Desde el advenimiento de la democracia tuve una simpatía personal con el radicalismo, sobre todo por lo que significó Raúl Alfonsín para nuestro país.
No puedo negar que me emocioné al ver el juzgamiento de los militares que asesinaron a nuestros compañeros, o que me sentí reivindicado cuando Don Raúl amonestó a la Sociedad Rural en su propia casa, diciéndosle que eran unos fascistas porque no sabían tolerar la discrepancia y recurrían al insulto como medio de anulación del otro; o cuando en Yanquilandia se plantó frente a Reagan y con los modos diplomáticos fue fiel a sus principios, diciéndole mucho de aquello que el Presidente Norteamericano no quería escuchar; o enfrentando a un obispo desde su propio púlpito en la Catedral de Buenos Aires, cuando algunos sectores de la Iglesia querían imponerle sus condiciones.
En esos años yo tenía contacto con miembros de la coordinadora, que por supuesto eran muy distintos a lo que son ahora, tenía ideas más radicalizadas, no transaban con lo Cobos, Aguad o Sanz y toda la laya de radicales de derecha que pueblan los puestos dirigentes del partido centenario, y el radicalismo tenía otro perfil, mas socialdemócrata, a tal punto que veía como posibilidad entrar en la internacional socialista.
El discurso de porque norte, que tuve el privilegio de conocer en líneas generales, antes que Alfonsín lo diera, ya que mi amistad con Portantiero, Aricó y algunos allegados al Grupo Esmeralda, me permitía acceder a ciertos contenidos que otros no podían tener, fue una verdadera pieza de pensamiento progresista, allí se expresó la estructura de un Estado moderno, con una democracia representativa sólida.
Ese era el radicalismo de los ochenta, con sus errores, era un radicalismo que trataba de transitar por la senda de una sociedad más justa y democrática. Un partido que representaba la lógica democrática del estado burgués, que tenía y tiene déficits pero que es mucho mejor que las dictaduras sangrientas que asolaron América Latina en los setenta y ochenta.
En el XVIII Brumario de Luis Bonaparte Marx dice que la historia se repite dos veces, la primera como tragedia y la segunda como farsa. Hoy tenemos de nuevo un radicalismo liderado por un Alfonsín, que más allá de su notable parecido con su padre, no llega a ser más que un remedo del notable estadista de los ochenta y el radicalismo no es más que una farsa de aquel que conociéramos en épocas del padre de éste Alfonsín.
Este Alfonsín es lo que en mi juventud decíamos un botarate, un sujeto irresoluto, sin ideas, que a cada paso comete un error o se desdice.
No importa mucho si dijo que nunca iba a aliarse con de Narváez y ahora lo hace, lo que importa es el contenido de aliarse con un político execrable de derecha, que antes de condolerse de la pobreza debería dar cuenta de su estilo de gestión cuando era dueño de Casa Tía y súper explotaba a las humildes trabajadoras más allá de lo tolerable, o cuando echó a periodistas de su canal por hacerles preguntas incómodas.
Aquel Alfonsín no hubiera denostado a las Madres, o apoyado al diario Clarín (más aún lo criticaba ácidamente) y esta afirmación nos lleva a la segunda parte de nuestra conversación.
Porqué todos los políticos de derecha (Alfonsín incluido) asumen una seudo condición de progresistas cuando en nombre de la libertad atacan a la vez aquellas organizaciones que, como las madres, defienden a los derechos humanos o a las organizaciones populares como los piqueteros.
Porqué, la derecha dice defender la libertad para votar contra una ley de medios que sin ser lo mejor garantiza una democratización mayor de los medios de prensa tan concentrados y tendenciosos en nuestro país.
Porqué, no dijeron nada cuando los empresarios agrícolas avariciosos hicieron un lockout patronal desabasteciendo a las ciudades para el logro de sus mezquinos intereses, y más aún salieron a apoyar los cortes de ruta ilegales de éstos, y hoy critican a los pobres y desesperados que salen a cortar calles o la panamericana para hacerse oír en sus reclamos, o a aquellos que al no tener un techo, luchan tomando un parque porque los aliados actuales de los radicales no son capaces de resolver sus problemas.
Porqué, de golpe salen hoy a batir el parche contra las madres, a criticar a Hebe de Bonafini cuando hace unos años las pusieron en un pedestal (merecido por cierto).
No se preguntan estos radicales acerca del pasado de sus aliados, de lo que hicieron durante la dictadura, no leen la alianza estratégica del monopolio Clarín con la dictadura asesina.
Porqué, si son tan democráticos no impulsan la investigación profunda del asesinato de Kosteki y Santillán durante el gobierno de Duhalde.
Porqué, no dicen ni una palabra ante los dichos una política impresentable como Carrió, que dice que nuestra presidenta y el kischnerismo no defendieron nunca los derechos humanos, cuando sabe que es uno de los principales logros de este gobierno. Carrió a lo mejor está molesta porque desde el 2003 están metiendo presos a sus viejos empleadores del Chaco, cuando en épocas de la dictadura militar asesina cuando ella era funcionaria.
Y allí viene la tercera parte de esta charla querido lector. Que son las Madres y Abuelas y que significa atacarlas.
En primer lugar, Las Madres de Plaza de Mayo y las Abuelas de Plaza de Mayo constituyen un símbolo genuino y puro de la lucha contra la dictadura. Muchos de los que hoy las critican aprovechando la deslealtad de uno de sus colaboradores, durante la dictadura o eran cómplices de la misma o eran alcahuetes codiciosos para sacar partido.
En estos días circula por internet un mail malicioso que reproduce un artículo injurioso contra las madres de A. Ussia, estuve muchas veces, en los últimos diez años, en España y no puedo afirmar que sea un notable escritor y periodista como dice el encabezamiento, porque nunca lo oí nombrar, pero sí sé que sus argumentos contra Hebe, que por buen gusto y para no darles prensa no voy a reproducir, son los mismos que los miserables comunicadores de la dictadura o de algunos “periodistas notables” actuales, pero si me llama la atención el ensañamiento con Hebe, como en otro momento fue con Milagros Salas o con Elías o los piqueteros, o a periodistas serios y honestos como Víctor Hugo Morales..
Con todos ellos tengo mis diferencias, con sus métodos, con algunas de sus ideas, por ejemplo no acuerdo con las declaraciones de Hebe frente al 11 de septiembre o con respecto a la ETA, no estoy seguro que cortar rutas y calles, y sobre todo en forma permanente, sea conveniente para adquirir visibilidad, no estoy de acuerdo con la defensa que D Elias hace de Irán, pero reconozco que estos movimiento populares constituyen una fuerza instituyente en la sociedad que viene a decirnos que no todo está bien en Argentina, que ha muchas cosas que deben cambiar.
Las Madres y las Abuelas son un símbolo del valor, de lo mucho que se puede cuando se tiene voluntad y convicción, y que cuando un político ataca a las madres con un discurso solapado e insidioso, o es un suicida que ataca aquello noble que esta sociedad ha producido y sienta las bases para destruir las posibilidades de creer que tiene una juventud que comienza a actuar en política o es un agente de la derecha más rancia que ataca a las organizaciones que expresan un discurso que pone en tela de juicio su historia y conmueve a los jóvenes impulsándolos a reflexionar sobre lo que paso y lo importante que es luchar para que no vuelva a pasar.
Hasta la próxima.
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