domingo, 17 de agosto de 2014

Los pibes chorros.

Desde hace mucho tiempo la sociedad se siente conmovida por la inseguridad. Es un tema que viene de lejos, tan lejos como la sociedad de clases. La existencia del delito esta intrínsecamente ligada a la división de la sociedad en clases poseedoras y clases desposeídas. Cuando uno escucha en la televisión un reportaje a un joven que se define como un pibe chorro y presta atención a la profundidad de su pensamiento, no puede menos que admirarse de como ese joven, que tiene poco recorrido por el sistema educativo formal, puede enunciar tan claramente la problemática de los marginados sociales. El joven dice, “un pibe chorro cuando sale a robar sale a recuperar lo que el porvenir le va a negar siempre”, e inmediatamente agrega, los pibes chorros no sienten que están robando, sus códigos morales son diferentes. Pensemos en un joven que cuando camina por las calles la gente lo esquiva como a ropa con piojos por ser “negrito” que en un país que como Argentina, donde no hay negros, tiene tal condición el que tiene la piel un poco más oscurita que el resto, o se viste con un look particular, vaqueros buzo con capucha y gorrita, lo cual hace que lo denominen como “gorrita”, que en la etimología de la clase media refiere al que sale a robar, el enemigo. Ese “gorrita” como dicen las señoras gordas que se sientan a tomar el té en la calle Florida, es alguien a quien el sistema le robó el futuro, lo despojó hasta de la más remota ilusión de tener una vida decorosa, donde pueda disfrutar de todo lo que la ciencia y la tecnología ha creado para el hombre y que la publicidad inunda el psiquismo con sus anuncios permanentes tales como “si querés tener un estilo de vida (burgués y opulento) debes tomar Gancia. Ese pibe chorro ha sido condenado mucho antes que la justicia de su fallo, y la condena es anterior a su nacimiento, y es una condena despiadada que lo envía de por vida a estar sumergido en la miseria y el abandono de una villa de emergencia, en una casa hecha con chapas o cartones, sufriendo frio en invierno y terribles calores en el verano. Es ese mismo sujeto que el taxista nos dice “estos tipos están como están porque son vagos, no les gusta trabajar, el gobierno les regala todo, se cuelgan de la luz, no pagan el agua, no pagan impuestos y tienen LCD y equipos de música en sus ranchos”, claro que cuando le preguntamos al taxista, y porque no te vas a vivir vos a una villa si es tan lindo, levanta la música y se va por la tangente del silencio. Decíamos que la sociedad de clases es una sociedad injusta, en la que unos viven en la opulencia y lo muestran y otros a veces no tienen ni para comer. Pero los primeros necesitan que alguien les limpie la mierda en sus casas y en la ciudad, necesitan ver que alguien es miserable para gozar de su misérrimo bienestar de clase media. Necesitan que los pobres hagan esos trabajos que ellos consideran degradantes y que además lo hagan por sumas miserables, y entonces sí, un pobre que se somete, que opera como el esclavo en Roma o Atenas, haciendo los llamados por los griegos trabajo corruptos, que ellos no quieren ni por asomo realizar, será un ciudadano honesto. Pero si ese pobre se revela, con las armas que tiene y sale a arrebatar, a cortar calles, etc., entonces es un “negro de mierda” delincuente que hay que sacar de la vista y hundirlo en las cárceles. Es cierto que en todas las sociedades de clases existieron pobres y ricos, pero el capitalismo ha exacerbado esas diferencias, ha llevado hasta el paroxismo la acumulación de bienes en manos de unos pocos (según algunas estadísticas el 1% de la población mundial es propietaria del 40% de todos los bienes que hay en el planeta) mientras que la inmensa mayoría se debate por lograr una comida diaria y trabaja por un dólar diario en condiciones miserables. La derecha política y económica arremete contra el gobierno acusándolo de la inseguridad, las clases medias acompañan ese movimiento especulativo y falaz con movilizaciones en las que claman por seguridad y contra la corrupción. Existen una serie de inexactitudes en este discurso, la primero y la más flagrante es que para algún sector de la sociedad argentina, sobre todo los que se encuentran dentro de la General Paz, pareciera que la inseguridad, como la inflación, la corrupción, son males de este gobierno, son males kirschneristas. Olvidó muy rápidamente los crímenes atroces de la dictadura, que asesinó a miles de militantes populares y olvidó la corrupción de muchos de los economistas neoliberales que saquearon al país para beneficiar a los grandes bancos (principalmente extranjeros) a los grupos económicos concentrados (como Tetchin, Loma Negra, Clarín, La Nación, etc.). Olvidó cuando veía a Neustadt y Grondona alabando al presidente privatizador que entrego el patrimonio nacional, destruyó la infraestructura ferroviaria, rifó el futuro de los jubilados con el negocio nefasto y fraudulento de las AFJP. Tanto durante la dictadura, como durante el menemato, esa clase media que hoy ataca al gobierno y clama por inseguridad y repudia la corrupción, fue cómplice de los desmadres de estos gobiernos disfrutando de la plata dulce, del deme dos que caracterizó a los argentinos en Miami, mientras los neoliberales destruían la industria, llevaban la inflación a las nubes y condenaban a la más abyecta miseria a miles de argentinos. La clase media reaccionaria argentina es muy desmemoriada (tanto que pareciera que tiene algunos síntomas de Alzheimer) se ha olvidado del año 2001 cuando fierros y cacerolas en mano arremetía contra los frontispicios de los bancos al grito de que le devuelvan sus ahorros en tiempos de Cavallo y el corralito. Ya no recuerda cuando arremete contra los piqueteros en nombre de su libertad de circulación, pidiendo que la justicia los penalice, la famosa consigna “Piquetes, cacerolas, la lucha es una sola”. El problema para estos sectores ideológicos que son portadores de un pensamiento simplista y que vociferan consignas al compás de las melodías reaccionarias que entonan los periodistas Lanata, Bonelli, Van Der Kooy, y algunos intelectuales que desde la izquierda han virado a posiciones discriminatorias y reaccionarias como Beatriz Sarlo, Martín Caparrós, Ernesto Tenenbaum, y tantos otros que han descubierto que el campo (la Sociedad Rural, las Confederaciones Rurales, etc.) es revolucionarias, y que lo hacen para tener la miserable popularidad de unos minutos en pantalla que satisface su egolatrismo y los conduce a su bancarrota ideológica. Lo más peligroso fue cuando esta clase media, en el más claro sentido de violencia nazi salió a linchar delincuentes, como si los males del país lo ocasionaran unos pocos jóvenes que salen a buscar la vida con el robo, el arrebato, las salideras, etc. La violencia que existe en Argentina es el producto de las campañas negativas de los medios de comunicación concentrados que estimulan a la gente a pensar que se está matando una persona por metro cuadrado cada minuto, cuando la realidad no es esa, ya que la violencia “criminal” en nuestro país es la más baja de América Latina y casi a los mismos niveles que la de EE.UU y Canadá. Cuando una sociedad promociona como sus valores más importantes el éxito basado en la posesión de cuerpos definidos por esa misma sociedad como ideales (llevando a las mujeres a atentar contra su salud para poseer esas lolas y colas que son la autopista rápida al triunfo,) , cuando una sociedad es indiferentes a la miseria de unos a costa de la opulencia de otros y naturaliza la existencia de la villa 31 junto a las fastuosas torres y edificios de Puerto Madero, cuando una sociedad insulta sin conocer a ciudadanos que bregan por la igualdad (como los porteños que hablan de esa “negra ladrona y corrupta de Milagros Salas sin conocerla, ni a ella, ni a su manera de pensar, ni a su obra) cuando hemos caído tan bajo para pensar que el delito y la inseguridad se resuelve con códigos penales más duros (cuando todos los datos científicos demuestran que en los países que tienen la más dura de las penas, la pena de muerte, el delito y la inseguridad, además de no decrecer, se expande a ritmo acelerado), cuando una sociedad se hace la distraída y mira para otro lado cuando economistas, periodistas, políticos, militares, religiosos, etc., que participaron en actos de corrupción y vandalismo a lo largo de toda su historia, está condenada a sufrir los mismos horrores una y otra vez. Si no ejercemos la memoria, el pensamiento crítico, como en España y muchos países europeos volverán los días de desocupación, la explotación y la miseria, volverán los descuentos a jubilados, la flexibilización laboral, la entrega de las empresas nacionales, la soberbia y el maltrato de las patronales capitalistas amparadas por la impunidad. No nos equivoquemos, la inseguridad no es que un “gorrita” (como dicen los burgueses reaccionarios) nos arrebate la cartera con unos miserables pesos, la inseguridad es la que espera a todos los trabajadores cuando la derecha se adueñe del estado y se lance voraz a arrebatar a los trabajadores lo poco que tienen. Son tiempos de cambio, y como todos los tiempos de cambio, los reaccionarios conspiran desde sus madrigueras de las manos de sus comunicadores favoritos, sus empleados del mes. Hasta la próxima.

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