jueves, 28 de febrero de 2013
Kindergarten.
La política es una actividad que interviene directamente en la vida de los seres humanos, los políticos también.
Antes de sumergirnos en el tema del título queremos analizar algunas de las definiciones de política que encontramos.
En Wikipedia leemos “La política (del griego πολιτικος, pronunciación figurada: politikós, ciudadano, 'civil', 'relativo al ordenamiento de la ciudad') es una rama de la moral que se ocupa de la actividad, en virtud de la cual una sociedad libre, compuesta por hombres libres, resuelve los problemas que le plantea su convivencia colectiva, es un quehacer ordenado al bien común. Algunos autores presentan al uso legítimo de la fuerza, como la característica principal de la política. Siguiendo con esta definición la política es el ejercicio del poder que busca un fin trascendente. Esta promueve la participación ciudadana ya que posee la capacidad de distribuir y ejecutar el poder según sea necesario para promover el bien común .”
Una definición más cercana a la comprensión del hombre común nos dice: “La política es una actividad orientada en forma ideológica a la toma de decisiones de un grupo para alcanzar ciertos objetivos. También puede definirse como una manera de ejercer el poder con la intención de resolver o minimizar el choque entre los intereses encontrados que se producen dentro de una sociedad. La utilización del término ganó popularidad en el siglo V A.C., cuando Aristóteles desarrolló su obra titulada justamente “Política”.
El término proviene de la palabra griega polis, cuyo significado hace alusión a las ciudades griegas que formaba los estados donde el gobierno era parcialmente democrático. Cabe señalar que es en esta cultura donde intenta formalizarse esta necesidad humana de organizar la vida social y los gobiernos desde tiempos ancestrales”.
En la Argentina actual, cuando uno analiza la actividad de los políticos, tiene la sensación de estar en un Kindergarten, unos seres infantiles que juegan a trabajar para el bien común, pero que en realidad solo se prestan a un juego perverso cuyo resultado es el beneficio de los políticos y el perjuicio de todos los ciudadanos.
Si la política es una acción grupal orientada al logro de objetivos comunes, lo primero que hay que tener es claridad de los objetivos que tiene el grupo (partido político) y debe incluir es un programa de acciones a realizar para el logro de esos objetivos.
En la Argentina post-dictadura lo que se ha perdido es la noción de partido como asociación de individuos unidos por objetivos comunes y que persiguen como meta alcanzar el control del gobierno para llevar a la práctica esos objetivos, lo que implica dos nociones básicas, la de colectivo y la de participación. En la medida en que la noción de proyecto colectivo en nuestro país fue reemplazada por la del “jefe” o “caudillo”, que concita adhesiones a partir de su liderazgo carismático, el proyecto colectivo mutó a un proyecto de carácter individual (el proyecto del “jefe” o “caudillo”) y la acción política perdió otro de sus principios fundamentales, la puesta en acto de la acción crítica y participativa de los integrantes del colectivo.
En cualquier nivel de la acción política (en el nacional, provincial o municipal) o en diferentes organizaciones sociales como por ejemplo la Universidad, nos encontramos con esta ausencia de participación y capacidad crítica autocrítica. En general (salvo muy contadas excepciones) asistimos a un “jefe” que es el que dicta las acciones a seguir, en cuyo entorno se congregan un ejército de amanuenses que no se atreven a cuestionar al líder.
Si el líder es eficiente, si tiene objetivos precisos, si sus acciones son claras, es posible que se asista a un proceso progresivo en la gestión de las organizaciones. Si por el contrario, quien se encarama a la cúpula de las organizaciones políticas (y por ende del Estado) no tiene esas virtudes asistimos a debacles extraordinarias o a crisis sistemáticas.
Dos ejemplos de nuestra política grafican lo que intentamos expresar. En el caso del primer tipo de liderazgo podemos citar al kischnerismo (tanto Néstor, como Cristina), en el segundo caso son ejemplos claros Macri, en Bs. As., Bonfatti en Santa Fe, etc.
Un segundo problema de esta manera de realizar la práctica política es que en tanto los “políticos” no tienen a su cargo la gestión del Estado, creen que todo se puede decir y hacer, y sus prácticas y discursos se guían fundamentalmente por el no dejar hacer a quien está al frente de una gestión.
En los años de democracia podríamos decir que se ha construido un apotegma: “El que gana gobierna, y el que pierde crítica y se opone a todo, este bien o esté mal lo que haga quien gobierna”.
En el período histórico que se sitúa en las primeras siete décadas del siglo XX asistimos a la emergencia de un nuevo actor político, la izquierda, que se consolida como oposición al sistema capitalista en las décadas del 60´y comienzos de los 70´.
¿Qué es lo que diferenciaba a la izquierda de las organizaciones políticas burguesas, además de sus objetivos centrados en la lucha contra el capitalismo como sistema?
La apuesta de los actores de este espacio a la participación y a la crítica autocritica. Tan fue así, que la autocrítica se constituyó en una herramienta metodológica fundamental para la construcción de teoría social revolucionaria.
El resultado de este proceso, que alcanza su máximo exponente entre el último lustro de la década del 60´y el primero de los 70´es la existencia de casi doscientas organizaciones de izquierda agrupadas en tres corrientes fundamentales.
La izquierda tradicional, integrada fundamentalmente por los restos del Partido Socialista y el Partido Comunista Argentino de signo reformista y altamente burocratizado. Su principal objetivo era la conquista del gobierno a través de elecciones democráticas para realizar reformas sociales respetando las nociones básicas de propiedad.
La izquierda revolucionaria, conformada por los desprendimientos de los partidos de la izquierda tradicional y de algunos partidos burgueses como el radicalismo, el peronismo, etc., y entre cuyas organizaciones más significativas encontramos al Partido Comunista Revolucionario, el Partido Revolucionario de los Trabajadores, el Movimiento al Socialismo, Vanguardia Comunista y las organizaciones trotskistas como el Partido Obrero y otros.
Estos colectivos sostenían la necesidad de liberar a la Argentina de sus ataduras al imperialismo (Norteamericano fundamentalmente) y realizar una revolución democrática burguesa en camino al socialismo. Un rasgo diferenciador de la izquierda tradicional era que se elevaba a la violencia al nivel de único camino para alcanzar los objetivos revolucionarios, “la violencia es la partera de la historia” había dicho Marx, y los partidos comunistas tradicionales son los anticonceptivos, afirmó un conocido militante de este sector en una asamblea estudiantil.
Finalmente, producto del intenso debate que se daba en estas organizaciones, que implicaba una acción de lectura y estudio de clásicos como Marx, Engels, Lenin Trotsky y muchos otros, surgió la llamada izquierda socialista. Si bien acordaba con el grupo anterior con la noción estratégica de la violencia, consideraba que en Argentina la revolución burguesa había sido realizada durante el siglo XIX y que lo único que cabía era una revolución socialista y un gobierno obrero.
Pero lo que unía a todos los sectores de izquierda en la Argentina de los 60´y 70´era el debate sin concesiones, y la participación colectiva en sus organizaciones. Como dijimos la autocrítica con valor de herramienta metodológica sostenía una práctica de principios políticos. Por aquellos años era impensable actuar conjuntamente con la Sociedad Rural, los burócratas sindicales o los partidos burgueses. Las organizaciones de izquierda formulaban sus proyectos políticos y los sostenían en el tiempo.
Una de las críticas más temidas por los dirigentes era la de ”oportunismo” como desviación burguesa de la política revolucionaria. No era bien visto adecuar los principios y las alianzas a los intereses particulares de un partido, se sostenían alianzas de principios, no cualquier alianza.
El carácter caudillista de la política burguesa permeo también a las organizaciones de izquierda y el “oportunismo” de ser execrado pasó a ser una norma en las mismas. Veamos algunos ejemplos. En la discusión de la 125 las organizaciones de izquierda marcharon junto a las patronales agrarias cómplices de la dictadura genocida, en las movilizaciones de septiembre y noviembre de 2012 asistimos a la presencia en las mismas de organizaciones de izquierda con reaccionarios que defienden la dictadura militar como Cecilia Pando o fascistas como Biondini, entreverados veíamos a militantes del PRO (el partido de Macri) junto a militantes de organizaciones llamadas socialistas.
En los partidos de izquierda asistimos a liderazgos eternos que definen autocráticamente la línea del partido como Altamira en el Partido Obrero, Luis Zamora de Autonomía y Libertad, etc.
En otros sectores políticos encontramos al inefable Pino Solanas (cuyo paso por la política tiene como ventaja que filma menos de esas horrorosas películas que hacía) que en los dos últimos años califico a Elisa Carrió (la mesiánica líder de la derecha católica reaccionaria encarnada en la Coalición Cívica) y su partido de psicótica, derechista, y una multitud de apelativos más y hoy la ve como una fuerza progresista interesante para pensar en aliarse electoralmente con ella..
En el campo de los políticos burgueses vemos al líder de la derecha Macri rasgándose las vestiduras contra lo que dice es una “traición” a las víctimas de la AMIA y olvidándose que nombró jefe de la policía porteña a uno de los principales cómplices de encubrimiento del hecho, el Fino Palacios, frente a esto, tanto los dirigentes de la DAIA, como de la AMIA no le recuerdan a Macri estos hechos del pasado reciente resignando la crítica necesaria para conocer las causas de la tragedia..
Es que desde la oposición la única política es oponerse, no se enuncia ningún proyecto ni medida, salvo alguna orientada a hacer negocios como eliminar “futbol para todos” para que el futbol televisado sea negocio para algunos a costa de los intereses de todos.
Los opositores se oponen al llamado “cepo al dólar”, dicen que el problema de la economía es la inflación, que hay inseguridad, etc., ahora nunca escuchamos en un programa político, en un artículo periodístico, que quienes critican digan cómo solucionar estos problemas, más aún, solo a modo de ejemplo, el FAS critica la inseguridad a nivel nacional y en Santa Fe asistimos a constantes balaceras y jóvenes muertos en las luchas territoriales de las bandas narcotraficantes. Un comisario recientemente echado por supuestos vínculos con los narcos realiza asados de negocios los viernes en Fisherton (un barrio caté de Rosario) con jefes del narcotráfico protegido por las fuerzas de seguridad, según afirman vecinos del lugar, las 4x4 trafican droga impunemente por las calles céntricas de Rosario, según nos dijera un taxista que presencia diariamente estos hechos o los vecinos destruyen bunkers de venta de droga que son reconstruidos a los pocos días sin que la policía haga nada.
Otro ejemplo, Macri habla de la tragedia de Once y se rasga las vestiduras por la inacción estatal y la corrupción, pero nada dice de los edificios que se caen en Bs. As. por los mismos motivos.
Los radicales hablan de las malas políticas económicas, de la falta de políticas sociales, de luchar contra la pobreza, del mal gobierno, etc., pero no dicen nada de su paso por la gestión estatal (que dicho y sea de paso hace casi cien años que no terminan un mandato por su impericia para gobernar), que dejó muertos, represión, varias puebladas con saqueos a supermercados, los índices más alto de desocupación, pobreza e indigencia de la historia Argentina, etc.
Como decía al comienzo, los políticos en Argentina no han logrado promoverse del Kindergarten y los ciudadanos de a pie sufrimos su incompetencia.
Hasta la próxima.
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
No hay comentarios:
Publicar un comentario