lunes, 13 de agosto de 2012

El paro de los subterráneos y la pequeña burguesía porteña.


Es curioso ver a las señoras de la pequeña burguesía porteña protestar contra los trabajadores por el paro de subterráneos.
Esas mismas señoras, son las que, cacerola en mano, salieron a pedir dólares y acusar al gobierno de autoritario, los mismos que cantaban piquetes y cacerolas la lucha es una sola en el 2001, y poco tiempo después comenzaron a reclamar contra los piquetes en nombre de la libertad de circulación.
Son esas mismas señoras que se hacen cruces cuando ven a un pobre home less en la calle durmiendo en la boca de un subte, y aplauden a Macri en un auto de colección paseando por la autopista, riéndose de una manera tal de la gente, que uno se pregunta: ¿de que se ríe este tipo?. Y no se puede evitar ensayar como respuesta una especulación, se ríe de los miles de ciudadanos de Buenos Aires que sufren para llegar a sus trabajos, mientras el y su séquito de señoritos pasea tranquilamente por la ciudad.
Pero que Macri se ría de los porteños y los habitantes del conurbano, a los que somete a un martirio, producto de su incapacidad de resolver los problemas del transporte de Buenos Aires, no es solo un problema de él, sino de esas señoras y señores de la pequeña burguesía que ingenuamente compran el discurso de los medios hegemónicos que intentan culpabilizar del desaguisado del transporte público que hace el P.R.O. al gobierno nacional y a los trabajadores del subterráneo.
Los trabajadores solo luchan por sus derechos, o se olvidaron los señores pequeños burgueses porteños cuando golpeaban las puertas de los banco reclamando sus ahorros, pues bien así como ellos luchaban por sus derechos, el derecho a disponer de sus ahorros, los trabajadores de subterráneos luchan por sus derechos, aunque mas elementales y básicos, por son los derechos que tienen los trabajadores a tener un salario que les alcance para alimentar a sus familias.
No son los trabajadores los culpables del paro de subterráneo, son la empresa Metrovías, el Sr. Roggio y el Gobierno de petimetres del P.R.O., los trabajadores hacen lo único que saben hacer, defender su trabajo y sus condiciones de vida.
Porque el trabajo, no es, como decía la tía Veneranda, salud, muy por el contrario, el trabajo, bajo el modo de producción capitalista, es sufrimiento, hambre y miseria para los trabajadores, y los obliga a luchar permanentemente contra las patronales codiciosas, que para mantener sus privilegios y su dispendio en lujos y placeres someten a los trabajadores a condiciones infrahumanas, que solo dejan como camino, la protesta, aunque a veces esa protesta, moleste la vida cotidiana de los usuarios, porque Roggio se transporta en su “Limousine” y Macri y los miembros de su gobierno, se pasean en autos antiguos por las autopistas.
La ira no tiene que dirigirse contra los trabajadores, sino contra los auténticos responsables del conflicto, Roggio, Metrovías, Macri y el gobierno del P.R.O.
Es cierto que un ciudadano de la pequeña burguesía sufre las consecuencias del paro, pero ese ciudadano debe detenerse a pensar en las condiciones que trabajan los operadores del subterráneo, pasando la mayor parte de su vida bajo tierra, sin ver el sol, cobrando salarios miserables para engordar al avaro chancho burgués.
En el capitalismo, el trabajo es esclavitud, de ninguna manera es como rezaba el letrero que los nazis ponían en los campos de concentración “arbeit macht Frei”, “el trabajo hace libre” mientras los judíos eran sometidos a la peor de las esclavitudes y exterminados por el solo delito de tener esa creencia, de formar parte de un pueblo milenario que en la patológica mirada de la pequeña burguesía alemana aparecían como los responsables de los problemas que surgieron tras la desastrosa aventura bélica de 1914-1918, creencia desarrollada por la acción de la propaganda nazi, eran ellos y solo ellos, los culpables de las desdichas del pueblo alemán, mientras los auténticos culpables, los nazis, los Krupp y la gran burguesía se reían de la ingenuidad de esta pequeña burguesía que podía creerse las patrañas nacional socialistas y encima querer morir por un caudillo megalómano que los llevaría nuevamente al desastre.
Otro de los punto que quiero analizar es la curiosa acción de la izquierda contemporánea en nuestro país.
La izquierda argentina hace tiempo que ha perdido la brújula, y aquella ilusión de que la izquierda tenía un método de análisis de la sociedad se ha hecho añicos ante una realidad que persiste en desmentir esa hipótesis.
Para peor, la izquierda ha pasado de su actitud analítica de la sociedad, análisis que se basaban en principios metodológicos, éticos y solidarios, a una actitud propia de los partidos burgueses.
En lugar de analizar críticamente el desenvolvimiento de las fuerzas productivas y tratar de establecer escenarios posibles, orientando su acción política a desarrollar los mejores escenarios para los intereses de los sectores asalariados, la izquierda basa su acción en movimientos espasmódicos que no tienen explicación alguna.
Así vimos, durante el conflicto de la 125, a muchos sectores de la izquierda (aun los que se denominan marxistas) apoyando el lock out de las patronales agrarias, con la Sociedad Rural a la cabeza, la vimos junto a los caceroleros, o usufructuando el espacio mediático que les brinda el monopolio, que por supuesto no se ha vuelto de izquierda, sino que se aprovecha del afán mediático de los dirigentes de izquierda.
En sus apariciones televisivas los dirigentes “marxistas” se cuidan de criticar al monopolio mediático, y en no pocas oportunidades terminan siendo aplaudidos por los representantes del P.R.O. la máxima representación política de la derecha argentina.
Tal vez, si pretendemos llegar a la raíz del oportunismo y la ceguera de las sectas de izquierda, llegaremos a encontrar que en la base existe una interpretación incorrecta de la teoría del poder, y que al basarse en una teoría del poder hay plenamente superada, continúan viendo al Estado como el enemigo de los trabajadores.
En la década del 70´ los militantes de izquierda decíamos que el Estado era el aparato de dominación de una clase sobre la otra, con sus cuerpos armados, la policía, gendarmería y el ejército, podía reprimir a la clase trabajadora y al pueblo y defender los intereses de clase de la burguesía, que no eran otros que la explotación y el ultraje de los sectores sociales subordinados para poder acumular en forma desmedida riquezas que luego despilfarraba en el ocio y el vicio[i].
El poder de la sociedad burguesa residía en un solo lugar, estaba centralizado en el Estado, y por lo tanto, para construir una nueva sociedad había que remplazar el Estado burgués por un Estado nuevo, un Estado proletario.
Con el tiempo, Foucault de por medio, muchos sectores pudimos ver, que el poder no estaba centralizado en el Estado, sino que circulaba la sociedad, que en cada momento los actores sociales construían nodos de  poder, y que esos nodos cambiaban de valor de acuerdo a la configuración de fuerzas actuantes en la sociedad.
El Estado, lejos de ser el enemigo principal, podía en determinados momentos convertirse en una herramienta estratégica para mejorar las condiciones de vida y de trabajo de los sectores oprimidos, y el debilitamiento del Estado, lejos de favorecer el cambio social, por lo general implicaba un crecimiento de las fuerzas mas retrógradas de la sociedad (extremismo, fascismo, narcotráfico, etc.), de ello podemos aprender mucho en lo que pasó en la ex Yugoeslavia, en Albania, en Irán, en Afganistán, etc.
El estado puede instrumentar políticas sociales que sirvan de dique a la avaricia de los monopolios capitalistas, puede prevenir el deterioro creciente del medio ambiente, pude tener políticas de atención a los sectores mas vulnerables de la sociedad, ello, por supuesto, si el Estado se halla en manos de sectores que tengan estos intereses sociales.
La labor de la izquierda es por lo tanto apoyar y favorecer a aquellos gobiernos que instrumentan políticas progresivas, orientadas a disminuir la fragmentación social.
En el conflicto de subterráneos, la izquierda juega enarbolando una bandera de los dos demonios, está contra el macrismo y contra el gobierno nacional.
Al no identificar el enemigo fundamental, estos sectores que tienen una debilidad política endémica, terminan apoyando a la derecha y su corte de señoritos que pasean en elegantes autos antiguos mientras la gente sufre la falta de medios de transporte.
Es hora de repensar la acción política, desde una perspectiva que nos permita asumir la consigna “el presente es de lucha, el futuro es  nuestro.”
Hasta la próxima


[i] Por supuesto que muchas de estas ideas son correctas pero en el marco general de la política de izquierda pierden credibilidad

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