La lógica capitalista valora el éxito o el fracaso por la posesión de bienes que un determinado ciudadano puede realizar. Dentro del sistema, la política se rige por esa lógica y su práctica podría resumirse, según un comentario de un conocido político santafesino que parafraseando a Marx dijo: “La conocida fórmula de Marx para explicar el capitalismo D-M-D es decir, que es necesario tener dinero para invertirlo y poder producir mercancías para ganar más dinero, se cumple en la política pero con otro formato, D-P-D, hay que tener dinero, para poder invertir y lograr poder en el ejercicio político (es decir ganar y obtener espacios de poder en el Estado), para ganar más dinero”.
En la actualidad, el político no está guiado fundamentalmente, por el interés público, ni tan siquiera por el interés de su clase o sector social, sino por su mero interés personal.
Hace muchos años que los partidos políticos en Argentina han dejado de ser colectivos sociales que encarnaban un proyecto de clase o sector de clase, para convertirse en campos de batalla en los que se define un liderazgo, que pone en funcionamiento un proyecto personal.
Este modelo personalista implica un retorno al caudillismo del siglo XIX, en el que en nuestro país era hegemónica una democracia paternalista y autocrática.
Por esta razón cuando se escucha a un político hablar por T.V., notamos que lo hace siempre en primera persona, generalmente no dice “mi partido hará”, sino “yo voy a hacer”
De esta manera el proyecto colectivo de los partidos políticos ha mutado hacia el proyecto de un líder. Es un discurso que más que expresar la propuesta de un colectivo social, formulado en términos de programa de gobierno, se constituye en la exaltación de las cualidades del líder, el que con fórmulas vagas y basadas en lo que dice n las encuestas, enuncia lo que la gente quiere escuchar.
Por ejemplo si en un momento las encuestas definen como tema de interés el impuesto a las ganancias, la inflación y la inseguridad, políticos como Macri o Masa, prometen derogar el impuesto a las ganancias, las retenciones al agro y terminar con la inflación y la inseguridad.
Por supuesto que no dicen como harán para lograrlo y mucho menos como resolverán las contradicciones que implica la puesta en acto de esas medidas. Derogar las retenciones al agro y el impuesto a las ganancias, supone desfinanciar al Estado, ya que la principal fuente de recursos son esos impuestos que se cobran de manera directa, entonces, si disminuyen los recursos como lograrán mantener los servicios sociales, los gastos corrientes del Estado (educación, seguridad, salud, asistencia social, previsión social, aparato burocrático administrativo, etc.).
Es obvio que en campaña estas cosas no se dicen, por ello los economistas hacen malabarismos lingüísticos para explicar estas contradicciones, es decir hablan sin decir nada.
La realidad es que si se bajan los impuestos existen dos vías para mantener el equilibrio fiscal, el ahorro externo o el ahorro interno. El primer camino significa endeudarse para financiar el Estado, se sabe, por la larga experiencia que tenemos, que el endeudamiento constituye un alivio temporal, porque los compromisos hay que honrarlos y a la hora de pagar o bien se paga o se toman nuevas deudas, el final del camino lo conocemos, es por ejemplo el 2001 y el default económico de una Argentina que no podía honrar ni la deuda externa ni la interna.
El otro camino también lo conocemos, implica realizar ajustes en la economía para poder hacer frente a los gastos, ello supone como ocurrió en España, Grecia, Portugal, Italia, etc., reducir la planta de trabajadores del Estado, reducir salarios, recortar partidas de asistencia social, en definitiva, caminar por el sendero del empobrecimiento de la población, lo que supone reducción del consumo, cierre de fábricas, caída del producto bruto interno, desocupación, etc., que llevan a mayor pobreza y final del camino están esperando los fondos buitres (y no tan buitres) para endeudarnos a tasas exorbitantes y volver nuevamente al 2001.
A lo que asistimos en este momento de la política es al desmanejo de un grupo de aventureros, que encaramados a partidos tradicionales o bien liderando estructuras partidarias artificialmente creadas por ellos, le proponen a la sociedad que los voten con una serie incoherente de medidas económicas, tributarias y sociales, que saben que no van a poder realizar pero que responden a lo que la gente desea escuchar.
Si por ejemplo me descuentan una importante cifra de impuesto a las ganancias, ¿no es acaso tentador que un candidato me diga que no me lo van a descontar más?, o si soy un agrario y me retienen el 35% por exportación de la soja, ¿no es tentador que alguien me diga que no me lo van a descontar más?
Entonces yo, que pienso la solución a mis problemas desde una mezquina perspectiva individual, voto al candidato, sin tener en cuenta las contradicciones e imposibilidades que su propuesta encierra, él consigue un mandato por cuatro años y hace lo que se le antoja por supuesto desarrollando su patrimonio personal y el de los amigos que lo acompañan, mientras yo me quedo viendo como me frustro nuevamente por promesas incumplidas.
Cuál es el fondo del problema, que hace que este mecanismo funciones sistemáticamente en la política actual y que los ciudadanos continuemos confiando en los políticos que cada cuatro años nos engañan.
Más aún, aun cuando existan gobiernos que resuelven parte de nuestros problemas (disminución de la inflación, juicio y castigo a los culpables de genocidio, leyes de igualdad de género, que defienden los derechos de las minorías –sexuales, étnicas, etc.-, recuperación de empresas que fueron y deben ser parte del patrimonio nacional porque son las que permiten trazar planes estratégicos de desarrollo humano, integración regional, asistencia social a todos los que la necesitan, etc.) continuamos confiando a aquellos que apuestan a maximizar los réditos del capital financiero internacional y de la gran burguesía agro-industrial de nuestro país, continuamos confiando en quienes nos estafaron una y otra vez, en quienes apoyaron el genocidio, etc.
En primer lugar existe un problema del orden de la estructura política, la democracia representativa, en nuestro país no cuenta con mecanismos de participación popular como los referéndum o los plebiscitos para cuestiones clave (como por ejemplo en Uruguay se sometió a plebiscito la privatización de la empresa de teléfono uruguaya y no se pudo malvender porque gano la opción que indicaba al gobierno que no se venda), y solo en algunos distritos locales existe la posibilidad de revocación del mandato a quienes no cumplen con sus promesas de campaña. Las autonomías municipales son restringidas y el federalismo es casi inexistente, razón por la cual, cuando un caudillo corrupto se adueña del poder central tiene a su discrecionalidad el manejo de los fondos públicos.
El segundo orden de problemas es de carácter conductual (o psicológico). Desde pequeños se nos enseña a no pensar, a tomar decisiones sin ejercer la capacidad crítica-autocrítica mediante la puesta en acto del pensamiento reflexivo.
En otras entradas hemos hablado de esta cuestión. Esta falta de reflexión es lo que nos lleva a que no pensemos sobre solo dichos de alguien sino que los aceptemos o rechacemos según quien los dice. Es una actitud futbolera, en la que nos afianzamos en una creencia y todo lo que este en línea con ella está bien y lo que se aparte mal.
Por ejemplo veamos la siguiente exposición que Ud. debe haber escuchado muchas veces en televisión:
“El problema de Argentina es que necesita políticas de Estado, es necesario terminar con la inseguridad, con la inflación y con una cultura prepotente y autoritaria que tienen los que gobiernan. El problema de la inflación se resuelve si se deja de dar vueltas a la maquinita (de hacer dinero) y la inseguridad realizando un plan de seguridad que contenga al delito y penalice a los delincuentes, que no entren por una puerta y salgan por la otra. Nosotros proponemos realizar un consenso sobre las políticas que el país necesita para terminar con la pobreza y desarrollarse”.
Como decía el perrito de FORD en épocas de “La Familia Falcón”, “Que bonito ehhhh”, pero no dice nada.
No formula un programa anticíclico que permita contener la inflación, no habla de qué medidas se tomaran para bajar la inseguridad, salvo la mano dura que implica aumentar las penas y bajar la edad de imputabilidad, medidas abiertamente inocuas para disminuir la inseguridad. Se habla de prepotencia cuando quien realmente sufre la prepotencia de los periodistas del régimen son los miembros del oficialismo que son silenciados, tapados, tergiversados y casi no se les permite argumentar en los diferentes programas, cuando se los invita, porque por lo general solo se invita a opositores.
Tampoco se dice que por ejemplo el problema de la inseguridad es tan viejo como la república Argentina y aún más, había delito, asesinatos, robos, entraderas, etc. para hacer dulce de leche en el siglo XIX (ver los Crímenes de Moisés Ville de Javier Sinaí Tusquets editores.), y que la inflación en nuestro país ha cumplido más de cincuenta años, es decir que es una mujer adulta con la que nos hemos habituado a convivir. Menos se dice que la inflación de entre el 20 y el 40% era un lugar común en las décadas del 60, 70, 80, a tal punto que un autor difundió un artículo en el que afirmaba que una inflación de hasta el 40% es funcional al sistema capitalista ya que permite regular las ganancias de los burgueses, quienes nutren sus bolsillos de la especulación, sobre todo las grandes empresas monopólicas.
La gran burguesía utiliza dos mecanismos para lograr el consenso hacia sus nefastas políticas, generar programas “políticos” en los que se ataca al gobierno y se les permite a los opositores explayarse en sus argumentos y martillar con una serie de temas que aparecen en las encuestas como preocupantes generando la agenda opositora.
Créame que si gana Macri o Masa, la inflación y la inseguridad desaparecerán en el mismo momento en que se confirme su victoria electoral, ya que los grandes medios como Clarín, La Nación, Perfil, etc., inmediatamente harán desaparecer el tema de sus portadas y lo reemplazarán por: qué lindo es vivir en paz y armonía con un gobierno que crea felicidad y por supuesto les permite hacer muy buenos negocios a ellos, o como decía De La Rua que lindo es dar buenas noticias mientras el país caminaba al abismo..
Hasta la próxima.
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