martes, 30 de octubre de 2012
Análisis de coyuntura.
En la Argentina actual se combinan dos fenómenos muy interesantes, por un lado un grado de crecimiento en el marco de la crisis internacional del capitalismo mas importante desde la gran crisis de 1929, por el otro, a pesar del mejoramiento de las condiciones de vida y de trabajo en los últimos diez años, una persistente alza de la lucha de clases.
Veamos la primera cuestión. El capitalismo internacional entró, desde la quiebra de la Lehman Brothers, el 15 de septiembre de 2008, en una crisis financiera global que afecta en forma persistente a las economías de los países centrales.
Las economías mas débiles de la zona Euro se ven sometidas a procesos de ajustes tan o mas severos que los que el Fondo Monetario Internacional impuso las economías periféricas durante la segunda mitad del siglo XX.
Resulta doloroso ver como los ciudadanos de Grecia, por ejemplo se ven obligados a consumir alimentos vencidos que se les venden a menor costo, como un porcentaje creciente de alemanes tienen cada vez mas dificultades para comer dos veces al día, observar en las calles de Madrid cada vez mas homeless viviendo en el desamparo y recurriendo a la caridad para comer, o escuchar al primer ministro portugués invitar a los jóvenes a emigrar en busca de horizontes mas propicios para sus proyectos personales.
Las corrientes migratorias que hasta fines del siglo XX llevaban a cientos de miles de latinoamericanos a Europa, ahora han invertido su signo y se ve a miles de europeos tratando de buscar mejores condiciones de vida en nuestros países sudamericanos.
De no mediar un drástico cambio de rumbo económico, Europa se encamina al empobrecimiento relativo creciente de amplias masas de trabajadores, pudiendo en el extremo llegar a las condiciones de vida a las que el proletariado se vio sometido a comienzos del siglo XX cuando se levanto revolucionariamente contra la burguesía en Rusia, Alemania y otros países europeos, solo que esta vez no cuenta con una organización de clase como tenia en aquel momento, una Internacional Socialista Revolucionaria y con partidos de clase que se constituían en la organización de los intelectuales orgánicos de la clase obrera.
De aquellos partidos socialistas de comienzos de siglo solo queda el nombre y hoy son los primeros que aplican las recetas neoliberales del FMI. Banco Mundial y la troika compuesta por la derecha Alemana, el Banco Central Europeo y el FMI.
A comienzos de 1900 se habían constituido fuertes formaciones comunistas que se configuraron en guía de la clase obrera, tanto en sus luchas reivindicativas, como en la agenda estratégica de la toma del poder, de ellos solo quedan restos oportunistas que ni siquiera pueden articular un programa de transformación revolucionaria de la sociedad.
El marxismo, otrora definido como la ideología revolucionaria de la clase obrera y el método científico para el análisis de la realidad, hoy naufraga en sus propias contradicciones teóricas y en la incapacidad de realizar un análisis autocrítico que le permita resituarse en la cambiante realidad de las TICs y la globalización.
La llamada izquierda revolucionaria, que agrupara a trotskistas, intelectuales de izquierda marxistas, oposición de izquierda revolucionaria, etc., tampoco supo vertebrar un programa de cambio y naufraga junto a los partidos comunistas tradicionales sin poder generar respuestas a los desafíos de la época.
En definitiva, en la sociedad solo quedan restos de pensamiento crítico, pero que no pueden ensamblarse como una totalidad que pueda enfrentar al pensamiento hegemónico de la derecha reaccionaria de la burguesía que representa los intereses del gran capital financiero y especulativo. Sus programas de gobierno y sus recetas anticrisis solo apuntan a subvencionar al gran capital financiero (bancos,) mientras recorta hasta el paroxismo los derechos de los sectores populares, destruyendo los sistemas de seguridad social, eliminando los planes de viviendas populares, aumentando las edades jubilatorias, recortando los servicios educativos, etc., en una palabra, aumentando la explotación y el ultraje de las clases subalternas que configuran la gran masa de la población. Hoy seiscientas mil familias poseen el 40% de la renta total del mundo y el proceso de concentración de la riqueza es cada vez mayor.
La tarea revolucionaria del momento es la reconstrucción del pensamiento crítico, basado en la autonomía de los sectores populares, que permita reinstalar en la sociedad la función instituyente de ese pensamiento como punto de partida para la organización revolucionaria de los trabajadores y que permita reorganizar y refundar organizaciones globales para enfrentar los planes de explotación de la derecha reaccionaria mundial.
Que ocurre en nuestro país, existe un gobierno que representa a un sector de la burguesía productiva que ha encarado una serie de tareas democráticas que resolvieron la extrema situación de emergencia de los sectores populares.
En 2001, los mismos planes de ajuste que hoy se aplican en Europa eran moneda corriente en estas latitudes, el plan de convertibilidad en la Argentina y la posterior salida con la devaluación asimétrica de Duhalde dejó al país con en casi 50% de población bajo la línea de pobreza, y casi un 25% bajo la línea de indigencia. La población con problemas de empleo había trepado a casi el 40% lo que daba cuenta de las condiciones socioeconómicas de los trabajadores que se expresaban en el aumento geométrico de los cartoneros, de miles de personas comiendo de los residuos que dejaba la clase media, en definitiva de una masa de excluidos del sistema que en vano esperaron el famoso derrame que preconizaba Cavallo y los gurúes de la economía neoliberal.
Desde la crisis del petróleo en 1974 los llamados países centrales exportaron sus déficits a las economías periféricas ayudados por esos mismos economistas neoliberales que de la mano de militares golpistas y genocidas oprimieron y asesinaron a los pueblos latinoamericanos.
En el 2002 un sector de la burguesía democrática con el liderazgo de su intelectual orgánico mas lúcido vertebró un plan de desarrollo capitalista orientado a resolver la crisis desde una perspectiva económica diferente a la del neoliberalismo, y de la mano de las herramientas neo keynesianas encaró un plan de transformaciones económicas, sociales y democráticas con rasgos de similitud con los programas que en la década del treinta pusieron en funcionamiento con éxito los países nórdicos europeos como Suecia, Noruega, Dinamarca, etc.
Para citar algunos ejemplos se re estatizaron empresas enajenadas por la segunda década infame del menemismo como Aerolíneas, Correos, YPF, Aguas, etc. El Estado retomó el control de la previsión social poniendo fin al saqueo de las contribuciones de los trabajadores a la previsión y que a largo plazo implicaba la inviabilidad del sistema jubilatorio a merced de la voracidad del gran capital financiero y especulativo. Se pusieron en marcha planes de inclusión informática como la entrega de computadores a los escolares o la asignación universal por hijo. Se amplió la ciudadanía con el matrimonio igualitario, la ley de medios audiovisuales, el voto a los menores de dieciocho años, etc. También mediante un audaz programa de obras públicas se evitó el aumento de la desocupación, en definitiva un plan de reformas sociales que mejoró las condiciones de vida de los trabajadores.
Mucho es lo que queda por hacer en el plano de las reformas burguesas que si bien no transforman revolucionariamente a la sociedad, crean las condiciones para la organización independiente y autónoma de los trabajadores, condición necesaria para el cambio social.
Hoy existen debates muy importantes en el seno de la sociedad como la integración latinoamericana, la ley de despenalización del aborto, la despenalización del consumo de estupefacientes, una reforma educativa real que impulse el pensamiento crítico y autónomo de los educandos, la separación de la iglesia del Estado, la democratización de la actividad sindical, la ampliación de la democracia burguesa aumentando los niveles de participación y decisión de los sectores populares con la implementación de formas de democracia directa o de formas participativas de democracia indirecta como los referéndums y los plebiscitos, la transformación de las políticas de seguridad con el cambio profundo de los organismos de seguridad ciudadana y el desmantelamiento de la corrupción y la ideología represiva que aun existe en el pensamiento de sus agentes, en definitiva la tarea revolucionaria hoy pasa por el apoyo a los planes de reforma del kichnerismo y la critica sin cuartel a las políticas antipopulares que puedan impulsar sectores del gobierno, la denuncia de los componentes reaccionarios y caudillistas corruptos que existen en su base como los gobernadores de algunas provincias.
La contradicción principal es con el capitalismo, pero existen contradicciones secundarias entre los sectores hegemónicos que nos permiten visualizar que no es lo mismo un gobierno de derecha como el de Macri en la Ciudad Autónoma de Buenos Aires, o las políticas reaccionarias del duhaldismo residual, o el clericalismo vestido de una falsa ética ciudadana representado en la Coalición Cívica de Elisa Carrió que el progresismo incluyente del kerschnerismo.
Estamos en un proyecto político que ha hecho de la libertad de expresión, que es mucho mas que la libertad de prensa, del respeto a la protesta ciudadana sin represión, del no uso de la violencia contra el pueblo que se expresa en las calles un principio a diferencia de lo que vemos en la vieja Europa donde el palito de abollar ideologías es moneda corriente para reprimir a quienes protestan contra las políticas de hambre.
Acompañar al gobierno no es claudicar en nuestros principios, es una actitud inteligente que nos permite ganar terreno y profundizar las transformaciones democráticas que se vienen implementando, es en alguna medida un programa de mínima de los intelectuales revolucionarios en la coyuntura actual.
Hasta la próxima
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