lunes, 31 de marzo de 2014
La sociedad salvaje
En los últimos días asistimos preocupados a la aparición y desarrollo de lo que podríamos denominar la sociedad salvaje. Me refiero concretamente a los sucesos de “justicia por mano propia” ocurridos en diferentes puntos del país, Bs. As., Rosario, Rio Negro, etc.
Este eufemismo de los medios de comunicación no es otra cosa que la justificación de uno de los crímenes más crueles, viles y miserables que puede cometer un ser humano, el asesinato de personas a manos de una horda hambrienta de sangre, es decir que se cometen linchamientos.
Se trata de grupos de personas, que ante un hecho delictivo (real o supuesto) atacan a una persona y la muelen a golpes.
El salvajismo llega al punto que, en Rosario, un joven sospechado de haber robado una cartera, fue golpeado hasta morir, de tal manera que al llegar al hospital los médicos detectaron pérdida de masa encefálica.
La pregunta que nos hacemos es como gente “supuestamente” civilizada puede llegar a estos niveles de violencia, cometiendo un crimen tan aberrante como el que estamos narrando.
En segundo lugar nos preguntamos si es justificable esta conducta asocial y primitiva en grupos de personas.
Esas mismas personas, que asesinaron impunemente (ya que no creo que a ellas las alcance el “brazo de la ley” porque este delito ni siquiera será investigado) a este joven y golpearon a otros en diferentes lugares, son las que lloran dramáticamente, clamando justicia porque robaron o asesinaron a un familiar.
Donde se ubica la línea divisoria entre una muerte y otra, es menos crimen matar en patota y a los golpes a un joven que matar a un vecino a la entrada de su garaje.
Es tan injustificable la violencia de los jóvenes que salen a las calles en pos de robar y agreden o matan a un ciudadano, como la matanza de una persona porque comete delitos.
Me pregunto si los adalides de la mano dura con los delincuentes, como Masa, Macri y tantos otros, que envenenaron la cabeza de los ciudadanos con sus mentiras sobre el código penal y que llamaron a aumentar las penas contra los delincuentes, serán ahora consecuentes con su ideología de derecha y reaccionaria y saldrán a proponer proyectos para punir severamente a estos delincuentes que asesinan, cobardemente y en patota, jóvenes marginales porque arrebatan carteras,
Los medios tienen un tratamiento mentiroso de los hechos, porque antes de comenzar la crónica el cronista hace fe de su pacifismo y sentencia “no se puede justificar estos hechos….pero debemos comprender a los vecinos que están hartos de arrebatos, de robos de tanta inseguridad…”. Este latiguillo lo he escuchado una y otra vez en diferentes medios, aunque justo es reconocer que no todos los periodistas son iguales, están aquellos que leales a su profesión repudian sin dobleces los asesinatos de jóvenes.
Es común ver como los “periodistas” se esmeran para justificar el vandalismo de los asesinos, sin siquiera pueden emitir una autocrítica sobre el rol de los medios como fogoneros de ese vandalismo.
La emergencia de hordas asesinas en las calles de Argentina obedece en gran medida al envenenamiento de las conciencias, que en pos de un fin político y de intereses espurios, fogonean el tema de la inseguridad, haciendo aparecer en los noticieros como si se estuviera asesinando un ciudadano por segundo en las grandes ciudades.
Para desestabilizar al gobierno nacional todo es lícito, y eso es el punto de partida para desarrollar campañas de prensa que construyen una realidad de violencia inaudita que solo existe en la cabeza de los directores de los medios de comunicación interesados en deformar la realidad para poner sus medios al servicio de sus intentos desestabilizadores.
Los políticos, de los que deberíamos esperar mesura, sobre todos de los que se proponen como “estadistas” (Masa, Carrió, Macri, etc.) en lugar de tratar de hacer análisis medidos y constituirse en una oposición que crítica propositivamente, solo atinan a sumarse a la acción de los medios. Por momentos se nos envenena con la inflación, se nos impele a comprar dólares, se nos llama a luchar contra una supuesta corrupción generalizada en el gobierno (generalizada es poco porque si vemos a Van Der Koy, Lanata, Castro, etc. no existe funcionario ni acto de gobierno que no sea corrupto, y como hacen los medios, yo también usaré el latiguillo, “sin que esto sea negar la existencia de corrupción en algunos niveles de gestión del estado, tanto nacional, como provincial o municipal”), o como en este caso la inseguridad.
Cuando alguien dice, “sí, hay delito, pero en cualquier país del mundo hay arrebatos, robos etc.”, se lo ataca con que niega la realidad, y aparecen los argumentos que llevan a pensar la Argentina como el peor lugar del mundo, donde las personas son asesinadas por delincuentes feroces a mansalva a cada segundo en las calles infestadas de delincuentes.
Veamos el identikit del imaginario popular acerca del delincuente (en cuya formación los medios tienen un papel destacado). Es de tez oscura, vive en una villa, es drogadicto, no tiene moral, viola y mata, es asesino, roba para comprar droga, es delincuente porque es vago, no quiere trabajar, viste con rompevientos con capucha o con gorrito.
Este identikit hace que hasta los sectores cercanos económica, social y morfológicamente al mismo perciban a estos jóvenes como potenciales enemigos o asesinos y se ponga en marcha los mecanismos de racismo y segregación que tan profundo han calado en las conciencias de nuestros ciudadanos.
Cuando están matando a un joven, los asesinos, acaso se preguntan porque delinquió, toman nota de que la mayoría de estas personas no superan los 18 años, que recién están comenzando a vivir, consideran cual es la responsabilidad del Estado en todos sus niveles en la producción de la delincuencia, y más aún, piensan en su propia responsabilidad. Por supuesto que no, porque la acción asesina de algunos medios de comunicación, cómplices de estos sicarios en banda, se cuida muy bien de analizar estos y otros interrogantes que demostrarían que la inseguridad no es culpa del gobierno de turno, sino que es una consecuencia de la existencia de miseria y marginación de grandes capas de la población producida por las relaciones capitalistas de producción que injurian tanto a las víctimas como a los victimarios.
En un mundo en el que algunos poseen todo y la gran mayoría no posee nada, en el que grandes territorios del planeta han sido arrasados por el hambre y la miseria (como África);
en el que muchos de nuestros conciudadanos, que son seres humanos (a los mejor no lo pensaron los asesinos, pero esos jóvenes en conflicto con la ley son seres humanos y tan ciudadanos como ellos) son arrastrados por esta sociedad de clase a villas de emergencia en condiciones de vida infrahumanas, sin tan siquiera agua, luz, gas o cloacas, son perseguidos y marginados por una sociedad engañada por los infames medios de comunicación al servicios de los oscuros designios de la derecha reaccionaria, cuando a estos jóvenes no se les brinda igualdad de oportunidades ni la educación necesaria, ¿es tan raro que algunos de ellos delincan?.
La violencia nunca ha erradicado el delito, ni siquiera lo amengua, más bien lo incrementa, no son las cárceles la respuesta a la inseguridad, son uno de los motivos de la misma. Las penas con extinción de la libertad del ciudadano solo apuntan a eliminarlo físicamente del entorno social, no a modificar su conducta. Es lo mismo que los manicomios, en un momento se creía que los mismos terminaban con la locura y descubrimos que solo lograban encerrarla imaginariamente entre cuatro paredes, y digo imaginariamente porque nos dimos cuenta que la locura está en la sociedad y que el “loco” es tan solo un emergente que pone de manifiesto esa locura. Pues bien el delito es parte indisoluble de la sociedad de clases, el delincuente es solo un emergente que permite hacer creer que si lo eliminamos el delito desaparece, por eso en la sociedad capitalista actual las cárceles de los diferentes países se encuentran superpobladas y en aquellos en que las penas son más draconianas como cortarle las manos al ladrón, o directamente ajusticiarlo, el delito en lugar de amenguar crece y la inseguridad es mayor.
A los profetas del odio que nos quieren envenenar con sus mentiras de que hay que aumentar las penas para reducir la inseguridad debemos decirles que la inseguridad es consecuencia de las políticas sociales y económicas que ellos propugnan, defendiendo los intereses de los patrones agrarios que se enriquecen especulando contra el pueblo, de los empresarios corruptos que lucran con la especulación en los precios, de los banqueros insensibles e inmorales que hacen su diferencia especulando con la moneda y cobrando tasas de interés usurarias.
Lo único que garantiza una sociedad más segura, con menos delito, es la igualdad de oportunidades, la igualdad económica, la participación ciudadana, la libertad, todo ellos sobre sólidas bases éticas y morales que no son precisamente las que sostienen la sociedad capitalista actual en el mundo en general y en argentina en particular.
Hasta la próxima.
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