sábado, 21 de junio de 2014

Democracia y dictadura.

En nuestra anterior comunicación hablé sobre la dictadura del proletariado, la célebre fórmula de Marx para lograr construir el socialismo. También me referí al papel que juega la noción de conciencia en la práctica marxista y como esa conciencia es exterior a la clase obrera, es la conciencia que se descubre por la aplicación del método científico, el materialismo histórico. La conciencia de clase para sí, es decir, conciencia que debe tener la clase obrera que además de ser una clase diferente a la burguesía, es la clase llamada a liberar a toda la sociedad de clases, según la teoría marxista se expresa en el partido de los trabajadores, Nos preguntábamos como saber que los postulados de un determinado partido de izquierda se corresponden con la conciencia de la clase revolucionaria, y la respuesta es que ello es así porque el materialismo histórico es “el” método científico para analizar la realidad de la sociedad de clases. Los que integran el partido son los encargados de determinar cuáles son los intereses de la clase y son los que a través de la agitación y la propaganda revolucionaria, educan a la clase para que tome conciencia de sus intereses históricos. Ahora bien, si el partido revolucionario parte de la premisa de negar la democracia liberal porque es democracia burguesa, un mecanismo para sostener el engaño que les permite a los burgueses continuar explotando a los trabajadores, los que creen que participan porque periódicamente se los convoca a emitir un sufragio que determine cuál de los políticos burgueses va a ejercer la gestión del Estado, por medio de la democracia burguesa, decíamos, es imposible acceder al poder por medio del sufragio, controlar el Estado burgués, desmontar su democracia de dominación y construir un Estado proletario basado en la dictadura del proletariado. Pero recordamos la cita de Rosa de Luxemburgo en la que critica la noción de dictadura del proletariado leninista y la define como una forma más de dictadura burguesa. Como el poder es para el marxismo un poder centralizado y negativo, la dominación burguesa se corporiza en el control de las estructuras del Estado (parlamento, fuerzas de represión, burocracia de gestión, etc.),. El marxismo piensa al poder como negativo porque el poder es un poder que coarta el desarrollo humano, es poder de reprimir, de perseguir. Y es centralizado porque ese poder está en manos del Estado controlado por la burguesía. El resultado de este esquema de organización del pensamiento político se ha expresado en la forma y el contenido que tuvieron y tienen las distintas experiencias socialistas marxistas. Desde la revolución de octubre a la fecha los “estados obreros” constituyeron formas dictatoriales que conculcaron la libertad de los ciudadanos y eliminaron físicamente a todo aquel que se opuso a las determinaciones del partido. Es un error adscribir la persecución política y las atrocidades cometidas por el régimen soviético solo a una persona, Stalin. La persecución política ya se había verificado cuando estaba Lenin al mando del Estado de los Soviets. Lenin persiguió tanto a la oposición de derecha (mencheviques, socialistas revolucionarios, etc.) como a la oposición de izquierda encarnada por el secretario general de los sindicatos rusos Chliapnikov y Kollontai la primera ministra de acción social del gobierno bolchevique. Este sector del Partido Bolchevique defendía la idea de que los consejos obreros eran los elementos indispensables al poder revolucionario, y en esto se oponían al ala derecha de los bolcheviques que, a semejanza de los mencheviques, defendían la presencia de las asambleas obreras con el único objetivo de auxiliar y consolidar el poder oficial de la burguesía que había derrocado al zarismo. La verdadera democracia obrera no debía basarse en la persecución de los disidentes, sino por el contrario, en la libre expresión de las ideas en el marco de las asambleas obreras. Se trataba de pasar de la democracia como procedimiento a una democracia sustancial en la que todas las voces tenían igual valor. Sin embargo Lenin primero y Stalin después eligieron el expediente burocrático de silenciar a quienes se les oponían, que tuvo como resultado de una feroz matanza que durante las décadas del veinte y el treinta, que llevó a la tumba a millones de personas, entre ellos toda la guardia bolchevique. Este procedimiento se aplicó en todos los llamados Estados obreros posteriores (China, Viet Nam, Camboya, Laos, Cuba, etc.) con terribles genocidios y matanzas de quienes discrepaban con los partidos comunistas. La burguesía supo aprovechar muy bien esta desviación burocrática y autoritaria del pensamiento de Marx y el comunismo paso a ser sinónimo de represión, dictadura, intolerancia. En la medida en que los comunistas creyeron en la posibilidad de liberar a la sociedad mediante la violencia revolucionaria, y que consideraron que ella debía ser ejercida por el partido revolucionario se perdió todo el contenido libertario del marxismo, con experimentos sociales donde el interés supremo no era la solidaridad, la libertad, la igualdad, sino el interés del partido y por lo tanto se desató al interior de los partidos comunistas una feroz lucha para tener el poder que desangró a muchas generaciones de revolucionarios. El poder corrompe, el poder absoluto corrompe absolutamente. Los regímenes soviéticos se transformaron en formas autoritarias y burocráticas de gobierno donde todo valía para tener el poder, aun el asesinato en masa, se perdieron todos los principios éticos y morales y la corrupción generalizada se adueñó del partido y del Estado con las consecuencias que son de público conocimiento. La cultura revolucionaria de los viejos anarquistas y comunistas que tenían como máxima la honestidad y la fidelidad a la verdad en la que creían dio paso al oportunismo y los partidos comunistas que crecieron en occidente derraparon como consecuencia de su sometimiento a los dictados del poder central soviético, que los llevó a sostener las alianzas oportunistas como por ejemplo en Argentina, apoyar la Unión democrática contra Perón, a diferentes personajes de derecha y gobiernos dictatoriales como el de la última dictadura genocida. Los partidos de la izquierda revolucionaria, a los que hicimos referencia en nuestra anterior entrada en este blog, que rompen con la izquierda tradicional desde una perspectiva de renovación y vuelta a las fuentes doctrinarias del marxismo, no pudieron superar el contenido autoritario subyacente a la teoría y fueron furgón de cola de los más variados partidos burgueses, como el apoyo a López Rega, a Herminio Iglesias, o diferentes alquimias electorales de abstención, anulación del voto, etc., o como ocurrió en la última huelga del 10 de abril 2014, llamada por los dos corruptos burócratas (Barrionuevo y Moyano) donde los partidos de izquierda fueron furgón de cola de la burocracia gremial y trataron vanamente de darle “su” contenido político a la huelga. Pero lo más importante es que ninguno de estos partidos autodenominados revolucionarios supieron construir un programa de gobierno y de gestión de la sociedad, que los hiciera creíbles ante la mirada de los obreros que supuestamente representaban. En los pequeños espacios en los que estos partidos se desenvolvieron siempre hicieron gala del autoritarismo, la sordera ideológica, la falta de autocrítica ante sus errores, y su política se sostuvo en la infiltración de organizaciones gremiales y populares con el fin de cooptarlas para el partido o destruirlas. Un ejemplo de lo que digo lo podemos ver en la participación de estos actores políticos en las asambleas populares que surgieron después de la insurrección popular del 20 y 21 de diciembre 2001. Tuve oportunidad de participar en algunas de ellas en Rosario y pude ver como los partidos de izquierda marxistas “bajaron” sus aparatos militantes imponiendo su organización y número para debatir y sacar las resoluciones que les interesaban en función de sus presupuestos ideológicos, sin respetar a los ciudadanos que concurrían individualmente, sin pertenecer a ninguna organización política partidaria, el resultado está a la vista, ninguna de aquellas asambleas sobrevivió y la experiencia quedó trunca. Como en el medioevo, cuando los monjes cristianos ocultaban los libros que consideraban subversivos e impedían que pudieran ser leído por el vulgo, la izquierda marxista revolucionaria trata de ocultar la tradición contestataria de izquierda encarnada en la oposición obrera en la Unión Soviética, o por la oposición de izquierda en diferentes países como la obra de Chliapnikov, Alejandra Kollontai, Antón Pannekoek, Silvia Pankhurst, y tantos otros que encarnaron el alma libertaria y revolucionaria del marxismo. Sinceramente creo que no lo lograran, como creo que no podrán superar el 4% de los votos en elecciones nacionales. Hasta la próxima.

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