lunes, 3 de junio de 2013
Prostitutas, moralistas e hipócritas.
La prostitución es una de las profesiones más viejas de la humanidad.
Francisco Montiel hablando de la prostitución religiosa presente en las diversas culturas antiguas nos dice que “También se suele considerar como otro tipo de prostitución sagrada, al parecer mucho más antiguo, localizable en época matriarcal, la costumbre que obligaba a todas las muchachas, sin excepción, a ser desfloradas antes del matrimonio, dándose por dinero a un extranjero, en el templo, a beneficio de la diosa, cumpliendo así un deber religioso que era al mismo tiempo un acto simbólico-sagrado. En realidad, existe una evidente dificultad en fijar los límites no sólo entre una serie de costumbres que, como esta última, se suelen incluir bajo la rúbrica de prostitución sagrada….”
Luego, con el correr del tiempo, la sacerdotisa pasó a cumplir ese rol ofreciendo su cuerpo contra un pago en representación de la casadera, allí colocan algunos el origen de la prostitución.
A lo largo de los siglos esta institución ha sido parte de la vida sexual de la especie humana.
Si leemos al Marqués de Sade podemos encontrar como la prostitución era parte de la vida cortesana, y más que estar prohibida, era aceptada en todas sus prácticas por las sociedades de la Francia prerrevolucionaria.
La interdicción moral de la prostitución comienza en la época victoriana, como una de las tantas interdicciones impuestas al sexo, como manera de domesticar el instinto sexual como vía a la domesticación del ser humano, podríamos decir que lo que se intentaba era convertir a los miembros de las clases subalternas en una suerte de eunucos, tratando de dominar su deseo sexual atándolo a solo una forma de sexo (el matrimonial) y por esa vía domesticar los impulsos liberadores que asomaban es estas clases sometidas.
Por ello no es casual, ni sorprendente que la principal práctica narcotizante de la conciencia revolucionaria, la religión, tenga entre sus principales interdicciones al ejercicio de la prostitución, lo que si asombra es que tras un cierto ropaje progresista o de izquierda, algunos intelectuales se sumen a la cruzada religiosa conservadora.
En “La Capital” del 2/06/2013 en página 5 podemos encontrar un reportaje a Juan Volnovich, en el que hace algunas puntualizaciones que a mi entender además de moralizantes son peligrosas.
Utilizando el Psicoanálisis trata de analizar la práctica de la prostitución desde una perspectiva conservadora y reaccionaria.
Para fundamentar mis opiniones voy a presentar algunas de sus expresiones y luego las analizaré:
“….. se habilitó y naturalizó esta práctica de varones que refuerza los valores del patriarcado.”
“Pagan por sexo y en esto hay que distinguir algo. Adhiero a una postura abolicionista de la prostitución, creo que hay que abolirla como a la esclavitud, lo que no implica una política moralista ni represora de la sexualidad: no se trata de no tener relaciones sexuales que se quieran, eso es cuestión de cada uno. El tema es cuando hay un pago, un pacto comercial, un intercambio por dinero que incluye la esclavitud y denigración del cuerpo de la mujer que funciona como mercancía”
“Es una relación muy asimétrica, de poderes: alguien que tiene dinero paga y alguien que no lo tiene se somete. Otro término fundamental es el del "consentimiento". En el caso de menores de edad el consentimiento no existe, aun cuando quiera apelarse como excusa a la idea de que la víctima ha disfrutado de ese acto. El caso de la mujer adulta es más complejo. Hay que interrogar desde qué lugar la mujer consiente, ¿es pobre?, ¿no puede trabajar de otra cosa que no sea comercializar su cuerpo? Otro consentimiento con alta aceptación, aún de la mujer, se daba en la Edad Media con el Derecho de Pernada, que permitía al amo iniciar sexualmente a las esclavas. Ese consentimiento no invalidaba el reforzamiento de un acto de esclavitud.”
Agrega la nota periodística, “según él (Volnovich), no habría que reprimir a las prostitutas como se hace, sino a los proxenetas y a los clientes, tal como proponen dos proyectos de ley que aguardan en el Congreso”.
De lo que se trata es de sustentar una práctica represiva bajo un falso ropaje de izquierda.
Antes de analizar los textos es necesario hacer algunas puntualizaciones. En primer lugar el ejercicio profesional de la prostitución no es equivalente a trata de personas. Existe trata de personas cuando aparece la figura del proxeneta que obliga a la mujer o al hombre a prostituirse y se apodera de lo producido por el/ella (o una parte). La trata de personas es una actividad repudiable, pero cuando una mujer o un hombre deciden ser profesionales del sexo, es decir trabajar con su cuerpo, sin la mediación del proxeneta, es decir cuando ella/él retiene todo lo recaudado, no es trata de personas, es trabajo sexual o prostitución. La prostitución puede ser equiparable a la esclavitud en el caso de la trata, pero no cuando se ejerce la prostitución por voluntad propia, esto es tan así que las prostitutas se han sindicalizado en una asociación (AMMAR).
Yendo de lleno a los textos, Volnovich dice que es partidario de abolir la prostitución, obviamente se fundamenta en que es una práctica similar a la esclavitud y que además es humillante para la mujer.
Existen otras prácticas que bajo el capitalismo son humillantes como el trabajo, mediante el cual se esclaviza a masas de trabajadores por un salario. El trabajador no consiente ser explotado, debe dejarse explotar y someterse al patrón porque necesita el dinero para vivir. En esto se sostiene la tesis de que la prostitución es un trabajo, en que la mujer vende su cuerpo por un estipendio económico, como el trabajador vende su cuerpo igualmente por un estipendio. Y le puedo decir a Volnovich que también el trabajador es humillado en su trabajo, tanto más que la prostituta en el suyo. En las sociedades de clase quien posee dinero tiene poder y lo usa para obligar al otro a que se humille y consienta a sus deseos, como la secretaria que a veces se humilla más que la prostituta para mantener su trabajo, o la que vende su cuerpo no por dinero, sino por posibilidades de progreso.
Resulta extraño que se refiera siempre a la prostitución femenina y no hable de la prostitución masculina, tanto de hombres que entregan su cuerpo a otros hombres o a mujeres a cambio de dinero, porque en este caso es lo mismo que en cuando analiza la prostitución en mujeres. Tampoco habla de las mujeres que compran servicios sexuales de otras mujeres.
Creo que no lo hace porque se cae su hipótesis de la compra de servicios sexuales como un acto puramente machista, cuando ese intercambio, aunque es más frecuente en los hombres no es ajeno a las mujeres que cada vez más concurren a ver strippers y a comprar servicios sexuales de los hombres o de otras mujeres.
Muchos historiadores, como lo indicamos más arriba, ubican a la prostitución como una institución que tiene sus orígenes en el matriarcado y de esto Volnovich no dice nada.
Tampoco habla de la prostitución de alto vuelo o prostitución VIP para empresarios acaudalados y funcionarios bien remunerados, menos aun de otra forma de prostitución que consiste en comprar los servicios de una mujer para que conviva con un hombre por un cierto tiempo, como su pareja, y que cuando finaliza el contrato se la despide sin más. Esta actividad propia de empresarios adinerados es una forma de prostitución, ¿estaría Volnovich en pedir cárcel para los grandes empresarios que la practican?
Y hablando de territorialidades, tampoco refiere Volnovich como luchó por abolir la prostitución en Cuba cuando estuvo allá, donde las profesionales se prostituyen por un perfume, un jabón o dinero, todo ello con el conocimiento de Fidel Castro quien en la cumbre Iberoamericana que se realizó en Bariloche ante la pregunta: ¿comandante que puede decir respecto a que las profesionales se prostituyen en cuba?, respondió:
–Ves chico en Cuba hay tantas posibilidades que hasta las prostitutas pueden estudiar en la universidad.
Lo que ocurre es que Volnovich es un partidario de la monogamia, pero su conservadurismo no le permite ver que el hombre y la mujer son seres esencialmente polígamos, que buscan el placer en todas sus posibilidades, por eso existen algunos que se satisfacen en una vida monogámica, otros que recurren al adulterio, otros que intercambian parejas, que tienen parejas abiertas, o que simplemente buscan el placer en la comodidad de pagar por él antes que realizar el lento trabajo de levantarse una mujer o un hombre en la calle.
Pero lo más peligroso de las afirmaciones de Volnovich es que preconiza la persecución del cliente, acusándolo de la existencia de la prostitución, si ello es así al eliminar el cliente se elimina el derecho de los hombre y mujeres a trabajar con su cuerpo, derecho consagrado por la constitución, que según tengo entendido no diferencia de profesiones buenas y malas. Pero lo que es peor es que Volnovich y los que buscan judicializar a la prostitución con leyes abolicionistas y punitivas solo están trabajando para aumentar las rentas de policías y funcionarios corruptos que cobran por hacer vista gorda a las prácticas que la ley prohíbe.
O no sabe Volnovich que a las prostitutas se las deja trabajar en las calles a cambio de coimas a los policías, que hay jueces que aceptan favores sexuales para liberarlas, y que al penar al cliente permitirá que los policías corruptos extorsionen a los ciudadanos y ciudadanas que utilizan los servicios sexuales.
Una propuesta progresista y transformadora pasa por incrementar la educación sexual, por aumentar las posibilidades educativas y laborales de las y los jóvenes, de generar oportunidades para que estos no tengan necesidades de vender sus cuerpos, y aun así siempre existirá un remanente de dudas respecto a las prácticas sexuales.
Porque podría argumentarse que hay que prohibir el sexo oral, anal, el cunnilingus y otras prácticas sexuales porque algún trasnochado como Volnovich piensa que son humillantes para la mujer, tanto como el ménage a trois, swingers, sexo colectivo, etc.
Hubiéramos terminado prohibiéndola sexualidad en la existencia de la familia punalúa que en la antigüedad practicaba sexo grupal, o desconociendo la realidad del derecho que en ciertas culturas originarias se arrogan los padres de desflorar a sus hijas, las que aceptan esto con orgullo y satisfacción.
En definitiva Sr. Volnovich, es necesario abandonar ciertas posturas reaccionarias que tal vez le vengan bien al Papa Francisco pero que son dañinas para la evolución social. Ah y de paso el derecho de pernada era el derecho del señor feudal de tener sexo con la mujer del siervo que la desposaba antes que este lo hiciera, de donde sacó que era para iniciar sexualmente a las esclavas me interesa ese dato.
Hasta la próxima
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