (Ala en su castellanización, que significa El) que fue dictada a Mahoma por Yibril (el arcángel Gabriel), pero sin existir ninguna prueba de ese dictado.
En todas las religiones existe un mito fundacional en el que dios o los dioses rebelan su existencia a los humanos, pero los humanos corrientes nunca han visto a un dios, solo algunos mitos como el de la virgen María que se le aparecía a Bernardita en Lourdes pero que tampoco existen pruebas de la ocurrencia del hecho o la imaginería popular que crea santos como el gauchito Gil.
Otro de los factores que llevan a la existencia de creyentes es el peso de la ideología familiar, millones de cristianos, musulmanes, budistas, etc., lo son por haber nacido en hogares de esas confesiones, son cristianos como podrían haber sido seguidores de cualquier otro ídolo.
En lo profundo de la psiquis moderna está el inmenso temor a la desaparición. Los humanos vivimos apegados a la vida y tememos por el fin de la existencia de cada uno de nosotros.
Voy a comentar algunas experiencias personales que tal vez sean una pista, si se las piensa, para entender un poco más a la fe religiosa.
En algún momento me operaron de várices y por ello me hicieron anestesia total con pentotal. Mi experiencia fue estar en el quirófano escuchando las voces de los médicos y enfermeras y de golpe todo ruido, toda imagen, toda sensación desapareció. La sensación inmediata fue escuchar nuevamente ruidos y voces, pero para ello habían pasado varias horas y no estaba en el quirófano, sino en una sala post operatoria.
Creo que esta es la sensación más parecida a la muerte, cuando todo desaparece para el sujeto, cuando ninguna sensación existe, es como si se apagara la luz y la oscuridad total nos invadiera, pero es una oscuridad sin nada, es la nada total.
Y en ello reside la necesidad de creer en otras vidas, en la trascendencia, porque los humanos no resistimos la posibilidad de ser nada, podemos aceptar que fuimos nada, pero no que vamos a ser nada, podemos aceptar que en algún momento no estábamos en el mundo, pero nunca que no estaremos.
La religión nos provee de esa fantasía, la posibilidad de eludir el final, y que el final sea solo un principio.
Pero además de atenuar la ansiedad y la angustia del ser humano, la religión utiliza estos miedos y angustias para imponer instituciones que ordenan la vida social según el imaginario social dominante, según el interés de la clase social dominante.
Pero hablaba de la función de la familia en la determinación de la fe religiosa. Y allí encuentro en mi historia personal un determinante muy importante. En algún momento se me narró que, al lecho de muerte de mi abuelito materno, sus familiares llevaron un cura para que le diera la extremaunción, el viejo al verlo exclamó “saquen de aquí a ese cuervo” y se negó a recibirla. Mi madre, que se consideraba católica, se cuestionaba su fe, no comprendía mitos como los de la virgen María, si era virgen, como tuvo un hijo solía decir y como este cuestionaba otros mitos, y obviamente, no era de ir a misa.
Estas son formas que expresan como la racionalidad popular cuestiona a las religiones, aunque el peso de la institución religiosa es tan grande que no pueden escapar a ella, existen intersticios por los que se cuela la razón, y yo como producto de esos intersticios terminé siendo agnóstico.
Hasta la próxima.
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