En la primera parte discutimos la cuestión de la verdad a partir de lo cual impugnábamos la frase del título. Veamos ahora algunas observaciones respecto al término realidad.
“Realidad” viene de Latín “realitas”, que tiene diversos usos. Proviene de “res” y puede referir: cosa material, ser en general, hecho, objeto, materia, asunto, circunstancia, experiencia, poder, causa. Por lo tanto, realidad sería: a) existencia verdadera y efectiva de algo o alguien (la única realidad que conocía era su familia y su trabajo; no hay que huir de la realidad, sino afrontarla) y b) Cosa que existe en el mundo real (el artista pintó las más negras realidades de su país)
Si recurrimos al diccionario encontramos que se denomina realidad al conjunto de las cosas existentes, como así también a las relaciones que estas mantienen entre sí.
En la conciencia común realidad se vincula a algo existente, que no se puede negar, es muy frecuente escuchar la frase “estas negando la realidad” o “te vas a chocar con la realidad.
En este contexto debemos discutir la frase “la única verdad es la realidad”, es decir la realidad constituye un criterio de verdad, más allá del cual no se puede ir.
Es extraño que una frase tan sencilla contenga tantas contradicciones.
En la antigüedad, por ejemplo, en Platón, lo observable por los sentidos no es nada más que el reflejo de la verdadera realidad, que consiste en el universo de las ideas. Este filósofo distinguía entre la doxa y la episteme, siendo la primera lo directamente asequible por nuestros sentidos, pero que contenía la ilusión de realidad, dado que, para llegar a la verdadera realidad, la episteme, era necesario cruzar el rio del conocimiento.
En oposición a su maestro Aristóteles sostenía que los datos que nos otorgaban los sentidos son fidedignos.
El obispo de Berkeley sostenía que solo existen percepciones de la realidad, que la realidad no tiene entidad. Obvio, sus alumnos cansados de escuchar que todo es apariencia, que nada tiene existencia real, lo atropellaron con un carro y le dijeron que no se preocupara porque el carro no existía, era tan solo una apariencia.
Kant enunció lo que denominó las categorías a priori del entendimiento, los elementos, principios, estructuras o conocimientos que no tienen un origen empírico pues descansan en la naturaleza de la propia razón.
Por lo tanto, la realidad puede ser concebida de diferentes maneras y lugares.
Pero más allá de estas disquisiciones, la pregunta que flota es ¿es real la realidad?
Al igual que la verdad, la realidad admite diferentes interpretaciones, en política se discute si la realidad que transmiten los medios de comunicación es real, o lo que recibimos es solo un relato, detrás del cual se oculta la “verdadera realidad”, y en esta expresión encontramos dos cuestiones, que en la cotidianeidad no parecen admitir discrepancia y que sin embargo se anulan una con otra.
Si aceptamos que la verdad es contingente, más aún que no existe la verdad, sino la verosimilitud, decir que hay una verdadera realidad, implica que lo que sostenemos, lo hacemos desde un lugar de duda.
La filosofía estuvo atravesada por un extenso debate sobre que es lo que existe, si lo existente es un producto del sujeto que lo piensa y, por lo tanto, la realidad no tiene independencia del sujeto que la piensa, o si, por el contrario, la realidad es siempre una, más allá del sujeto que la piensa.
Los dos grandes cuerpos teóricos que se enfrentaron a lo largo de los siglos XVII, XVIII, XIX y XX son el idealismo y el materialismo, y dos de sus grandes referentes fueron Hegel y Marx respectivamente.
Observemos con más detenimiento la cuestión, todo lo que está a nuestro alrededor existe desde antes que existiéramos nosotros como sujetos individuales y continuará existiendo una vez que no estemos.
El universo existe desde antes que existiera la vida, pero, el universo no puede ser pensado, contemplado, analizado, conocido, sino existe una conciencia cognoscente. Y si no puede ser pensado sin un sujeto colectivo o individual que lo piense, como ocurrió en sus orígenes, cuando lo único existente era polvo cósmico, la pregunta que surge inmediatamente es ¿existía realmente el universo?
En segundo lugar, si lo que le da entidad a lo real, es el sujeto que lo piensa o conoce, esa entidad dependerá de la calidad de la conciencia presente. La realidad material no fue vista de la misma manera en los diferentes momentos socio-históricos. Más aún una misma cosa puede ser considerada de diferentes maneras según el lugar, la tradición, la cultura del sujeto cognoscente.
En la película “Los dioses deben estar locos” un aviador arroja una botella de Coca Cola desde un avión que cae en una aldea de un pueblo originario africano. Quien la recoge no entiende que es una botella de Coca Cola, dado que ni siquiera sabe que es la Coca Cola. Pero además no puede admitir que las botellas se desplacen por el aire, por lo que la conclusión es que ese objeto se les cayó a los dioses y es necesario restituírselo.
La conciencia que conoce construye su propia realidad en base a las diferentes categorías utilizadas por su pensamiento.
Obsérvese que digo “utilizadas por su” y no “de su” pensamiento, dado que las categorías conceptuales que utilizamos no son propias de nosotros como sujetos individuales, sino que son una construcción teórica del colectivo humano.
Castoriadis hablaba de la imaginación radical, como la capacidad que tiene el ser humano de crear lo que no es, y daba como ejemplo la democracia griega, algo que no está en la naturaleza de los hombres, sino que surge ex nihilo, es decir por fuera de la nada. Loa imaginación radical es lo que nos diferencia del resto de las especies que pueblan la tierra, nuestra potencialidad de crear cosas que no existen, contrariando aquello de “nada se crea, ni nada se pierde, todo se transforma” de Lavoisier. El hombre es capaz de crear sin transformar.
Pero la creación humana no es un producto consciente y específico, no creamos porque queremos crear, ni creamos lo que pensamos, la creación humana es un producto impensado por cada sujeto individual que surge como parte de la acción colectiva, aun cuando el enunciador sea una sola persona.
El producto de la creación humana es el resultado de la existencia socio-histórica de la especie, deben existir condiciones socio históricas que posibilitan el surgimiento de un determinado conocimiento. Esas condiciones socio históricas son de organización social, cultura, imaginarios sociales instituyentes, condiciones naturales, azar, etc.
Así como creamos el automóvil, el ascensor, los grandes edificios, las maquinarias de la industria, también creamos estructuras sociales que interactúan con las otras creaciones. Muchos conocimientos no fueron posibles en ciertos momentos históricos por la acción represiva de esas estructuras sociales, culturales, religiosas.
Y como creamos materialidades, también desarrollamos no materialidades, como las ideas, los conceptos, las creencias, etc.
La realidad que tanto nos ufanamos de conocer es tan solo una representación mental del fragmento de materialidad al cual podemos acceder.
Como seres finitos, con un cuerpo finito que solo puede desenvolverse y experienciar espacios cercanos, adyacentes, estamos limitados en nuestra capacidad de conocer.
Si un sujeto individual piensa que es lo que puede afirmar que conoce por su experiencia particular y propia, deberá aceptar que solo conoce lo que sus sentidos pueden proveerle de información. es decir, los datos con que contamos para poder conocer la “realidad” son los que vemos, escuchamos, palpamos, todos los demás datos con los que construimos nuestro relato del mundo son provistos por lo que podríamos designar como nuestra percepción ampliada.
La percepción ampliada es la que nos posibilita conocer aquello que no está al alcance de nuestros sentidos. Por ejemplo, puedo conocer y hacerme una imagen de la vida en Cuba sin haber ido nunca a ese país.
Como puedo hacerlo, pues leyendo libros que hablen sobre Cuba, viendo videos, leyendo periódicos, donde otras individualidades exponen sus propios relatos del medio circundante en el que se desenvuelven.
Pero esos relatos están atravesados por las condiciones de existencia de los enunciadores. Así, si Ud. es comunista tenderá a creer toda la información que habla de las bondades delo régimen político cubano, y si no lo es tendera a creer todas las informaciones que denostan la vida en Cuba.
Entonces, si la única verdad es la realidad, cual es la realidad que construye la verdad, pues, es aquella en la que Ud. cree, y por lo tanto la frase podría ser re-escrita como “la única verdad es la realidad en la que yo creo” con lo cual se pone de manifiesto la subjetividad que encierra esta definición.
Si como afirmamos, no existe una sola realidad, sino que existen múltiples realidades, que construyen los diferentes colectivos sociales en función de sus intereses, creencias, ubicaciones materiales, intereses, entonces tendremos que aceptar que existe una multiplicidad de verdades que se fundan en una multiplicidad de realidades, aceptando que no existe una verdad, ni una realidad.
Entonces, queda en pie la pregunta ¿en que creemos? Como sabemos que es lo que debemos aceptar y que es lo que debemos rechazar.
En tiempos electorales este interrogante cobra una significancia importante por cuanto al votar, en una democracia representativa hipotecamos nuestro futuro por una determinada cantidad de años. Si nos equivocamos y votamos a quien nos “vendió” una determinada realidad, padeceremos las consecuencias de nuestro error. En el 2001 los argentinos pudimos experimentar esta cuestión, nos equivocamos al elegir y el país terminó en la quiebra y con él una gran parte de nosotros fuimos arrastrados a una crisis pavorosa que nos significó sufrimiento psíquico y físico
En la modernidad se hace mucho más complejo reconocer “quienes son los amigos del pueblo”, porque a diferencia de otros momentos históricos en los que los sujetos individuales pertenecientes a las clases subalternas carecían de toda información, no tenían herramientas para conocer, estaban por lo general anulados en su pensamiento que solo se remitía a la concretud de la vida cotidiana, hay tenemos exceso de información a través de una multiplicidad de medios de comunicación orales, escritos, etc. Esta misma condición de la modernidad, la sobreabundancia de la información, hace que nuestra tarea de discernir lo conveniente de lo inconveniente sea mucho más ardua, y exige que las sociedades estén integradas por colectivos cada vez más aptos para el manejo de la crítica y la reflexión.
Si ejercemos la crítica y la reflexión, no aceptando a priori nada, por más lindo o atrayente que nos parezca, podemos constituir nuestro propio relato de la realidad, que no será definitivo, ni verdadero, pero que en base al mismo podemos ir amuchándonos con quienes tienen relatos compartidos o cercanos.
Por eso “la única realidad es la que pensamos” y en la mayoría de los casos debemos considerar que ni siquiera ello puede ser verdad, solo así podremos construir una clara sociedad participativa, colectiva e igualitaria.
Hasta la próxima
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