Que la formación universitaria está en crisis no es un dato nuevo. Todo el sistema universitario argentino se encuentra en tela de juicio. Que calidad de formación dá el sistema, los modelos formativos son los más adecuados, los profesionales que egresan de la universidad son idóneos, tienen las herramientas adecuadas para ejercer su profesión son algunos de los interrogantes que escuchamos a diario dentro y fuera de la Universidad.
En esta comunicación trataremos de exponer algunas ideas para empezar a discutir la transformación universitaria necesaria en nuestro país.
En primer lugar creo que los universitarios debemos poner en la agenda de discusión todos los temas sobre los que se interroga la sociedad civil, aun temas muy caros a nuestro desempeño, como lo son las características de la autonomía universitaria, la libertad de cátedra y la periodicidad de la misma.
La estructura universitaria argentina que, en otro momento histórico era un orgullo nacional, que tuvo épocas en que los profesionales egresados de sus claustros eran reclamados en los países más desarrollados por la excelencia de su formación, hoy muestra falencias importantes en diferentes campos de la misma.
Aun cuando cuente con profesionales altamente calificados, producto de la formación recibida en épocas pretéritas, la universidad no forma de acuerdo a las necesidades sociales que requiere el mercado profesional actual y la sociedad en su conjunto.
Más aun, no brinda la formación necesaria en áreas tan sensibles como lo son la producción de conocimientos, el perfil de sujeto profesional desde un punto d vista ético, etc. Esto es constatable, lo vemos en la cantidad de problemas que surgen a diario en el ámbito de lo social, caídas de edificios, juicios por mala praxis a médicos, psicólogos, etc., carencias en el ámbito de los recursos humanos en las empresas, falta de una mirada crítica en la atención de las grandes corporaciones, bajos índices de producción científico tecnológica que se evidencian en la cantidad de patentes que anualmente tiene el país, falta de expertos en el diseño e implementación de planes de salud, planes de asistencia social, déficits de economistas formados para atender a los grandes desafíos del capitalismo globalizado, etc.
Si tomamos como indicador la posición que tienen las diferentes universidades de la Argentina vemos que ocupan lugares muy lejanos a los primeros en los mismos, la Universidad de Buenos Aires, la más importante del país aparece en el puesto 270 (entre 700) del QS World University Rankings.
Se nos podrá decir que estos rankings tienen deficiencias, que miden según criterios de los países desarrollados, etc., pero lo real es que la calidad de nuestra mayor y más importante Universidad está muy lejos de lo que debiera ser.
La pregunta es porque, el otrora sistema universitario argentino, prestigioso en el mundo, que diera al país cinco profesionales galardonados con el premio Nobel[i], que tuvo la primera computadora para usos científicos cuando Manuel Sadosky puso en funcionamiento a Clementina en la U.B.A. en 1959 y que operara entre 1961 y 1971, antes que algunos países desarrollados y que posibilitó tantos otros logros e inventos como la birome, la tracción a las cuatro ruedas, etc. , cuyos profesionales eran reclamados por los mejores centros de investigación mundial, que creó el 5/02/1958 por ley 1291/58 el CONICET (Consejo Nacional de Investigaciones Científico y Técnicas) cayera tanto en eficiencia y calidad.
Existen razones de índole político ideológico como las sucesivas intervenciones de la constitucionalidad por los militares que sistemáticamente intervinieron las universidades desalojando de los claustros a los mejores investigadores y docentes[ii], no invirtiendo en Ciencia y Tecnología, obligando a nuestros mejores intelectuales y científicos a emigrar para evitar la represión sangrienta, y razones instrumentales, la falta de continuidad a proyectos y programas de investigación y de procesos docentes como consecuencia de esas interrupciones violentas que perpetraron los golpes cívicos militares en argentina y que llevó a 30.000 muertos y desaparecidos en la última dictadura, la falta de proyectos políticos académicos en materia de investigación y formación etc.
En este último ítem es en el que me quiero detener, desde 1984 la universidad argentina goza de continuidad de gestión representativa y autonomía de funcionamiento y desde 1995[iii] tiene una ley de educación superior que puede ser discutida pero que le da a la educación superior un marco regulatorio, en los claustros se accede a los cargos docentes y de investigación por concurso de antecedentes y oposición y está garantizada la democracia representativa que permite que los universitarios gestionen sus casas de altos estudios.
Aun así, la estructura universitaria de nuestro país está constituida por los pilares propios de la universidad napoleónica de comienzos del siglo XIX, la organización por facultades y por cátedra.
¿Qué es lo que lentifica entonces el procedimiento de transformación universitaria?
En primer lugar, en la universidad, si bien existe una democracia representativa, no existe aún plena democracia, una burocracia de gestión controla la vida política y social en la universidad e impide la auténtica participación de sus actores. Decanos y rectores son elegidos mediante procedimientos indirectos que dan lugar a los negociados políticos y a las trenzas que llevan a que ocupen esos puestos aquellos que tienen más votos y no los mejores académicos y pensadores. El sistema solo permite la participación en elecciones por listas sábanas que responden a los partidos políticos, impidiendo la participación en elecciones de los docentes independientes de esos partidos políticos, o si quieren hacerlo deben someterse a los dictados de los dirigentes universitarios que son parte de los mismos.
Existe una lucha política en la que en algunas universidades los decanos y rectores son determinados por los dirigentes de las agrupaciones estudiantiles, y que una vez en el poder tienen que hacer concesiones a los reclamos de estas agrupaciones por más desatinados que sean.
Esta situación ha instalado en la gestión de la universidad argentina un sistema clientelar, en el que no son los más capaces los que ocupan los cargos, sino aquellos que están ligados a las estructuras partidarias o guardan relaciones de amistad con las autoridades electas, muchas veces con una falta total de conocimientos de lo que implican las diferentes áreas de gestión y con una tremenda escasez de ideas para formular proyectos de reales de cambio universitario.
Aunque siempre se habla de la importancia de desarrollar un sujeto crítico autocrítico, un profesional reflexivo en la universidad, poco es lo que se hace en este sentido y más aún, el sistema clientelar funciona por un sistema de premios y castigos a la adhesión silenciosa de los actores universitarios a las políticas de la burocracia de gestión, ser crítico expone al docente a ser arrumbado y a no participar en ningún nivel de gestión.
No existen proyectos colectivos de cambio y las acciones de lucha por el gobierno, y luego, de gestión de quien gana, se remiten a proyectos personales que logran adhesión por vía del otorgamiento de cargos a quienes apoyan al decano o rector.
Los planes de formación dependen de la buena calidad y creatividad de quien está a cargo de la gestión de una facultad y se realizan con escasa discusión y participación de los docentes y demás actores universitarios, decentes de gran prestigio y calidad académica son marginados de los organismos de gestión por el solo hecho de no comulgar con las ideas de la gestión, lo que implica la perdida de experiencia y conocimientos.
Por lo tanto, la universidad actual exige la necesidad de establecer una nueva legislación que uniforme los sistemas representativos, los democratice con nuevas formas de electividad que garantice en la participación nominal de los docentes en las elecciones[iv], que permita la elección directa de decanos y rectores por medio del sistema de voto ponderado, que introduzca nuevas estructuras de gestión como la organización departamental, que aumente y mejore dándoles transparencia a los órganos de fiscalización de los gastos de las universidades, que exija el privilegio de la actividad científica y mejore el nivel de formación de los docentes exigiendo mayores esfuerzos formativos a los mismos (mas doctores, masters y especialistas), que impulse mejores planes de estudios y un uso más racional y adecuado e los recursos con equidad distributiva de los mismos.
También requiere de un cambio cultural e ideológico, que frente a las actuales exigencias facilistas de los representantes estudiantiles que bregan tan solo por mas turnos de exámenes, más excepciones a las normas, menor exigencia en las evaluaciones, de manera de facilitar el egreso, pero con una calidad formativa muy inferior a la necesaria, tomen como reivindicaciones las exigencias de más calidad en la enseñanza, mayor actualización de los docentes, evaluaciones más racionales y exigentes, que impliquen un diálogo con los docentes en los que el alumno pueda exponer con claridad su nivel de formación, mayor enseñanza práctica, mas decisión y participación de los alumnos en el diseño de su propia formación, una mayor participación del futuro profesional en planes y proyectos de producción de conocimientos, etc.
Como vemos mucho es lo que hay por hacer para recuperar la universidad de calidad y crítica que nunca debimos perder, en los jóvenes profesionales se encuentra depositado el peso del cambio y la esperanza de éxito.
Hasta la próxima.
[i]Bernardo A. Houssay, Luis Federico Leloir y César Milstein Carlos Saavedra Lamas y Adolfo Pérez Esquivel, los tres primeros en medicina y química y los dos últimos a la paz.
[ii] Recordemos la noche de los bastones largos en la UBA un proceso que expulsó de los claustros a miles d profesores en todo el país.
[iii] La ley Nro. 24.521fue sancionada: 20 de julio de 1995, promulgada: 7 de agosto de 1995 (Decreto 268/95) y publicada: 10 de agosto de 1995 (Boletín Oficial Nro. 28.204)
[iv] En España los docentes participan a título personal en una lista en la que encontramos todos los que desean ser miembros de los órganos colegiados de gobierno y los más votados de la lista son los que los integran, en la UNR una reglamentación similar es aplicada para la elección de delegados al Consejo de Investigaciones de la UNR (CIUNR)
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