En los setenta asistimos a un importante debate sobre el carácter de la Ciencia. La Ciencia tenía un carácter político o por el contrario se puede hablar de Ciencia Neutral.
Esta discusión no es menor y reviste de un profundo interés para el ciudadano común. Si bien el conocimiento no tiene que tener necesariamente una connotación ideológica, el átomo no es de izquierda o de derecha, la implementación del conocimiento sí puede responder a políticas con diferentes signos ideológicos,
Un conocimiento puede ser utilizado para fabricar armas de destrucción masiva o para generar energía o curar enfermedades, puede utilizarse para construir o destruir.
En Ciencias Sociales, la cuestión es más difusa, ya que el conocimiento es construido desde matrices ideológicas que definen los efectos aplicativos de ese conocimiento.
No es posible pensar en el desarrollo de programas económicos de matriz liberal o neoliberal, que no impliquen beneficiar a quienes tienen mayores recursos y perjudiquen a quienes nada poseen. Esa matriz neoliberal, al poner el acento en la oferta por sobre la demanda, implica necesariamente favorecer a los propietarios de los medios de producción que son los que participan de esa oferta.
Todo posicionamiento económico es una opción de clase, cuando los republicanos en EE.UU. piden bajar los impuestos, significa aumentar las ganancias de quienes más tienen. Y porque perjudica esto a los que menos tienen, yo no soy economista, ni necesito serlo, para saber que al bajar los impuestos, el Estado tendrá menos recursos para afrontar los otros gastos que hacen al nivel de vida de la población, particularmente aquellos que necesitan de su asistencia. No casualmente, esas políticas neoliberales cuando hablan de bajar los impuestos agregan la necesidad de ajustar los gastos del Estado, particularmente los referidos a la asistencia social.
La derecha de la burguesía siempre tuvo la ilusión de contar con lo que Marx denominaba el “Estado Barato”, un Estado que solo se dedique a la seguridad[i] agregando tibiamente, que también debe ocuparse de la salud y la educación (cosa que generalmente los gobiernos de derecha no cumplen).
El otro reclamo neoliberal es el de la libertad de mercado, libertad para hacer y deshacer sin intervención del Estado. Les molesta que el Estado tenga empresas públicas o regule el funcionamiento de las áreas críticas de la economía, se fastidian cuando el Estado regula el mercado de divisas, se preocupan cuando el Estado interviene en el régimen de importaciones, todas medidas estas que apuntan a debilitar al mercado interno y fortalecer a los grupos económicamente fuertes de las corporaciones multinacionales.
El tema de las divisas es paradigmático, en cualquier país del mundo es raro ver esa extremada preocupación por la compra de dólares que tenemos los argentinos. Si Ud. va a Madrid, París o Berlín, se encontrará que los ciudadanos solo compran divisas extranjeras cuando las necesitan, por ejemplo para viajar a un país que no tiene una moneda como la suya. Las propiedades inmobiliarias en Europa se compran en Euros, o en la moneda de uso corriente en otros países.
En Brasil por ejemplo, la moneda en la que se posicionan los brasileros es el real no el dólar, entonces, porque en Argentina corremos tras el dólar. Más aún el dólar es una moneda cada vez más débil en el mundo, en Brasil por ejemplo el real se revaluó notoriamente frente al dólar, y en muchos países ocurre algo semejante.
El control sobre el cambio impuesto por el gobierno en los últimos días debería preocupar a quienes no pueden justificar los dineros que usan para comprar dólares, de ninguna manera a quienes cuando compramos dólares podemos decir de dónde vienen los recursos para comprarlos.
En la acometida mediática se usa la figura del ciudadano que compra cien dólares para justificar la supuesta perversidad de los controles en la compra venta de dólares, ese señor que compra cien dólares no tiene nada que ver con la evasión de divisas extranjeras, más aún compra dólares creyendo ingenuamente que puede defender su dinero.
Decimos que esta idea es falsa y veamos porqué. Haga el lector una sencilla operación para ver la falsedad de este argumento, si compró cien dólares en el momento en que valía 3,80 pesos por Dólar hace aproximadamente un año, ganó por cada Dólar 0,47 cvos. O lo que es lo mismo un 12%. Si como dicen los medios hegemónicos la inflación aumentó un 30 por ciento en el mismo lapso de tiempo habrá perdido un 18% de su capital. Visto desde otro punto, con sus cien dólares gano 47 pesos que casi no le sirven para nada.
El dólar aumento solo un 430% desde el 27 de marzo de 1991, cuando un dólar pasó de valer un peso a los 4,27 pesos dólar que cuesta hoy. Cuando cae la convertibilidad en 2002, el dólar paso a valer 3,40 pesos por dólar, en ese momento un departamento de un ambiente se podía comprar a precio de pozo en 7.000 dólares, hoy el dólar aumentó desde ese momento un 80%, en ese mismo lapso los precios al consumidor se incrementaron un 172,17%, un departamento de un ambiente varió de los 7.000 dólares a los 50.000 dólares actuales, es decir contra la inflación informada por el INDEC (recordemos que esté índice según los medios monopólicos es muy inferior al real) el señor que compro un dólar perdió casi la mitad de su valor, es decir tendría 0,50 dólar, pero contra el valor de las propiedades que se incrementaron un 700% perdió un 620%, unos 42.000 dólares. Es decir alguien que tenía 50000 dólares compraba 7 departamentos hoy solo puede comprar 1. Como vemos el dólar fue en los últimos veinte años la peor de las inversiones, aun peor que los plazos fijos.
En definitiva comprar dólares para guardarlo en una caja de zapatos sin que produzcan nada es muy mal negocio, el dinero no es capital, para que lo sea debe cumplir con la condición de posibilidad del capital, es decir, invertirse en el circuito productivo, si yo tengo un billete de cien pesos en mi bolsillo no es capital, es tan solo un papel que no me sirve para nada, para que ese billete se constituya en capital tiene que cumplir la función social de producir[ii], es la famosa fórmula de Marx con la que define el proceso de la economía capitalista D-M-D hay que tener dinero para invertirlo en producción que nos permita producir mercancías que al realizarlas en el mercado no permite ganar más dinero.
Los dólares en el colchón son un capital muerto, tienen la potencialidad de constituirse en capital productivo, pero solo lo serán si se invierten, mientras tanto, como todos los activos y bienes pierden valor si no se los usa.
La segunda cuestión tiene que ver con el uso que los monopolios mediáticos hacen de los investigadores de organizaciones prestigiosas como el CONICET, ávidos de tener un poco de espacio en la prensa para ser conocidos. El 2 de noviembre de 2011 el historiador Claudio Bellini publica en Clarín un artículo que satisface plenamente los intereses del grupo monopólico en su enfrentamiento con el gobierno.
El autor critica el control de las importaciones, reemplazando los productos importados por otros de origen nacional, o el incremento el componente local de las manufacturas que se venden en el mercado y plantea que por la política del gobierno de CFK se han visto afectadas las industrias de celulares, electrodomésticos, autos y editoras. Lo que no dice qué industrias se han visto afectadas, porque si se controlan las importaciones las industrias que se verán afectadas son aquellas que se hallan fuera del país, no las que están instaladas en Argentina.
En otro fragmento de su artículo el autor analiza el desbalance de la balanza comercial, afirmando que continúa deteriorándose, y se deduce que ello sería negativo, entonces porque sería negativa la política de sustitución de importaciones que lógicamente mejora el superávit comercial. Esto no se explica en el artículo.
Luego el autor critica los controles sobre la importación editorial y el daño que produce a las editoras locales, cuando en realidad estas medidas abren las compuertas para que las editoriales locales aprovechen y aumenten su capacidad de producción reemplazando los materiales que vienen de afuera. Promocionar la industria editorial local es la mejor manera de garantizar la circulación de los bienes culturales.
En general el artículo constituye una confusa y solapada defensa del neoliberalismo, en este caso expresado por un historiador joven que seguramente tiene mucho interés en que su artículo salga en un diario de gran circulación como Clarín. La deducción lógica nos indica que el autor o bien es un neoliberal, como dijimos más arriba, o sigue los lineamientos editoriales del monopolio, sacrificando su espíritu crítico en haras mantenerse por un momento fugaz en el espacio editorial, con la ilusión de que ello le redunde en mayor reconocimiento en la sociedad.
En caso de que sea la primera opción, un pensamiento que abreva en el neoliberalismo, es conveniente recordarle al autor que esta corriente económico es la que en los años del menemismo condenó a millones de argentinos a la pobreza y a la indigencia.
Que durante el gobierno genocida de la dictadura militar, el Ministro de Economía Martínez de Hoz, desarrolló conceptos similares a los que se desarrollan en este artículo preconizando la apertura comercial de Argentina que como dice nuestro autor la incluiría en el mundo globalizado del comercio mundial.
Sería cómico, sino fuera trágico por las consecuencias que trajo la gestión económica de Martínez de Hoz, en la que se justificaba la apertura económica, con el argumento de que ello mejoraría las condiciones de los empresarios locales, ya que permitiría una mejor competitividad de la industria, bajaría sus costos y aumentaría el acceso a la tecnología y al crédito, lo mismo que afirma el autor del artículo que estamos criticando.
No se trata de defender a los empresarios argentinos porque son buenos o explotan menos a los trabajadores, se trata de que cuando las empresas fabrican mercancías en nuestro país , lo hacen con mano de obra local y por lo tanto aumenta la posibilidad de que los trabajadores tengan más empleo y de mejor calidad, que en tanto escasea la mano de obra (que bajo el capitalismo es una mercancía mas) los trabajadores pueden negociar en mejores condiciones su salario, que el Estado recauda más impuestos y por lo tanto cuenta con más recursos para invertir en políticas sociales, en educación, en obras públicas, etc.
Se genera un círculo virtuoso en la economía que potencia la adquisición de bienes materiales y culturales de parte de los trabajadores y su participación en la vida social, en definitiva se genera una ampliación de la ciudadanía social y una democracia de mayor calidad que se orienta a mejorar las condiciones de vida y de trabajo de todos los ciudadanos con efectos de una mayor igualdad en la distribución de los ingresos.
Una última cosa, un consejo a los jóvenes profesionales e investigadores, a veces es preferible ser paciente y construir la carrera académica desde una perspectiva crítica/autocrítica, defendiendo los intereses de los sectores más vulnerables de la sociedad y trabajando por la mayor inclusión social basada en la igualdad y la ampliación de ciudadanía, que tomar el atajo de querer crecer teniendo espacios mediáticos ajenos al pensamiento social crítico, ya que los medios monopólicos siempre tratan de contener la reflexión y domesticar a los “científicos” que publican en sus páginas para que sirvan a sus intereses de construir una realidad ficticia que oculte los efectos devastadores que la economía liberal (que les interesa desarrollar) sobre la sociedad.
Hasta la próxima.
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