domingo, 29 de enero de 2017

Andá a laburar, vago.


Como es sabido, el principal interés del capitalismo como sistema económico, es la ganancia. Para incrementar las ganancias, el capitalista debe bajar los costos, entre los costos considerados por los capitalistas, según la afirmación de Mauricio Macri está en primer lugar los salarios, por lo tanto, un capitalista para maximizar su negocio ha de pagar los salarios más bajos posibles y lograr el mayor rendimiento de sus trabajadores en la jornada laboral. Un capitalista vernáculo, aduce que no puede competir con los productos importados porque son mucho más baratos, dado que en sus países de origen se pagan salarios muchos más bajos, lo cual es una verdad a medias. Analicemos la cuestión, es cierto que Adidas, Nike, y otras empresas depredadoras transnacionales, por tomar un caso, pagan salarios bajísimos a sus trabajadores en países como India, Filipinas, Pakistán, Kazajistán, Kirguistán, etc. Pero no es menos cierto que en los países avanzados, como por ejemplo Luxemburgo, Noruega, Austria, EE. UU, Reino Unido, etc., se pagan salarios mucho más altos (diferencias que van de 10 a 200 dólares diarios) y sin embargo tienen economías competitivas, sin contar los costos adicionales que hay en países con una alta protección del trabajador que no o lo tienen los países más pobres. Cuál es el secreto, pues la alta productividad del trabajo producto de la incorporación tecnológica, y por otro lado la existencia de mercados internos en los países más desarrollados que viven del consumo interno, y que potencian las ganancias de sus capitalistas. Por lo tanto, la primera conclusión a la que arribamos es que con salarios bajos no se logra desarrollar un país, solo se logra aumentar la pobreza extrema y la dependencia de los centros de poder económico mundial. En países como Argentina, en donde su salario promedio ronda los 55 dólares diarios y con baja incorporación tecnológica en gran parte de sus industrias, la lógica capitalista ubicaría la clave para desarrollarse es la inversión genuina en tecnología y el sostenimiento e incremento de los salarios para lograr un mercado interno que fortalezca a las empresas y las motive a invertir para poder competir. Pero es sabido que en nuestro país, los gobiernos conservadores de derecha que gobernaron la mayor parte de nuestra historia, siempre apostaron a la competitividad de los productos primarios en los mercados internacionales, ello no solo es evidente en los datos de la evolución económica, sino también en la subjetividad de los actores locales que definen al país como el granero del mundo, centrando como el mayor y más importante jugador de nuestra economía a los productores agrarios y apostando muy poco al desarrollo industrial. La Argentina tuvo momentos de expansión industrial en los períodos de las grandes confrontaciones bélicas mundiales, en las entre guerras y en las post guerras, periodos en los que los países beligerantes estaban destruidos y requerían de materias primas. A partir de la década del 60’ y particularmente luego de la gran crisis de 1975 (Rodrigazo) Argentina no supo implementar planes de desarrollo industrial y su economía naufragó en los ajustes neoliberales que veían en las restricciones económicas a los sectores obreros y populares un modo de incrementar el reparto desigual de la renta, enriqueciendo a los grandes propietarios y empobreciendo a la clase obrera y a crecientes sectores de la clase media. Los ajustes siempre implicaron recortes en los gastos sociales, disminución de las plantillas, precarización del trabajo, aumento de las jornadas laborales, disminución de los salarios, etc. Su consecuencia a lo largo de las sucesivas gestiones neoliberales fue la constricción del mercado interno, la caída del consumo por menor poder adquisitivo del salario en virtud de los recortes y aumento de la pobreza y la indigencia que ha tenido una curva ascendente constante a partir de los comienzos de la década del 70’. Hoy Argentina está nuevamente gobernada por los mariscales de su derrota, los neoliberales, solo que en virtud de la mala prensa que tiene la palabra ajuste, hoy se la denomina sinceramiento, pero sus consecuencias son las mismas que surgieron cuando se aplicaron recetas neoliberales, aumento de la desocupación, recorte de los gastos sociales, caída de los salarios, menor consumo, incremento de la pobreza y la indigencia en beneficio de la concentración de los bienes en pocas manos, etc. Frente a la nueva catástrofe económica que se avecina, el gobierno de Mauricio Macri ha comenzado a desarrollar propuestas negativas para la mayoría social como el quite de los subsidios a los servicios lo que ha redundado en su encarecimiento, trata de bajar los salarios, ha producido una fenomenal transferencia de ingresos hacia los sectores económicamente más concentrados como el agro, las mineras, los exportadores, etc. Todas estas medidas ni siquiera se han demostrado beneficiosas en el largo plazo ni para la gran burguesía que comienza a ver un horizonte de oscuros nubarrones en su porvenir económico. Entre las medidas desesperadas que se plantean tomar se encuentra la modificación de la ley de contratos de trabajo (ya modificaron por decreto la ley de ART precarizando más el trabajo y aumentando los riesgos de los trabajadores) con el argumento de que el problema de la argentina es que no se trabaja. Hemos visto al propio presidente y sus ministros hablar de la baja productividad y la poca contracción al trabajo de los argentinos. La inefable hipócrita, Elisa Carrió, que durante el año de gobierno de Cambiemos ha mostrado su ideología reaccionaria y depredadora al servicio de la superexplotación de la clase trabajadora, se ha sumado al coro de políticos y periodistas amanuenses que claman contra la poca vocación de trabajo de los argentinos. El papel de la prensa, sobre todo de los periodistas a sueldo para decir (y ocultar) lo que le conviene al régimen de acumulación implacable que pretende construir la derecha conservadora en argentina es fundamental. Antes de implementar alguna medida de carácter reaccionario, estos periodistas inundan las percepciones de los argentinos de falsedades haciéndoles creer la versión de los problemas que tiene el gobierno. Entonces, el problema de la Argentina no es la falta de inversión, la casi inexistencia del mercado interno, la voracidad de la gran burguesía que quiere cada vez más ganancias, las asimetrías sociales insoportables que en tan solo un año ha desarrollado el gobierno de Macri, sino la actitud de los trabajadores argentinos que no tienen ganas de trabajar. Veamos una perla en “La Capital” del 29 de enero de 2017. El reaccionario y derechista periodista Diego Vega, en una columna en la página 12 de esta edición afirma: “Demasiados discursos políticamente correctos que deberían entender que un país se pone en marcha trabajando, y no plagado de feriados.” Para Vega, el problema de la Argentina son los feriados, no la asimetría social y las políticas de hambre y miseria implementadas por el gobierno nacional, y por supuesto, aunque no los dice explícitamente, es la cantidad de feriados que en tiempos del kirchnerismo tenían los trabajadores que viajaban por todo el país haciendo mini turismo, y como Olmedo el idiota diputado salteño, Vega piensa que hay que ponerse a trabajar. Que cree Vega que han hecho los trabajadores a lo largo de dos siglos de vida nacional, tal vez para Vega se rascaron el higo a dos manos. El discurso del “aquí no trabaja nadie”, “lo que pasa es que los argentinos son una manga de vagos” es un discurso que además de falso de toda falsedad, está en línea con las políticas de superexplotación de la derecha vernácula. Veamos los datos de las horas trabajadas en los diversos países de nuestro planeta. Según la consultora GetVoiP con datos de los gobiernos de Singapur, Japón, el departamento de trabajo de EE.UU. y la U.E., elaboró los cuadros que acompañamos, en los que se evidencia con claridad que en Argentina se trabaja mucho, ubicándose en el puesto 36 en un orden que va de los que menos horas trabajan por semana a los que más trabajan por semana, trabajándose más de 2000 horas anuales que la ubica muy por encima de los países más desarrollados en cantidad de horas trabajadas. Cuando observamos el cuadro de salarios medios en el mundo, Argentina se ubica en el puesto 41, teniendo un salario medio inferior a países como Lituania, Jamaica, Rusia Estonia, Bosnia, Macedonia, Hungría, etc. Resulta claro que los medios de comunicación hegemónicos pretenden convencernos que los trabajadores debemos ser pobres e indigentes, como dijo el inefable presidente del Banco Nación Javier González Fraga, debemos dejar de creer que los trabajadores con nuestro salario podemos comprar celulares, televisores, casas, hacer turismo y mini turismo y convencernos que nuestro destino es vivir en asentamientos precarios. El intento en el discurso neoliberal es que seamos positivos, porque como dijera otro inefable ministro Marcos Peña, ser crítico, no necesariamente es ser inteligente, claro porque si somos todos boludos ellos pueden explotarnos a piaccere. Para que no nos sigan engañando busquemos información, veamos lo que ocurre en el mundo, luchemos, solo así el futuro será nuestro. Hasta la próxima.

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