jueves, 14 de noviembre de 2024

La encrucijada del hoy

Soy Psicólogo y consultor organizacional y además jubilado. Estas condiciones hacen que por práctica profesional tienda a observar todo lo que pasa a mi alrededor, a las personas, a los grupos a las organizaciones, y por mi condición de jubilado que tenga mucho tiempo para esa observación. Las observaciones de los últimos 10 meses me permiten considerar un importante crecimiento de la violencia de las personas, verlas una contra otras, de la violencia organizacional, en la calle y en las redes sociales. Y lo que es peor, observo a conocidos profesionales de larga trayectoria que en otros momentos desplegaban mucha actividad física e intelectual. hoy se desplazan como casi sombras, sin registros de lo que acontece a su alrededor, son como robots de marcha lenta y si tomar en cuenta su entorno al punto tal, que pasan a mi lado y no lo notan. cuando nos conocemos desde hace años, o en mejor de los casos realizan un saludo tenue sin emotividad. Si el lector observa las personas de su círculo íntimo o las que pasan a su alrededor podrá sentir una profunda tristeza, desinterés por el otro, falta de empatía con el más vulnerable. Esto lleva indefectiblemente a la ruptura del lazo social y al abandono de sentimientos de solidaridad y afecto con el otro. Lógicamente, la mirada desdeñosa hacia el que reclama atención a su condición de miseria y pide desesperadamente una ayuda, tal vez solo como paliativo, que reclama no sentir que es ignorado por su sufrimiento, hace que el indigente reaccione con una violencia justificada, pero violencia al fin, recurriendo a agresiones que se expresan en romper los billetes de baja nominación o tirarlos al piso diciendo “esto no sirve para nada”, dado que ese dinero ya no es aceptado por los comercios, o en casos extremos agredir físicamente a quien sienten que los ignora. Esta degradación de lo social es sumamente peligrosa porque actúan como otro de los factores invisibles que corroen la salud mental de los ciudadanos y los afectan seriamente tanto en el ámbito público (la ekklesia) el ámbito de relacionamiento social, como en el ámbito privado (el oikos), el espacio de la intimidad familiar. En una sociedad que ha abandonado el intercambio, el debate, como ámbito de intermediación y resolución de los conflictos (el ágora), el espacio semipúblico para compartir ideas, emociones, acciones, el espacio de la política con mayúscula, la política como acción colectiva de todos y para todos, esta situación contribuye con fuerza a su disolución. La situación se ve agravada por el estado de desesperación de la mayoría de los actores sociales subordinados (trabajadores, jubilados, monotributistas, trabajadores informales pequeños empresarios, profesionales, pequeños y medianos productores rurales, etc.) que ven como se deterioran sus términos de intercambio (cada vez que concurren al mercado reciben menos por los recursos que producen) y se reduce su patrimonio por vía del uso de sus ahorros o actividades extra laborales para cubrir su sostenimiento económico familiar. Es tal vez, este el punto donde la salud mental y el sufrimiento psíquico interaccionan con las condiciones de vida y existencia del sujeto produciendo el derrumbe físico y mental que potencia, como animamos más arriba, el deterioro del lazo social. Tal vez la recuperación de las condiciones de vida material en sociedades arrasadas por calamidades gigantescas, que sufrieron guerras, epidemias, pandemias, etc., sea ardua, pero son posibles, pero cuando en una sociedad como la Argentina hoy, se arrasa el contrato social existente y se destruyen los valores morales y sociales que la unen, se conculcan derechos adquiridos por nuestros abuelos y padres con largas y penosas luchas, la recuperación será mucho más difícil por no decir imposible. Es el momento de recuperar la subjetividad qué nos convirtió en una sociedad sana en la que el "otro" no era un enemigo, sino un partner en la construcción de lazos sociales sanos recuperando los valores de solidaridad, cooperación, comunicación, responsabilidad por los que sufren, de lo contrario marchamos a un abismo del que no podremos salir.

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