miércoles, 22 de octubre de 2014

Campo


Que la producción agraria juega un papel importante en la economía de nuestro país es indudable. También es justo reconocer que la Argentina constituyó desde sus orígenes un país de base agraria, primero como productor ganadero y luego se fue incorporando cada vez más la producción cerealera. Recién a fines del siglo XIX comienza a desarrollarse en la Argentina la producción industrial. La Unión Industrial Argentina fue fundada el 7 de febrero de 1887. Su primer presidente fue el senador nacional Antonino Cambaceres. Entre sus precursores se encontraban: Agustín Silveyra, Juan Videla, Joselin Huergo, Francisco Franchini, Cayetano Hachá, Fernando Martí, Casimiro Gómez y Aquiles Maveroff. Por esa época en Argentina habían 400 empresas que contaban con 11.000 trabajadores (consideremos que la población del país era de 4.094.011 habitantes). La mayoría de las empresas eran producto del emprendedurismo de los inmigrantes como Bieckert, Terrabussi, Canale, y tantos otros. Resulta obvio que los momentos de mayor desarrollo de la industria fueron durante los dos grandes períodos bélicos de los que nuestro país no participó. En esos momentos, y sobre todo alrededor de 1940 se profundizó lo que se denominó la política de sustitución de las importaciones. Con el golpe de 1943 accede al control del estado un sector nacionalista interesado en desarrollar la industria nacional, y efectivamente se produce un salto importante, sobre todo de las pequeñas y medianas empresas. El peronismo constituye un movimiento social hegemonizado por el sector industrialista de la burguesía nacional que aunque es consciente de que su mayor fuente de recursos está en el campo, ve claramente que si no se diversifica la matriz productiva el país camina hacia el estancamiento. Por lo tanto se abre un período de acumulación en el que se impulsa el desarrollo de la pequeña y mediana industria y se pretende modernizar lo que comúnmente se conoce como el campo. El proceso de modernización del campo ya había empezado en la década del 20´cuando la matriz ganadera comienza a ceder posiciones frente a la produccción agrícola. La agricultura constituye un sector mucho más dinámico que el ganadero por cuanto requiere mucho más de productos industriales. Mientras que la ganadería ocupa poca mano de obra y no requiere de maquinarias, la agricultura en la primera mitad del siglo XX ocupaba mano de obra extensiva y requería de cada vez más maquinarias. Se produce un doble efecto, el desarrollo de comunidades agrarias en las que la población del interior se ocupa de la recolección de granos, y el desarrollo de las llamadas agroindustrias que comienzan a brindar trabajo cientos de miles de trabajadores industriales. La agroindustria no solo ocupa mano de obra de los trabajadores directamente vinculados a ella, también es un motor de desarrollo de diversas ramas de la industria como el metalmecánico, la industria química, etc. Este proceso lleva dentro de sí una contradicción, en tanto el agro incorpora servicios industriales, son cada vez más los trabajadores agrarios que sufren su expulsión del medio rural. Las maquinarias mecanizan las tareas agropecuarias y por ello los campos requieren cada vez menos trabajadores, los que emigran hacia las grandes ciudades, particularmente Bs. As. y el conurbano. Un país que tenía una población diversificada en su gran extensión, comienza a concentrarse y agregado a esto las corrientes migratorias aumentan la concentración urbana de la población. Es precisamente por ello que el peronismo encara un proyecto industrializador, solo que su modelo muy rápidamente choca con los límites de la baja industrialización de nuestro país. En efecto para desarrollarse industrialmente el país requería de insumos que la argentina no producía, me refiero a las industrias siderometalúrgicas, petroquímicas, etc. Para ello era necesario el desarrollo de una política económica que posibilitara el crecimiento de las grandes inversiones privadas, especialmente extranjeras, cuestión que chocaba con el pensamiento nacionalista del peronismo. Por otra parte los grandes recursos que Argentina había obtenido durante la guerra exportando alimentos comienzan a hacerse más escasos y el desarrollo industrial pone de manifiesto el talón de Aquiles de nuestro país, la insuficiencia energética que obligaba a invertir grandes recursos en importación de combustibles y otras formas de energía. Por lo tanto, la idea de que un país puede desarrollarse solo en base a un sector productivo es falsa. Ni el agro puede crecer sin el aporte de los insumos industriales, ni la industria puede desarrollarse sin el crecimiento del agro. Durante los últimos años se ha registrado una tendencia a sacralizar a eso que genéricamente se denomina el campo. Ahora, sociológica y económicamente, ¿qué es el campo?. Como en toda la economía el campo no constituye un bloque homogéneo. En este sector encontramos una diversidad de sectores que muchas veces tienen intereses divergentes, por no decir contrapuestos. En el sector agrario la lucha de clases se ha manifestado con fuerza tanto por los enfrentamientos entre las patronales explotadoras y asesinas reunidas en torno a la Sociedad Rural Argentina, como entre los propios patrones del campo divididos en diversas categorías según su concentración y su interés productivo. Como dijimos más arriba, los ganaderos y los agricultores son dos sectores claramente diferenciados. Esto no significa que sean compartimientos estancos, a veces los ganaderos cultivan, o los cultivadores crían ganado, pero según donde pongan el acento sus intereses divergen. Los cultivadores se enfrentaron históricamente a la gran burguesía terrateniente, y luego del Grito de Alcorta nació la llamada Federación Agraria Argentina que agrupaba a pequeños y medianos agricultores sometidos a la explotación feroz de los terratenientes. Será el peronismo el que vía créditos blandos posibilitará el acceso a la propiedad de la tierra de los arrendatarios. Existe un sector que sin ser trabajadores rurales, no son ni grandes ni medianos propietarios, son los denominados campesinos pobres que poseen parcelas de tierras insuficientes para garantizar su sustentación y que deben emplearse para ser explotados por los grandes propietarios. Por lo general este sector tiene sus exiguas tierras en las provincias donde los terrenos son menos provechosos, como las del norte argentino, y las mismas por su capacidad de producción requieren grandes esfuerzos para lograr una mínima renta. Son parte de las llamadas economías regionales entre las que encontramos los citrus de Entre Ríos, ciertos cultivos del norte Argentino, etc. Además por estar alejadas de los grandes centros de producción tienen precios muy bajos con lo que el productor a veces se encuentra bajo la línea de indigencia. Ricardo fue un gran economista clásico que enunció el concepto de la renta diferencial de la tierra. Ricardo partía del supuesto que los agricultores se lanzan a la colonización de los territorios y cultivan en primer lugar los terrenos de mayor fertilidad y mejor calidad. Como la tierra es un medio de producción rígido, no tiene ninguna elasticidad y tiene límites físicos precisos, las mejores tierras se agotan rápidamente y los agricultores deben trabajar tierras de menos calidad. La renta diferencial aparece cuando, ante el incremento de la demanda alimentaria, se hace necesario ampliar las áreas de cultivo, los productores agrarios se desplazan a tierras de menor calidad y fertilidad, por lo cual, a iguales cantidades de capital invertido, el valor de la producción será menor. La Teoría de la Renta Diferencial podría enunciarse así: cuando estas tierras de menor rendimiento comienzan a cultivarse, los poseedores de las tierras de primer orden comienzan a exigir una renta mayor a los productores. Esta renta está determinada por la diferencia entre el rendimiento entre la tierra de mayor y menor calidad y fertilidad. Esta teoría se fundamenta en que el uso de tierras de menor calidad implica un costo mayor, por lo que los capitalistas deben vender el cultivo a un precio mayor, para poder pagar los sueldos de sus trabajadores y seguir obteniendo beneficios. En consecuencia, el precio del producto está determinado por la productividad de la última parcela de tierra. A medida que el precio aumente, los propietarios de las mejores tierras comenzarán a recibir una renta diferencial, ya que los costos de producción en esas tierras no se han incrementado. Ricardo concluye que la renta no es una parte componente del precio de las mercaderías, los precios no se elevan porque existe una renta, sino al contrario al elevarse los precios, los capitalistas que trabajan las tierras más fértiles, reciben un beneficio extra, una parte de la cual se la deben pagar al propietario de la tierra. Si además estas tierras se encuentran en puntos geográficos que abaratan el traslado de la producción (ríos navegables, existencia de carreteras seguras y rápidas, tendido de vías férreas, etc.) y están ubicadas en una región de clima privilegiado la renta tenderá a ampliarse. En la industria si un productor logra un producto competitivo tiene que lidiar con la competencia de quienes al ver la mayor ganancia que obtiene se incluyen en este sector de la producción. Por ejemplo si alguien fabrica y vende computadoras es seguro que ante su empresa exitosa aparecerán en el mercado muchos otros fabricantes produzcan computadoras. En cambio no ocurre lo mismo en el sector agropecuario, dado que la tierra como medio de producción constituye un monopolio de carácter finito que no puede duplicarse. Nadie puede entrar a producir dentro de las tierras de un propietario si este no lo autoriza. En Argentina la mayor parte de las tierras cultibables está en manos de terratenientes (no por ser propietarios de grandes extensiones sino porque poseen una extensión territorial en la cual nadie puede ingresar sea esta de una hectárea o de cientos de miles de hectáreas). La mayor parte de las tierras cultivables está concentrada en pocas manos. Según Marcelo Sili y Luciana Soumoulou, en “La problemática de la tierra en Argentina. Conflictos y dinámicas de uso, tenencia y concentración” (IFAD 2011); el 2% de las explotaciones agropecuarias controlan el 50% de la tierra en el país, mientras que el 57% de las explotaciones agropecuarias controlan el 3% de la tierra. Considerando que la producción agraria en el quinquenio 2009/2013 participó en el PBI en un 7% (en los países industrializados como la CEE y EE.UU no supera el 3%) se deduce la importancia que hoy tiene la distribución de la propiedad de la tierra en nuestra economía, sobre todo porque ubica a la Argentina entre los países que tienen ventajas comparativa por ser exportadores de comódities, y porque pone de manifiesto lo mucho que falta para desarrollar nuestro país diversificando su economía. En general el sector agropecuario sufre el mismo carácter de inequidad entre grandes terratenientes y pequeños propietarios, pero esta distorsión se ha incrementado con el ingreso al mercado de nuevos jugadores como los pool de siembra que aprovechando el boom de la soja han rentado grandes extensiones de tierra para transformarlas en monopolios de explotación capitalista. Estos grandes propietarios no casualmente son descendientes de quienes arrebataron grandes territorios a los pueblos originarios a través de la campaña del desierto que llevara adelante la derecha reaccionaria y conservadora de la mano del General Roca. Desde la época de la colonia nombres como Menéndez Betty, Patrón Costa, Anchorena, Alzaga Unsué, Martínez de Hoz, son los nombres que han controlado a las principales entidades gremiales del campo como la Sociedad Rural Argentina, Confederaciones Rurales Argentina, etc., y han impulsado las políticas más explotadoras, reaccionarias y genocidas que llevaron adelante las dictaduras militares y muchos gobiernos “democráticos”. Estas patronales, aun en la actualidad explotan mano de obra semi esclava condenando a la miseria a los trabajadores rurales. Por eso cuando desde los medios de comunicación se pretende vender a los propietarios rurales como un bloque se miente, cuando se pretende hacernos creer que los patrones agrarios son el pilar de la economía se ofende nuestra inteligencia, cuando se dice que a la Argentina le va bien si le va bien al campo se falsifica la realidad. En la década del veinte, los agrarios viajaban en barco a Europa con todo lujo y boato llegando al extremo de llevar en los barcos vacas para tener leche fresca, y sin embargo a la Argentina, a esa Argentina trabajadora y explotada no le iba bien, muestra de ello son las huelgas de la Patagonia y la represión genocida y la Semana Trágica en Bs. As. El campo, como toda la sociedad no es un sector monolítico, sino parte de una sociedad dividida en clases donde los propietarios de los medios de producción viven de lo producido por los trabajadores de las ciudades y del campo. Hasta la próxima.

No hay comentarios:

Publicar un comentario