sábado, 18 de enero de 2014
Ser Humano
¿Qué es el ser humano, ¿las personas que habitamos este planeta tenemos alguna esencia común?, que somos en realidad, ¿animales evolucionados o algo distinto?
Muchas veces los grandes científicos de la historia se han realizado estas preguntas, y en general las respuestas son ambiguas, diferenciadas e inquietantes.
En primer lugar veamos el título de este artículo, “Ser humano”, ya en esa denominación encontramos ambigüedad, porque con la expresión podemos tanto referirnos al ser humano como característica de conducta, de funcionamiento de una especie determinada, pudiendo significar ser animal, ser cosa, etc., y por otro por otro lado la expresión refiere a una entidad determinada que son los seres humanos que pueblan el Planeta Tierra.
Los llamados seres humanos constituyen una de las tantas especies animales que se han desarrollado por medio de la evolución, si buscamos en nuestros ancestros podremos encontrar que entre nuestros ascendientes puede haber un humilde pececito o tal vez una ameba.
Nos diferenciamos tanto de un pez, como un pez se diferencia de un ave, pero tenemos en común con el pez y el ave un origen que se remonta a los inicios de la formación de nuestro planeta y al desarrollo ulterior de la vida en el mismo.
Solo luego de millones de años de evolución, llegamos a empezar a constituir una especie animal que comenzó a caminar por el planeta.
En un comienzo nuestros antepasados no se diferenciaban mucho del mono o de los antropoides que caminaron por el planeta después, más aún, algunas de las especies anteriores y en algún sentido precursoras del homo sapiens, como por ejemplo el hombre de neandertal, coexistieron con éste.
Si retomamos los trabajos antropológicos de Morgan, que luego sirvieron de base para el desarrollo del ensayo de Engels (1973) podemos considerar el valor que tuvo el momento en el que el homo sapiens bajó de los árboles y se internó en las sabanas africanas, debiendo, para poder aumentar la visibilidad, pasar a una posición erguida que le permitió liberar los miembros superiores y en especial el pulgar, constituyéndose la mano en una herramienta sofisticada de prensión y usos múltiples.
Galeno citado por Pinker afirmaba “que el hombre es capaz de asir toda clase de cosas, como si sus manos hubieran sido hechas para cada una de ellas”. Y agrega el autor del libro que las manos humanas pueden constituir un gancho que levanta objetos, tijeras que permiten tener cosas pequeñas entre los dedos, pinzas que permiten realizar operaciones muy precisas, cuñas de dos pinzas de movimientos laterales, tenazas que posibilitan sostener objetos, tenazas circulares para abrir frascos por ejemplo, o tenazas esféricas que sostienen objetos cilíndricos. Las manos son uno de los más prodigiosos miembros de los seres humanos, al liberar las manos el antropoide comenzó el lento camino de su trasformación en homo sapiens.
La pregunta es que otros fenómenos confluyeron en este proceso de mutación que se dio a lo largo de millones de años.
Dado que al poseer herramientas tan fantásticas como las manos le permitió a este animal construir toda una serie de elementos que posibilitaron ampliar los estrechos límites de su fuerza bruta, y a la vez, desarrollar una creciente especialización neuronal que implicó un crecimiento geométrico de sus facultades intlectuales, es muy posible aceptar la hipótesis de Marx respecto a que el nacimiento del hombre y por lo tanto lo fundamental de su naturaleza, lo que lo diferencia del resto de los animales, no tiene como punto de partida ni el lenguaje, ni la religiosidad o la posesión de la conciencia, sino que su fundamental diferencia con el resto del mundo animal reside en que él fue quien comenzó a producir sus medios de existencia, ello a partir de la particular organización corporal que fue construyendo con su existencia cotidiana a lo largo de los siglos luego que abandonara los bosques y por lo tanto su característica de mero recolector. Marx dice que “al producir sus medios de vida el hombre produce directamente su vida material” .
El punto más importante de descarga de la teoría marxista respecto al desarrollo del “ser humano” es que el acto más importante que lleva a diferenciar al hombre de las restantes especies que pueblan el planeta no está determinado porqué los hombres piensen sino porque son capaces de producir sus medios de vida.
Y digo el punto más importante de descarga de la teoría porque en la base del pensamiento de Marx encontramos como dato fundamental, el valor de la práctica en la estructuración de todo lo concerniente al ser humano. Es la práctica humana la que determina su conciencia y no al revés como pensaban los idealistas. Todas las formas de la conciencia son el producto de la práctica que realizan los seres humanos y que determinan la forma en que se organizan las condiciones de vida en cada sociedad.
Esas formas de conciencia serán productos que surgirán a posteriori, así irán apareciendo el lenguaje, la comunicación, la religión, la cooperación, la sociedad, y mutarán tanto en su forma y contenido a la vez que se irán produciendo nuevas mutaciones en este particular ser que comienza a dominar progresivamente porciones cada vez mayores de la naturaleza.
La otra ayuda que quiero convocar para establecer la diferenciación del hombre del resto de las especies animales es Castoriadis , quién descubre a través de largos años de reflexión y práctica investigativa, que el hombre tiene una característica diferenciadora adicional tan importante como la primera, pero a nuestro entender adquirida como consecuencia de ello. Nos referimos a la imaginación radical, la posibilidad que el ser humano tiene de crear ni cum nihilo, ni in nihilo, sino ex nihilo, es decir por fuera de la nada, de producir productos cuyos elementos no existen en la naturaleza, pero que una vez desarrollados por el hombre tendrán una importancia fundamental en el desarrollo ulterior no solo de la especie humana, sino también del propio planeta.
Para poder presentar la idea con mayor pragmatismo voy a recurrir a un ejemplo utilizado por el propio Castoriadis en su obra, me refiero a la creación de la democracia griega. La ciudad y la democracia no son productos naturales, son una creación ex nihilo de la práctica de los seres humanos, son formas estructurales que no podemos decir que pre existan en la naturaleza hasta que el hombre las inventa, constituyen formas de la materialidad de la vida humana que determinan el desarrollo y la organización de las sociedades futuras, al punto tal que, en todo el mundo esta creación tiene hoy plena vigencia y se halla densamente extendida en todo el planeta.
Una vez que este animal bípedo se hubo separado del resto de las especies animales y comenzó a controlar a todas las especies (o a aniquilarlas según sea el punto de vista), a partir de su práctica comenzó a desarrollar una serie de productos de conciencia que con el trascurrir del tiempo se naturalizaron. Uno de los ejemplos más palpables de uno de estos productos creados por la conciencia humana es (y en otros artículos de este blog hemos desarrollado este punto) la idea de Dios. Dios aparece como algo natural, como creador y parte de la naturaleza, pero no es más que un producto fantasioso de la conciencia humana, que frente a lo desconocido, frente a las fuerzas de la naturaleza que no controla, necesita calmar el miedo y la ansiedad que el despliegue de esas fuerzas majestuosas le produce. Todas las religiones (monoteístas, politeístas, etc.) tienen como punta de partida un creador del universo. Este Dios o Dioses tienen por lo general apariencia humana (aunque en algunas religiones tengan apariencia de otros objetos animados o inanimados de la naturaleza) y en las religiones más “evolucionadas”, que pasan de la multiplicidad de dioses a un único Dios creador, ese sujeto universal asume las características de lo humano y de las condiciones dominantes en la sociedad humana. Dios creó el hombre a su imagen y semejanza, dice la Biblia, pero en realidad lo que podemos constatar a partir de nuestra observación cuidadosa de los fenómenos histórico-sociales de los hombres, es que el hombre creó a Dios a su imagen y semejanza, y podríamos agregar que lo hizo a imagen y semejanza de las estructuras sociales y las formas de conciencia producto de esas estructuras sociales.
Todos sabemos que la primera gran revolución de la historia de la humanidad fue la abolición del derecho materno y la estructuración de la familia patriarcal.
A partir de la familia patriarcal, el hombre pasa a ser el centro del universo social, construyendo significaciones sociales imaginarias según las cuales lo masculino tiene una preponderancia fundamental en la base social con respecto a lo femenino.
Si bien en las religiones politeístas aun encontramos figuras femeninas en el concierto de deidades (que por cierto siempre tienen un rol subordinado entre los dioses) ello se debe, tal vez, a las reminiscencias que en el plano de la conciencia colectiva quedan por efecto de la preexistencia de formas femeninas correspondientes al derecho materno, que en los albores de la humanidad tuvo preeminencia en la organización social de los humanos.
En cambio el monoteísmo no tiene ambigüedades, existe un solo dios y todas las religiones monoteístas lo definen como masculino. El Dios de los cristianos, de los musulmanes, de los judíos, es siempre varón, correspondiéndose a la conciencia patriarcal reinante en todas estas civilizaciones que dieron origen al monoteísmo.
En Rosario existe un grafiti que dice “si Dios fuera mujer que escándalo existiría”, haciendo referencia, tal vez, a que la sociedad solo puede creer en una deidad masculina que determine el desarrollo más estratégico del universo.
Pero aun con toda su evolución y todas sus creaciones, que le permiten al hombre un dominio cada vez mayor de la naturaleza, con todo lo que ha realizado e intentado realizar para separarse del reino animal y configurarse en una especie diferente, el hombre no ha logrado despojarse de la carga agresiva y de la violencia que es parte de su naturaleza. El ser humano continúa siendo un depredador violento que no solo agrede a la naturaleza, que destruye no solo al resto de las especies animales y vegetales, sino que se ha manifestado como un violento depredador que se destruye a sí mismo.
En realidad la naturaleza humana nos revela la existencia de un ser primitivo y violento que aún no ha podido superar la infancia de su desarrollo, hace solamente unos miles de años éramos depredadores violentos e irracionales, aun continuamos siéndolo.
Hasta la próxima.
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