lunes, 15 de agosto de 2011

Cristina Coraje


Hoy es un día muy especial, un día en que recordaremos como una mujer, sola pero valiente, que supo enfrentar el poder de los medios, demostró que no son omnipotentes en el proceso de construcción de la realidad, que los ciudadanos somos los que construimos a sociedad y que por suerte la política en tato se democratice y amplié estará cada vez más mediatizada de los medios.
Aunque los mass media se esfuercen, la realidad aparece por detrás de la escena montada por ellos y dice presente contrariando el discurso mediático que durante los últimos años trataron de construir los grupos concentrados y hegemónicos.
Cuando la derecha partidaria del “orden” representada por el matrimonio Duhalde pontificaba la derrota del oficialismo, surgió la larga sombra de una mujer valiente y se proyectó a toda la geografía del país demostrando que los argentinos no somos la Capital, que a la hora de definir nuestro destino nacional apoyamos a una propuesta que en los últimos años demostró ser eficiente en la construcción de una sociedad más igualitaria.
Cristina apareció muy temprano a dialogar con sus ciudadanos, demostró su valor y entereza y, lejos de situarse en el campo de la soberbia que expresan algunos candidatos de la derecha más reaccionaria y conservadora, tales como Carrió y Duhalde, se presento con una arenga humilde y democrática, que buscó incluir a todos.
En su aparición destruyó varios mitos, el primero el de su soberbia y autoritarismo, Muy lejos de esa imagen proyectada por los medios hegemónicos, hablo de la necesidad de unir a los argentinos, tendió la mano a los opositores y marco los logros que en materia de ampliación de los derechos sociales de las minorías y los derechos de los actores políticos obtuvimos los argentinos bajo su liderazgo.
Su discurso contrastó con el autoritarismo de Duhalde, que con un discurso más cerca de la dictadura genocida que de la democracia, remarcó la presencia de banderas “subversivas” en el acto del Frente para la Victoria o lo acusó de tener ideas que no tienen que ver con la nacionalidad (ideas extranjerizantes podría haber dicho) solo le faltó la recomendación que hiciera el líder de la avariciosa patronal agraria y candidato de Carrió (Llambias) acerca de enarbolar de un sucio trapo rojo en lugar de la bandera nacional, o de un De Narváez que persistió en la cantinela del supuesto autoritarismo de Cristina y sus llamados a cambiar la política, término que utiliza muy frecuentemente, pero que pareciera carecer de significado en su práctica reaccionaria como empresario y dueño de medios de comunicación.
No se vio a una Carrió, especialista en pontificar el desastre electoral del Frente para la Victoria, la misma que decía que Cristina no se iba a presentar a la reelección por miedo a perder, o un Alfonsín cada vez más pálido y deshilachado clamando patéticamente su triunfo en Octubre.
En el cuadro general de la oposición los únicos que parecieran preservarse de la debacle, son el candidato Hermes Binner, del Frente Progresista, que con su modesto diez por ciento de los votos parece proyectarse para el 2015 y el líder del Partido Obrero que superó ampliamente el porcentaje necesario para presentarse a la elección de octubre.
No quiero extenderme en un análisis electoral, que con el pasar de los días incitará a los periodistas a hacer correr ríos de tinta en pro y en contra de nuestra presidenta. Quiero referirme al valor de una mujer que en una escena de soledad enfrentó a los poderes más grandes de nuestro país: el mediático y el económico.
Me resultó sobrecogedora la escena en la que la Presienta abrazada a su hija recordó a Néstor.
Solas en un abrazo interminable, en el medio de un escenario inmenso, era una postal del valor de dos mujeres que en el triunfo aparecieron solitarias. Unidas en un abrazo, como si intentaran protegerse la una a la otra, pero rodeadas de todos los que están con ellas.
Y es que, a diferencia de lo que intentaron hacer aparecer los representantes de la “prensa canalla”, Cristina no representa ni el odio, ni el autoritarismo, su presencia en el escenario fue una expresión de amor y tolerancia.
Permítaseme compartir la sensación que experimenté durante su discurso, pude ver a una líder que enamora a su gente, porque Cristina enamora con la suavidad de su tono y la firmeza de sus convicciones, y con una oratoria clara y llena de contenido.
Pero también pude ver a un ser humano excepcional, una persona que sufre el embate despiadado de sus opositores. En sus ojos podía verse la tristeza de quien ha perdido en poco tiempo a su compañero y compartido el dolor de un hijo y una nuera que perdieron un embarazo. Vi la emoción de alguien que habiendo alcanzado todo, siente que le falta lo sustancial, el hombre con que compartió una vida. Pude observa a una persona que en su soledad busca el apoyo reconfortante de sus hijos, y de a gente que la ama hasta el éxtasis. Y lo más importante vi a un ser humano lleno de convicciones, que defiende con entereza, lleno de ilusiones y sueños que busca afanosamente hacerlos realidades, una estadista que puede mostrar lo que hizo, y que lo que hizo no es poco, pero que es capaz de admitir que cometió errores y lo que hizo no es suficiente, alguien que nos dice que hay que hacer más para alcanzar una sociedad igualitaria y democrática.
Viendo esa vena humana de una estadista, pude saber por qué Cristina enamora a su pueblo, es porque ella pulsa la misma cuerda que la gente, habla su mismo lenguaje, en cada acto confraterniza, dialoga con el público, toma lo que éste dice y lo incorpora a sus decires, porque Cristina es uno de los nuestros, y recuerdo en este momento las palabras de Hebe de Bonafini refiriéndose a Néstor, cuando dijo que uno de los nuestros había llegado a la Rosada.
En este punto es necesario clarificar que entendemos que somos “nosotros”, “nosotros” son todos aquellos que creemos en valores humanos, que soñamos en una sociedad más justa, que luchamos por cambiar cada día un poquito, sabiendo que como dijo don Atahualpa, “piedra sobre piedra y piedra hace que uno pegue el grito, la arena es un puñadito, pero hay montañas de arena” y trasladándolo a la sociedad, debemos reflexionar que las sociedades no cambian solo por la voluntad de un hombre o una mujer, ni siquiera de un partido o de un generación, las sociedades cambian por esa voluntad de transformación que tenemos “nosotros”, que cada día en nuestro trabajo, en nuestra familia, en la vida cotidiana, sumamos granito a granito lo que en algún momento y mirando largos períodos históricos, podrá visualizarse como cambio.
Y el gran valor de Cristina es que además de ser una estadista, de ser una política inteligente y emprendedora, es una de “nosotros” de la gente buena que no resiste más ser oprimida por la derecha conservadora y reaccionaria, es parte de esa juventud maravillosa a la que se refería Perón, que se inmoló en los años de plomo y que fue asesinada por los militares que sostenían un discurso similar al que sostienen hoy los Duhalde, Carrió, De Narváez, Alfonsín y tantos otros representantes de la derecha reaccionaria.
Son los mismos que pidieron la renuncia de Zaffaroni y arremeten contra las Madres de la Plaza o las Abuelas, los que claman por el orden y la mano dura a cargo de una policía represiva; y defienden y se enorgullecen de defender a los monopolios mediáticos concentrados como los grupos Clarín y La Nación.  Los que defendieron a las avariciosas patronales agrarias cómplices del genocidio de la dictadura, los que no quieren que haya matrimonio igualitario, ni la democratización de los medios de comunicación. Los que exigen penalizar el aborto o el consumo de drogas, los que sostienen que la sociedad no es parte y responsable de inclinación a la violencia y a la delincuencia de algunos oprimidos y marginados que la ven como la única salida a la miseria y sufrimiento que los condena una sociedad injusta, en definitiva son los que estigmatizan a los sectores más dinámicos del cambio social, la juventud y los trabajadores.
Frente a ellos se alza la figura gigantesca de una mujer que ve en la juventud y en los trabajadores, en los sectores más vulnerables de la sociedad, la esperanza del futuro.
Muchos son los errores que puede haber cometido Cristina, quien no hace no se equivoca dice el saber popular, muchas son las diferencias que podemos tener con su ideología, pero sería de necios no reconocer que ella es una de “nosotros”, que es una de nuestras mejores mujeres, que es una guía material y espiritual de los sectores vulnerables y marginados y que en definitiva Cristina es una pasión que nos enamora porque nos hace pensar que un futuro mejor sí es posible.
Hasta la próxima.

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