Para la burguesía la política no constituye un elemento central de su actividad. Con esta afirmación no pretendemos desconocer que para esta clase social la política es una herramienta fundamental para ejercer el poder, simplemente queremos reflexionar respecto de porque la burguesía hace política.
Hubo un momento en la historia de la humanidad en que la burguesía constituía una clase revolucionaria, cuyo objetivo era liberarse de las relaciones de opresión a las que era sometido por la oligarquía feudal. Hasta la revolución francesa la burguesía disputaba en el terreno económico con el ancien régimen y buscaba cambiar la estructura económica y política de la antigua sociedad.
Pensadores como Rousseau, Locke, Montesquieu, Voltaire, Diderot batallaron desde el campo de las ideas constituyéndose en intelectuales orgánicos revolucionarios de la clase en ascenso.
Desde el campo de la economía algunos pensadores como Smith, Ricardo, Locke, Jefferson sentaron las bases teóricas fundamentales del funcionamiento económico del capitalismo.
Lo que caracteriza este momento histórico es que hay una clase interesada en el cambio social y la política se constituye en la herramienta de transformación por antonomasia. La burguesía otorgaba más importancia a la política que a la consolidación de sus intereses económicos individuales.
Hoy ella ve a la política tan solo como un medio para hacer negocios. Un conocido político rosarino decía (parafraseando la fórmula marxista D-M-D usar el dinero para producir mercancías que permitan ganar más dinero) que la nueva fórmula del capitalismo era D-P-D, usar el dinero para participar en política que permita ganar más dinero.
Para la burguesía la participación en política no busca transformar las relaciones de producción vigentes (dado que ello significa su propia sepultura), ni tan siquiera ve a la política como una herramienta útil para mejorar las condiciones de existencia de los sectores más vulnerables de la sociedad, la política para cualquier político burgués constituye un medio de hacer negocios para acrecentar su patrimonio personal y el de sus relaciones.
Es allí donde reside una de las características fundamentales de la práctica política actual, la falta de contenido de los debates políticos.
En la política actual, ya no se trata de un proyecto colectivo, debatido por todos los integrantes de un partido político y en el que, el que ocupa el liderazgo es el que resume los elementos sustanciales del proyecto, se trata de propuestas facciosas, de grupo o individuos a las que el colectivo se suma como estrategia para sostener privilegios personales.
Es cierto que existe un clivaje entre los proyectos personales y el interés general de clase. Ningún gobernante u opositor desarrolla propuestas destinadas a abolir la propiedad privada en general y mucho menos la de los medios de producción, aun cuando esa característica de la propiedad en el capitalismo sea la causa central de las relaciones de asimetría social.
La gran causa de la pobreza y la indigencia en el sistema capitalista estriba en que este es un sistema de acumulación piramidal que progresivamente aumenta la distancia entre la base pobre o indigente de la sociedad y el vértice rico. En otras presentaciones hemos hecho notar que según los datos de las organizaciones capitalistas más prestigiosas unas 600.000 familias son dueñas de aproximadamente el 40% de los bienes totales del planeta y hemos destacado que las diferencias de riquezas entre los más pobres y los más ricos son hoy mayores que las sociedades antiguas.
Otra de las características actuales de la política y la economía burguesa es su indiferenciación de lo que se dio en llamar negocios sucios (tráfico de armas, de drogas, trata de personas, blanqueo de dinero, etc.) y los llamados negocios limpios (empresas legales como fábricas, bancos, etc.).
En la medida en que las mafias “ilegales” se desarrollaron económicamente y creció su poder de fuego comenzaron a coaptar a políticos, miembros del aparato jurídico y de las fuerzas de seguridad, empresarios, etc., y en un paso evolutivo posterior estos mismos actores “ilegales” compraron o constituyeron sus propias empresas “legales” incorporándose al sistema económico, al punto tal, que en muchos casos es muy difícil distinguir a un “honrado banquero”, un “empresario intachable” o un “político honesto” de los grande capos mafiosos, los que por lo general son socios de los primeros.
En todos los países capitalistas existe corrupción, la gran mayoría de los empresarios, banqueros, políticos, etc., utilizan el dinero proveniente de negocios ilícitos para sufragar sus propias necesidades económicas. Los grandes capos narcos salvaron de la quiebra a grandes bancos en 2007, que por lo demás lavan el dinero de ellos, Roosevelt utilizó los favores de Charlie Lucky Luciano en su campaña presidencial, los narcos mejicanos, colombianos, italianos, rusos, nigerianos gastan fortunas en el soborno de políticos, jueces, fiscales, policías, en el siglo XX conocidos políticos italianos como Giulio Andreotti mantenían relaciones con las mafias, en nuestro país, Argentina, en la Provincia de Santa Fe y Bs. As las planas mayores de las policías, y diversos miembros del poder judicial son sospechados de connivencia con los mafiosos, en definitiva, la ingenuidad o la hipocresía de los llamados a acabar con la corrupción choca contra el entramado mafioso de las bandas ilegales y las empresas legales, los miembros de los poderes judiciales y los políticos.
Se desnuda así otra de las características de la política burguesa, su carácter corrompible.
Por supuesto que no todos los políticos son iguales, así como la burguesía no constituye una clase homogénea. En otras entradas hemos sostenido que en nuestro país existe una lucha enconada entre dos proyectos de acumulación capitalista, uno, el del gran capital financiero, de las grandes corporaciones industriales, de los grupos mediáticos monopólicos que no tienen una ligazón estrecha con el mercado interno, y que por lo tanto sus declamaciones contra la pobreza poco se diferencia del llanto lastimero de señoras gordas de la burguesía mientras dan limosna a los pobres y desamparados en la puerta de la iglesia, la mezquita o la sinagoga.
La gran burguesía no solo que no le interesa disminuir y mucho menos eliminar la pobreza, sino que además siente un desprecio discriminatorio hacia los sectores más vulnerables de la sociedad. Sus intelectuales orgánicos que son parte de los partidos de derecha o de la derecha de los partidos, como por ejemplo el radicalismo, el PRO, el Frente Renovador, la derecha peronista, sostienen, como lo hicieron Sanz, Carrió, Chiche Duhalde, Miguel Del Sel, etc., que los pobres se gastan lo que se les da por planes sociales en droga o vicios, que las mujeres se embarazan para cobrar esos planes o que cuando se embarazan están haciendo salario, es lógico, son los representantes políticos de los sectores que piensan que los delincuentes, traficantes de droga, asesinos son pobres, de gorrita, tez oscurita, y que se niegan a observar los verdaderos delincuentes detrás de los sillones de gestión de las grandes corporaciones empresariales.
El otro sector en pugna, es lo que eufemísticamente se llama burguesía nacional, pero que no es más que un sector de la burguesía interesado en el desarrollo del mercado interno como vía de incrementar el consumo ya que ellos dependen del mismo.
Este sector que históricamente estuvo representado por los grandes partidos populares, ante la defección del radicalismo que abandonó las banderas históricas del partido luego de la muerte de Raúl Alfonsín, solo tiene como representante político a un sector del peronismo, el kichnerismo.
El kichnerismo constituye el ala liberal popular de la representación política de la burguesía, lo que se ha puesto de manifiesto en su orientación a la defensa irrestricta de los derechos humanos, los juicios a los responsables del genocidio, el aval a las organizaciones humanitarias como las madres, las abuelas, las ONGs contra la discriminación y la trata, el impulso a reformas en el código civil, la aprobación del matrimonio igualitario, el derecho a la identidad de travestis y trans, la ley de medios audiovisuales que ha permitido a sectores vulnerables acceder a la palabra, los planes de asistencia económica como la asignación universal por hijo, la asistencia educativa, jurídica y económica a madres adolescentes, el sostenimiento de derechos de los trabajadores como las paritarias, el 82% móvil en diversos sectores de los jubilados, la inclusión en el sistema previsional de casi todos los beneficiarios, el cumplimiento de derechos insoslayables como el derecho a la vivienda a través de planes como PROCREAR, la recuperación de empresas saqueadas durante el menemismo como YPF, aguas, correos, aerolíneas, ferrocarriles, el desarrollo de estrategias económicas neo keynesianas que impulsaron el consumo social, los intentos bloqueados por la derecha de reformar la justicia heredada de la dictadura, el aumento del presupuesto educativo otorgando mayores salarios a los docentes y construyendo miles de metros cuadrados de escuelas y universidades y tantos logros más que sería largo de enumerar.
Creo que este sector político se ha constituido en la centro izquierda de la política burguesa en un país que tiene una derecha económica y mediática muy fuerte y no posee una izquierda orgánica que desarrolle un proyecto propio de los trabajadores en el sistema capitalista.
Proyecto ejecutable en el marco del sistema, que contenga medidas que impliquen que la carga tributaria la soporten los que más tienen (la burguesía concentrada, la burguesía media y pequeña) y no los sectores de menores recursos (sectores medios y pobres de la sociedad), que limite las utilidades de las grandes corporaciones de producción y servicios como terminales automotrices, grandes fábricas de alimentos y cadenas de distribución de los bienes y servicios (en Francia, Inglaterra y otros países capitalistas las empresas ven limitados sus márgenes de ganancia sobre la inversión a un dígito mientras que en nuestro país suman tres cuatro dígitos). Que limite la transmisibilidad de los bienes por medio de impuestos draconianos a la herencia que aporten recursos al Estado para desarrollar bienestar social, que penalice con cárcel efectiva la evasión impositiva y la fuga de divisas, que aplique impuestos a los bienes y eventos suntuosos (autos de miles de dólares, mansiones de costo incalculables, fiestas suntuosas de millones de dólares, etc.) que amplíe la democracia incorporando el referéndum, el plebiscito, la discusión igualitaria en asambleas populares de la distribución de los recursos en las ciudades, la electividad popular y mandatos fijos de los miembros del poder judicial y de los mandos de las fuerzas de seguridad, aun de los miembros de la Corte Suprema de Justicia, la revocabilidad de los mandatos por iniciativa popular, la democratización de las organizaciones gremiales limitando los mandatos de sus dirigentes y eliminando las dinastías gremiales como la de los Moyano, el desarrollo de efectivas políticas de salud por el Estado que brinde mejores y más eficientes servicios que las organizaciones privadas del rubro, en definitiva un proyecto que tienen que construir los sectores vulnerables y que nada pueden esperar de una izquierda que desde su nacimiento ha demostrado una terrible incapacidad para poder enunciar, poner en práctica y ganar voluntades para un proyecto de transformación social auténtico y autogestionario.
Hasta la próxima
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