viernes, 2 de octubre de 2015

Sobre la desigualdad o porque los políticos hablan tanto de terminar con la pobreza.


En esta campaña electoral muchos políticos han dado muestras de un notable oportunismo al prometer que van a terminar con la pobreza y que van a desarrollar (en tan solo cuatro años) una sociedad igualitaria. Resulta interesante analizar el grado de imprudencia y falsedad de las promesas electorales. La política en Argentina, tal vez más que en otros países capitalistas, se mueve al son de la música que le provee los resultados de las encuestas. Así es como prometen imposibles a sabiendas que no van a poder cumplir con esas promesas, total una vez que se hacen con el poder, por obra y magia de la democracia representativa no tienen que cumplir sus promesas y hacen lo que quieren. En la década del noventa era común escuchar entre las promesas de campaña que la desocupación iba a ser mágicamente eliminada y aparecían candidatos que prometían 500.000 o 600.000 puestos de trabajo y hasta 1.000.000, claro en esa década la preocupación eran los altos índices de desocupación que llegó a ser del 40% (incluida la subocupación y los inactivos). Por esos años editamos un libro, “El mito de Saturno. Desocupación y vida cotidiana.” (Bonantini C., Simonetti G., UNR Editora 1999) en el que sosteníamos que la pretensión del pleno empleo en el capitalismo tardío era poco menos que una utopía, y que la desocupación constituía una enfermedad social del capitalismo que afecta individual y colectivamente a los trabajadores. También demostrábamos que los desocupados sufrían fuertes afectaciones en su salud mental, y problemas de identidad, integración familiar, etc. Por esos años un puesto de trabajo real significaba una inversión bruta de alrededor de los 50.000 dólares que multiplicados por el millón de puestos de trabajo implicaba una inversión bruta de 50.000 millones de dólares. La desocupación es un producto del comportamiento cíclico de la economía capitalista y las políticas económicas producen abruptos saltos de crecimiento de la misma. También es posible morigerarla con políticas económicas activas dirigidas al mercado interno. En Argentina la PEA (Población Económicamente Activa) que son los trabajadores de 15 a 65 años con capacidad laboral, es de 19.277.010 (datos del Banco Mundial, http://datos.bancomundial.org/indicador/SL.TLF.TOTL.IN), lo que implica que, considerando el índice de desocupación y subocupación publicado por el Instituto Nacional de Estadísticas y Censos que lo sitúa en el 6,6% para la desocupación y en el 6,3 para la subocupación en el segundo trimestre del 2015 , en nuestro país hay 1.272.283 desocupados y 1.214.452 subocupados, es decir 2.486.735 de personas con problemas ocupacionales. Estos datos luego de 12 años de crecimiento continuo de la economía. Ningún pronóstico afirma que la desocupación tendería a bajar en los próximos años, y si nos guiamos por lo ocurrido en países como España, Grecia o Portugal, la aplicación de recetas recesivas neoliberales como las que pretenden aplicar en Argentina los economistas de Macri (Carlos Melconian, José Luis Espert y Miguel Ángel Broda) volvería a situar la desocupación en guarismos de dos dígitos cercanos al 20% o superiores. La fuerza laboral asalariada de la industria en Europa se redujo a más de la mitad en los últimos 30 años como consecuencia del impacto de las nuevas tecnología informatizadas y automatizadas y del desplazamiento de las empresas a lugares de menor costo de la mano de obra como India, China, Singapur etc., ello hace que el piso de la demanda de empleo sea cada vez más bajo y el piso de la desocupación cada vez más alto. Por lo demás poco se sabe del impacto que tendrá en la sociedad de mitad de siglo la aplicación de las tecnologías 3D que permiten imprimir cualquier producto. Tomo como uno de los problemas al de la desocupación porque es sabido que la inclusión social (es decir la posibilidad de estar sobre la línea de pobreza) en el mundo “desarrollado” guarda relación con la potencialidad de tener trabajo decente. Por otra parte, es necesario aclarar que la suba de los salarios reales en un determinado período no impacta directamente sobre la disminución de la desigualdad. Thomas Piketty (Fondo de Cultura Económica 2014 en la introducción de su libro “El capital del siglo XXI” demuestra cómo, a pesar de aumentar el poder adquisitivo de los trabajadores en el período que va del último cuarto del siglo XIX a la primera guerra mundial, las desigualdades siguieron siendo muy altas. Más aun, la desigualdad en el siglo XXI, en el que el 1% de la población mundial es dueño del 30% de los bienes existentes en el planeta, muestra que, a pesar de los logros de los sectores asalariados y desposeídos en materia de conquistas sociales y económicas, es mayor que la existente en la sociedad esclavista antigua (Roma, Grecia, etc.). Tambien es necesario establecer que el concepto de pobreza nos es unívoco, ni en el tiempo, ni en el espacio. Cuando alguien satisface sus necesidades básicas (Necesidades Básicas Insatisfechas –NBI-) necesariamente se sube la línea de estas necesidades básicas. Si en un momento las mismas son alimentarse y alimentar a su prole, cuando el trabajador lo logra se plantea los problemas de la vivienda, la educación, la salud, y cuando logra satisfacer estas cuestiones lucha por la recreación, el descanso, la reducción de la jornada de trabajo, el acceso a nuevos bienes. Aun en los países con mayor índice de desarrollo social como Canadá, Suecia, Dinamarca, Noruega, etc., existe una línea de pobreza y una marcada desigualdad social. Claro que un pobre de estos países, que tiene sus NB satisfechas, no se puede comparar con un pobre latinoamericano o africano que no tienen ni lo mínimo para subsistir. Por lo tanto, cuando un político propone terminar con la pobreza y la desigualdad, es necesario pensar que se está hablando y que significa ser pobre. Los políticos en campaña son diestros en organizar las palabras para luego poder torcerlas cuando están en gestión. Menem durante la campaña de 1989 prometía el salariazo y la revolución productiva. Muchos lo votaron porque interpretaban que el salariazo implicaba aumentar los magros salarios de los trabajadores. Cuando, antes de terminar su mandato, Alfonsín aumento considerablemente el salario mínimo vital y móvil, despertó la ira de Menem, dado que el salariazo que proponía era aumentar el salario mínimo que estaba por el piso, no los salarios y el poder adquisitivo de los trabajadores. Hoy, un ferviente admirador de Menem, Macri, nos propone eliminar la pobreza. Alguien puede creer que este empresario, parte de la gran burguesía prebendaría, que vive a expensas del estado, cuya familia es dueña de grandes empresas nucleadas en el grupo SOCMA que incluye constructoras, peajes, transportes, comunicaciones, etc., con intereses en casi toda America Latina, que a comienzos del milenio facturaba 2.300 millones de dólares puede estar interesado en combatir la pobreza. Si no basta con su curriculum, el lector que dude de su desinterés por los pobres puede ver su adhesión al menemismo, sus declaraciones donde considera al salario como un costo y para aumentar la rentabilidad empresarial plantea bajarlo, su gestión en la ciudad persiguiendo a los home less, derrochando dinero en gastos superfluos e incumpliendo promesas como la de hacer viviendas. En su paso por C.A.B.A. el presupuesto para viviendas fue subejecutado, solo se construyeron 6.100 viviendas, como se puede creer entonces una de sus promesas de campaña presidencial de hacer 1.000.000 de viviendas. La derecha representa los intereses de la gran burguesía, sector que lucro con las dictaduras militares, y al que no le interesa el mercado interno. Son partidarios del capitalismo salvaje como el Tea Party Movement del partido republicano de los EE.UU. Este sector de la burguesía tremendamente reaccionario, se ha caracterizado por ser la más feroz y depredador actor burgués. Sus planteos son siempre bajar impuestos, dejar que el mercado regule la vida social, recortar gastos sociales, reprimir las protestas populares y ser sumisos al gran capital financiero, por ello es que Macri propuso cumplir estrictamente la orden de Griesa y pagar a los fondos buitres, ellos son sus socios. La sociedad de clases es una sociedad desigual, en ella el éxito está asociado a las posibilidades sociales de cuna. Esto no significa que uno de cada millón logre saltar de una clase a la otra, pero los casos como los de Bill Gates, Onassis y otros son escasos. Lo común es que los sectores de clase más encumbrados trasladen sus privilegios económicos y sociales a sus descendientes, y que amasen sus fortunas con los dineros de la corrupción, el narcotráfico, el prebendarismo empresarial, el dominio del aparato judicial, la influencia sobre el Estado, etc. La desigualdad en la sociedad de clases, aun en el sistema democrático parlamentario, es el motor fundamental de la pobreza. Si bien existe una cierta movilidad social, mayor que en sociedades anteriores, esta es muy limitada y los actores que están por debajo de la línea de pobreza o indigencia les legan a sus descendientes esa pobreza o indigencia. Los sectores medios (pequeña burguesía, burguesía pequeña) profesionales, empresarios industriales pequeños, comerciantes, tienen una mayor posibilidad de tener movilidad social ascendente, porque sus hijos pueden acceder a la universidad, a la que solo un 10% de los hijos de los trabajadores acceden y son los primeros que abandonan sus estudios por razones económicas, o que en el mejor de los casos deben contentarse con carreras de escasas posibilidades económicas (humanidades, psicología, ciencias políticas) que son baratas y pueden pagarlas. El ingreso irrestricto a la universidad es una falsedad, los trabajadores tienen escasas posibilidades de llegar a la misma, y menos de acceder a estudios de post grados, becas al exterior, etc., que le otorguen competitividad en un sistema científico-técnico y profesional cada vez más exigente y excluyente. Como puede haber menos desigualdad ante tamaña disparidad de recursos y posibilidades, como puede haber menos pobreza ante índices de desigualdad crecientes. El discurso de la desigualdad en boca de políticos como Macri ofende a la inteligencia de los trabajadores y demás sectores vulnerables, la falsedad de las promesas electorales debería ser castigada, para que inescrupulosos como Macri no nos engañen nuevamente, como hace unas décadas lo hizo Menem. En la actual coyuntura solo es posible acompañar al sector burgués que tiene propuestas más inclusivas y progresistas, aun cuando sea parte de la clase dominante, a aquel sector que ha ampliado derechos, que ha brindado más democracia, que ha defendido los derechos de las minorías sexuales, étnicas, etc. Ese es el camino del progreso, las condiciones materiales determinan la conciencia, y no es con más pobreza, con más indigencia, con más represión que los trabajadores van a procesar en términos de conciencia revolucionaria, sino, mejorando sus condiciones de vida, porque ese camino lleva a los sujetos a reclamar por más y mejores derechos. Hasta la próxima

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