El significado de honestidad que más me agrada es el de armonizar las palabras con los hechos, es tener identidad y coherencia para estar orgulloso de sí mismo.
La honestidad sería una forma de vivir congruente entre lo que se piensa y lo que se hace, conducta que se observa hacia los demás y se exige a cada quien lo que es debido.
La palabra proviene del Latín honos que tenía el significado de premio público que se le otorgaba a aquel que se suponía recto o decente, y el premio por lo general era un cargo público, de carácter político, por eso honos significa cargo público. Por lo tanto honesti era aquel que había sido honrado con un cargo público, que fue honrado por el pueblo con las honestas.
El honestus era el que había tenido cargos públicos muy altos en la política.
En cambio delincuente es el participio presente de las palabras delinquens, delinquentis e implica dejar de cumplir con la norma por abandono. Por lo tanto el delincuente es el que comete una falta por abandono.
Es interesante como estas palabras difieren del sentido que tienen en la actualidad pero nos dan pistas para poder analizar las conductas de honrados y delincuentes.
Delincuencia es el incumplimiento de la norma por abandono, por lo tanto es una persona que ha dejado de hacer lo indicado por la misma.
Ahora bien, si nos posicionamos en ese punto de descarga, perdemos de vista que, desde una mirada social y actual, que el llamado delincuente es alguien que abandona la norma porque simplemente no le interesa. Una persona que roba, mata. etc., lo hace no en función de sus decisiones individuales o morales, no es alguien que conoce la norma, que comparte el universo de la misma, y aun así decide saltarla, sino que es alguien que su vida transcurre en otro universo cultural y normativo, diferente al que comparte el resto de la población.
En “000. Como la cocaína gobierna al mundo” Roberto Saviano relata una charla de un viejo mafioso a jóvenes mexicanos, en la charla dice “La regla es la regla. Las reglas no son leyes. Las leyes son para los cobardes. Las reglas son para los hombres, por eso nosotros tenemos reglas de honor. Las reglas de honor no nos dicen que tiene que ser justo, bueno, correcto. Las reglas de honor te dicen cómo se manda. Que tienes que hacer para manejar gente, dinero, poder. Las reglas de honor te dicen que tienes que hacer si quieres mandar, si quieres joder al que tienes arriba, si no quieres que te joda el que tienes debajo. Las reglas de honor no tienes que explicarlas. Están y basta. Se han hecho solas con las sangre y en la sangre de cada hombre de honor”
Si analizamos atentamente este párrafo vemos que el universo cultural que ordena el pensamiento de determinados grupos sociales, es fundamentalmente diferente al del que tiene el conjunto de la sociedad. En esa diferencia entre regla de honor y ley reside la diferencia entre una persona que decide apropiarse de todo por la fuerza y la que respeta códigos y leyes.
Para un joven indigente, que en el momento de su nacimiento tiene trazado su futuro de carencia, abuso, marginación, discriminación, etc., las leyes de propiedad no son más que una mera enunciación, y como dice el texto, respetarlas no es de hombres, sino de cobardes. En su mentalidad es preferible vivir unos pocos años satisfaciendo todos los deseos y necesidades que se tengan, antes que una larga vida de trabajo, sacrificio, pero que a lo largo de la misma, y sus mayores dan cuenta de esto, nunca le permitirán abandonar la existencia miserable en la que se encuentran.
El llamado delincuente es un ser humano que ha comprendido el significado de la normalidad y no se encuentra satisfecho con lo que descubre, por lo tanto decide ir más allá de la normalidad, adentrarse en un camino de impugnación del asentido de la propiedad, solo que a diferencia del revolucionario que impugna en la búsqueda de nuevas relaciones sociales, el delincuente lo hace dentro del marco de la aceptación de lo que la propiedad significa, aunque le dé matices diferentes a la manera de obtener la propiedad.
Para el delincuente tomar algo que no es suyo no es un delito, es recuperar lo que el futuro le arrebató, y matar no es un crimen, es simplemente un hecho de la vida, hecho al que él también está sujeto, ya que puede ser muerto en cualquier momento.
La vida como valor es una significación social imaginaria de la sociedad, profundamente anclada en el humanismo. Pensemos en un primitivo que avanzaba por las praderas y veía a otro con comida, matarlo para quitarle la comida no constituía un delito, una conducta reprochable, sino una respuesta a una necesidad.
Esa mentalidad ha atravesado nuestro desarrollo como especie, nos hemos matado, robado, torturado, vejado, en muchos casos sin ningún motivo, solo por el afán de posesión.
Entonces cuando un chiquillo de entre 13 y 18 años sale a la calle a robar con un arma en su cintura, lo lógico es que el acto de matar no sea más que una de las tantas variables que existen en el momento de la sustracción, mata porque el otro se resistió, o porque el otro no se resistió, por alguna señal que él cree notar y que le indica una reacción del otro al despojo.
La cultura, la educación, la sociedad en definitiva, constituyen formas de represión de los instintos más primitivos del ser humano, por medio de ellas la comunidad trata de reprimir esos instintos vinculados a las pulsiones de muerte, que se encuentran en todos nosotros, que son parte de nuestro equipamiento psíquico, para intentar lograr que transforme esos impulsos en acciones socialmente útiles.
En situaciones extremas todos somos capaces de saltar las barreras represivas de lo social y realizar actos que en momentos de normalidad no nos atreveríamos. Por ejemplo en una guerra matamos al semejante sin conocerlo, lo hacenmos por el mero instinto de sobrevivencia.
Despojar no es algo que este por fuera de la sociedad que permanente despoja a los ciudadanos de sus ilusiones, de sus sueños, de su futuro y matar no es algo ajeno a los seres humanos, solo que la gran mayoría acepta las determinaciones de las instituciones y acepta su destino como único, que no se puede cambiar y vive una vida anodina y desprovista de sentido.
Aquellos que superan esa normalidad, decía, se lanzan a las calles para cambiar su vida, para gozar como lo ven en la televisión, para poder hacer lo que le place sin límites ni sufrimientos.
Ahora bien estos son los delincuentes, ¿y que son los honestos’. O mejor dicho, quien puede decir que es honesto. Quien puede decir que no se ha apropiado alguna vez de algo que no le pertenecía, o que no ha infringido una ley. Quien no encontró un billete, un objeto, en la calle y no se lo puso en el bolsillo, quien no intento coimear a un inspector de tránsito para que no lo multe, quien no uso un artilugio para apoderarse de lo que no le correspondía, un lugar en la cola, un asiento en un micro, quien no ha evadido los impuestos si ha podido, quien no le ha arrebatado la mujer a otro (sea amigo o desconocido).
Creo que es muy improbable que encontremos alguna persona que no haya cometido alguna infracción a las normas sociales.
Cuando un pobre home less ocupa un predio que no le pertenece, comete delito o esta simplemente reclamando lo que no debería reclamar, lo que la sociedad si fuera justa debería darle, un techo en donde vivir.
Cuando alguien saquea un supermercado acosado por el hambre, comete un delito o simplemente apela a un último recurso para alimentarse él y a sus hijos en situaciones de extrema pobreza.
Es evidente que la definición de delincuente deberá tener gradaciones, cuanto debo robar para serlo, como debo robar para serlo, a quien debo robar para serlo.
Lo mismo el que mata, si alguien me ataca con una arma y lo mato es legítima defensa, pero lo maté. Si en una pelea en un accidente golpeo a alguien y golpea contra el cordón de la calle y se muere, no quise matarlo, pero lo maté.
La cuestión es a cuantas personas debo matar para ser una delincuente (asesino), a una, a diez, a cien, y en qué circunstancias soy un delincuente, matamos en las guerras, en las revoluciones, en los hechos de conmoción social, para comer, para tener lujos, para vivir, por venganza, por necesidad, por deber, ¿cuándo somos delincuentes?.
Un joven que sale a robar y mata, a cuantas personas puede matar antes de que lo maten a él. A cinco, a diez, a quince, creo que en promedio no debe superar las cinco o tal vez menos.
Ahora un honesto industrial que es parte del complejo militar industrial y fabrica armas, es responsable de cuantas muertes que ocasionan los artefactos que el fabrica, y cuantas personas mueren en las guerras que el promueve para vender su mercancía, guerras inútiles determinadas por intereses económicos, en definitiva por intereses de clase.
Un laboratorio que oculta un fármaco porque quiere hacer negocio con otro, de cuantas muertes es responsable. Cuando especula con los precios de los fármacos (por ejemplo en el caso del SIDA) cuantas personas son víctimas de su especulación.
Un laboratorio que vende productos letales para el ser humano que se usan para fumigar los campos cuantas muertes produce en el año.
Una empresa como Nike o Adidas que obligan a trabajar a millón es de asiáticos a trabajar por un dólar diario o menos, cuantos obreros e hijos de obreros condenan a una muerte segura por inanición.
En la frontera con EE.UU. cuantas personas son destruidas por las maquiladoras para garantizar su lucro de las grandes corporaciones estadounidenses que aumentan sus ganancias con los sueldos de hambre y las condiciones de trabajo que están totalmente prohibidas en su país.
Los accionistas, miembros de los consejos de administración, gerentes y demás integrantes de bancos más poderosos de las EE.UU. y Europa que lavan el dinero del narcotráfico como el Wachovia Bank, el City Bank o el Bank of América, son honestos, ellos han podido sobrepasar la crisis del 2007 por los aportes de los fondos provenientes del narcotráfico que blanquearon y son solidariamente responsables de todas las muertes que esta actividad ocasiona en el mundo.
La policía a cuantas personas ha matado en la represión a manifestaciones, no solo en los llamados países en desarrollo sino en los llamados países centrales como EE.UU. y Europa.
No tenemos estadísticas, peros seguro que son millones.
Ahora la pregunta ¿Ud. considera que los accionistas, miembros del directorio, gerentes, de esas empresas son delincuentes?
Son perseguidos por la justicia por generar pobreza, indigencia, hambre, miseria, por matar impunemente, por robar la ilusión y la vida decente a miles de millones de seres humanos, evidentemente no, ellos son honestos, no son delincuentes como el pobre pibe que sale a robar un par de zapatillas un celular o unos pesos roñosos y que sabe que no va a pasar los veinticinco años porque antes lo va a matar un policía de gatillo fácil, una patota de ciudadanos honestos, algún delincuente rival, o alguien que hace justicia por sus propias manos.
La burguesía monta su discurso de la inseguridad sobre los sentimientos de temor de la pequeña burguesía a perder lo poco que tiene, cosifica a los pobres adolecentes que en lugar de estar estudiando se juegan la vida en una carrera delictuosa, y lleva a los ciudadanos a pedir penas duras.
Lástima que el grupo Clarín no pida penas más duras contra Magneto por apropiarse indebidamente de Papel Prensa, para Aranda por destruir la ecología de Entre Ríos para hacer negocios arroceros, para los CEOs de las AFJP que robaron las jubilaciones de toda una generación de argentinos., para los directivos de La Nación por no cumplir con sus deberes impositivos (evadir impuestos).
Piense cuando se queja por la inseguridad.
Hasta la próxima.
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