sábado, 31 de diciembre de 2016

El paraíso terrateniente.


A lo largo de nuestra historia como país independiente la burguesía argentina ha tenido en común un interés estratégico, el dominio del capital sobre el trabajo. En este canon coinciden todos los burgueses, la propiedad privada es sagrada, derecho que les garantiza usufructuar su posición de privilegio como dueños de los medios de producción. Mao sostenía que para analizar la estructura social de un determinado país y sus connotaciones políticas era necesario determinar dos tipos de contradicciones, la contradicción secundaria que es la que puede existir entre diferentes sectores de una misma clase social y que por lo tanto es resoluble en el marco del modo de producción y la contradicción principal que es la existente entre diferentes clases sociales y que solo es resoluble por medio de una revolución social, de un cambio copernicano que transforme las estructuras societarias. Hubo un momento muy importante en la historia argentina, que Milciades Peña, el conocido escritor e historiador trotskista, denomina el paraíso terrateniente. En este período, que genéricamente va desde la revolución de mayo hasta fines del siglo XIX, la burguesía argentina funcionó como un solo bloque en el que los terratenientes ganaderos eran hegemónicos. Si bien había otros sectores, como la burguesía comercial porteña, o algunos nodos de artesanos productores en el interior del país, estos no tenían ni la fuerza política ni económica para hacer frente a la gran burguesía terrateniente reunida en torno a la Sociedad Rural Argentina. Es un momento de gloria para este sector que hacía muy buenos negocios exportando carneas y productos primarios al mundo, especialmente a Gran Bretaña, esa burguesía, que Sarmiento denominó la oligarquía con olor a bosta de vacas, tenía un proyecto de país para unos pocos, en el que la industria no tenía ningún espacio. Los nombres arquetípicos son muy conocidos en la historia, Alzaga Unzúe, Patrón Costas, Menditeguy, Martínez de Hoz, Anchorena, Mitre, Pérez Compan, Menéndez Behety. Ocampo, etc. En el siglo XIX fueron los que tuvieron un poder omnímodo y basaron su patrón de acumulación en la explotación de los peones rurales, y en la persecución de los gauchos que, aunque con ingenuidad, se rebelaban a su poder. Es un momento en el que la burguesía cumple el rol de gerenciamiento de los intereses imperialistas, particularmente los británicos, como quedó demostrado en la guerra contra el Paraguay industrial y pujante. El Dr. Francia inició un proyecto industrialista que llevó al Paraguay a ser el primer país de América que producía hierro en altos horno. Este fue un proyecto de una burguesía inteligente que continuaron los sucesores de Francia. El Paraguay de los López era un pésimo ejemplo en América desde la óptica de los intereses británicos. Era un país rico, ordenado y próspero, se bastaba a sí mismo y no necesitaba productos manufacturados provenientes de Inglaterra. Abastecía de yerba y tabaco a toda la región y su madera en Europa cotizaba alto. Veinte años había durado la presidencia del padre, don Carlos Antonio López, hasta su muerte en 1862, al que continuó su hijo el Mariscal Francisco Solano López. Las oligarquías nativas sumisas al imperio inglés, no solo inventaron una guerra, la guerra de la triple alianza, sino que cuando entraron en Paraguay arrasaron el país que a partir de entonces quedó sumido en la más profunda de las miserias y atraso. Eran tiempos del fraude y la represión a cualquier intento de diferenciación política. Felipe Varela, el Chacho Peñaloza, caudillos del interior pagarán con su vida la rebelión contra el poder de la burguesía ganadera de Bs. As. Recién en el último cuarto de siglo comienzan a aparecer ideas diferentes enunciadas por intelectuales del propio riñón de la oligarquía. Sarmiento y Alberdi definirán un programa industrial en un país que no tenía industrias. Ambos visualizarán la necesidad de logran atraer a los obreros industriosos de norte de Europa para crear una masa crítica de trabajadores industriales. El problema fue el mismo que el que relata Marx cuando se refiere a Mr. Peel, industrial ingles que tuvo la idea de poner una fábrica sobre el río Swan, llevando obreros y máquinas, pero cuando llegaron al destino los obreros vieron las tierras libres y abandonaron a Peel y comenzaron a labrarlas. Marx dice pobre Mr. Peel no entendió que el obrero lo es porque está dentro de un sistema social en el que no puede poseer medios de producción, pero cuando los tiene a mano abandona esa condición. Los obreros que venían de Europa (fundamentalmente Italia, España) ante la inmensidad de la pampa se lanzaron a colonizar las tierras vírgenes. Un puñado de ellos, emparentados con las labores industriales comenzaron a fundar fábricas como, Cambaceres, Biecker, Terrabussi, Canale, Hergo, Franchini, Maderoff, etc., y que en 1887 fundan la Unión Industrial Argentina. La inmigración, el desarrollo de un sector profesional necesario para abastecer de cuadros de dirección a las nuevas empresas, la constitución de una masa de obreros industriales hace surgir nuevas clases en argentina, las que originariamente serán representadas políticamente por dos grandes partidos, la Unión Cívica Radical y el Partico Socialista Argentino. Surgen entre los sectores burgueses tradicionales agrupados en los partidos conservadores y la Sociedad Rural Argentina, y los nuevos sectores burgueses medios y pequeños burgueses contradicciones secundarias que no siempre serán resueltas por la vía pacífica, como ocurrió con la revolución del parque en 1890 y el levantamiento radical de 1905. El centenario encontró una Argentina tan convulsionada que los festejos fueron en el marco del estado de sitio. El siglo XX se caracterizó por el ascenso de las mal llamadas clases medias representadas primero por el radicalismo y luego por el peronismo. Estos movimientos de profunda raigambre popular concedieron nuevas libertades y derechos a los trabajadores sindicalizados y la argentina se convirtió en un país en el que el ascenso social era posible. Entre 1916 y el final de siglo XX se sucedieron períodos de democracia representativa burguesa y dictaduras militares o democracias tuteladas. Mientras en los primeros los sectores subordinados de la sociedad adquirían derechos en base a su conciencia “en si” (que son una clase social) motor de sus movilizaciones y luchas reivindicativas, los golpes y dictaduras militares abrogaban esas conquistas y volvían hacia atrás la rueda de la historia. Desde 1984 asistimos a un período inédito en la historia argentina de 32 años ininterrumpidos de gobiernos democráticos y representativos, algunos de los cuales, Alfonsín y Kirchner respondieron a las matrices radicales y peronistas de origen popular y democrático y otros como los de De La Rua y Menem fueron cooptados por la derecha conservadora. La novedad que se instaura en 2015 es la de un gobierno conservador en el que los empresarios ganan el poder por elecciones. Macri representa lo que en el decir popular se llama el país atendido por sus dueños. Por primera vez el poder real (económico) coincide con el poder formal (político) y se comienza a ensayar un programa de restauración conservadora con el que se pretende recomponer la gloria del paraíso terrateniente. No es casual que las primeras medidas del macrismo se orientaran a beneficiar a los terratenientes, al capital financiero, a las mineras y los exportadores, que constituyen la base económica de su gobierno, en detrimento de las conquistas obtenidas por los sectores trabajadores y profesionales durante los doce años de gobierno kirchnerista. Lo peligroso de esta restauración es que no se limita a una nueva redistribución de la riqueza, sino que ha cooptado al poder judicial y ha judicializado la política, poniendo en marcha un dispositivo de persecución contra los opositores políticos, que aunque originalmente revista el ropaje de persecución del kirchnerismo, en poco tiempo se mostrará como un amplio plan destinado a conculcar los derechos de los trabajadores y la libertad de expresión de aquellos que no aceptan el sometimiento a la gran burguesía conservadora en esta moderna alianza de los capitalistas terratenientes, exportadores y capitanes de la industria, que reúnen a la gran industria que hace negocios con el estado y la obra pública. Por primera vez en 32 años la argentina tiene presos políticos, se reprime ferozmente las protestas obreras, se persigue a opositores, se domestica al aparato de justicia para ponerlo al servicio del gobierno, y se busca eliminar conquistas históricas como paritarias, agremiación libre, generar contratos de trabajo basura, aumentar la precariedad laboral, etc. Este paraíso terrateniente lo es para unos pocos (menos del 10% de la población) o para aquellos que ingenuamente se identifican con sus verdugos y creen en el derrame de la riqueza concentrada en un bajo porcentaje de los ciudadanos. Los medios de comunicación se han monopolizado y en ellos solo se puede escuchar las voces de amanuenses o sicarios de la palabra al servicio de sus patrones y tapan los desaguisados del gobierno y los actos de corrupción generalizados que comenten los funcionarios estatales. En argentina tenemos un estado que se está corrompiendo hasta la médula en donde su presidente es evasor fiscal, contrabandista, coimero, etc. Esta corrupción generalizada ha llevado a aumentar la deuda externa a niveles preocupantes y el déficit fiscal producto del desmanejo e los fondos públicos para beneficiar a unos pocos creando una situación de dificultad crónica para. además de los habitantes actuales, a las generaciones futuras. Solo la movilización popular podrá derrumbar el paraíso terrateniente como ya lo hizo en otros momentos de nuestra historia. Hasta la próxima.

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