viernes, 9 de noviembre de 2012

Escenas de la vida cotidiana.

Acabo de retornar de Maracaibo, Venezuela, fui a un hotel en el que se realizaba un congreso, los colegas que me invitaron me dijeron que si salía del hotel corría riesgo mi vida. Cuando lo escuché pensé que era una exageración, pero cuando salimos a recorrer Maracaibo con un tranvía turístico a las 19 hs, observé que en calle no había ninguna persona caminando, el recorrido por Maracaibo duró poco más de dos horas y no se observó a nadie caminando en la calle. Hablando con los demás integrantes del congreso (todos ellos de clase media, profesionales) me comentaron que vivían en bunkers cerrados, y que iban en auto a hacer las compras a centros comerciales protegidos por vigilancia privada (eso lo pude comprobar al ir a algunos de estos centros comerciales), y los fines de semana lo pasaban en clubes privados protegidos por vigilancia privada, pero que nunca caminaban por la calle. Al ir al aeropuerto para volver a Argentina, observé casas que tenían alambres de púa en los tapiales, iguales a los que se usaron en la primera guerra mundial en las trincheras, rejas de todo tipo, negocios con rejas que abren al usuario con un botón luego de estar seguros que es un cliente, etc. El día que venía tuve oportunidad de hablar con algunos colegas de Caracas, me dijeron que allí era mucho peor la situación, con índices de criminalidad mas altos que en Maracaibo. Tal vez un símbolo de la situación que se vive son los carteles que hay en hoteles, aeropuertos, lugares públicos que dicen “Prohibido ingresar con armas y cualquier tipo de munición de guerra”. Imaginé como sería la vida en Caracas, pero al momento recordé mi estadía durante un largo mes en Tegucigalpa y San Pedro Sula en Honduras, donde después de las 18 hs, todo el mundo se encerraba en sus casas y la ciudad quedaba vacía. Por las mañanas cuando iba a desayunar, me asombraba que en la puerta de todos los fast food había guardias armados con ametralladoras y armas de guerra, lo mismo observé en los diferentes negocios de Tegucigalpa (bares, bancos, tiendas, etc.). Con algunos colegas con los que compartía mi trabajo fui a cenar una noche, me llevaron a conocer Tegucigalpa sin bajar del auto, solo en un momento por unos minutos bajamos para observar una hermosa vista de la ciudad desde lo alto donde viven las clases acomodadas, al regresar al auto mis anfitriones dijeron que valientes que habíamos sido al bajar del auto para ver la ciudad, valientes e inconscientes por el grave riesgo que corrimos en esos minutos de contemplación. En 2009 estuve en Ciudad de Guatemala, después de las 18 hs, cuando atardecía, no nos permitían salir del hotel, si íbamos a comer a un fast food a escasos metros del mismo nos acompañaba un empleado por el riesgo que significaba estar fuera del hotel. Nos llevaban y nos iban a buscar a la Universidad en una traffic. En los bancos y otros lugares públicos los visitantes debían dejar las armas al entrar y se las devolvían al salir. Se podía ir armado por la calle siempre que las armas no estuvieran a la vista. Por ley, en las motos solo podía viajar una persona, porque, según se nos dijo, si iban dos era probable que lo hicieran para delinquir, los robos asesinatos, violaciones se daban por cientos por día. Un amigo fue a El Salvador, trabajando como consultor en su capital San Salvador. Lo alojaron en un bunker en una población cercana del que no podía salir, lo buscaban en una traffic y lo llevaban de vuelta a su alojamiento en el mismo medio, no podía transitar por las calles porque ello implicaba un riesgo para su vida. En Ciudad de Panamá solo se puede salir de noche por una pocas cuadras en las que hay muchos policías que las constituyen en un lugar seguro, en el resto de la ciudad si alguien desea recorrerla y es creyente solo debe decir “dios se apiade de mi alma”. Estando en Miami, al oscurecer se me ocurrió salir a buscar un locutorio para hablar por teléfono a la Argentina, como no hallaba ninguno me acerqué a unas chicas que hablaban español y le pregunte si sabían donde había uno, una de ellas de nacionalidad española me preguntó si caminaba solo por la calle, al decirle que sí me preguntó si estaba loco, si quería que me maten, ella solo caminaba unos metros hasta su auto en el garaje, pero que mas de eso no se podía por la inseguridad que ponía en riesgo la vida del transeúnte. Solo pude pasear en un gueto que esta mas allá de Carnaby Street, donde una gran cantidad de policías protegían a turistas y locales que cenaban o hacían compras. En mismo relato me hicieron personas que estuvieron en Los Ángeles o New York. De New York tengo una interesante anécdota, un señor sale a la calle y choca contra otro, obsesionado por la inseguridad, busca inmediatamente en su bolsillo y nota que le falta la billetera, se abalanza sobre la persona que lo chocó y le reclama en inglés la billetera, el otro se la da y nuestro protagonista se va, al volver a la habitación se da cuenta que su billetera esta en la mesita de luz, se la había olvidado, al registrar la billetera que le quitó al transeúnte encuentra una tarjeta personal con el teléfono lo llama y acuerda ir a su casa a devolvérsela, al llegar dialoga con el americano y en ese diálogo le pregunta porque cedió su billetera sin mas ni mas, y el americano le dice que es preferible perder una billetera que la vida, y le aconseja lleva una cantidad de dólares (veinte) en la billetera porque si se la roban el ladrón lo dejará ir, pero sino encuentra dinero era probable que lo lastime. En México los muertos se cuentan por miles en el año, el narcotráfico asesina a las personas solo para sembrar el terror. En Bogotá se relataba que a los sicarios jóvenes, con no más de doce o trece años, se los entrenaba para matar. Se les hacía seleccionar al azar a cualquier persona y la mataban, por lo que cualquier ciudadano de Bogotá podía ser ejecutado por estos sicarios sin saber por qué. En todos estos países estar tranquilamente en la calle en una mesita de un bar tomando un café o una cerveza a determinadas horas es equivalente a ser, por lo menos robado, cuando no baleado o asesinado. Existen ciudades en las que se puede transitar por las calles, estar en bares, sentarse en una plaza sin peligro de ser robado o lastimado, o por lo menos con escaso peligro, Madrid, París, Londres, Roma, Buenos Aires, Rosario Córdoba, Mendoza. Puse a estas cuatro ciudades argentinas para delimitar en que grupo de países inseguros estamos. Si catalogamos alta, media y baja inseguridad por la cantidad de delitos, por los riesgos a ser robado o lastimado, Argentina se halla seguramente entre los de baja inseguridad, esto es lugares en los que existe el delito callejero (salideras, atracos, entraderas, arrebatos, asaltos) pero que el mismo es sumamente bajo en relación a los países con alta inseguridad que son los que describimos en estas escenas de la vida cotidiana, EE.UU., Venezuela, El Salvador, Colombia, Honduras, Guatemala. Mi experiencia personal me dice que los países con más baja ocurrencia de delitos en América Latina son dos o tres, Argentina, Uruguay, tal vez Chile y a lo mejor Brasil, en el resto la inseguridad es alta, muy alta. ¿Significa esto que la inseguridad no es un problema en estos países?, por supuesto que no, pero es necesario delimitar el problema a, no es acuciante, es del nivel de Madrid, Paris, Roma, Barcelona, Amsterdam. Berlín, donde la gente es robada, asesinada, lastimada por delito u otras cuestiones, pero en las que no existe la psicosis que hay en las grandes ciudades de Argentina. ¿Cual es la razón de esta diferencia? Sencillamente que los medios de comunicación opositores no baten permanentemente el parche de la inseguridad. Un asesinato que es transmitido en cadena por los medios monopólicos, deja de ser un asesinato para ser dos, tres, diez, veinte asesinatos y la persona que ve en la tv esos delitos, ve muchos delitos cuando en realidad ha ocurrido uno solo. La gente esta ahí confundida, sin saber porque está presente, dijo Enrique Dussel (filósofo y pensador) respecto a los manifestantes del obelisco. Se refería a los argumentos que daban acerca de porque estaban en el obelisco. Los daban sobre diferentes reivindicaciones que en otro escrito voy a tratar para desmitificar, como en este, la inseguridad. La gran mayoría de los caceroleros repetían las consignas que los medios grabaron por años en sus cabezas, pero ninguno era capaz de fundamentar lo que decía, solo eran frases vacías que escucharon en los medios, no parecían tener pensamiento propio. Su fundamento era porque lo dice la tele, sin precisar siquiera que canal. Esos caceroleros que gritaban en el obelisco parecían zombies o marionetas manipulados por Clarín, TN, La Nación, Perfil, autómatas que repetían frases sin razonar crítica y autocríticamente sobre lo que decían. Tienen todo el derecho a movilizarse, a reclamar, como yo tengo el derecho a señalarles su falta de argumentación, su falta de pensamiento crítico, sus contradicciones. Por ejemplo señalaban que el gobierno es autoritario, que no permite la libertad de expresión y esto lo decían en vivo ante los micrófonos de la televisión pública. Reclamaban democracia y libertad de expresión mientras agredían a camarógrafos y periodistas de C5N por ser sospechosos de ser oficialistas. Estas y muchas otras contradicciones y sinsentidos vamos a analizarlos en posteriores escritos. Hasta la próxima.

1 comentario: