sábado, 20 de octubre de 2012
La verdadera historia de la servilleta
Conocí a Ovide Menin en marzo 1983, cuando tenía 57 años, en el consultorio de calle Pellegrini de Raúl Ageno, de quien él era muy amigo. Ellos dos, junto a Fernando Prieto fueron los creadores y distribuidores de la revista “Hacer” que durante casi treinta números fue un faro para los maestros progresistas de Rosario.
Recuerdo que me impresionó ese señor elegante de piel muy blanca y porte señorial, que hablaba pausadamente y con una tremenda seguridad en sus palabras.
Lo primero que pude notar fue su elocuencia, su capacidad para cautivar la atención del auditorio, cuestión que con los años confirmaría en los innumerables congresos, cursos y otros eventos científicos en los que lo vi participar.
Era portador de un extenso curriculum académico, que hablaba de múltiples libros editados, de su participación como docente, terapeuta, funcionario en universidades de diferentes países de América, incluida Canadá
La seguridad iba acompañada de una gran humildad, al verlo uno podía pensar que se trataba de uno mas de los psicólogos que fueron parte de la primera cohorte de la profesión, cuando la carrera, fundada en 1954 y reabierta en 1955 recién daba sus primeros pasos. Sin embargo, en las largas charlas en diferentes bares de Rosario (“La buena Medida”, “El Cairo”, “Augustus”, “Saudades”, “Laurak Bat” etc.,) podría comprobar que era dueño de una erudición sin límites, aun cuando para rebatir un argumento de quien participaba de la conversación siempre recurriera al “te parece que es tan así”, propios de quienes son capaces de escuchar y respetar la opinión del otro, por mucho desnivel teórico que exista entre ambos.
Por aquellos años, yo no sabía que compartía el café con una verdadera leyenda de la Pedagogía y la Psicología de Latino América, no podía dimensionar como junto a Ovide, me reunía con un pedazo de la historia de la Universidad Nacional de Rosario, cuando cada sábado nos juntábamos en el “Saudades” a pasar el rato hablando de pedagogía, política, psicología, etc.
De estas tertulia participaban grandes personajes de la escena dramática de la Universidad de Rosario, y de la educación santafesina, de la partida eran Fernando Prieto, un gran piloto de tormentas en la Facultad de Humanidades y Artes durante los años iniciales del proceso democrático que nació con el triunfo de Alfonsín. Junto a él se sentaban Raúl Ageno, que competía con Ovide en los desarrollos de la Psicología en el campo de la Educación, uno desde el Psicoanálisis, el otro desde el marxismo, la teoría piagetiana, la psicología social, en una amalgama teórica tan extensa como fecunda. Otros consagrados intelectuales solían compartir la mesa como Edgardo Garbulsky, un antropólogo que militaba en el Partido Comunista con una fidelidad envidiable al otrora partido de clases de la Argentina, el autor de “Tucumán Arde” el famoso audiovisual que relataba la lucha de los cañeros tucumanos y hombre clave en el proyecto político pedagógico de la “Biblioteca Vigil” Rubén Naranjo, uno de los mas importantes Antropólogos de Latino América Héctor Vásquez, luego Decano de la Facultad de Humanidades y algunos que no siendo académicos participaban de las conversaciones con mucha emoción como Miguel Cavigliasso, un querido amigo del alma y el inefable Rubén Mata que nos hundió en la tristeza cuando una enfermedad nos privó tempranamente de su compañía.
Eran tiempos de proyectos y acción, a cada instante surgía algo nuevo, en cada momento nos embarcábamos en un nuevo plan como el del Instituto Leonardo Da Vinci, tempranamente arruinado por la voracidad de algunos arribistas que se sumaron al partido radical en busca de prebendas.
El 30 de Octubre de 1983 ganó Alfonsín en una elección histórica, en la que por primera vez el peronismo era derrotado en una elección abierta y democrática.
Desde 1982 junto a otro querido amigo, Rolando Bucci, el psicólogo villero, como jocosamente le decíamos, por su trabajo en los sectores mas necesitados de la ciudad, para quienes fue capaz de construir una escuela en medio de la villa, fundamos el “Centro de Estudios e Investigaciones Antítesis” en el que concurrían muchos de los nombrados.
Allí participaba Ovide dando cursos de pedagogía y trabajo grupal, y al finalizar las clases avanzada la noche nos cruzábamos a “La Buena Medida”, el bar que estaba en la calle Rioja esquina Buenos Aires, al que asistían todas las mañanas los empleados de Correos y Telecomunicaciones y por las noches intelectuales y bohemios en busca de un momento de diálogo. Allí, según el dueño que todas las mañanas recorría los bares del centro de Rosario, se servía el café mas barato de la ciudad.
Cuando ganó Alfonsín, el sector de la Franja Morada que tenía su base de operaciones en el Centro Moisés Lebensohn de la calle San Lorenzo casi esquina Entre Ríos se hizo cargo del armado de la gestión de la Universidad Nacional de Rosario, y Fernando Prieto fue el encargado de normalizar la Facultad de Humanidades y Artes, dentro de la cual funcionaban varias carreras, entre ellas la de Psicología.
En ese tórrido diciembre, una noche, a la salida del curso que Ovide daba en Antítesis, nos cruzamos a la “Buena Medida” a realizar la clásica “converseta” como graciosamente decía él.
Se lo notaba muy entusiasmado, y recuerdo que me dijo, “sabés Carlos, a Gloria Annoni la van a nombrar directora de la Escuela de Psicología y me pidió que integrara la comisión de elaboración del plan de estudios, yo estuve pensando y se me ocurre……..”
Una de las características fundamentales de Ovide era que llevaba al límite el constructivismo pedagógico, tanto que los proyectos no eran un producto de un largo estudio y reflexión teórica que culminaban en la formulación del plan, sino que era el plan el que disparaba en él y quienes lo rodeaban el estudio y la reflexión teórica que venía a fundamentar y desarrollar la idea espontáneamente concebida.
Y luego del “se me ocurre…” comenzó a trazar unas líneas sobre una servilleta blanca de las que hay en los recipientes de chapa en los bares, y como un niño que dibuja en el kindergarten Ovide realizó mas o menos el siguiente dibujo (haga clic en el dibujo para visualizarlo mejor):
Casi sin pensarlo, sin reflexionar, dejando fluir tantos años de formación pedagógica, dejando que su mano fuera guiada por el arte de la imaginación, fue delineando lo que luego constituiría la base del plan de estudios de la carrera de psicología de la Universidad Nacional de Rosario, que perduraría con ligeras modificaciones desde 1984 cuando lo aprobó el Consejo Superior de la Universidad hasta la actualidad (2012) es decir por casi treinta años.
El plan respondía a varias vertientes teóricas, por un lado, a lo que Ovide, apoyándose en los trabajos de Pichón Riviere y José Bleger, denominaba la estructura bio-psico-social del sujeto, a lo que el consideraba que debía agregársele la dimensión histórica.
La idea es que el sujeto humano es una integralidad que se desenvuelve en las dimensiones biológica, psicológica y social, y que es un producto de su historia individual y social.
Es la historia la que construye al sujeto y no al revés, el sujeto el que construye la historia, en cada momento histórico sufrimos las vicisitudes de la integración ecológica al ambiente en el que nos desenvolvemos.
Se rompía de esta manera con la tradición lacaniana del momento, que veía al ser humano como un discurso que se explicita, no como un soma muy particular que tiene a la conciencia como una propiedad emergente de la materia. Se trataba de pensar que el ser humano es una integralidad somática y psíquica que se desarrolla en un entorno social, entorno que al igual que él, se modifica en la medida en que se modifican las condiciones culturales, y sociales.
Pero esta no era la única innovación que podemos leer en la concepción del plan de estudios 1984, también en el mismo se pone de manifiesto una perspectiva estructuralista de organización del conocimiento.
Frente a la clásica concepción napoleónica de la formación, en la que el conocimiento se organiza por facultades que se corresponden con las diferentes disciplinas, y por cátedras parcelando la disciplina en unidades de conocimientos individuales con poca o casi ninguna conexión entre sí, el criterio que a mi entender enunciaba Ovide en su plan, era que el conocimiento constituye un continuum totalizante en el que las partes están relacionadas con el todo. Es por ello que en el plan se fomenta el desarrollo de áreas significativas de conocimiento, es decir grandes estructuras que operan como una totalidad y que responden a la concepción de sujeto que está en la base del pensamiento del diseñador.
Si se aceptaba dividir estas áreas significativas de conocimiento por años, reconociendo la dinámica de organización universitaria, era solo a ese efecto, pero ello no debía implicar que se rompiera la unidad del área.
Tomemos un ejemplo, el área del sujeto implicaba una serie de contenidos mínimos que respondían al estudio del sujeto tanto de su estructura psíquica y como de su subjetividad. Era necesario atender a su desarrollo histórico que comportaba las diferentes fases evolutivas del ser humano desde su nacimiento hasta la adultez. Nótese que esta idea rompe con la clásica concepción de una sola orientación teórica para conceptualizar al sujeto (por ejemplo el Psicoanálisis, o la Psicología Cognitiva) para pensar un área en la que se debe estudiar un problema dinámico, multiteórico en el que existen múltiples causalidades a las que atender para explicar el objeto de estudio.
Construir un plan de estudios basado en áreas significativas de conocimientos implicaba una importante apuesta a la innovación pedagógica y didáctica en el campo de la psicología, ya que ello planteaba la necesidad de pasar de la concepción liberal de la producción y transmisión del conocimientos a partir de grupos aislados conformados por individuos que muchas veces tienen poca relación al interior del grupo, para pasar a formar equipos de trabajo sustentados en una práctica no tradicional en las aulas universitarias, el trabajo en equipo.
El otro punto innovador de la concepción subyacente al plan de estudios, es el de la cuestión de la práctica. Históricamente en la universidad en general y en la Psicología en particular, la práctica y la teoría han circulado por andariveles separados. En general los profesores enseñaban la “teoría” en las clases magistrales y los docentes debían organizar los “trabajos prácticos” correspondientes a esas clases magistrales. Al incluir la idea, que se puede ver en el gráfico de una línea que atraviesa el mismo, partiendo de un punto de baja carga práctica, para ir aumentando progresivamente a lo largo del desarrollo del aprendizaje, llegando al final de los estudios el alumno a tener la mayor carga práctica (esto se ve en la presencia de los trabajos de campo y en las residencias de pre grado) se pone en interdicción el concepto tradicional de la formación de psicólogos. Ya no se trata de un profesional que se forma accediendo a conocimientos teóricos, sino que desde temprano se le impone al estudiante el desarrollo de trabajo en terreno en unidades eminentemente prácticas como son los trabajos de campo en las áreas laboral, educativa y salud. En el ciclo superior el estudiante debe realizar prácticas profesionales supervisadas (PPS) determinadas por la existencia de las residencias de pre grado.
El otro punto innovador, es que a diferencia de las formaciones profesionalistas en las que la acción formativa se limita a la mera transmisión de conocimientos, en la filosofía del plan de estudios encontramos la necesidad de formar al futuro profesional en una concepción de producción de saberes, tal vez por ello es que se proponen unidades académicas como los trabajos de campo y las metodologías que ponen el énfasis en la formación en investigación del alumno.
El último punto es la intención del diseñador de dotar a la formación de psicólogos de una cierta flexibilidad, razón por la cual en el ciclo superior cuando el alumno cuenta con las herramientas para poder elegir, se le permite realizar, para completar su formación según su proyecto personal, una selección de seminarios electivos de una oferta general de la facultad o reunirse con un grupo de compañeros y solicitar algún seminario específico. Obligatoriamente se fijaba el número en cuatro, que a mi entender gozaba de una cierta arbitrariedad.
Como podemos notar se podría discutir y mucho sobre las bases en las que se funda el plan de estudios, pero lo que no se puede negar es su carácter innovador para la época.
En la próxima entrada les hablaré de las vicisitudes del plan de estudios en sus orígenes.
Hasta la próxima.
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