En estos días en los que un grupo de trabajadores defendiendo sus derechos, ha bloqueado las puertas de la planta Artes Gráficas Rioplatenses (AGR), en la que se imprimen publicaciones del Grupo Clarín, hemos escuchado diversas opiniones sobre la libertad de prensa.
En primer lugar se discute sobre ejes falsos, pues desde la oposición política, que se ha convertido en el vocero de los intereses del Grupo Clarín, hasta el gobierno de Cristina Fernández, hacen eje en que la libertad de prensa ha sido vulnerada, aunque mientras desde el campo opositor responsabilizan al gobierno de ser cómplice por tener una actitud pasiva frente al bloqueo realizado por los trabajadores[1], desde el oficialismo se argumenta respecto a la no responsabilidad del Estado en este incidente, y muchos miembros del oficialismo o socios políticos del mismo que se cuidan de manifestar su desacuerdo con la medida de los trabajadores y a renglón seguido argumentan, en contra del Monopolio y a favor del gobierno.
Es extraño que quienes argumentan sobre la violación de prensa, nada dicen respecto a lo acontecido en Misiones donde un periodista, Ayala, fue censurado por el mismo grupo monopólico que defienden, cuando la filial de Cablevisión (que es parte del Monopolio Multimedios Clarín) de Posadas le levantó el programa por no firmar un contrato que le impedía criticar a cualquier empresa del Grupo Clarín o a sus funcionarios.
El Grupo Monopólico Clarín en particular y los medios de comunicación de masas nos tienen acostumbrados desde el comienzo de la democracia a censurar y despedir periodistas porque comunican o comentan informaciones que no son del agrado de los propietarios de los medios.
Ejemplos hay muchos, valgan algunos botones para muestra. Recordemos el levantamiento del programa “Lado Salvaje” que conducían Reynaldo Settecase y Maximiliano Montenegro porque no le gustó la manera de conducir la entrevista que le hicieron a uno de los propietarios del canal Francisco De Narváez, en la Provincia de Santa Fe el periodista Carlos Del Frade puede informar de los múltiples despidos que sufrió porque su manera de hacer periodismo iba contra los intereses de los dueños de los medios, y la lista de censuras en los medios y por los medios sería muy larga y ameritaría toda una investigación.
La censura no solo es hacia los periodistas, existen actores y actrices que por sus ideas políticas o militancia son censurados en diversos medios de comunicación impidiéndoles ejercer su profesión con el simple expediente de no contratarlos por no estar en línea con las ideas políticas de la línea editorial de los medios.
Los medios también nos censuran a los ciudadanos cuando no informan sobre los problemas y conflictos que nos ocurren, o cuando ocultan aspectos de los conflictos en la sociedad.
Por ejemplo el diario Clarín no informa sobre cuál es el conflicto que llevó a que los trabajadores bloqueen el acceso a sus plantas, porque eso sería poner de manifiesto que el Sr. Magnetto y sus cómplices violan los derechos de los trabajadores al impedir que se organicen gremialmente en comisiones internas para defender sus derechos laborales, y lo que es peor, como incumple AGR, las disposiciones judiciales de reincorporar a los miembros de la comisión interna despedidos por su militancia gremial.
Acá es donde los argentinos tenemos que debatir el fondo de la cuestión, ¿que es la libertad de prensa?, y ¿Cómo se relaciona con derechos humanos elementales como el derecho al acceso a la información, los derechos gremiales, etc.?
Recurramos a uno de los importantes políticos de comienzos del siglo veinte, Vladimir Ilich Ulanov (Lenin) quien decía que bajo el sistema capitalista y en la democracia representativa burguesa, la libertad de prensa no es otra cosa que la libertad de los medios de prensa para editar sus ideas.
En argentina desde siempre el periodismo sostuvo un maridaje muy confuso con la política. Los grandes periodistas durante el Rosismo utilizaban los medios de prensa para acometer contra Rosas, quien le contestaba desde otros medios de prensa y cuando esto no era suficiente con sus Mazorqueros.
Durante el siglo XX se construyó el mito del periodismo objetivo, una suerte de ente aséptico, que informaba desde un lugar social signado por la neutralidad informativa. En toda sociedad de clases el periodista como actor social, no es neutral, siempre tiene relaciones de compromiso con algún sector de la sociedad, los periodistas responden y escriben en función de su ideología, que está en función de los diferentes intereses de grupos económicos que luchan en el seno de la sociedad.
El periodista puede tener mayor o menor verosimilitud, pero ello estará en relación con la cercanía o lejanía de su pensamiento con el de sus lectores. Tomo un ejemplo personal, desde 1970 leía el diario Clarín, tenía una cierta confianza en la verosimilitud de la información, y erróneamente creía que Clarín era un diario más objetivo que los demás, desde la crisis del campo por la resolución 125, comencé a dudar cada vez mas de este medio y actualmente ni siquiera puedo leerlo “de ojito” en algún bar de la ciudad porque Clarín ha manipulado la información de tal manera que muchos de los que lo leíamos ya no creemos ni en su pronóstico del tiempo. Hoy compro otro diario, más afín a lo que pienso, Tiempo Argentino, y en sus páginas encuentro un nuevo motivo para leer las noticias, sin pensar que este es un periódico objetivo y sabiendo que defiende los intereses del gobierno central. Mi paso de un periódico a otro tuvo que ver con cuestiones estéticas, literarias pero fundamentalmente con un mayor acercamiento ideológico con este último.
Pero cuando me sumerjo en Tiempo Argentino observo que en sus páginas solo encuentro las opiniones favorables a la política oficial, por lo que me encuentro con un medio de información tan monolítico como el Monopolio Clarín, solo que con otro signo político.
A esta altura de mi reflexión surge la pregunta: ¿si todos los medios están comprometidos con alguna línea de pensamiento que circula en la sociedad, como podemos informarnos?
Cornelius Castoriadis decía que los seres humanos debemos luchar por la autonomía. Frente a una sociedad heterónoma que nos impide fijar nuestras propias normas como colectivo social y nos obliga a planificar nuestras vidas mediante normas dictadas por otros, ajenos a veces a la sociedad e incluso a nuestro tiempo histórico, la autonomía nos convoca a desarrollar un pensamiento propio. Para ello debemos apoyarnos en una de las cualidades más humanas, la que nos diferencia claramente del resto de las especies animales[2], la imaginación radical. Esta es la cualidad que nos permite tener un pensamiento crítico reflexivo y que nos posibilita evaluar toda la masa de información seleccionando aquella que es más adecuada a nuestras necesidades e intereses.
Podemos leer Clarín, La Nación, Tiempo Argentino o Página 12, pero si usamos la crítica desde la perspectiva de la autonomía podemos reinterpretar los contenidos en clave de nuestros intereses personales y colectivos.
No se trata de ser pro gobierno o anti gobierno, sino de tener ideas propias, de producir criterios autónomos, de no correr tras la manada, siendo individuos intelectualmente productivos, insertos en un colectivo social.
La segunda cuestión que surge es ¿se puede cambiar la situación actual? Creo que sí pero es necesario reformular y profundizar el concepto de libertad de prensa. Comenzando por lo que decíamos más arriba, leer críticamente toda la información de la que disponemos, formular nuestros propios criterios sobre los sucesos, no comprar las operaciones de prensa de cualquier lado que vengan, es un paso adelante en ese sentido.
Pero como esto es insuficiente, debemos trabajar por aumentar los límites de nuestro derecho a la información y la calidad de la información que recibimos.
La ley de medios de prensa tan cuestionada por los grupos comunicacionales monopólicos es un aporte, pero muy pequeño. Decimos que un aporte porque tiende a redistribuir la propiedad de los medios en la sociedad, pero mantiene la propiedad privada sobre los medios de comunicación de masas y la potestad de los propietarios de determinar los contenidos de esos medios.
Es necesario ampliar derechos como el “Derecho a réplica”, y a la vez mejorar la estabilidad laboral de los periodistas. Estas dos cuestiones le quitarían a los dueños de los medios el monopolio sobre lo que se dice en ellos, ya que según el primer derecho, cualquier persona que lo desee debe tener espacio en los medios para contestar aquello que a su entender lesiona sus intereses o creencias, y según el segundo se impediría que los dueños de los medios usen estos para su único usufructo sin tener en cuenta el otro derecho al que hacíamos mención, el derecho a la información genuina y transparente.
Se nos podría objetar que este planteo limita la “libertad de prensa”. Es cierto limita el derecho de los propietarios a publicar lo que les antoja, aun cuestiones francamente mentirosas, o a ocultar información, pero amplia el derecho a la información de todos los ciudadanos y la transparencia informativa, colocando la información como herramienta de desarrollo del pensamiento político y social.
Mas profundo aun sería que el derecho a la información transparente y de calidad sea tomado como una política de Estado, de manera tal que la sociedad cuente con medios de información colectiva que promuevan la participación y el debate ciudadano.
Esto ya ocurre en nuestro país, aunque limitadamente con los canales estatales (canal 7 y Encuentro entre otros), pero esta propuesta no implica el uso monopólico del oficialismo de turno de esos medios, sino la pluralidad participativa de todos en los mismos, y cuando decimos de todos nos referimos a periodistas, ciudadanos, políticos, empresarios, investigadores, docentes, etc.
Como vemos nuestra propuesta va mas allá de lo que preconiza el gobierno, supone la puesta en marcha de un programa de ampliación de la democracia orientado a lograr una democracia real y participativa que supere a esta democracia limitada basada en la mera representación en la que un sector social diferenciado y privilegiado de la sociedad, la capa burocrática de políticos y funcionarios del Estado, ejerce el monopolio de gestión de la cosa pública en un esquema social en el que los ciudadanos somos convidados de piedra, y donde nuestros intereses y necesidades no son tenidos en cuenta, ya que la capa burocrática se halla al servicio de los intereses de los poderosos.
Es hora que los ciudadanos empecemos a revalorizar este título que implica la búsqueda de la igualdad, la solidaridad y la cooperación como valores de una sociedad democrática participativa y autónoma.
Hasta la próxima.
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