domingo, 3 de mayo de 2015

Huérfanos.


El siglo XIX se caracterizó por la construcción de grandes teorías, teorías abarcadoras del todo social. Marx, Engels, Freud, Weber, son ejemplos de construcciones totalizadoras que pretendían, no solo explicar las condiciones del régimen capitalista, de la sexualidad, de la vida social, etc., sino que marcaban un camino de cambio para desarrollar nuevas condiciones de convivencia social. Marx, en “El Capital”, desarrolla una minuciosa descripción del sistema capitalista desmitificando muchos de los conceptos del liberalismo económico como el de la libertad de mercado como hacedora de la felicidad social, o incorporando conceptos fundamentales para la lectura superestructural del capitalismo, como el fetichismo de la mercancía y su consecuente concepto de alienación. Si bien los conceptos económicos de Marx conmovieron la estructura de pensamiento burgués, fue tal vez su concepto de praxis política la que llevó al desarrollo de una terrible onda represiva en ese siglo y el que le siguió. Para la burguesía de esos momentos era intolerable un filósofo que además de discurrir en su laboratorio como lo hacían los pensadores alemanes, también pensara en actuar políticamente para aportar al cambio social, lo que se sintetiza en la frase de Marx, hasta ahora los filósofos pensaron la realidad, de lo que se trata es de transformarla. El concepto de comunismo se constituyó en el más temido y a la vez el más perseguido por los gobernantes burgueses de todo el mundo, al punto tal que Marx habla en el “Manifiesto comunista” de un fantasma que recorre Europa, el fantasma del comunismo. Los comunistas, mucho más que los anarquistas se constituyeron en el punto de descarga de la represión capitalista, ello fundamentalmente debido, a que el anarquismo, con su concepto de pasar del capitalismo al comunismo sin fases intermedias, no podía, al negar la necesidad del estado como instrumento de la lucha por el poder y el sostenimiento del mismo, constituirse en un rival de peso de los representantes orgánicos de la burguesía. Los socialistas/comunistas que adhirieron a las teorías marxistas debatieron con los anarquistas la necesidad de desarrollar, en primer lugar un instrumento político que acaudillara a la clase obrera en la lucha por el socialismo, el partido de clase, y una vez alcanzado este objetivo, la necesidad de contar con un instrumento de gestión para sostenerse en el poder, el Estado. Mientras los anarquistas batallaban por la destrucción del Estado, de toda forma de Estado, los comunistas le replicaban que era necesario un instrumento de represión en manos de la clase obrera para evitar que la contrarrevolución retomara el control social y deshiciera las conquistas sociales alcanzadas por los trabajadores en el proceso revolucionario. Durante el siglo XX la principal polémica en la izquierda giró alrededor de las características de la lucha revolucionaria en el resto de los países capitalistas del mundo, mientras se construía el socialismo en la U.R.S.S.. Con la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas) U.R.S.S. como ejemplo, y los anarquistas derrotados, no en el plano teórico sino en el campo de lucha revolucionaria, ya que prácticamente desaparecieron (sobre todo en la segunda mitad del siglo XX) de la escena política mundial, el leninismo se impone como la continuación del marxismo revolucionario, sobre todo porque puede exhibir una concreción de la idea del socialismo, el llamado socialismo real soviético. La producción teórica del marxismo pierde fuerza ya que se circunscribe a la cuestión de la toma del poder, y luego del advenimiento de Stalin y el estalinismo en la U.R.S.S. solo se trata de construir fuerzas revolucionarias que apoyen la concreción del socialismo en un solo país (la U.R.S.S.) con lo que se desactiva la idea de la Internacional Socialista de los trabajadores (la Internacional en épocas de Marx y Lenin) y los partidos comunistas del mundo pasan a ser meras filiales del Comintern (Comité Internacional) de la U.R.S.S. Aun los sectores más radicalizados de la izquierda marxista continuaron sosteniendo algunos de los puntos de vistas más críticos del leninismo como la teoría del partido, el carácter socialista del Estado soviético (aun cuando vieran el él un estado obrero burocratizado como el caso de los seguidores de Trotsky) y la necesidad de reemplazar el estado burgués por el estado obrero, pero manteniendo las características represivas del primero, solo que en el caso del segundo, esa represión tenía un sentido positivo por su objetivo de impedir el retorno de la burguesía al poder y por ser el proletariado en sujeto histórico en nombre de quién la represión se llevaba a cabo. Excedería los límites del presente artículo debatir la teoría del poder, solo, y a glosa de explicación, diremos que uno de los pocos intelectuales que discutió con fundamentos la teoría del poder de los movimientos que él llamó marxistizados (para diferenciarlos del pensamiento de Marx) fue Michel Foucault, quien en diversos escritos (sobre todo el capítulo metodológico de “Microfísica del poder”) desarrolló una importante crítica a algunos de los puntos centrales de las construcciones marxistas de fines del siglo XIX y comienzos del XX. Foucault critica la teoría centralizada del poder y la valoración negativa del mismo. El poder, para este autor, no es un poder centralizado que está solo en manos de un Estado represivo y cuya función es tan solo mantener el control social para la burguesía, sino que el mismo circula por la sociedad, el poder asume, más que la perspectiva topográfica de un punto a partir del cual se disemina maniatando a los actores sociales en derredor del interés de la clase hegemónica, una característica reticular, lo que existen en las sociedad son redes de poder y el poder más que estar en un lugar determinado, circula el corpus social. Encontramos nodos de poder en esas redes, pero estos nodos no son fijos sino que varían de acuerdo a las condiciones sociales, y el poder que alguien tiene en un determinado contexto, desaparece en cuando se modifica su contexto de actuación. Por ejemplo el poder que ejerce un funcionario en una ciudad no lo acompaña cuando cambia de locación geográfica. La segunda cuestión desarrollada por Foucault es su crítica a la teoría negativa del poder, el poder, en los desarrollos clásicos de los partidos comunistas de occidente era visto como negativo, es decir, su función consistía en impedir, su ejercicio llevaba a tratar de que la clase obrera no pueda rebelarse contra el sistema de opresión. Esta idea estába en línea con ciertas características de la sociedad industrial de los siglos XVII, XVIII y XIX y con las características que asumía la democracia tutelada en ese período histórico, en el cual los movimientos revolucionarios eran ferozmente reprimidos por lo que se denominaban las fuerzas de ocupación al servicio de la burguesía. En el siglo XX con el desarrollo de la tercera revolución industrial, las relaciones vinculares entre las diferentes clases sociales comienzan a modificarse, y el poder asume con mayor nitidez su característica positiva, es decir no solo es un poder que impide, negativo, sino que pone de manifiesto su característica positiva, como fuerza que permite, y sobre todo esto en el marco de su comprensión reticular. En la sociedad post industrial, la sociedad de las TICs (Sociedad de las Tele Informaciones y Comunicaciones) la burguesía ha logrado tener un efecto de mayor control y penetración en el imaginario de las clases subordinadas de manera que no es necesario el uso de la fuerza como único mecanismo de control y sometimiento social. Hoy, el desarrollo de los mass media ha posibilitado un mayor control de los ciudadanos, quienes somos observados, a la manera de un gran hermano, hasta en nuestros espacios más íntimos. La información se constituye, a través de su manejo monopólico por los grandes medios de comunicación, en un modelador de la manera de pensar, de los gustos, de las construcciones culturales, de los arquetipos corporales, etc. con un profundo efecto de adocenamiento social. Aun en los medios intelectuales se establecen modas digitadas por los grandes centros mediáticos de construcción de realidades, las que determinan los caminos de la investigación social mediante prebendas, subsidios y ayudas que delimitan que es lo que hay que investigar y lo que debe mantenerse oculto. Se estructura un sistema de organización científica de carácter vertical y determinado por parámetros formales controlados por los grandes centros de desarrollo que operan en función del interés burgués. A partir de la llamada grounded theory (o teoría fundamentada) ya no es necesario, ni significativo el desarrollo de teorías omniabarcadoras sino que hay que centrarse en estudios muchos menos ambiciones, más acotados (minorías significativas, cuestiones etnográficas, etc.) que van a determinar los rumbos del desarrollo intelectual del siglo XX. Si el siglo XIX estuvo determinado por grandes construcciones teóricas abarcadoras, que pretendían dar cuenta de la sociedad en la totalidad de sus aspectos, los padres fundadores de esas teorías son seguidos por los teóricos del siglo XX que se constituyen en formas parásitas de los mismos desarrollando algunos aspectos de las teorías fundadoras. Así, a Marx y su lectura del capitalismo le sucederá un Lenin que no producirá una nueva teoría sino que le agregara un ismo al pensamiento de Marx y al suyo propio constituyendo el marxismo-leninismo forma parásita (parafraseando a Sartre) del pensamiento fundador, al que solo agrega algunos aspectos (como la teoría del imperialismo, o del partido) y modificando o tratando de modificar la esencia transformadora del pensamiento del padre fundador. En el desarrollo de esta tendencia, los revolucionarios actuales son los nietos de aquellos hijos de los padres fundadores y se encuentran huérfanos de producciones teóricas heredadas como la pudieron tener sus padres. Hoy estamos en una encrucijada de la historia en la que se hace necesario el desarrollo de una teoría abarcadora del funcionamiento de la sociedad post-industrial, que aunque no arranca de cero, debe trabajar en la construcción teórica desde un profundo abismo que la separa de los grandes desarrollos del siglo XIX La crítica y la reflexión son los puentes con los que contamos para cruzar el abismo, la pregunta es ¿podremos? Hasta la próxima.

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