En Argentina, es frecuente escuchar el uso de ciertos vocablos, fuertemente connotados con los intereses diferentes de las personas, vaciados de contenido por sectores con tradiciones políticas y sociológicas que en su historia fueron férreos opositores a los mismos.
El vocablo cambio es uno de ellos, hoy vemos que todo el arco político opositor habla de la necesidad del cambio, que la sociedad quiere cambiar.
Entre los que preconizan el cambio encontramos a representantes de la derecha más reaccionaria de la sociedad como Mauricio Macri, a sectores ultraconservadores del peronismo enrolados en la década menemista, a miembros de grupos casi fascistas o a periodistas emparentados ideológicamente con las peores dictaduras militares que asolaron nuestra sociedad como Van der Koy, Castro, Morales Solá, Lomgobardi, Majul, etc.
Todos hablan de cambio, todos quieren el cambio, lo que no dicen es que cambio quieren. A juzgar por su paso en la gestión de gobierno o por sus dichos en la arena política, repudian el actual estado de cosas porque va, aunque sea en parte, contra sus intereses de clase.
A los radicales que piden el cambio habría que preguntarles si pretenden cambiar para volver a las épocas de hiperinflación, o al comienzo del milenio cuando recortaron en forma nominal los salarios de los trabajadores y los jubilados en un 13%, cuando aumentaron en forma catastrófica la deuda externa, solo para solucionar los problemas del sistema financiero, es decir para cubrir los desaguisados de los banqueros.
A Macri cabría preguntarle si el cambio que pretende es volver a los noventa, cuando el alababa la gestión de Carlos Menem y sus privatizaciones seriales, épocas en que se destruyó el aparato productivo nacional y se entregó por monedas el patrimonio de todos los argentinos.
A los socialista se les podría preguntar si el cambio que preconizan es la vuelta a la Alianza cuando apoyaron la ley Banelco del Ministro Flamarique, ley votada por 215 diputados contra 23que se opusieron y que volvía a introducir en la Argentina los contratos basura que abrían la puerta a una mayor explotación de los trabajadores.
O tal vez se desee cambiar el actual estado de libertad en el que todos pueden protestar por los tiempos de violenta represión y muertes del 2001.
Como hemos afirmado muchas veces, ningún gobierno es enteramente malo o enteramente bueno, los gobiernos cometen errores y tienen aciertos, lo que diferencia a unos de otros es el balance de la obra de gobierno.
Que es lo que la oposición no soporta y quiere cambiar, la Ley de Medios, EL matrimonio igualitario, el plan conectar igualdad, el procrear, el procreauto, la re estatización de YPY y Aerolíneas Argentinas, la vuelta a manos del estado del sistema previsional, la asignación universal por hijo, Tecnópolis, la construcción de miles de km de autopistas, la reactivación del sistema ferroviario de pasajeros, la mejora del sistema de trenes de cercanías en CABA/Bs AS, la reducción drástica de la deuda externa en relación al PBI, el aumento de los salarios reales, el aumento del presupuesto educativo incluido el incremento de universidades nacionales y el crecimiento de los metros cuadrados construidos en las existentes, la creación de laboratorios científicos, la creación de un Ministerio de Ciencia y Tecnología, el intento re distributivo quitando al campo las excesivas ganancias mediante las retenciones impositivas, los programas de apoyo a la industria en particular a las PYMES, la recuperación del consumo, la instalación del primer satélite propio de telecomunicaciones, el desarrollo de nuevas obras eléctricas y gasoductos, el respeto a la libertad de opinión sin ningún límite, la actitud de consentimiento a las manifestaciones de cualquier tipo, la estricta libertad de prensa, el incremento de la cantidad de jubilados, el aumento de las jubilaciones por sobre el nivel de precios, el nombramiento de una corte independiente del poder político integrada por jueces de manifiesta trayectoria judicial como Zaffaroni, Highton de Nolasco, Argibay, la sanción de leyes para perseguir la trata< de personas, los juicios a los responsables de genocidio tanto militares como civiles y eclesiásticos y tantas otras conquistas que no alcanzarían varias páginas para citarlas.
Si la palabra cambio puede ser usada por quienes no desean cambiar nada de los privilegios que tuvieron y tienen los explotadores burgueses, si los políticos reaccionarios han bastardeado la palabra quitándole la importante significación que tenía en las décadas de 60´ y 70´del siglo pasado, cuando al hablar de cambio se hablaba de terminar con el sistema de relaciones capitalistas que condenaba y condena a los trabajadores al hambre y la miseria, avanzando hacia una sociedad justa y solidaria basada en la igualdad y la fraternidad, como poder distinguir a la hora de elegir quienes son los verdaderos amigos del pueblo.
Es en este punto en donde quiero discutir lo que se denomina pensamiento crítico.
El pensamiento crítico no implica criticar algo porque sí, porque es distinto a una configuración imaginaria. El pensamiento crítico más que a la definición de un hecho alude a un proceso mediante el cual el ser humano puede llegar a discernir entre diversas proposiciones cual es la que considera más correspondiente con su punto de vista.
El proceso al que hacemos referencia implica la recolección de los datos, su evaluación, el contraste con otras evaluaciones y la conclusión.
Supone la necesidad de tener honestidad intelectual y aceptar la conclusión a la que se arribe aun cuando contradiga nuestros marcos de referencia.
El pensamiento crítico está íntimamente ligado a la actitud reflexiva, ya que a través de esta podemos desarrollar la analítica de los conceptos. Desde la perspectiva del pensamiento crítico todo concepto es susceptible de ser negado o contradicho, aun cuando el mismo sea un concepto central del paradigma desde el cual estamos realizando el análisis.
Nada es permanente, todo fluye y en ese proceso de cambio lo que hoy puede ser considerado como una verdad, mañana puede ser una absoluta falsedad.
Porque es tan importante el pensamiento crítico?
En nuestra sociedad, se nos educa desde que nacemos en la aceptación de las que son consideradas verdades absolutas por la sociedad. Por ejemplo la existencia de Dios es una verdad absoluta que no puede ser sometida a la crítica. Sin ir tan al extremo, el niño debe aceptar que el razonamiento de los adultos es el más correcto, que los padres siempre tienen razón, que los mayores no pueden ser contradichos, que los científicos son los únicos que pueden saber sobre ciencia, etc., etc.
Se estructura en nuestra psiquis un mecanismo por el cual, una vez que asumimos un paradigma, tendemos a movernos y pensar dentro de los límites de operaciones de ese paradigma. Es que el paradigma ocupa el lugar del padre, es el Otro indiferenciado que debe ser sostenido porque si lo abandonamos nos quedamos huérfanos.
Un ejemplo muy claro es el caso de un ciudadano que adhiere a un determinado partido político, a partir de ese momento todo lo que haga o piense lo hará a través del cristal que la ideología partidaria le impone.
Es interesante observar que este mecanismo funcionó aun en los llamados partidos revolucionarios, dentro de los cuales la línea que se impone es dogmáticamente sostenida por los militantes. Por ejemplo, el marxismo es considerada una de las teorías más revulsivas de la historia social, es tal vez una de las teorías que más se sustenta en la crítica total a todo lo existente, sin embargo las grandes construcciones teóricas que interpelaron a la teoría marxista y le permitieron desarrollar nuevos constructos conceptuales no surgieron desde el interior de los partidos revolucionarios, sino que fueron desarrolladas por intelectuales que actuaron por fuera de las estructuras partidarias. Los grandes pensadores marxistas que innovaron en la teoría como Anton Pannekoek, Silvia Pankrush, Alejandra Kolontai, Cornelius Castoriadis, Claude Lefort, no pertenecían a partidos establecidos.
La propia Rosa de Luxemburgo que a pesar de pertenecer a un partido siempre mantuvo una perspectiva crítica a la represión que se desarrollaba al interior de los partidos revolucionarios.
Como decíamos, el pensamiento crítico es un proceso por el cual cuando leemos algo partimos de la premisa de no aceptarlo inmediatamente, buscamos datos que contradigan las afirmaciones del escrito, analizamos la consistencia interna de las afirmaciones o los análisis que se realizan en el mismo, lo contrastamos con las opiniones existentes en otras producciones desarrolladas a partir de formas paradigmáticas contrapuestas con el trabajo de referencia y cotejamos las afirmaciones con nuestra experiencia.
Por ejemplo, el pensamiento crítico nos lleva a que, cuando leemos una noticia en un diario, no la aceptemos como veraz, sea ese diario oficialista u opositor. La contrastamos con otras noticias, buscamos en nuestra memoria datos de lecturas anteriores que nos permitan analizar la consistencia de la información que recibimos, y si realmente tenemos pensamiento crítico, aceptaremos o rechazaremos la información no por quien la enuncia, sino por el contenido del enunciado.
Cuando ejercemos el pensamiento crítico el universo informativo se transmuta, adquiere nuevas formas y a nuestra conciencia se le revelan otros hechos, otras conexiones.
Por eso el pensamiento crítico es tan temido por quienes buscan someter a los ciudadanos, por quienes pretenden sostener el estado de cosas, quienes se oponen al cambio.
Sin embargo, como el vocablo cambio, el pensamiento crítico ha sido profundamente bastardeado, al punto tal de que se lo ha intentado vaciar de contenido. Por ejemplo están quienes en forma permanente sostienen que hay que ser críticos, mientras esa crítica no se vuelva contra lo que ellos sostienen, contra los intereses que defienden.
Son los que afirman que hay que respetar la opinión del otro, pero que se extrañan de que el otro pueda pensar distinto, y le dicen que no es objetivo, son los que se indignan de la supuesta violencia del oficialismo y agreden constantemente a todos los que argumentan a favor del oficialismo, son los que atacan virulentamente a los invitados a un programa de televisión porque no dicen lo que quieren escuchar, sino véase lo que le ocurrió a Florencia de la V o a Dadi Brieva en el diario de Mariana, o a este último y a Alex Freire en el programa de la ultra democrática Mirta Legrand (extrañamente los dos programas son del canal de Magneto, el canal 13). Alex Freire era interrumpido, agraviado, increpado por algunos patanes que asistían al programa, sobre todo por un autoritario y reaccionario como Eduardo Feinmann, que ha hecho de la violencia verbal y el acoso mediático a sus entrevistados la herramienta preferida de imposición de sus bastardos argumentos, todo ello con la complicidad de la conductora.
El pensamiento crítico, la independencia de criterio de los ciudadanos, es un escollo para los reaccionarios y autoritarios de nuestra sociedad, por eso tratan por todos los medios de anularlo, por ello los ataques de los medios hegemónicos a quienes son sospechados de simpatías con el kischnerismo, y la aceptación infame y sin críticas de los acosos mediáticos de algunos “periodistas” como Lanata, Castro, Van Der Kooy, Blanc, Legrand, Longobardi, Feinmann, Majul, Morales Solá
El pensamiento crítico es el único camino hacia el cambio social, el cambio de la sociedad que nos permita construir una sociedad solidaria, igualitaria, armónica, sin las indignas asimetrías sociales del capitalismo.
En el lector está la posibilidad de reflexionar críticamente sobre lo que digo.
Hasta la próxima.
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