sábado, 13 de abril de 2024

Sobre el dolor de la vida y la paz de la muerte.

Tal vez por mi edad (próximo a cumplir 75 años), tal vez por la triste y dolorosa situación en Argentina, o tal vez por tantos duelos y desilusiones, tuve motivación suficiente para abordar este tema. Quiero partir de una definición, de lo que es para mí, la vida. La vida es un trayecto de un ser humano que comienza con el nacimiento y tiene su final con la muerte. Los mejicanos tienen un dicho que siempre me impresionó “para morir nacemos” dicen. El nacimiento y la muerte constituyen dos opuestos contradictorios e inseparables. No podemos pensar la muerte sino consideramos el nacimiento, pero cuando nacemos sabemos que vamos a morir. Castoriadis tiene un artículo que se llama “Antropogénesis en Esquilo y autocreación en Sófocles. En este trabajo, como él lo anuncia al comienzo del mismo, recorre el cambio vertiginoso de la creación en la Grecia del Siglo de Oro. Mas allá del valor teórico del texto, me interesa la definición de la muerte en el pensamiento griego a través de Esquilo analizando el mito de Prometeo y su valor para la existencia humana. Castoriadis nos dice que para Esquilo los seres humanos eran seres monstruosos y radicalmente inadaptados para la vida, algo que no es posible ni en la época de Esquilo ni en la actual, pero para este creador es importante, “la condición del hombre antes o fuera de la institución social -el arte, el trabajo, la palabra-. Lo que describe es al hombre tal como sería si tuviese un cuerpo y un alma pero sin pensamiento (gnome)----“ siendo para esquilo el regalo que les da Prometeo a los hombres, el pensamiento, Prometeo permite que a esos hombres que eran como zombis, que no conocían la muerte, y por lo tanto no tenían noción del tiempo accedan a la finitud de su existencia, de crear la noción del tiempo y prever la muerte, no su propia muerte, no la hora exacta, sino establecer la condición de mortalidad del ser humano. El hombre según el texto de Castoriadis tiene a partir de Prometeo esperanza ciega, los hombres conocen a partir de ese momento que son mortales, que su vida es finita. Dejemos el texto maravilloso de Castoriadis para continuar sumergiéndonos en la noción de la muerte, de la finitud de la vida y de su valor trascendental en la producción de su existencia. Y allí nos detenemos a analizar lo que constituye la existencia, mas allá de su desenfrenado recorrido cuya meta es la muerte, el conocimiento de la finitud de la existencia es el principal motor de nuestra creación. Y entonces surge otra pregunta, ¿porque la angustia de muerte se transforma en creación?, y arribamos a una nueva estación de este recorrido, la creación es motivada por la necesidad de realizar lo que deseamos, porque sabemos que no tenemos todo el tiempo del mundo para hacerlo, si fuésemos inmortales como lo deseamos, podríamos acceder a la holgazanería de deja para mañana lo que no tenmos ganas de hacer hoy. Hay otro dicho que me llamó mucho la atención “un hombre muere dos veces, la primera es el momento en que su vida cesa biológicamente, la segunda es el momento en que su nombre es pronunciado por última vez.” Crear es ahorrar para que esa segunda muerte ocurra lo mas tarde posible, creamos para sobrevivir a la muerte, para estar presentes cuando no estemos sobre nuestro planeta. Pregúntese el lector por los grandes creadores de la historia humana (y conste que no digo pensadores, sino que con el término creadores englobo a todos los que dejaron su huella, no solo en el suelo que habitaron y en el tiempo que vivieron en él, sino en diversos suelos y tiempos, esos seres humanos vivieron con otros de los cuales no existe la más mínima referencia, por lo que su nombre dejó de ser nombrado hace tiempo, desaparecieron sin dejar rastro. En cambio, los grandes hombres y mujeres, como Jesús, Buda, Platón, Aristóteles, Alejandro, Atila, Gengis Khan, Cesar, Cleopatra, Nefertiti, Galileo, Freud. Marx, Bach, Beethoven, etc., no han tenido una segunda desaparición, son los que mas se han acercado a la inmortalidad, están en cada esquina, calle o nombre o estatua de las ciudades, pueblos o aldeas, todos los contemporáneos que viven en el aquí y ahora tal vez los nombren una vez en su vida. El sentido de la trascendencia se encuentra impreso en nuestro inconsciente, queremos trascender y por eso creamos. El sentido de la creación ha estado presente hasta en los seres mas primitivos, sino veamos las figuras pictóricas de cuevas como las de Altamira. El arte es uno de los atributos de la humanidad, a través del arte hemos sobrevivido y alcanzado niveles cada vez mas altos de humanidad, pero no es el único atributo de la humanidad, la ciencia aparece como uno de los atributos mas preciados dentro de esa configuración existencial que llamamos humanidad, que según un cierto consenso experto apareció hace unos 200.000 años en una zona de África, y es tal vez una de las especies hegemónicas mas jóvenes en la historia del planeta, recordemos que los dinosaurios fueron los amos del planeta durante 135 millones de años, y los mamíferos que los sucedieron en el dominio del planeta surgieron hace unos 100 millones de años. Hemos logrado en un corto lapso lo que no lograron en millones de años las especies dominantes anteriores. A la pregunta de la violenta y frenética evolución del Homo Sapiens sobre la tierra, respondemos que una de las razones de su dominio estuvo determinado por la capacidad de hacer ciencia, la capacidad de conocer para transformar la naturaleza, o en términos de Castoriadis la posibilidad de crear lo que no es, la posesión de su imaginación radical como fuente de creación, atributo que no está presente en otras especies y que le permite crear lo que no es, ni cum nihilo, ni in nihilo, sino ex nihilo, por fuera de lo que existe, diría este autor, la democracia Griega es un buen ejemplo de ello. Por supuesto que estos atributos tuvieron herramientas fundamentales para un desarrollo tan fenomenal, el lenguaje, el trabajo y la sociedad. Estas herramientas, como toda herramienta, no tienen un valor intrínseco, sino que son creaciones de la imaginación radical del ser humano, de su capacidad de pensamiento, y cada una de ellas ha actuado en forma coordinada y cooperativa en el proceso de autoconstrucción del ser humano. La sociedad no sería posible sin el lenguaje y el trabajo, pero a la vez la sociedad posibilita el desarrollo y la segmentación y especialización de los trabajos. La burguesía ha desarrollado un falso concepto, el hombre es una creación del trabajo, el trabajo es lo que lo constituyó en lo que es, no es su esencia sino como dijimos más arriba una herramienta. Si esto fuera cierto, como se explica la existencia de un periodo humano en el que se desarrollaron sociedades si trabajo como lo informa Dominique Medá en su libro “El Trabajo”. El concepto del trabajo como motor creativo de la humanidad, que se expresa en el supuesto que ve al trabajo como la piedra fundamental de la sociedad, que considera que el hombre a través del trabajo crea y transforma la naturaleza y en ese movimiento se transforma a sí mismo, constituye un concepto restrictivo y amplio (valga la contradicción), muy funcional a la burguesía. El trabajo, como dijimos mas arriba es una herramienta, ni una ética, ni una esencia. El trabajo humano destruye el hábitat y crea maravillas, esa es la contradicción, pero es el capitalismo el que eleva al trabajo a la condición de Dios, tal vez un Dios menor, pero Dios al fin, y disemina en todos los seres humanos ideas ventajosas a sus intereses, como esa que nos dicen desde chicos, que hay que crear una cultura del trabajo, que todos puedan trabajar, que el estado debe crear trabajo. Esos son conceptos muy valiosos para los burgueses que necesitan tener mano de obra para sus emprendimientos de explotación de los trabajadores, cuanto mas barata mejor. Deberíamos explicarles a los esclavos de la antigüedad el valor del trabajo en su autorrealización, deberíamos explicarles a los esclavos modernos que venden su fuerza de trabajo por unas pocas monedas el valor del trabajo en la realización de su vida, sobre todo cuando le dedican entre doce y catorce horas diarias, mas de la mitad de su existencia se gasta entre la realización de la tarea precisa y los viajes para llegar al trabajo. Ni siquiera es cierto que el trabajo es salud, por el contrario, años de investigación me han permitido ver que el trabajo es generador de enfermedades, de sufrimiento de los trabajadores, de alienación de estos. En general la literatura científica y revolucionaria de los siglos de dominio burgués siempre vio y consideró al trabajo desde una perspectiva negativa, no como un bien, sino como un dolor, y lo vemos en Marx quien así lo formula en los manuscritos económicos filosóficos. En mi blog (Crónicas Marcianas) recupero esta cita de Marx: (Alianza 1969, págs. 108 y sucesivas): “¿En qué consiste, entonces, la enajenación del trabajo? Primeramente, en que el trabajo es externo al trabajador, es decir, no pertenece a su ser; en que, en su trabajo, el trabajador no se afirma, sino que se niega; no se siente feliz, sino desgraciado; no desarrolla una libre energía física y espiritual, sino que mortifica su cuerpo y arruina su espíritu. Por eso el trabajador sólo se siente en sí fuera del trabajo, y en el trabajo fuera de sí. Está en lo suyo cuando no trabaja y cuando trabaja no está en lo suyo. Su trabajo no es, así, voluntario, sino forzado, trabajo forzado. Por eso no es la satisfacción de una necesidad, sino solamente un medio para satisfacer las necesidades fuera del trabajo. (...). En último término, para el trabajador se muestra la exterioridad del trabajo en que éste no es suyo, sino de otro, que no le pertenece; en que cuando está en él no se pertenece a sí mismo, sino a otro. (...) Pertenece a otro, es la pérdida de sí mismo.” Como digo en el título, el trabajo es dolor y sacrificio para el trabajador y placer y riqueza para el capitalista. Y lo anterior me lleva a un segundo elemento de construcción de la compleja significación de la vida y la muerte para los seres humanos, la cuestión de la religión. Es frecuente escuchar que Dios hizo al hombre a su imagen y semejanza, por el contrario, yo pienso que el hombre hizo a Dios a su imagen y semejanza, y esto ocurre en todas las religiones, los dioses del Olimpo eran seres antropomórficos que tenían las mismas características que los seres humanos, tanto en lo físico como en lo psíquico, aunque dotados de condiciones que los hacían diferentes, la principal era la inmortalidad. En las religiones monogámicas ocurre lo mismo, aunque el Dios es uno solo este tiene las características de los humanos, es el amor hecho esencia, el dios que castiga y recompensa, en algunas religiones como la judía es un Dios terriblemente tirano que puede exigir a uno de sus hijos realizar terribles sacrificios como ocurrió con Abraham a quien, según el mito bíblico, le ordenó sacrificar a su hijo. Nadie ha tenido contacto con los dioses sean poligámicos o monogámicos, los dioses solo se rebelan a través de algunos elegidos y sin testigos. Además, los famosos representantes de Dios o los dioses en la tierra como Moisés, Jesucristo, Mahoma, Buda o cualquier otro solo surgen en la antigüedad o la edad media, en tiempos de ignorancia, misticismo, de dominio de las creencias en la vida humana. Solo en algunas creencias como la de los Mormones en la que Joseph Smith Jr. recibe del ángel Moroni el libro sagrado en hojas de oro relatando la visita de Jesús a los indígenas de América, siendo el encargado de restaurar la iglesia cristiana. Por supuesto el libro se perdió y quedó la traducción de Smith que le permitió fundar la Iglesia de Jesucristo de los Santos de los últimos días. Este tipo de mitos construidos sobre la base de la creencia, en la que la racionalidad está ausente por completo permite que sujetos de diferentes religiones puedan creer en sus mitos sin cuestionamientos. La pregunta es: En los 200.000 años de existencia del ser humano siempre hubo creencias religiosas o como afirma S. A. Tokarev (1965 Ed. Cartago), existió un período pre-religioso evidenciado en el hallazgo de los arqueólogos de restos humanos que estaban solos sin ningún rastro de utensilios o de haber sido sometidos al enterramiento, mientras que en períodos posteriores se encontraron restos humanos acompañados de objetos personales y signos de enterramiento realizado por otros seres humanos. El surgimiento de las creencias religiosas se debe, fundamentalmente al miedo a lo desconocido (ejemplo los rayos, refucilos) o a cuestiones que no tenían explicación para los primitivos. Lo cierto es que no existe evidencia empírica que fundamente la existencia o la no existencia de seres superiores al ser humano, y mucho menos de la existencia de una parte eterna del ser humano insuflada por Dios o los dioses que sobrevive al cuerpo muerto y no presente en el resto de los animales. Por cada creyente de una religión existen miles de millones de creyentes en otra y el hombre ha creado cientos de religiones monoteístas o politeístas a lo largo de su presencia en la tierra. La pregunta que surge es porque el hombre ha creado las religiones y porque esas religiones han librado y libran aun guerras salvajes reivindicando el carácter verdadero de su fe y la mentira de las otras. Creo que una hipótesis muy apropiada, que se relaciona con el recorte de este escrito, es la angustia que genera en general en los seres humanos, la finitud de su existencia. Mas arriba dije que la conciencia de la muerte, no de la muerte individual, sino en general, les permitió a los seres humanos desarrollar la creación, ahora agrego que era necesario para soportar la pesada carga que implicaba la doble tensión, el reconocimiento de la muerte y la ignorancia del momento de su acaecer. Estas tensiones internas hacen que el dolor que experimentamos por la sensación de dejar de ver los paisajes, de disfrutar de la vida de nuestros hijos y padres, de familiares, genere un campo fértil para la aceptación del mito que los volveremos a encontrar en algún lugar, en el Valhalla Vikingo, el Cielo cristiano, el Olimpo griego. Nos obsesionamos con prolongar nuestras vidas, hacemos dietas, consumimos alimentos sanos, no disfrutamos de los placeres de una buena comida o bebida, porque pensamos que vamos a morir, y sabemos que ello ocurrirá en algún momento, y en muchos casos realizamos muchos ritos, perdemos mucho tiempo de nuestras vidas, rogamos a seres imaginarios inexistentes que nos den más vida, no encomendamos a ellos para que nos curen de las enfermedades y no nos damos cuenta de que, por tratar de excluir a la muerte de nuestras existencias, perdemos la posibilidad de gozar a pleno de nuestras existencias. La vida conlleva intrínsicamente el goce y el dolor como componentes de la existencia, tenemos como dato la incertidumbre del momento en que dejaremos de ser, pero ello es un dato que nos permite ser en cada momento, de disfrutar de lo que la naturaleza nos provee, y para ello debemos ver a la muerte mas que como un enemigo, un componente siniestro de nuestra existencia, como una compañera de camino que en un momento nos dirá que todo ha llegado a su fin, que ha llegado la paz.

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