jueves, 12 de mayo de 2011

La idea de la inseguridad y el sentido común.


Quiero abordar dos conceptos diferentes pero íntimamente ligados: el sentido común y la inseguridad.

El sentido común constituye el sentido medio generalizado, que aparece ante nuestros ojos como el sentido compartido por todos.

Por esa razón de ser una conciencia promedio sobre los actos de vida de las personas, el sentido común tiene una fuerte impronta conservadora, nunca se podría tener ideas altamente innovadoras desde el sentido común, o dicho de otra manera, las ideas innovadoras son francamente contrarias al sentido común, porque lo que buscan es precisamente modificar ese sentido común.

Si Galilei, Copérnico y tantos otros hubieran aceptado el sentido común de su época seguramente hoy continuaríamos creyendo que la tierra es el centro del universo, porque eso era lo que sostenía el sentido común. Aparece como una supuesta construcción colectiva, cuando en realidad es una producción de los sectores dominantes de una sociedad en un momento socio histórico determinado, no es el colectivo social el que determina el sentido común, es una construcción imaginaria que se articula en una sociedad para sostener los intereses de quienes detentan el poder.

Este sentido se construye desde los medios de comunicación y permea el pensamiento de los colectivos sociales instalándose como una formación conceptual propia de los mismos, cuando es totalmente ajeno a los ciudadanos que lo ponen en palabras.

También el sentido común suele tener características francamente prejuiciosas, cuando no racistas.

Ello ocurre porque el sentido común no pone en acción el pensamiento crítico reflexivo de los sujetos, sino por el contrario constituye una aceptación pasiva de lo que la mayoría dice. En nuestro país en la segunda mitad del siglo veinte era de sentido común ser peronista porque era un sentimiento fuertemente arraigado en los sectores trabajadores, el peronismo era visto como un movimiento transformador que tenía la misión de reivindicar al explotado y al oprimido. Sin embargo el peronismo no constituyó nunca un movimiento de izquierda, solo pudo serlo en el pensamiento de sectores pequeños burgueses que vieron en el viejo general un conductor revolucionario.

Una visión crítica del peronismo devela que el General era un estadista inteligente y audaz, que apostaba fuerte en política y tenía una visión muy completa de la sociedad en la que vivía.

Recuerdo que a los militantes de izquierda de los años setenta nos resultaba cómico pensar que Perón se definiera como socialdemócrata en un reportaje que se le hiciera en esa época. Para nosotros Perón eran un líder nacionalista populista que se había formado en las ideas mussolinianas de la década del 30[1] y muchas de las estructuras del modelo peronista estában inspiradas en esos movimientos de ultraderecha como por ejemplo un movimiento obrero con central sindical única y subordinado al partido.[2]

La ambigüedad del líder tiñó al movimiento y el peronismo fue un actor político social que integró dentro de sí a sectores contestatarios que propugnaban el socialismo nacional (Montoneros, peronismo de base) junto a versiones ideológicas de extrema derecha que fueron propulsoras del terrorismo de Estado posterior como la triple A de López Rega, el Comando de Organización de Brito Lima, y tantos otros.

Como vemos el pensamiento crítico reflexivo tiende a desmenuzar esa construcción política abandonando la idea de sentido común que si las masas son peronistas debemos ser peronistas.

El pensamiento reflexivo se niega a aceptar las ideas porque son compartidas por la mayoría y preserva su autonomía de análisis tratando de ver los pro y contra de un cuerpo ideológico o de un determinado partido o movimiento político.

Vista las connotaciones del sentido común y su contraposición con el pensamiento crítico reflexivo, pasemos a ver una de las construcciones del sentido común y su relación con el conservadurismo social de la Argentina: el tan hablado problema de la inseguridad.

Hoy vemos que los políticos son unánimes al recortar como problema prioritario de nuestro país la cuestión de la inseguridad y gastan saliva y tinta en criticar la falta de seguridad y enuncian propuestas para resolver el problema de la inseguridad.

Comencemos por una afirmación taxativa y por lo tanto con todo el riesgo de error que ello significa, la inseguridad no es resoluble, quien afirma que va a terminar con el delito o es un ingenuo que formula un deseo o miente en forma oportunista para obtener un rédito político.

La base del delito se encuentra en la inequidad social que existe por ser esta una sociedad dividida en clases sociales muy diferentes y con un alto nivel de fragmentación que hace que unos pocos posean mucho y mucho que no tengan nada.

Esta situación de inequidad, en la que somos permanentemente seducidos a tener una vida feliz basada en múltiples posesiones, hace que los que no puedan acceder a esa vida, potencien su deseo consumista y aumenten su frustración al no poder hacerlo. En la generalidad de los casos los mandatos religiosos y sociales hacen que los sujetos aceptemos nuestro estado de indefensión frente a la sed de consumo por no tener los recursos necesarios que nos permitan acceder a todo lo que deseamos o aspiramos.

Por diferentes motivos que sería muy largo de explicar, algunos miembros de la sociedad no reprimen sus deseos y recurren a diferentes recursos para obtener aquello que los medios de propaganda les proponen y sus recursos escasos les niegan.

Un camino es el endeudamiento, el trabajo a destajo, el esfuerzo ilimitado, pero existe un atajo que permite al sujeto acercarse a lo que su deseo le demanda y ese atajo es el delito en todas sus manifestaciones: el robo, el asesinato, la estafa, etc.

En este punto queremos proponer al lector dos reflexiones. Una, que el delincuente no pertenece a una determinada clase social, ni que el delito es privativo de un determinado país o región. En todos los países del mundo, cualesquiera sea su signo ideológico o su estructura social hay personas que infringen la ley por decirlo en un sentido suave, y los delincuentes pueden en algunos casos invertir mucho dinero para perpetrar el delito. Por ejemplo asaltar un camión de caudales requiere de una logística importante (armas, información, complicidades policiales, etc.) para lo cual detrás de un delito de magnitud suele haber un inversor de importancia.

Esto nos lleva a la segunda cuestión, el discurso que trata de vincular el delito a la pobreza y pone en sospecha a todos los sectores vulnerables de la sociedad.

La segunda línea de pensamiento nos lleva a analizar porque en determinadas épocas los sectores dominantes recurren a anatematizar el delito y a reclamar mayor seguridad. Resulta obvio que una persona que sufrió un despojo tienda a reclamar seguridad pensando que con medidas represivas y mayores penalidades el hecho no hubiera ocurrido. El reclamo por la mayor seguridad no es nuevo, Michel Foucault comenta en uno de sus libros que en el siglo XIX cada tanto surgía el reclamo de mayor seguridad por los continuos delitos a los que eran sometidas las “personas de bien”.

Después de casi dos siglos los reclamos son muy similares, algo ocurre para que miles de millones de seres humanos a lo largo de los siglos no hayan podido resolver esta cuestión tan vieja que los diez mandamientos cuentan con dos o tres referidos a ello (no robarás, no matarás, etc.).

Existe una concepción estrecha del acto delictivo que lo remite al asalto violento, a la agresión con fines de lucro, etc., pero que no ve delito en el cohecho, la coima, los negociados de los empresarios.

Sobre los primeros tipos de delitos, el sentido común formulado por los medios de comunicación y absorbido por los ciudadanos, exige soluciones que por lo general remiten a ampliar la población carcelaria, a tener castigos más duros con los que infringen la ley, con propuestas tan nefastas como el propio delito, como por ejemplo exigir la ablación del miembro viril al violador o la pena de muerte al que mata. Lo que el sentido común no puede pensar, por más que el pensamiento científico lo haya demostrado ampliamente, es que en los lugares en los que el castigo es más riguroso no disminuye el delito, por el contrario tiende a aumentar y crea un problema secundario que es el mantenimiento de una población carcelaria cada vez mas grande.

Lo interesante que los responsables de los otros delitos (llamados de guante blanco) que tiene consecuencias mucho más negativas para el cuerpo social, no solo que no son punibles, sino que hasta suelen contar con la simpatía social. Por ejemplo en la crisis actual de capitalismo los Estados Nacionales (EE.UU, Europa, etc.) invirtieron miles de millos de dólares de asistencia a los banqueros que fueron en no pocos casos repartidos como dividendos por los mismos y muchos fraudes como la quiebra de Enron no fueron penalizados y los responsables no sufrieron ningún castigo.

Entre las propuestas de solución de la inseguridad, escuchadas en estos momentos electorales, encontramos también el reclamo de mayor cantidad de policías en las calles y a veces la exigencia de una policía de mano dura.

Quiero ilustrar con algunos ejemplos la efectividad de la policía como instrumento de prevención del delito.

A mi hijo le robaron el auto en una esquina de Rosario, cuando fue a hacer la denuncia se encontró con diversas personas a las que se les había sustraído el vehículo en la misma cuadra. Pregunta ¿si hay una denuncia de robo puede ser que no se investigue?, y si hay cinco o seis denuncias de robo, ¿no sería lógico que la policía se dé una vueltita por la cuadra a ver qué pasa?, y otra pregunta ¿los cacos sabiendo que el propietario va a denunciar y la policía va a investigar, volverían a robar en el mimo lugar?, por supuesto que la única explicación para todo esto es que ese lugar es una zona liberada en la que la policía le garantiza a los ladrones la seguridad de no intervenir para que “trabajen” tranquilos.

En Rosario se comenta que las comisarias son vendidas a los comisarios, que invierten dinero para ser transferidos a aquellas seccionales más rentables en materias de coimas por existir allí negocios tales como la prostitución, el juego ilegal o el tráfico de drogas.

Nadie pide investigar esta estructura delictiva que constituye la policía, no existen planes para reestructurarla, ello se debe a que los reclamos por “políticas de seguridad” constituyen una manera de mantener a una población temerosa bajo control.

El discurso de la inseguridad constituye un velo que tapa otras cuestiones tales como la inequidad, los privilegios, que se sostienen en base al hambre y la miseria de millones, y el mantenimiento de un sistema social regresivo y políticamente autoritario.

Hasta la próxima.





[1] El mismo Perón confiesa su admiración por el pensamiento del Duche con el que tuvo contacto cuando estuvo en la Italia Fascista.
[2] La CGT siempre se consideró la pata obrera del movimiento peronista y es de recordar que en el gobierno peronista del 70 al 73 se intentó cristalizar ese modelo sindical.

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