viernes, 27 de marzo de 2015

La mesa de los sábados.


Este es un recreo para el pensamiento, hoy no hablaré de los temas que comúnmente vengo desarrollando, me dedicaré a realizar un homenaje a una de las más preciadas drogas contra la depresión, la angustia, la mala onda, el desánimo, en definitiva todos esos sentimientos que los medios monopólicos tratan de desarrollar en nosotros para colonizar nuestro pensamiento y lograr imponer políticas de explotación y ultraje que le permita a la burguesía concentrada acumular mucho más de lo que acumula. La droga es parte de la medicina alternativa, dado que no está comprobada científicamente, pero que es exitosa, todos sabemos que es exitosa. Es muy antigua, desde los albores de la humanidad se la conoce y se la ha aplicado en forma sistemática y continua. La droga a la que me refiero es la amistad, el calor de un amigo/a, que en los momentos más desesperantes puede acercarte una palabra de consuelo, un consejo desinteresado, una ayuda muy preciada, o tal vez tan solo prestarte el oído, para escucharte y permitir que puedas descargar todos los sentimientos negativos que te oprimen y te acongojan. Muchos dicen que hay diferentes tipos de amigos/as, con los cuales establecemos relaciones de cooperación mutua en la vida cotidiana, yo soy de los que piensan que existe una sola clase de amigos/as, los demás son conocidos, colegas, compañeros de trabajo o contertulios ocasionales con los cuales intercambiamos en el marco de relaciones que no tienen la profundidad de una amistad verdadera. Por eso pienso que en vida tenemos pocos amigos/as, pero los amigos/as, los verdaderos amigos/as, son esos seres humanos que están con nosotros cuando los necesitamos, que no nos abandonan en la estacada y que además no nos traicionan, ni traicionan el sentimiento profundo de unión que es la amistad, porque la amistad es pariente de la lealtad desinteresada y bien entendida. Cuando alguien nos traiciona, nos damos cuenta que ese no era tu amigo, que era un simulador que decía querernos como amigo/a pero que solo buscaba usarnos para satisfacer necesidades propias. El verdadero amigo/a no necesita pedir perdón, si se equivoca le basta con reconocerlo, y si vos sos, a la vez, verdaderamente su amigo sabrás comprenderlo. Un verdadero amigo/a nunca nos dirá, yo soy incapaz de traicionarte y soy fiel a tu amistad, porque si es verdaderamente amigo/a y nos quiere, si existe una relación profunda de amistad, si compartimos el sentimiento íntimo de solidaridad y cooperación, nunca habrá lugar para las traiciones. Cuídate de aquel, que simulando ser tu amigo/a te dice permanentemente yo te soy leal, yo no soy incapaz de traicionarte, yo te defiendo siempre y ante todos, ese, que dice ser tu amigo, no lo es, y será capaz de clavarte una puñalada por la espalda en el momento menos pensado. Dice la canción que “cuando un amigo se va queda un espacio vacío”, y es muy cierto, pero vale para aquellos amigos/as con los que perdemos el contacto porque emigran a otras latitudes o porque los perdemos en circunstancias de muerte. Con los amigos podemos discutir, enojarnos, pelear, tener opiniones diferentes, pero siempre, al final, encontraremos el abrazo fraterno con el que nos demostramos que seguimos siendo hermanos de la vida. Porque un amigo/a es precisamente eso, un hermano que elegimos para caminar juntos, para encontrarnos, para ayudarnos, para estar ahí, junto a él cuando más lo necesita, y un amigo/a nunca será capaz de enrostrarte lo que hizo por vos, nunca te dirá porque yo te di tal o cual cosa, a un amigo/a le basta con verte bien, su mayor satisfacción es ayudarte sin pedir nada a cambio. Muchas veces en nuestra vida laboral creemos encontrar amigos/as y en realidad son solo un espejismo, son personas que se nos acercan por conveniencia, son personas que no nos valoran por lo que somos sino por lo que tenemos o somos capaces de darles. No estoy diciendo que sean malas personas, por el contrario, vivir en sociedad es relacionarse y en ese relacionamiento (que se dá en distintos niveles de paridad) damos y recibimos. Lo que ocurre es que el dar y recibir de un amigo se distingue por el sentimiento que acompaña la acción y por ética basada en el sentimiento que conlleva el desinterés por lo que uno dá. Los verdaderos amigos/as son parte de nuestra historia, porque nuestra historia es la suya y la suya es una historia nuestra. No importa si los conocemos de hace cincuenta años, o si somos amigos/as desde hace mucho menos tiempo, lo que importa es su actitud frente a nosotros y nuestros problemas y necesidades, a veces cuando iniciamos una amistad ni siquiera pensamos cuanto va a durar, otras veces una amistad que nos parecía eterna se ve cegada por la comprensión de que esa persona que considerábamos un amigo entrañable, era un simulador, o alguien a quien le habíamos atribuido condiciones que no las tenía y no fuimos capaces de ver defectos que poseía. Decía más arriba que tengo pocos amigos/as en la vida, algunos los he perdido porque dejaron la vida muy tempranamente, otros, muchos, que consideraba amigos me demostraron mi ceguera y candidez al confiar en ellos para luego ser traicionado, están los que se fueron a tierras extrañas y con los que mantengo poco contacto, o los que por circunstancias de la vida dejé de verlos y el vínculo se atenúo. Hoy quiero hacer un sentido homenaje a un grupo de amigos, son los que denomino “La mesa de los sábados”, que tal vez no son tan famosos como la “Mesa de los Galanes” de Fontanarrosa y el Bar “El Cairo” pero que, para mí son tan o más importantes que estos. Somos un grupo que nos reunimos en un bar de Córdoba y Alvear en la ciudad de Rosario desde hace 20 años, tal vez por lo mucho que nos queremos, tal vez por el ejercicio de discutir acaloradamente todos los temas, o simplemente porque la costumbre se nos hizo carne y no nos animamos a decirnos lo mucho que necesitamos ese espacio, y lo mucho que tememos perderlo, cosa que sabemos, algún día ocurrirá irremediablemente. Por eso cuando alguien falta un sábado recibe un mensajito en su teléfono que dice traidor, y a veces acompañado de algunas barbaridades más. Todos sabemos de todo, somos expertos ecuménicos en la totalidad de las disciplinas y opinamos con soltura sobre los temas más diversos, sabiendo que los otros pueden estar en desacuerdo pero que nunca harían algo que hiera a alguno de la mesa. Está Miguel, el más viejo de mis amigos/as, somos amigos desde 1971, un verdadero NYC de Rosario, (aunque nació en Tortugas) que es el más serio, atildado, prolijo integrante de la mesa. Siempre circunspecto, reflexivo, aunque colocando su cuota de ironía y su razonamiento sistémico producto de su formación de ingeniero, no sé porque se me ocurre que él es como el alma mater de la mesa, el que nos reúne y nos da coherencia y consistencia. Ah,…y fanático de Newell´s Old Boys, equipo de futbol que cada quince días lo lleva a ejercitar su dosis de masoquismo primario en la cancha que posee en el Parque de la Independencia. Tenemos a la “Patota” que es Juanchi, ese gordo entrañable (lo de la patota viene por ser gordo), digo entrañable porque creo que es todo corazón y apasionado, cuando discute ante una opinión de otro que no comparte sus primeras palabras son “eso no es cierto”, pero escucha, yo sé que escucha y procesa la información, lo sé porque también es ingeniero, y los ingenieros son duros pero sistemáticos. Es de origen campesino, de un pequeño pueblo llamado Arequito, tierra forjada en la proximidad de la línea de fortines construidos para contener los malones, lo que le dá una tenacidad sin igual. No quiero olvidarme de “la radio”, Néstor, tal vez el más veterano, que lo llamamos así por la estridencia e imperialismo de sus comentarios y participaciones. Con un largo historial de trabajador del acero, filo gremialista, es quién tiene la mayor experiencia de vida y es capaz (como los otros) de sacarse el pantalón para dárselo a un amigo, si es que lo necesita. Ha sido asalariado, patrón, gerente, recorrió el país y siempre brinda jugosas anécdotas de su cosecha personal. En la punta de la mesa, que es la mesa que invariablemente ocupamos los sábados, todos los sábados, al punto de enfurecernos y protestar si algún distraído es capaz de ocuparla, dado que es la única mesa rectangular del bar, está Claudio, pequeño gran hombre que con su silencio, muchas veces, dice más que las mil palabras que pronunciamos los demás. Digo en la punta de la mesa porque siempre ocupamos los mismos lugares en esta mesa de los sábados. Claudio es generoso, inteligente, ha peleado a la vida de igual a igual, y en mi modesta opinión va perdiendo por goleada (mentira creo que gana con holgura). Tiene dos características, es un trabajador no docente de la Universidad de Rosario, pero las características no son otras, su expertis como fotógrafo, profesión que al no ejercerla profesionalmente privó a la ciudad de un buen fotógrafo exitoso, y además es poeta, rara avis en una mesa donde lo que cunde, por cierto, no es la poesía. Otro de los miembros permanentes, (aunque últimamente se acerca con menos frecuencia) es Rosales, que le decimos así porque su apellido judío es más difícil de pronunciar. Otro metódico casi ingeniero en sistemas que recogimos en el camino cuando Miguel y yo éramos seniors en la consultora “Factor” del ingeniero Ochoa y asociados. A diferencia de Miguel, Gustavo es “canalla” el cuadro de futbol antagónico en la ciudad y según los contertulios aparece cuando Rosario Central tiene una buena racha. Creo que Gustavo aporta a la mesa su mordacidad y un fino sentido del humor, ese sentido que tiene, tal vez por ser paisano, aunque a él no le fascina que lo reconozcan por ese origen, él es un argentino más y así se identifica. Frecuentemente tenemos invitados que aportan su granito de arena, y para demostrar que no somos misóginos en algunas oportunidades hemos permitido que alguna que otra mujer se siente y opine siempre que tenga una relación de parentesco con los titulares de la mesa (esposa, madre, hermana, hija), así Adriana, Luis, Ana, Teresita, Alba, Sofía, Cecilia, Sandra, Viviana, Julián, Irina, María Eugenia, Nicolás, Leonardo, Conrado, la hija de Néstor, están presentes ya sea por ser partícipes o porque son invocados en diferentes momentos. En definitiva, es una verdadero tribu urbana que a los largo de los años ha ido hilvanando historias que nos acercan, solidaridades que nos gratifican, presencias que nos acompañan, y por sobre todas las cosas, discusión apasionada sobre todo, mucha discusión apasionada sobre todo. Por eso, creo que en la mesa, tal vez debajo de ella, o en cada silla, se encuentra la verdadera amistad, y a esos seres humanos fantásticos, honestos y responsables, vale la pena llamarlos amigos. Hasta la próxima.

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