martes, 14 de febrero de 2012

Porque no soy kirschnerista.


Muchas veces me he preguntado acerca de mi identidad política, aun cuando era joven pensaba que debía pertenecer a algún colectivo político.
Luego, con los años, y algunas lecturas, comencé a desarrollar la idea de que, la pertenencia a algún partido político es un corsé al pensamiento.
De alguna u otra manera, los grandes pensadores en el campo de la lucha de clases, cuando desarrollaron su obra mas profunda,  estuvieron generalmente mediados de las estructuras partidarias y de la acción directa, porque no participaban en las mismas o porque no podían tener la libertad de participar por estar el exilio o en la cárcel.
En el último caso estoy pensando en la vida de Antonio Gramcsi, ya que su mayor obra intelectual esta reunida en los llamados “Cuadernos de la Cárcel” en la que pasó la mayor parte de su vida. En la historia del movimiento obrero existen pensadores importantes como Antón Panakuec, Sylvia Pankhurst, Alejandra Kolontai, Aleksandre Chliapnikov y tantos otros pensadores que se reunieron en una corriente de pensamiento denominada “La oposición obrera” y que al igual que Rosa de Luxemburgo tuvieron que enfrentar el autoritarismo de Lenin, dentro del movimiento bolchevique.
En nuestro país y en el campo de la Psicología, tenemos uno de los ejemplos mas  interesantes de personas que, para poder desarrollar un pensamiento crítico tuvieron que romper con la estructura partidaria del Partido Comunista, el mas insigne es tal vez José Bleger, expulsado del partido por haber osado editar un libro, “Psicoanálisis y dialéctica materialista”, en tiempos en que el Psicoanálisis para lo marxistas ortodoxos, como Jorge Thenon, era sinónimo de pensamiento burgués.
No fue el único pensador expulsado del partido, los “Cuadernos de pasado y presente”, una publicación rupturista con el pensamiento ortodoxo marxista, pudieron ver la luz porque Pancho Aricó y Juan Carlos Portantiero se vieron obligados a emigrar del Partido Comunista, por la opresión reinante dentro del mismo, lo que les impedía directamente poder pensar.
El estar participando de una estructura partidaria, obliga al sujeto a acomodar su pensamiento a lo que el partido dice, y esto no es solo una ley que vale para el Partido Comunista, casi todos los partidos de izquierda sufren el mismo efecto.
Retomando la famosa frase de Rosa de Luxemburgo en la que dice que (cito de memoria) la dictadura del proletariado es la dictadura de un sector de la sociedad sobre toda la sociedad, y dentro del proletariado, la dictadura de un sector del mismo, el partido, sobre toda la clase, y dentro del partido, la dictadura de un grupo, el comité central, sobre todo el partido, y dentro del comité central la dictadura de un hombre sobre todo el comité, Ud. camarada Lenin, aunque Rosa no lo haya explicitado, esto es la consecuencia de una concepción autoritaria y dictatorial, sobre la cual se construyeron todas los partidos de izquierda, el famoso centralismo democrático, que en los hechos no es otra cosa que la sumisión de todos los militantes partidarios a la dirección y en general a algún miembro carismático de la misma.
En las formaciones políticas de izquierda, es frecuente encontrar una serie de figuras que destruyeron todos los ideales y aspectos progresivos y críticos del pensamiento socialista y anarquista, y que se acentuaron una vez que los partidos revolucionarios tomaron el poder por medio de la violencia, como ocurrió en Rusia, China, Vietnam, Cuba y tantos otros.
En Rusia, no fue solo el Estalinismo el que produjo el genocidio del partido bolchevique, que cobró la vida de grandes revolucionarios como Trostky, Kamenev, Sinoviev , Bujarin, Kirov y tantos otros, sino la estructura política que se vertebró después de octubre y que había sido anticipada por Lenin en el “Que hacer”, “El Partido, problemas de organización” y el “Izquierdismo, enfermedad infantil del comunismo”.
La tesis fundamental consistía en que en tiempos convulsionados, el partido debía tener una estructura clandestina y gran ejecutividad, por lo tanto las líneas políticas generales se resolvían en los congresos partidarios y en el espacio entre congresos las decisiones las tomaba el Comité Central.
Una figura fuerte y decidida al interior de las estructuras políticas, puede imponer las ideas, y como generalmente ocurre, sin debate.
Acaso no fue lo que ocurrió con Lenin, cuando resolvió la represión de Kronstadt, al sublevarse los anarquistas contra el centralismo autoritario de lo bolcheviques o cuando los conservadores de ese partido clausuraron la obra de Vera Schmidt  en el Hogar de niños de Moscú 1925, o la represión que significó la Revolución Cultural de Mao Tse Tung (o Mao Zedong) tan solo para afirmar el poder del líder, o los fusilamientos del General Ochoa, El coronel De La Guardia, el Capitán Jorge Martínez y Amado Pradón en La Habana acusados de narcotráfico, curiosamente  luego que Ochoa criticara ácidamente a los hermanos Castro en una fiesta privada.
En nuestro país tenemos figuras paradigmáticas que se sustentan o sustentaron eternamente en la conducción de partidos de izquierda como la de Américo Ghioldi en el Partido Socialista, Victorio Codovilla en el Partido Comunista, Jorge Altamira en el Partido Obrero, Otto Vargas en el Partico Comunista Revolucionario, Mario Roberto Santucho en el Partido Revolucionario de los Trabajadores o Mario Firmerich en el grupo Montoneros. Todos ellos y tantos mas se encaramaron en las organizaciones políticas, expulsaron a los que no pensaban como ellos, arrasaron con el debate interno e impusieron férreas disciplinas partidarias que inviabilizaban el disenso al interior de sus organizaciones.
En estas formaciones, se define autoritariamente una línea política que luego los militantes reproducen sin someter a la crítica. A lo largo de la corta historia de la izquierda revolucionaria en nuestro país, que surge por desprendimientos de los partidos de izquierda tradicional en las décadas del cincuenta y sesenta, se pueden observar una infinita multiplicidad de rupturas de esas organizaciones y el surgimiento de nuevas sectas mas pequeñas, a tal punto esto es así, que existe un viejo chiste que afirma que se necesitan tres personas para formar un partido de izquierda, uno es la base que se van a disputar los otros dos  en la ruptura.
Existe un hecho contrastable con los datos de la realidad, ninguno de estos partidos obtuvo en la historia electoral de Argentina más del cinco por ciento de los votos[1], es decir que en 60 años estos partidos no han contado con el apoyo popular en elecciones representativas. Su incidencia fue mayor en momentos de dictadura, y sobre la estructura sindical, como el caso de la dirigencia clasista de Córdoba con Salamanca, Flores, Páez, Tosco u otros dirigentes, muy contados, como Pichinini en Santa Fe u Ongaro en la CGT de los Argentinos.
Esta ausencia de apoyo popular nunca es explicada por los militantes, sencillamente porque no es discutida al interior de las organizaciones, y si alguien plantea el debate es expulsado, el centralismo democrático es el reino de la opinión única.
La actividad de debate se remite a discutir la línea política elaborada por la dirección y a tratar de memorizar los argumentos que en la misma se desarrollan.
¿No es acaso extraño para un militante de un partido de izquierda estar en un acto de las patronales agrarias?, las mismas que participaron en el genocidio de los setenta, o Ud. ¿no pensaría que algo anda mal si apoya a dictadores asesinos o genocidas como Saddam Husein o Muammar Al Khadafi, o a algunos regímenes teocráticos y reaccionarios del mundo árabe como el de Irán?; o no le produciría algo de “cosita”, estar en la Plaza de Mayo vivando al genocida Galtieri cuando la toma de Malvinas o afirmar que Videla era un general democrático porque la línea del partido debía estar en sintonía con la de Moscú.
Si Ud. participa de una estructura política es muy probable que su capacidad crítica se atenúe, será crítico con los que no forman parte de esa estructura política, pero será acrítico con lo que ocurre al interior del partido. Esta es una de las razones (no la única) por la que esas formaciones no se desarrollan, no tienen retorno de sus ideas, si la sociedad no los sigue, la que está equivocada es la sociedad, hay que trabajar para que cambie y acepte la línea del partido como la verdad revelada.
Y esto no es solo por una cuestión de autoritarismo, de miedo a ser segregado[2], es un problema teórico que, sin ánimo de publicitarme, tratamos, junto a Emilia Domínguez Rodríguez, de desarrollar en nuestro libro “Universidad y poder”[3].
El punto de descarga fundamental de la teoría marxista de la toma del poder, desarrollada con mayor extensión por Trotsky y Lenin reside en la cuestión de la conciencia. Toda la teoría marxista es una construcción dual del hombre, en ella se notan muy claramente las ideas de espíritu[4] y de la concepción sustancialista de la conciencia.
Para ellos existe una conciencia proletaria, revolucionaria que reside en la clase obrera, esa conciencia liberadora es la que le permitirá a la clase trabajadora acaudillar al resto de las clases para llevar adelante la revolución social. El problema surge cuando se intenta definir como se produce y como se enuncia esa conciencia y en segundo lugar quién es el enunciador.
Lenin resolvió este problema estableciendo que si bien la conciencia de clase reside en la clase obrera, son los intelectuales pequeños burgueses, que mediante una operación de desclasamiento, abandonan sus propios intereses de clase y asumen los de la clase obrera.
Por lo tanto, la conciencia sería una sustancia que se encuentra encarnada en el ser obrero. No pueden existir diferentes formas de conciencia proletaria, solo hay una, la conciencia revolucionaria, y el enunciador, el pequeño burgués desclasado, al realizar la operación de enunciación, se convierte en la conducción de la clase.
La pregunta siguiente sería como sabe el enunciador que su enunciado es correcto, pues muy sencillo, porque siendo marxista tiene la herramienta para hacerlo. El marxismo no es solo una ideología, es a la vez un concepción del mundo y un método científico, ya Engels lo había afirmado en “Del socialismo utópico al científico”, por lo tanto un marxista que aplica las reglas de método científico hará un análisis correcto de la realidad, el marxismo se convierte en la palabra científica que le permite a sus seguidores saber que están en el camino correcto, cualquier semejanza con la Biblia o el Corán es pura casualidad.
No se trata de verificar, de investigar, de someter a la crítica nuestras ideas y presupuestos, sino de creer, porque si yo tengo un método científico y lo aplico con corrección, el resultado es la producción de conocimiento científico, cualquier semejanza con el positivismo decimonónico y la noción del método ars evidendi de esa corriente epistemológica es pura casualidad.
Entonces, a pesar de todas las cosas importantes que se han hecho en los últimos años, fundamentalmente en la política de Derechos Humanos y libertad de expresión, a pesar de gozar el país de una libertad de cuestionamiento y crítica inédita, aun cuando creo que estamos ante una política de Estado que intenta proteger a los ciudadanos mas vulnerables, y un gobierno encabezado por una estadista de la talla de Cristina, de saber que se han hecho leyes muy progresivas como el matrimonio igualitario y la ley de medios y se ha juzgado a los militares responsables del genocidio y se está comenzando a juzgar a sus cómplices civiles, no puedo ser kirschnerista.
Porque me considero un intelectual libre, porque como Castoriadis espero el desarrollo de una sociedad autónoma, donde la palabra de cada uno tenga igual valor, donde no busquemos padres fundadores y pensemos que cada día estamos refundando la sociedad, construyendo nuevas normas entre todos, donde no sea tabú estar a favor de la despenalización de la droga o del aborto, en la que no haya ricos tan ricos y pobres tan pobres y todos tengan lo fundamental para la vida (casa, alimento, educación, esparcimiento, libros, etc.), donde exista libertad de iniciativa, y donde se respete el derecho de cada ciudadano a encarar la aventura de ser, como decía Mafalda, el Gerente Ejecutivo de su propia personalidad, por todo ello no puedo ser kirschnerista, porque no puedo integrar estructuras limitantes como las de los partidos políticos.
Hasta la próxima.


[1] Salvo en algunas elecciones regionales como en Salta o Capital Federal en las algún partido de izquierda obtuvo un porcentaje mayor.
[2] Sobre este tema, que e vincula a la cuestión de la libertad recomiendo el artículo del suplemento Tiempo de Ocio y Relax en el que se hace una recensión del libro “Te atreves a ser libre” de Alejandro Borgo, Planeta 2011.
[3] Bonantini C., Domínguez Rodríguez E. (2006) Universidad y poder. Editorial Fundación Ross. Rosario.
[4] Marx y sus seguidores siempre sostuvieron la noción de espíritu.

1 comentario:

  1. Con "no Kirchneristas" como vos, a Cristina no le hacen falta los Kirchneristas.

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