viernes, 9 de diciembre de 2011

Discurso y poder. Los usos intelectuales de los intelectuales del poder.


En esta comunicación quiero que reflexionemos un poco más sobre la íntima relación de los intelectuales y el poder[1], profundizando los usos intelectuales que al no poder desmarcase de sus ideologías o intereses tratan de justificar lo injustificable
Recordemos el concepto de intelectual en el sentido de considerarlo como alguien que vive del pensamiento, que ejerce la reflexión crítica autocrítica.
Un verdadero intelectual es un impugnador de lo existente, alguien que llega a impugnar sus propios dichos y conceptos porque su rol es, como dijimos arriba, la reflexión crítica autocrítica.
Cuando el intelectual deja de revisar sus propios conceptos y adhiere mecánicamente a lo que dijo o a los intereses que representa, deja de serlo, pasa a ser un escriba de los intereses a los que se ha abonado.
Voy a tomar algunos ejemplos paradigmáticos, intelectuales y políticos, que ponen de manifiesto estos usos justificadores de los intereses que sustentan.
Fernando Iglesias, que en realidad es un simple político de baja monta aparentando ser un intelectual, dijo en un programa televisivo que la crisis Europea es una crisis de éxito, comparando Europa con la Argentina, que en su acrítico seguimiento de la Gurú del fracaso nacional (Lilita Carrió) marcha indefectiblemente al desastre.
El razonamiento de Iglesias pareciera decir que en algún momento la Argentina va a entrar en crisis, ahora, en un año, en diez años, y por supuesto, tiene altas posibilidades de atinar, ya que el capitalismo es un sistema económico cíclico que se desarrolla de crisis en crisis, solo habría que informarle a Iglesias que la distancia entre ciclo y ciclo es variable y responde a una multiplicidad de factores económicos, sociales, psicológicos, ambientales, etc., que hacen que la predicción de las crisis sea muy problemática. Por ejemplo si algún economista hubiera afirmado en 2002 que la Argentina iba a tener diez años de crecimiento positivo seguramente se hubiera constituido en el hazmerreír de sus colegas. Estimado Iglesias cuidado, puede envejecer anunciado crisis que nunca lleguen.
Además no existen crisis de éxito y crisis de fracaso, las crisis siempre implican una convulsión en los sistemas sociales, en ellas hay ganadores y perdedores, en ellas hay reparto de los activos sociales y económicos; y mucho sufrimiento de los seres humanos, sino que Iglesias le pregunte a los griegos como están, si están desbordantes de éxito. Como su jefa, augura lo que no es, total no tiene nada que perder, lo que sí es seguro que Iglesias tampoco tiene nada que aportar a la sociedad, salvo su cuota de soberbia gigantesca. Le recuerdo que Carió en un disparate similar dijo que en el bicentenario la gente salía a la calle con alegría y felicidad porque estaba mal, claro cuando Cristina sacó el 54% no se animó a repetir el dictamen, hacer el ridículo dos veces es mucho, aunque la Coalición Cívica y sus líderes ya se han acostumbrado al ridículo, sobre todo con el 2% de los votos en octubre luego de ser la segunda minoría en el 2009.
Dejemos a Iglesias y su idea de que si él iba en segundo término en la lista de diputados de la Coalición Cívica las masas iban a votar a este partido masivamente, y pasemos a un intelectual adherido al pool de intelectuales de los grupos monopólicos mediáticos, Roberto Gargarella, Jurista y Filósofo. Titular del Seminario de Teoría Institucional y Filosofía Política quien en Clarín del  8/12/2011 decía y cito textualmente:
“Las unidad del discurso puede ser entendida en determinadas organizaciones jerárquicas (desde las Fuerzas Armadas a una empresa), pero es más riesgosa en una institución conformada por investigadores”.[2]

Es curioso que una persona que dicta un seminario de Teoría Institucional no sepa diferenciar entre organización e institución. Confunde ambos términos y los utiliza sin rigor conceptual. La institución es la carga normativa que atraviesa las organizaciones, una institución es aquello que se instituye y que por la fuerza de la institucionalización determina las conductas y acciones de los miembros de una organización, que a la sazón es la base material en las que circulan las instituciones. La salud en una institución que determina el funcionamiento e diversas organizaciones tales como el hospital.
Es correcto hablar de organizaciones jerárquicas, pero es incorrecto decir que existe una institución conformada por investigadores, ello es una organización.
Pero lo preocupante de Gargarella no es esto, sino lo que afirma y lo que oculta. Ubiquemos al lector, el CONICET (Consejo Nacional de Investigaciones  Científicas  y Técnicas) dictó una resolución en la que solo puede hablar en nombre de la organización quien es su representante. El resto de sus integrantes habla en nombre propio como integrantes del organismo. Esto es una cuestión de la organización discutible pero organizacional.
Lo grave es que Gargarella dice que la unidad de discurso es aceptable en determinadas organizaciones tales como las fuerzas armadas o las empresas. Pregunto porque las FF.AA y las empresas tienen que tener unidad de discurso, y no el CONICET. Si extendemos a toda la sociedad, este concepto democrático y antiautoritario, deberíamos negar a las empresas la posibilidad de tener un discurso organizacional único y permitirles a sus trabajadores que hablen en nombre de la empresa. Desde un punto de vista económico ellos son más dueños de las empresas que sus propietarios, porque ellos son los auténticos creadores de valor en las organizaciones.
En el sistema capitalista las organizaciones son jerárquicas, ello significa que sus actores  tienen asignación de roles y funciones de acuerdo a su estatus organizacional que ocupan. El CONICET es una organización jerárquica, tanto como las FF. AA. o las empresas.
Veamos una cuestión fundamental en el funcionamiento del CONICET, para entrar a la carrera del investigador científico de esta organización, los jóvenes, deben presentarse a un concurso en el que entregan sus antecedentes, un proyecto de investigación y proponen un director. Si ingresan luego de pasar la prueba de evaluación en la que dictaminan pares expertos sin otro límite que sus antecedentes y su criterio (a veces muy arbitrario) deben investigar bajo las órdenes de su director. El dirigido se debe subordinar al director si quiere proseguir su carrera hasta que se lo autorice a no tener director y allí el podrá llegar a ocupar el lugar de poder que se les reserva a los investigadores formados. Pero para ello deberá ser obediente de lo que su director diga durante varios años. Le pregunto a Gargarella ¿acaso esto no es una organización jerárquica?, ¿no es acaso una organización más jerárquica que algunas empresas?.
En este marco, la determinación del presidente del CONICET va en línea con la organización jerárquica a la que representa y constituye una manera de ordenar la representación de la misma. Ello implica que en el CONICET no haya pluralidad de opiniones, no lo creo ya que en el mismo hay investigadores de todos los sectores políticos y sociales que expresan sus opiniones en los diferentes foros científicos y en la sociedad civil sin ningún tipo de restricciones.
De lo que habla el comunicado es de la unidad del discurso oficial, el resto de los discursos que atraviesan a la organización continúan siendo plurales. Muy distinto a lo que pasa en los medios monopólicos (que son empresas) a los que Gargarella les otorga el derecho a ser jerárquicos. Allí la unidad de discurso organizacional existe, y vaya que existe, nadie puede, no solo opinar en nombre de la empresa, sino no se puede opinar en nombre propio (y esto si es peligroso porque los medios son formadores de opinión, cosa que Gargarella no dice) sino son despedidos como ocurrió recientemente a un periodista cultural de La Nación por elogiar a la película sobre Eva Perón.
Otro ejemplo de un uso confabulativo de ciertos intelectuales, que lo vemos en las críticas al Instituto de Revisionismo Histórico creado por el gobierno.
Vamos por partes, pretender que la historia es objetiva es un disparate, alguien dijo alguna vez muy ácidamente que la Historia es una novela con pretensiones de Ciencia. La historia es un ejercicio de la memoria, y como toda memoria es una reconstrucción, no son los hechos tal como ocurrieron sino una reconstrucción de esos hechos realizados por una persona, en un contexto diferente y por lo general en un tiempo distinto, que además de escribir es una intelectual que adhiere a determinadas corrientes políticas y de pensamiento, y lo quiera o no cuando reconstruye agrega notas a la escena que dibuja. El “historiador” es una escritor que tiene el derecho de incluir y excluir de su obra lo que se le plazca, en definitiva es su visión de la historia, y es un error hablar de verdades históricas (estas si constituyen instituciones) porque cuando un relato adquiere fuerza de “verdad” está respondiendo a los intereses hegemónicos de la sociedad, se está instituyendo como relato de verdad y pasando a ser una institución que modela la mirada de esa generación respecto a los hechos.
Crear un Instituto de Revisionismo Histórico no es más que un acto político, un acto de poder, que intenta dar mayor espacio a una mirada específica de un sector social respecto a lo acontecido en un espacio territorial en el pasado.
Puedo no acordar con la opinión de Pacho O’ Donnel sobre Rosas, para mi Rosas fue un tirano oscurantista que retrotrajo la enseñanza a los formatos coloniales negando la enseñanza de las ciencias en la universidad y permitiendo solo las carreras de Derecho, Medicina y Teología, pero eso es parte del debate sobre la historia, lo que no puedo negar es el derecho de este intelectual a hacer la Historia  que pretende y a crear una organización que agrupe a los que piensan como él. Eso sí que sería ser autoritario, debatir por medio de la exclusión física, que tanto dolor trajo  los argentinos en el pasado.
Otro ejemplo es el inefable Pepe Eliaschev, este ganso vestido de periodista inteligente conmueve por la estupidez crónica de sus comentarios. En el programa de Leuco afirmó que existía más inseguridad por el crimen de cuatro mujeres y acometió contra uno de los mayores juristas de nuestro país, Zaffaroni. Don Pepe, la inseguridad es un problema eterno en la sociedad de clases, pero querer hacer pensar que porque hay crímenes hay más inseguridad es una tontería. Hay crímenes pasionales, crímenes económicos, crímenes sociales, genocidios, no todos los crímenes son responsabilidad del gobierno, o de la falta de políticas de seguridad, sino caeríamos en que el mundo es inseguro, hasta en Suecia hubo un magnicidio, en EE.UU. hay crímenes a mansalva, lo único que le pido es que trate de ser un periodista opositor serio y no un papanatas diciendo tonterías, y se lo digo con el derecho que me da ser un ciudadano al que sus dichos ofenden en su inteligencia.
Como vemos existen usos justificadores de ciertos intelectuales que detrás de una máscara de progresismo tratan de construir los escenarios que les interesan a los medios hegemónicos de poder, nuestra obligación social es debatir con ellos y producir un efecto de visualización de este entramado político-intelectual-periodístico para que todos podamos tener un pensamiento auténticamente autogestionario.
Hasta la próxima


[1] Intelectuales, política y poder. Publicado l 13/06/2011 en este blog
[2] Gargarella R. Jurista y Filósofo. Titilar del Seminario de Teoría Institucional y Filosofía Política. Clarín del  8/12/2011

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