Si hiciera esta pregunta al auditorio tendría muchas respuestas, para producir conocimiento, para ayudar a la sociedad, para desarrollar el espíritu crítico, para enriquecer la vida académica, etc.
Pero en realdad investigamos porque la indagaciones son parte de lo humano, una parte importante de la subsistencia de la especie.
Desde que el antropoide (en palabras de Engels) bajó del árbol, su meta estuvo centrada en la producción de conocimientos. No podía ser de otra manera, el conocimiento hace a su diferenciación de las otras especies, mientras que los animales son puro instinto, el hombre es instintivo pero tiene un importante background cultural y social, y ello hace que el conocimiento sea una necesidad, porque es a través de él que construimos esa artificialidad que nos separa de la naturaleza y nos permite dominarla.
En Psicología diversas tradiciones teóricas han definido lo que podríamos reconocer como una parte sustancial de la vida humana, la inclinación a explorar el entorno y conceptualizarlo.
En la Unión Soviética de comienzos del siglo veinte, un autor poco conocido en la actualidad, Iván Pavlov y sus seguidores, desarrollaron un constructo muy importante. Como parte de la teoría de los reflejos condicionados definieron lo que llamaron el reflejo de investigación, que sería un reflejo innato con el que desde el mismo momento del nacimiento comenzamos a explorar el entorno. Este reflejo es adormecido por la acción de lo social y por una educación represiva como lo es la contemporánea, heredera de las anteriores formas pedagógicas que imperaron desde que se constituyó el patriarcado, a la que le es incómodo un niño que interpela en forma permanente, y que con su acción termina dejándolo en estado de latencia. La aventura de producir conocimiento sería en parte motorizada por ese reflejo, que aunque adormecido permanece en nuestro interior.
Desde otra tradición teórica muy distinta los psicoanalistas Vera Schmidt y Wilhelm Reich estudiaron en los comienzos de la década del veinte el concepto de instinto de saber, que sería “una aprehensión sublimada (sublimación del instinto de dominio) y que actúa con la energía del placer de contemplación”.
Este constructo tendría cuatro etapas, en la primera (primer y segundo año de vida) se define por la orientación en el entorno inmediato, la segunda (finales del segundo año y tercero) junto al interés por el mundo circundante aparece la curiosidad por el propio cuerpo, en la tercer etapa (del final del tercer año al quinto) surge la inquietud por el Yo y el mundo con preocupación por problemas básicos como el nacimiento y la muerte y el reconocimiento de la anatomía propia en comparación con la ajena, finalmente en la carta etapa (después del quinto año) aparece el interés por la vida pública y las cuestiones sociales, surge por ejemplo la pregunta por las deidades. Los mecanismos del instinto infantil de investigación evolucionan del puro instinto de dominio, a una total inmovilidad como consecuencia de una inhibición interior para arribar a la exploración y comparación del objeto.
Estas cuestiones tienen mucho que ver con la teoría sexual de Freud y el valor que le otorga el psicoanálisis a la misma.
Estos autores realizaron u observaron en una experiencia formativa en la URSS entre 1920 y 1925 en el Laboratorio Hogar de la Infancia en Moscú, utilizando una pedagogía libre trataron que los niños se empoderasen de esta carga instintiva y pudieran sublimarla. Lamentablemente, la persistencia de la cultura burguesa dentro de la revolución no permitió el desarrollo del experimento.
La familia es el primer espacio de educación orientado a reproducir en los niños las formas de control de su interés por la investigación, y la escuela posteriormente terminará adormeciendo el mismo, sobre la base de una pedagogía autoritaria que anula la capacidad crítica de los sujetos constituyéndolos en máquinas aptas para la vida (neurótica) en sociedad y formando el sujeto del sometimiento que la sociedad de clases necesita.
Es tal vez, en parte, por esta situación, que los universitarios hemos abandonado la tradición de producción de nuevos conocimientos y repetimos incesantemente lo que ciertos textos hegemónicos nos dicen sin cuestionarlos. En nuestra Facultad por ejemplo existe poca producción original, se escribe poco y casi no surgen nuevas ideas, solo contamos con quince investigadores en la carrera del CIURN, un par de investigadores (o poco más) del CONICET y muchos investigadores del programa de incentivos que no agregan demasiado al conocimiento existente, la producción en investigación es casi nula y lo poco que hay no es utilizado en la formación de nuestros estudiantes.
Las exposiciones en los congresos se guían por lo que se ha denominado el principio de la autoridad enunciado por Descartes (él decía el recurso a la autoridad), es decir no hablamos por nosotros mismos, sino que autorizamos nuestros decires por otro con autoridad (Freud, Lacan, Marx).
Cuando escuchamos una disertación es muy común que se mencionen hasta el hartazgo, a quienes no son criticables por el lugar imaginario que ocupan en la disciplina y es muy difícil que en un discurso de una hora, por ejemplo, encontremos alguna idea enunciada como propia.
Leemos para demostrar que sabemos, que conocemos a los autores, y por eso solo los repetimos, sin procesarlos en términos de crítica, nos refugiamos en nuestro paradigma demarcando los límites de la disciplina, de manera de dejar acotado lo que es y no es dentro del paradigma, cercenando la creatividad y la construcción del conocimiento.
El debate se constituye en una disputa por el poder, el contrincante es descalificado con argumentos del tipo “eso no es Psicoanálisis”, para un Freudiano ortodoxo, un kleiniano, un lacaniano, solo es Psicoanálisis lo que se sostiene fiel a la letra de Freud, Klein o Lacan.
No nos guiamos por una perspectiva de construcción de nuevas herramientas de producción de nuevos conocimientos. Ello implicaría conocer los textos para desarrollar esas nuevas herramientas de conocimientos y no para demostrar que los conocemos tratando de no ser quemados en la hoguera de las vanidades intelectuales que tanto nos gusta eludir.
El pensamiento reflexivo que tantos frutos dio a la humanidad desde la antigua Grecia se halla arrumbado en el desván de los recuerdos y desde las cátedras solo se busca una alumno “modelo” que repite lo que se le dice en un “como sí”, el alumno hace como si le interesase lo que dice y el profesor hace como si creyese en ese interés, y en esa impostura pedagógica formamos profesionales que tienen serias dificultades a la hora de ingresar en el mercado laboral, sobre todo en una profesión que, como la Psicología, requiere tanto de la creatividad en el ejercicio profesional.
La investigación además de fundamental en la práctica universitaria, constituye una práctica que lleva a la organización a romper los muros imaginarios que la separan del medio e internarse en la sociedad desde una perspectiva crítica autocrítica de lo social.
No es muy difícil investigar, solo es necesario seguir la regla de las tres C, enunciada por un viejo maestro que fuera Decano de la Facultad de Psicología de Rosario.
El Dr. Ovide Menin, a él me refiero, decía que para investigar hay que tener Cabeza, Culo y Corazón. Cabeza para poder pensar reflexivamente lo que se investiga, Culo para mantenerlo pegado a la silla estudiando, analizando, y Corazón porque para poder investigar hay que tener amor por el conocimiento y por lo que uno hace.
Debemos saber que no basta con la oficina, el escritorio, el diván, la foto de Freud y el gomero para ejercer la profesión, existe una exigencia de formación y producción de conocimientos permanente, en todos los ámbitos de ejercicio profesional, en la clínica, en la educación, en el campo del trabajo, etc., es necesario producir cada día nuevas herramientas de abordaje del sufrimiento, de los conflictos humanos, de los problemas organizacionales, de las evaluaciones de las personas, y en ello se juega nuestra capacidad de investigar. Porque investigar no constituye solo una práctica heroica que nos lleva al premio Nobel o por lo menos el Konex, sino supone ese pensamiento reflexivo y crítico que debemos ejercitar en cada momento de nuestras vidas.
Quisiera cerrar esta exposición con un ejemplo que muestra el valor de la investigación, tomemos un elemento muy presente en nuestra vida cotidiana, este objeto que tengo en mi mano, si les preguntara que es, ustedes responderían que es un encendedor, y no le darían importancia, pero imaginen lo que hubiera sido para un primitivo tener este fuego portátil, él que un día encontró un árbol prendido fuego por un rayo y se lo llevó a la cueva, la patrona seguramente le habrá dicho “vos siempre trayendo porquerías”, pero él incólume no solo guardo el fuego, lo conservo, ideo la manera de reproducirlo y veinte siglos después tenemos el fuego portátil heredero de aquella ramita encendida por un rayo, que contiene además de siglos de investigaciones que produjeron diversas tecnologías como la del plástico (por el envase), la de hidrocarburos (por el combustible), la de los minerales (por la yesca), la de la comunicación (por el marketing) que lo hicieron posible, el trabajo de miles de obreros que dejan sus vidas en las fábricas para que simplemente nosotros tengamos una llama portátil que poco valoramos.
Hasta la próxima.
P.D. Conferencia dictada por mí en la Facultad de Psicología de Rosario, el 21 de octubre de 2011, que me pareció interesante socializar.
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