lunes, 16 de febrero de 2015

El discreto encanto de la hipocresía pequeño burguesa.


La pequeña burguesía ciudadana es por su práctica un sector de clase básicamente hipócrita. Digo esto porque ella oscila entre sus veleidades “progresistas” vinculadas a una moral ficticia de conmiseración con los pobres y abandonados del sistema, reclamando justicia, palabra vana en el capitalismo, exigiendo democracia y libertad de expresión y en su práctica nos muestra a un sector de clase profundamente egoísta, al que solo le interesan sus intereses particulares (comprar dólares, viajar al exterior, cambiar de auto cada uno o dos años, autoritario, ya que no soporta el disenso y agrede a todos los que piensan distinto que ella (cosa que se ve claramente en el odio manifiesto en las movilizaciones de este sector que no admiten nada por fuera del libreto de los medios hegemónicos), poco interesada por lo que le pasa al prójimo y afecta a vincularse a cualquier actor que arrime agua a su molino, como la aceptación de Biondini, Cecilia Pando y tantos otros fascistas en las movilizaciones, incluso en la de 18/F que además es convocada por muchos jueces y fiscales del poder burgués que encubrieron el caso AMIA y muchos otros. Estos actores sociales hablan de libertad de expresión mientras agreden a golpes de puños y con palos a los periodistas que ellos definen como oficialistas (que aunque lo sean tienen el derecho democrático de cubrir las marchas tanto oficialistas como opositoras): Son lo que cuando uno discute con ellos, sino critica todo lo que hace el gobierno, lo tildan inmediatamente de kirschnerista y no lo escuchan más. Son los que dicen (siguiendo el razonamiento de TN) que la presidenta es una hija de puta que ofendió al pueblo chino porque en un Twitter afirmo que habían 1000 personas en la reunión sino-argentina de intercambio comercial e industrial y se preguntó que iba a decir la oposición, que era por el “aloz” y el “petloleo”, forma común que tenemos los argentinos de considerar el habla chino, sin pensar como hieren ellos los sentimientos de los que siguen a la presidenta y a todos los argentinos, porque les guste o no Cristina es la representante de todos los argentinos. Son los que hacen cola en los restaurantes de moda, los que compran autos de media y alta gama, los que veranean en el exterior llenando de dólares a los países vecinos y no tan vecinos, los que (siendo un poco menos acaudalados) llenan los destinos turísticos del país y a la vuelta se quejan de la crisis, que ya no se puede vivir así, que no hay plata que alcance. Son los que dicen que en argentina tenemos miedo a decir lo que pensamos, que hay una dictadura (como afirmó el impresentable de Fernando Iglesias por televisión y que yo sepa nadie lo encarceló por su manera de pensar), o que afirman que esto es fascismo (lo dijo el mismo energúmeno) porque mataron a un fiscal, entonces el fascismo es una ideología orbe et urbi ya que en diferentes países mataron y matan presidentes, periodistas, fiscales, etc. (acaso los franceses viven en una dictadura por lo que pasó con Charlie Ebdo) y dicen lo que quieren en cualquier lugar, haciendo correr las mentiras y difamaciones de las usinas de Clarín, La Nación, Perfil, etc. sin siquiera pensar el contenido de realidad que tienen. La pequeña burguesía es un sector social que ama a sus verdugos. Aman a Magneto del Grupo Clarín, a Macri (del grupo SOCMA), que además de sostener el pensamiento más retrógrado en este país, es parte de un conglomerado industrial y comercial que ha vivido a expensas del Estado, haciendo negocios, muchas veces non santos con el Estado. Son los que como Fernando Iglesias, acompañaron al campo, esa entelequia que durante la 125 reunió a los sectores más reaccionarios y regresivos de la sociedad para enfrentar al gobierno que pretendía establecer una política más justa y equitativa en materia de distribución de los excedentes que genera la renta agraria (en este sentido a estos “progresistas” pequeño burgueses les recomiendo leer a Ricardo quien ya en los albores de la economía burguesa denunciaba los mecanismos de explotación y apropiación de la renta agraria). La pequeña burguesía ama a Carrió y Bullrich y su travestismo político, destruyendo cuanto intento existe de organizar un partido que defienda los intereses de este mismo sector, sino, pregúntenle a Binner y Cobos que paso con el FAU-UNEN. Son los que dicen condolerse de la pobreza y la miseria y cuando algún pibe chorro les toca una rupia de su bolsillo, primero intentan lincharlo (haciendo gala de la democracia que pretenden) o claman porque haya una “justicia” más dura que los meta a todos en la cárcel de por vida (y si es posible –piensan- que los ahorquen, para que no hagan más daño). Es que la pequeña burguesía está en un lugar incómodo. Por un lado, siente terror de que los vaivenes de la economía la depositen en el tan temido infierno de la pobreza, como ocurrió en otros momentos con la aparición de los NUPOS (nuevos pobres) sectores de la pequeña burguesía que al no tener trabajo ni redes de contención social migraban hacia las villas miserias. Por otro lado sueña con poder sumarse a lo que ella, en sus significaciones sociales imaginarias, define como los ricos, y trata desesperadamente de copiar usos y costumbres de la burguesía, sin notar que “aunque se vista de seda la mona queda” Y a medida que pasan los años se vuelve más reaccionaria, odia más a los de abajo y se identifica más con los postulados de los que la condenan a su estado de pobreza intelectual y desdicha material. Cada vez que veo en la pantalla a esos desaforados violentos e intolerantes miembros de la pequeña burguesía, cada día que los escucho en los bares y en las calles repetir como cotorras los eslogan difamadores de TN y el grupo de periodistas mercenarios al servicio de los grupos mediáticos monopólicos, cada vez que destilan su odio de sector desclasado por el infortunio de no poder ser, al menos, parte de la base social de la burguesía, me invade un sentimiento de amargura y tristeza, sobre todo cuando son jóvenes lo que asumen esta actitud, ya que los más viejos difícilmente puedan cambiar, pero en los jóvenes está el futuro de nuestro país, por usar una frase hecha. Me pregunto, como puede una persona siquiera creer lo que un insano fiscal como Nisman trató de hacer con su denuncia de encubrimiento, si tan solo leyeran algunas páginas de la presentación verían lo ridículo de la misma, ello si son capaces de pensar, cosa que a ojos vistas, para la pequeña burguesía es cada vez una misión imposible, porque están conformados en una manera de concebir la realidad que les bajan enlatada desde los medios de comunicación. Como pueden apoyar a una “Señora” como Carrió que lucha contra el derecho de las mujeres a disponer de su cuerpo, que ha mentido en todas sus denuncias falaces, ya que nunca alguien fue condenado por una denuncia de Carrió, porque a ella lo que menos le importa es conocer la verdad o hacer justicia y sí le importa perseguir a los que no piensan como ella. Como pueden apoyar a Macri que hizo escuchar ilegalmente a sus parientes, o a Masa, que tras un ropaje seudo populista esconde a un neoliberal convencido y ambicioso que puede hacer cualquier desastre con tal de garantizar su poder y privilegio. En muchas oportunidades he dicho que no soy kirschnerista, pero que apoyo en líneas generales un proyecto político que a partir de un modelo neokeynesiano que hizo base en el consumo y la expansión del mercado interno, ha posibilitado que muchos compañeros que estaban en condiciones de pobreza pudieran salir de esa situación, un gobierno que se preocupó por los jóvenes, por los jubilados, por las mujeres, en definitiva por los sectores más vulnerables de nuestra sociedad. Es cierto que su política fue de medias tintas, que debió haber transformado el sistema impositivo regresivo y cambiarlo por uno progresivo, que debió ser más inflexible con la corrupción, no solo de políticos, sino también de los empresarios, que si bien se atrevió a sancionar leyes como el matrimonio igualitario, no avanzó sobre cuestiones como la despenalización del aborto y el consumo de estupefacientes. Tal vez algunas leyes no fueron las que necesitábamos, como por ejemplo la ley de inteligencia que se debate en este momento, ya que, no es necesario el espionaje interno en una democracia real, basta con crear una Oficina Federal de Investigaciones de carácter autárquico, pero no es con marchas de silencio que endiosan y elevan a la categoría de héroe a un fiscal mediocre que en doce años no avanzó para nada en la causa AMIA, y que solo supo cultivar su imagen y dilapidar los fondos reservados con los que contaba, como se logra debatir que sociedad queremos. El camino es, como dije hasta el hartazgo, pensando, debatiendo, exigiendo al poder de turno, cualquiera sea su color político, las reformas políticas que necesita nuestro país. Esto no significa pensar que la marcha debe impedirse, que la hagan, es su derecho, solo que con ello no vamos a ninguna parte. Una marcha del silencio que no dice nada y no lleva a ninguna parte, ese no es el camino. Hasta la próxima.

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