Días
atrás, en el programa de Maximiliano Montenegro (Plan M) en uno de los bloques,
coincidieron, un militante del P.O. y uno del P.R.O., para debatir sobre la
expropiación de Repsol-YP.
Esto
no tendría importancia, sino fuera por lo que se pudo ver en la pantalla chica,
a lo largo del bloque. Primero el representante de la derecha mas rancia y
elitista de la Argentina (el P.R.O.), cuestionó la expropiación de Repsol-Y.P.F.,
desde su punto de vista neoliberal, que sostiene que el Estado no debe
intervenir en la economía y que todas las empresas deben estar en manos
privadas.
Luego,
el representante del trotskismo argentino, comenzó una larga perorata, oponiéndose
a esta expropiación de la empresa petrolera, dado que según sus decires, ello
significaba que continuara en manos de los capitalistas y demás argumentos de
este sector de la izquierda.
Lo
interesante fue que, al enfocar la cámara al representante del P.R.O., este
asentía con alegría y aprobaba todo lo que decía el miembro del Partido Obrero.
Lo
que acabo de narrar es una muestra palpable de la falta de política en Argentina,
tanto en la izquierda como en la derecha, ya que la política es el arte de organizar
los recursos para lograr obtener espacios de poder que se traduzcan en
capacidad de toma de decisiones.
Trataré
de explicar lo que digo con un ejemplo histórico. En los fines de la segunda
década del siglo XX, más precisamente el 11 de agosto de 1919, la Alemania
derrotada en la guerra, proclamaba, en la ciudad de Weimar, una constitución
democrática, que da origen a lo que se conocerá como la República de Weimar.
La
agitación obrera que había comenzado en la Alemania derrotada y humillada en la
gran guerra, con la proclamación en noviembre de 1918 del primer consejo de trabajadores
y soldados (soviet) en Kiel, y luego se extendió rápidamente a las grandes
ciudades como Berlín y otras, en demanda de sufragio universal y la abdicación
del Emperador.
En
el manejo del Estado estaba en manos del débil gobierno socialdemócrata de Friedrich
Ebert. La Liga de los Espartaquistas, dirigida por Karl Liebknecht y Rosa de
Luxemburgo se separa de los socialistas independientes (que a su vez constituían
una escisión del Partido Socialdemócrata Alemán) negándose a participar en las
elecciones del 19 de enero de 1919, iniciando el camino hacia la fundación del
Partido Comunista Alemán (KPD) con un programa que incluía 24 proposiciones
para la protección de la revolución, algunas de las cuales eran el desarme del
ejército y la policía, la supresión del régimen parlamentario y la
socialización de la economía a través de la confiscación de grandes fortunas,
bancos, propiedades y fábricas, de los transportes y los medios de comunicación
y la idea de colocar la producción bajo la dirección del nuevo Estado proletario.
A
comienzos de enero los Espartaquistas iniciaron una aventura insurreccional en medio
de un debate entre sus principales dirigentes, mientras Karl Liebknecht preconizaba
la insurrección para derribar el gobierno de Ebert, Rosa de Luxemburgo se oponía
a la aventura.
El
movimiento terminó siendo aplastado por comandos parapoliciales (Freikorps) convocados
por Gustav Noske para derrotar el levantamiento.
Un
dato curioso de este período histórico es que Antón Drexler y Karl Harrer
fundan el 5 de enero una organización que se llamó Partido Obrero Alemán, y que
luego de la incorporación de Adolf Hitler
en octubre de ese año pasó a ser el Partido Nacional Socialista Obrero Alcmán
de los Trabajadores.
Porque
traigo a colación esta historia y que vínculo tiene con la anécdota televisiva.
La
izquierda siempre tuvo la impronta, y podría decirse la fantasía, de una
revolución rápida (de esto ya he hablado). Existe en su seno una fuerte
tendencia espontaneísta que considera que el cambio social será el resultado de
la acción decidida de un grupo (más o menos numeroso) de convencidos militantes,
que se lanzan a la insurrección y acaudillan tras de sí a un fracción importante
de la población.
Esta
idea de cambio desconoce un dato fundamental de los procesos mentales de las
masas, y es que estas no evolucionan rápidamente, sino que por el contrario su
cambio de mentalidad acompaña desde atrás a lo grandes cambios que se van
produciendo en la esfera de la producción social.
El
capitalismo maduró durante mas de diez siglos para que la conciencia social pudiera
generar un hecho histórico de ruptura a nivel dela superestructura político-ideológico
que se sintetiza en la revolución francesa, pero cuyo pensamiento y cultura se
fue construyendo a los largo de esos siglos en forma paulatina a través de
grandes pensadores como Descartes, Bacon, Locke, Bruno, Diderot, Hobbes,
Leibniz, Espinoza, Voltaire, Rousseau, Montesquieu, D´Alambert, Adam Smith, Ricardo y tantos otros.
El
pensamiento de los intelectuales no se trasvasa como por arte de magia a las
masas, ellas deben hacer su propio proceso, en el que las ideas de los
intelectuales tienen un papel importante.
Los
cambios solo son duraderos y profundos cuando la masa realmente llega a interiorizarlos
y tomar las ideas como una construcción que le es propia. Por ejemplo la noción
legal de la propiedad es una noción que hoy no es cuestionada por ningún
ciudadano en el marco capitalista, sin embargo la propiedad no siempre tuvo la
impronta legal actual, en la antigüedad ella era producto de lo que los Romanos
denominaban Rex Nullius o derecho de conquista. Cuando esta noción se convierte
en parte del acervo intelectual del conjunto de los moradores de un territorio y
es acompañada de una superestructura legal que la legitima, allí el cambio se
consolida y por ello el capitalismo es hoy un modo de producción hegemónico en
nuestro planeta.
Cuando
la masa es arrastrada y una elite intelectual se arroga el derecho de procesar
en términos de conocimiento y pensamiento en su lugar, el resultado son
aventuras autoritarias que no tienen ni fin, ni destino, como ocurrió con la
experiencia bolchevique en Rusia, la revolución china, el castrismos y los diversos
ensayos de los socialismos reales que terminaron siendo dictaduras a imagen y semejanza
de cualquier dictadura producida por la experiencia humana.
Por
lo tanto, ¿debemos negar la acción del pensamiento de izquierda en la sociedad?,
de ninguna manera, el pensamiento crítico y contestatario es un motor que ayuda
al procesamiento de las masas, proveyéndolo de herramientas fundamentales.
Muchos de los logros y avances de la humanidad
en materia económica, de derechos humanos y de derechos sociales son producto del
aporte de intelectuales de izquierda que lucharon por la dignidad e los trabajadores,
contra la explotación capitalista por los derechos de las minorías
(homosexuales, inmigrantes, etc.), por la igualdad e la mujer y tantas otras
reivindicaciones democráticas y sociales. El pensamiento de Marx, Engels, Rosa
de Luxemburgo, Bakunin, y tantos otros permitió el desarrollo de la conciencia
social y económica de las masas, haciendo cada vez más imposible el
retorno los períodos del capitalismo
salvaje e impulsando las luchas contra el racismo, la discriminación, la injusticia,
los genocidios, etc.
Ello
no significa que la historia haya terminado, muy por el contrario, si los
privilegiados aceptan los cambios es porque frente a sí tienen una masa consciente
de sus derechos, porque se continúa construyendo nuevas formas de subjetividad
que se rebelan contra el mandato de sumisión frente a los poderosos.
Ejemplo
de ello es que la derecha, aun cuando secuestra palabras como lucha contra la
pobreza, solidaridad, mejoramiento de la calidad de vida, mejoramiento de la
calidad institucional, continúa denotado a las ideas de izquierda que
preconizan una sociedad mas igualitaria y justa, y en se batalla, ellos tienen
claro quienes son sus enemigos, y bajo las formas mas solapadas, arremeten
contra aquellos que significan un peligro para sus privilegios por sostener y
criticar la injustica y la desigualdad.
Una
forma de esta crítica la vemos en lo que hace Ceferino Reato, que tras un
disfraz democrático, trata de vituperar a pensadores íntegros como Eduardo Anguita,
y como no lo puede atacar por sus ideas y por su honestidad, lo ataca diciendo
que fue militante del P.R.T., como si ello constituyera un delito o una mancha
para Anguita. Enarbolando la teoría de los dos demonios, este conspicuo miembro
de la derecha salvaje argentina se esconde tras la mentira de la objetividad
(soy un escritor objetivo), mientras publicita a genocidas como Videla que le
otorgan graciosamente entrevistas.
Para
Reato es lo mismo un error que un delito. Sr. Reato, Videla es un genocida, que
asesino impunemente a miles de argentinos, mientras que las organizaciones
guerrilleras de los setenta constituían formaciones políticas voluntaristas de
jóvenes militantes que se levantaron contra el la dictadura de la llamada “Revolución
Argentina” (Onganía, Levingston, Lanusse) primero y del “Proceso de
Reorganización Nacional” (Videla, Viola Galtieri, Bignone) que instauró en
Argentina un Estado terrorista y que creyeron, equivocadamente, que la vía
armada constituía un camino al derrocamiento de los dictadores y a la
construcción de una sociedad mas justa e igualitaria.
Los
Reato, Grondona, Gelblung, Magnetto, Fontevecchia, y actualmente sus empleados
especializados como Lanata, Tenenbaun, Castro, Van Der Koy, Blanc, Morales Solá
y tantos otros son parte de la inteligencia del estáblisment que trata de
sostener los lugares de privilegio conseguidos con siglos de sufrimiento y
explotación de sus semejantes.
La
izquierda si quiere contribuir al progreso social y humano, debe comenzar por entender
que la política no es el enunciado de conceptos maximalistas, es la crítica
permanente, el aporte constructivo a los procesos sociales que están en el
sentido progresivo del cambio, reconociendo sus aliados (aun cuando no piensen
ni hagan lo que ella piensa y hace), e identificar a sus enemigos, que son los
enemigos de la democracia, el pensamiento libre y transformador, el cambio
social, porque equivocarse en este momento histórico nos puede llevar a ser,
como los comunistas alemanes, un aporte que pavimente el camino de la llegada
al poder de lo peor de la sociedad, después de la socialdemocracia en Alemania
no vino el socialismo y la democracia, vinieron Hitler y los nazis..
Hasta
la próxima
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