lunes, 26 de octubre de 2015

Tras el diluvio


Y pasaron las elecciones, tenemos los resultados a la vista y la promesa de segunda vuelta entre dos candidatos conservadores de derecha. No Creo que duela la mala performance de Scioli, solo produce sorpresa, lo que si abruma es la buena performance de Macri, eso sí duele, porque nos coloca, como país, en la antesala del infierno. Scioli nunca fue santo de mi devoción, como muchos argentinos lo voté con los ojos cerrados, y porque no decirlo, con un poquito de asquito. Muchos afirman que es el mejor candidato que tenía a mano el oficialismo, no lo creo, creo que Randazzo, Alicia Kirchner, Uribarri entre otros eran mejores candidatos, y si no tenían uno propio debieron proponer a alguno que no fuera del riñón, pero que garantizara la continuidad de muchas de las políticas centrales que se desarrollaron en los últimos doce años. Con Scioli tengo la misma sensación que con el candidato que impulsó Alfonsín, el señor del lápiz rojo que preconizaba políticas de ajuste. En 1989 los tres principales candidatos eran Menem, Angeloz y Alsogaray, es decir un populista de derecha, un liberal de derecha y un conservador de derecha, uno sentía que cualquiera de los tres que votara, estaba sufragando en contra de sus intereses, no individuales, sino de la gran mayoría de la población. Como muchos voté por Angeloz, el candidato propuesto por Alfonsín, sabiendo que me equivocaba, pero pensando que era el mal menos peor y no me equivoqué, lo que vino después demostró que los otros dos candidatos era peores. En la elección actual sentí la misma sensación, la oferta era entre un conservador de derecha (Macri), en liberal de derecha (Masa) y un populista de derecha (Scioli), sabía que por cualquiera de los tres que votara era un voto contra los intereses de las mayorías populares, de los más vulnerables, de los sectores medios, en definitiva, era un voto desatinado a apuntalar a los explotadores y opresores. Nunca más cierto la famosa sentencia de la izquierda marxista (algo que no existe como oferta electoral en Argentina desde la vuelta a la democracia) los oprimidos y explotados en las elecciones democráticas burguesas elegimos el opresor de turno, y elegimos al opresor que consideramos que va a ser más benigno. Pero siempre elegimos un opresor. Muchos votamos a Scioli porque en sus listas era acompañado por muchos políticos comprometidos con los intereses de ese sujeto genérico que el populismo denomina pueblo. Es que reconocemos que en estos doce años se hicieron muchas cosas que beneficiaron a los que nunca tuvieron voz, a los que solo recibieron en nuestra historia vejaciones, humillaciones y sufrimiento, a los que más de una vez intentaron cambiar su triste destino de pobreza y no pudieron. Recordemos las experiencias de lucha que llevaron a cabo las centrales sindicales FORA (anarquista) y CORA (Socialista) a través de las cuales los trabajadores reclamaban y obtenían conquistas laborales , las revoluciones dirigidas por los radicales en 1890 y 1905 que arrancaron a la gran burguesía terrateniente reivindicaciones democráticas como el voto universal, obligatorio y secreto, las movilizaciones de los Talleres Vasena y las luchas de la Patagonia que en 1919 enfrentaron la dura represión radical, de un gobierno que había pactado con quienes había combatido y enfrentaba las luchas obreras, el grito de Alcorta, encabezado por lo que luego fue la FAA y que constituyó un ulular desesperado de los pequeños productores arrendatarios cada vez más sofocados por las condiciones de explotación de la tierra, las movilizaciones reclamando la libertad del líder que posibilitó el desarrollo de un modelo de integración social que le permitió a grandes capas de pobres e indigentes salir de esa situación, las luchas de los universitarios en las décadas del sesenta y setenta, los grande hitos de la lucha obrera y popular como el Cordobazo y el Rosariazo, y tantas expresiones de la resistencia de los explotados y oprimidos al yugo burgués. Algunos de los que participamos de las luchas de los setenta y estuvimos en las universidades, las villas, en la calle, militando en las organizaciones revolucionarias, comprendimos que no se puede alcanzar de una vez y para siempre la sociedad soñada, igualitaria, justa, integradora, que es necesario realizar marchas y contramarchas, bordear el sendero, tomar curvas y buscar atajos que a veces nos obligan a realizar concesiones o establecer acuerdos con sectores de la burguesía que objetivamente comparten nuestras mismas penurias, que también son oprimidos por el gran capital. Pero por sobre todas las cosas comprendimos que es necesario no tener una mirada cristiana de la sociedad y de su cambio como la que históricamente ha tenido la izquierda en Argentina, que le ha propuesto históricamente a los trabajadores sufrir ahora esperando un paraíso que nunca llega. Una mirada en la que, por ir por todo, siempre nos quedamos sin nada. A lo largo de los años aprendimos que mientras se lucha por una sociedad mejor es necesario mejorar nuestras condiciones de existencia como trabajadores y oprimidos. Parafraseando a Ernesto, los muertos no luchan, los desnutridos, los hambrientos, los desamparados tampoco. Hace muchos años, algunos sectores de la izquierda pensaban que cuanto peor estaban los trabajadores, mayor sería su conciencia. Craso error, que ni siquiera tuvo en cuenta aquello de que son las condiciones materiales de existencia las que forjan la conciencia, y que los mayores luchadores contra el capitalismo generalmente no surgieron de los más pobres o indigentes, los excluidos del sistema, los hacinados en barrios sin los más elementales medios de vida, no producen revolucionarios, solo producen actores obedientes del sistema o lumpen proletarios que terminan siendo carne de cañón de propuestas fascistas o autoritarias contra los trabajadores (recordemos el nazismo, el fascismo, etc.). Los dirigentes obreros comprometidos con las luchas populares surgieron generalmente de sectores de trabajadores que al tener cubiertas sus NB (necesidades básicas) fueron por mas y reclamaron derechos económicos y democráticos, son ejemplo de ello Flores y Masera del Sitrac-Sitram, Alberto Pichinini en la OUM Villa Constitución, René Salamanca en SMATA Córdoba, el perro Santillán en Jujuy, Agustín Tosco en Luz y Fuerza de Córdoba, Raimundo Ongaro en gráficos y la CGT de los Argentinos, todos ellos obreros bien pagos, sin NBI y con capacidad de pensar el presente de los trabajadores y un futuro distinto. Como dije muchas veces, el capitalismo no surgió de la nada en la revolución francesa, allí sepultó a la superestructura del ancien régimen, pero al capitalismo le llevó diez siglos consolidarse como sistema social hegemónico y cuando lo hizo desembarcó en el Estado para ponerlo al servicio de sus intereses. Las transformaciones sociales no son el producto de un hombre o mujer, ni siquiera de un partido, menos aun de una generación, son el resultado de la acción colectiva de los seres humanos que a lo largo de generaciones van produciendo micro cambios que sedimentan capas y más capas de lo que en algún momento son las grandes transformaciones. Es por ello que la labor de los revolucionarios no debe consistir en acaudillar a las masas populares imponiéndoles un proyecto de cambio que ellas no elaboraron, sino acompañar a los explotados en su experiencia de lucha. Ese acompañamiento supone el apoyo, el compromiso con programas y proyectos que muchas veces no son “el proyecto” revolucionario, pero que significan la posibilidad para los vulnerables de tener mayor dignidad y mejores condiciones de vida. En los doce años de kirchnerismo hemos visto muchas acciones que caminan en ese sentido, que suponen la ampliación de derechos sociales, democráticos y económicos, como el juzgamientos a los responsables cívico-militares de la dictadura genocida, la ampliación de derechos a las minorías sexuales como el matrimonio igualitario, el derecho a la identidad de género, mayor libertad de expresión a través de la “ley de medios audiovisuales”, asistencia social a los más vulnerables como los planes conectar igualdad, asignación universal por hijo, el derecho a discutir el salario a través de paritarias, la libertad de movilización sin represión, la recuperación de sectores claves de la economía como Aerolíneas Argentinas, YPF, Correos, etc., el desarrollo de proyectos de ampliación ferroviaria que significan más transportes y con mayor comodidad para los pobres, planes que le permitieron a la clase media tener vivienda propia (como el Procrear) o auto (como el procreauto) o equiparse con electrodomésticos (televisores, celulares, computadoras, etc.) que mejoran la confortabilidad de la vida cotidiana, a través del plan “ahora doce”, y la lista sería muy larga. Dicen que los pueblos no se equivocan, desde hace muchos años somos muchos los que sostenemos que esta idea es equivocada, los pueblos se equivocan como cualquier sujeto individual y pagan muy caros sus errores, sino veamos lo que les pasó a los alemanes que apoyaron el nazismo, a los italianos que entronizaron el fascismo, a los españoles que sostuvieron al falangismo, y tantas y tantas experiencias en las que las masas, de la clase media, sobre todo, apoyaron a sus verdugos. Hoy en la Argentina, modestamente creo, que los trabajadores, los excluidos, los indigentes, los sectores medios (bajo, medio y alto) se equivocan al votar a sus verdugos, porque Macri, Vidal, Michetti, el Rabino Berrgman, son ni más ni menos que eso, los verdugos de los sectores populares, lo que vienen a aplicar ajustes salvajes y a arrebatar las conquistas que obtuvimos en los últimos quince años. Ya lo dijeron sus economistas estrellas, van a sacar las paritarias, el salario será nuevamente una variable de ajuste (Macri sostiene que el salario es un costo y hay que bajar los costos para mejorar la economía), van a pagar la deuda a los fondos buitres con el hambre de los argentinos, en definitiva van a conducirnos nuevamente al abismo que nos llevó De La Rúa y los radicales en el 2001 y allí si es necesario nos van a pedir que saltemos, porque a los Macri, a los Sans, a los Carrió, a los Bulrich, a los Michetti, a los Vidal, no les importa cuántos muertos, empobrecidos, condenados a la indigencia cueste su avaricia y la de los empresarios que los secundan, sino que lo único que les interesa son sus mantener los privilegios de la gran burguesía. Si gana Macri pierden los argentinos, pero no sería de extrañar, ya muchas veces demostramos que somos capaces de ir contra nuestros intereses como sociedad. Hasta la próxima,

domingo, 18 de octubre de 2015

Vamos a la escuela, ¿para qué?


Leemos a diario sobre las distintas posturas de los candidatos en las elecciones 2015 en Argentina. Vemos a un candidato, Daniel Scioli que enarbola un programa concreto, continuar las políticas llevadas adelante por el gobierno de Kirchner y CFK en los últimos doce años, mejorando lo que hay que mejorar, corrigiendo lo que hay que corregir, cambiando lo que hay que cambiar. Esta es una postura muy cómoda e incómoda a la vez. Cómoda porque no es necesario elaborar propuesta (un programa de gobierno) dado que el programa está presente en el imaginario de los argentinos, es lo que se hizo (bien o mal) hasta ahora. Incómodo porque esta postura permite ganar la voluntad de aquellos que se vieron beneficiados por esas políticas, que adhieren a las ideas políticas de ese movimiento genérico llamado kirchnerismo, o que piensan que Scioli ha realizado una labor interesante en la Pcia. de Buenos Aires y que es el mejor para continuar el proyecto de los últimos doce años, pero, esta postura tiene como límite los adherentes, de una u otra forma, no logra perforar el blindaje antikirchnerista que, durante los últimos años tejieron los medios, las ideas, los odios, alrededor de una fracción importante de la población. Otro de los candidatos, Macri, tiene un piso del 15% de la población, aquellos que se benefician con las políticas neoliberales, básicamente los sectores más concentrados de la burguesía industrial y financiera. La estrategia de Macri es muy similar a la de Menem, no dice lo que va a hacer y propone lo que sabe que no va a cumplir, tratando de perforar el techo del 30 % que le permitiría alcanzar una segunda vuelta y soñar con la presidencia. Para ello salió a prometer imposibles, buscando seducir a una franja de la población que en los últimos años fue envenenada por la propaganda antikirchnerista de los medios de comunicación concentrados, la clase media urbana que reside en las grandes ciudades y que es profundamente reaccionaria, discriminadora y prejuiciosa. También en su menú de ofertas disparatadas, ha incluido propuestas que ganen la voluntad de sectores vulnerables, porque sabe que nadie llega a presidente sino logra un atravesamiento transversal de la sociedad. Lo característico de este sector político es que sus propuestas además de disparatadas e inconsistentes, no tienen volumen, es decir son razonamientos triviales, orientados a un público que aunque se pretende intelectualizado, no tiene pensamiento propio, en término de Víctor Hugo Morales, son aquellos que inconscientemente dicen “mentime que me gusta”, es decir, un sector que no reflexiona sobre la realidad o irrealidad de lo que se le propone, que ni siquiera elige según sus intereses, sino que lo hace desde una postura emotiva de odio visceral al peronismo/kirchnerismo y que identificado con el imaginario de progreso social, aspira a ser como la burguesía, sobre todo la burguesía más concentrada. Macri propone 1.000.0000 de viviendas cuando sabe que no las hará, sobre todo porque en 8 años en CABA no llegó a hacer 10.000. Propone terminar con la pobreza cuando sabe que ello es imposible, porque la pobreza no es solo un problema de una buena o mala gestión de gobierno, sino que la pobreza es intrínseca al capitalismo, a la sociedad de clases, y para fundamentar esto basta con referir los estudios de pobreza y distribución del ingreso que demuestran que la distancia entre los más ricos y los más pobres creció en el mundo al mismo ritmo que creció la pobreza en casi todos los países. Propone terminar con el narcotráfico y la inseguridad sabiendo que las dos cosas constituyen un imposible teórico en una sociedad segmentada como la nuestra, La inseguridad es un problema que en mayor o menor medida ocurre en la gran mayoría de los países, y no es la Argentina el país más inseguro del mundo, por el contrario, en el listado de países por grados de inseguridad, está más cerca el vértice de los más seguros, que del de los más inseguros. Quien haya viajado un poco por el mundo sabe que la gran mayoría de los países asiáticos, africanos, latinoamericanos y muchos países europeos son más inseguros que la Argentina. Apoyado en la escasa capacidad de estos sectores sociales de reflexionar críticamente sobre las propuestas políticas o interesados en lo que la política de Macri oculta, el “Mauri” vende espejitos de colores, total, como lo hizo Menem en su momento, lo que importa es lograr el poder para beneficiar a los grandes empresarios, de los que él es parte y luego de tener a su disposición el aparato del estado, vendrá el ajuste y la represión si los demás sectores protestan por el contrato incumplido. Finalmente tenemos a Masa. Este político, salido de la derecha liberal y conservadora, que pasó por el kirchnerismo, ahora vuelve por sus fueros y desde una postura ambigua promete algunas reivindicaciones que interesan a sectores de la pequeña burguesía y de los sectores de trabajadores con ingresos más altos, como por ejemplo sacar el impuesto a las ganancias, el 82% móvil etc. Su principal consigna es “el cambio no es la propuesta, las propuestas son el cambio” y desde este slogan trata de seducir al electorado. Al igual que Macri sus propuestas son irrealizables o inconsistentes como por ejemplo la idea de terminar con el narcotráfico. Los mayores especialistas en narcotráfico saben que es imposible ganar la batalla contra el narcotráfico, por lo menos como está planteada. Las mafias del narcotráfico tienen más recursos económicos y materiales que los estados, y aunque uno elimine a uno dos, cien narcotraficantes, siempre surgirán otros, ya que el narcotraficante existe porque hay un mercado consumidor de estupefacientes. EE.UU. con toda la tecnología de avanzada, satélites espías, una agencia especializada con los mejores cuadros, etc. no ha logrado hacer mella en el narcotráfico, más aún el narcotráfico crece en este país y Europa. En el “gran país” del norte el narcotráfico crece porque tiene capacidad de corromper a policías, jueces, políticos, etc., y por sus vínculos con los grandes bancos como el Bank of América, el Wachovia a los que se asocian en operaciones de lavado de dinero y con sus lazos con la economía legal por la multiplicidad de empresas en las que participan, y sobre todo, porque como dijimos, solo en EE.UU. hay un gran mercado que supera los 30.000.000 de americanos que consumen drogas, entre los cuales hay artistas, intelectuales, jueces, policías, parlamentarios, etc. Las propuestas de Masa en la materia, como la ley de derribo, o el uso del ejército ya se ha probado en diversos países, como por ejemplo en México, y han sido un fracaso total. Otra de las propuestas del masismo es el cambio en la educación. Para mejorar la educación aspira a reprimir a los docentes con una legislación que incluya el presentismo. Su propuesto ministro de educación en el muy hipotético caso de que llegara a la presidencia, Gustavo Laies le dijo a Clarín (17/10/2015 página 76) “como en las empresas hay que controlar el ausentismo docente”. Además de ser una propuesta sumamente autoritaria desde el punto de vista ideológico (poco extraño en un candidato que dice que va a gobernar por decreto) es poco práctica y desconoce las investigaciones científicas realizadas y va a contrapelo de lo que nuestro país necesita en materia de educación. Veamos por partes. Existen muchas investigaciones, entre otras la de Kohen, Valles y Martínez realizada sobre la base de una encuesta nacional docente que demuestra que el ausentismo solo logra incrementar la asistencia de los docentes enfermos para cobrar este suplemento salarial dado que como sabemos los sueldos de estos trabajadores son muy precarios. Y un docente enfermo no es un actor que sea eficiente en el dictado de las clases, por el contrario, no puede poner toda su atención en el aula, además de entrar en una pendiente que lo lleva de una gripe a patologías más severas. De esto es prueba la provincia de Santa Fe que durante años tuvo el presentismo y lo debió sacar por sus efectos adversos. Pero además de los argumentos de salud, que son muy importantes, la idea de que los docentes asistan a clase aun enfermos, mejora la calidad educativa, es incorrecta. Este concepto parte del presupuesto que con una cantidad de días de clases (digamos 180) habrá educación de calidad, sin entender que el problema no es que los chicos asistan a la escuela (eso es una parte del problema), sino que la pregunta adecuada es ¿para que los niños asisten a la escuela y cuál es el beneficio de que se escolaricen? El gran problema de la educación es su divorcio con la sociedad, en la escuela se brindan contenidos que no tienen nada que ver con lo que el egresado necesita en su vida laboral. En la escuela no se enseña a pensar críticamente, lo que es fundamental para desarrollar ciudadanos con mayúscula y para que los futuros trabajadores se constituyan en sujetos de la reflexión crítica que, en su lugar de trabajo, sean innovadores y aporten al desarrollo social y democrático de las comunidades en las que viven. La escuela tal como la conocemos hoy no existió siempre, es un producto de la modernidad, ya hemos dicho en otros artículos que nace en la sociedad prusiana y se difunde al mundo como necesidad de formar trabajadores obedientes y adaptados a las exigencias del capitalismo industrial del siglo XIX y no ha roto con esa matriz de dominio. No existe un sujeto universal de la educación, y por lo tanto no todos los niños y jóvenes soportan la escuela reglada, gradualizada que existe en el sistema educativo formal, muchos no soportan la tensión que implica el encierro, la demanda disciplinaria y requieren de propuestas educativas diferentes, adaptadas a su estructura psíquica y cultural, como se han desarrollado en diversos países del mundo. Como vemos el planteo masista de la educación es una propuesta retrógrada que no contiene la complejidad de la sociedad moderna y los avances en el pensamiento educativo contemporáneo, por eso Masa debería reflexionar sobre sus “propuestas” de cambio, porque en realidad lo que propone es cambiar para retornar a senderos por los que la sociedad argentina ha transitado con mucho dolor e inequidad. Por eso estimado lector a la hora de votar es necesario que reflexione, que piense críticamente, que analice las consecuencias de su voto, y por sobre todo que crea en sus propias convicciones y no se deje arrastrar por los cantos de sirena de los políticos. Hasta la próxima.

martes, 6 de octubre de 2015

Cenizas del tiempo.


Cuando era pequeño me asombraba la costumbre de los ancianos de mirar hacia atrás, y sobre todo esa costumbre de pensar que todo tiempo pasado fue mejor, hoy siento que comprendo más a aquellos viejos que se trepaban al borde del acantilado para mirar hacia el horizonte invertido. Esta afirmación la hago porque hay momentos en que las noticias cotidianas afectan que otros a nuestra subjetividad. En la medida en que avanzamos en el tiempo, crece la sensación de estar caminando sobre cenizas, y con esta sensación nuestra psiquis se vuelve cada vez más sensible. Construimos nuestro mundo desde las seguridades, cuando somos pequeños pensamos que nada va a cambiar, que la vida solo es un curso de un río congelado, siempre tendremos nuestros padres, hermanos amigos, nuestros objetos preciados, las mimas calles. Pero como decía Heráclito, la vida es un río que fluye, nunca nos bañamos dos veces en el mismo río, y todas esas imágenes estáticas que poblaron nuestros primeros años de existencia, van siendo avasalladas por nuevas imágenes, mucho más fluyentes, que nos indican que todo cambia como dice la canción. A medida que pasan los años nuevos personajes entran en la escena de nuestra tragedia y desplazan a otros que se habían ganado honradamente sus papeles estelares. Nuevos amigos, nuevos compañeros de trabajo, nuevos jefes, en definitiva……………nuevos amores. Un amigo muy querido decía, a los quince nos encontramos en los asaltos ¡que antigüedad!, a los veinte en los casamientos, a los veinticinco en los bautismos, y después de los cuarenta en los velorios. Digo esto porque cualquiera que lea estas líneas ha tenido pérdidas más o menos significativas, yo he perdido queridos amigos, amores, familiares y se lo que cuesta acostumbrarse a que ya no estén, porque con ellos se va un jirón de nuestras vidas, algunos se llevan una parte importante, otros no tanto, pero siempre que perdemos alguien sentimos esa sensación de desasosiego que nos invade y hace que nuestras estructuras psíquicas trastabillen, nuestras seguridades tiemblen y todo nuestro mundo se altere. Pero no siempre la pérdida que nos afecta es la de alguien cercano, a veces sentimos un profundo dolor por la muerte de un líder (por ejemplo, cuando murió Perón, Alfonsín o Kirchner las masas de ciudadanos se volcaron a las calles para expresar su dolor), o de un personaje que de alguna u otra manera marcó nuestras vidas. Hoy, cinco de octubre de dos mil quince, el diario “La Capital” anunciaba la muerte del Tato Pavlovsky. Eduardo Pavlovsky nació el diez de diciembre de mil novecientos treinta y tres, tenía 81 años llenos de vida y de aportes a esferas muy distantes y tan próximas de nuestra vida. Su biografía nos dice que fue médico, actor, dramaturgo y director orientado al psicodrama argentino, pero por sobre todas las cosas un militante de la vida. No lo conocí en profundidad, solo estuve en representaciones que realizó. Sé que era un escritor prolífico, porque tuve oportunidad de gozar de sus obras más conocidas como Telarañas, El señor Laforgue, El señor Galíndez, Rojos globos rojos, Potestad. De esta última guardo un recuerdo entrañable que lo definía como persona y el respeto que inspiraba, sobre todo en los círculos de izquierda. Estando en el “Tercer encuentro latinoamericano de alternativas a la Psiquiatría” que se realizó en 1986 en hospitales neuropsiquíatricos como el Borda y en el Centro Cultural San Martín, el Tato realizó na representación de su conocida obra Potestad. Cuando realizaba su unipersonal, un miembro de un grupo de teatro de “avanzada” llamado los Cucaño comenzó a realizar una de sus estúpidas intervenciones molestando al actor. Este grupo realizaba algo que se parecería a lo que más tarde se llamó “instalaciones” y que eran representaciones provocativas de los usos y costumbre generales. Por ejemplo, entrar en un bar frecuentado por gente de izquierda y un actor con uniforme nazi “golpear” a otro actor, nunca supe para que servía, pero lo hacían despertando el desconcierto de la obligada y eventual audiencia. Mientras Tato desarrollaba su obra intentaron hacer algo parecido, inmediatamente el actor interrumpió la representación y les dijo que si no les gustaba la obra que se fueran. Los “Cucaños” se mantuvieron inmóviles y silenciosos a lo largo de toda la representación. Esta anécdota me dio una idea de ese gigante intelectual, revolucionario en sus ideas, pero muy responsable en su trabajo y muy cuidadoso del respeto que nos merecemos cada uno de nosotros en nuestras ocupaciones. Si el teatro era una de sus grandes pasiones, creo que no lo fue menos su trabajo en salud mental. Era uno de los miembros del grupo “Cuestionamos” que editó dos obras fundamentales de crítica a las estructuras anquilosadas de la psiquiatría, la psicología y el psicoanálisis. Participó de una colección fundamental en la producción de ideas sobre los fenómenos grupales, las terapias grupales, el psicodrama como lo fue “Lo grupal” colección que hasta donde yo sé llego a tener diez números de exquisita reflexión innovadora tanto en el campo de la psicoterapia como en el de la sociedad. Nunca rehuyó al compromiso político y siempre estuvo del lado de los trabajadores, y por ello sufrió persecuciones y amenazas. Pavlovsky era parte de una generación que desafió al poder en todos los terrenos, fue parte de ese gran movimiento político con que los jóvenes pretendimos cambiar a la Argentina en las décadas del sesenta y del setenta. No pretendo hacer un homenaje a un grande, otros se han encargado de ello con más autoridad que yo, solo es un recurso para poder reflexionar sobre esos años en los que la apuesta revolucionaria era “a todo o nada”. Los años en que las diferencias entre izquierda y derecha eran nítidas, épocas donde niñatos de cuna de oro como Macri no podrían haber existido en el mundo de la política, porque nadie se hubiera detenido siquiera a pensar que existían. Eran años de pensamiento fuerte, años en que la palabra socialismo estaba connotada con el cambio de sociedad, y en los que la derecha tenía terror a esa palabra “cambio”, y el terror lo manifestaba con tremendo sadismo en persecuciones, muertes, intolerancia, etc. Alguien los llamó los años de plomo por el desarrollo de organizaciones armadas que desarrollaron un enfrentamiento épico y desesperado contra el ejército de ocupación, cuya función ya no era proteger las fronteras, sino los intereses de las minorías privilegiadas. Las masas se movilizaron al son de la bronca por las condiciones de explotación, por el ultraje a las libertades civiles, porque no soportaban vivir como vivían y porque por sobre todas las cosas, la clase obrera buscaba alcanzar su propia dignidad de clase revolucionaria. Vivimos el Cordobazo, el rosariazo, la voz del descontento se extendió a las más lejanas latitudes y las experiencias democráticas de avanzada surgieron por doquier. En los setenta, la vida valía muy poco y la burguesía más reaccionaria y concentrada aterrada por el descontento popular creciente recurrió a sus mejores asesinos, los militares. Aunque hoy no se pueda creer, podían matarte o torturarte por tener un libro de Marx, Lenin o Trotsky, eras sospechoso de indeseable por cuestionar la explotación a la que eran y son sometidos los trabajadores, eran años en los que la represión iba más allá de lo político y se castigaba el pelo largo, el amor libre, o cualquier diferencia de género o sexualidad. Solo es posible entender la profunda rebeldía juvenil, que se expresaba de muchas maneras (con la música, en la literatura, con las armas, con las movilizaciones, etc.) si se comprende el carácter cerrado de la sociedad en la que vivíamos. Frases como “la violencia es la partera de la historia” calaban muy hondo en la conciencia juvenil, existía un reclamo generalizado de libertad del pensamiento, y ante la represión salvaje como la noche de los bastones largos, los jóvenes tomaban el atajo de la violencia revolucionaria. En los sesenta y los setenta el cuestionamiento al orden burgués se había extendido a todo el mundo, entre 1967 y 1968 la juventud mundial se movilizó en las calles en reclamo de todo con consignas tales como “la imaginación al poder”, “prohibido prohibir, la libertad empieza con una prohibición”, “seamos realistas pidamos lo imposible” y con congregaciones geniales como Woodstock, en EE.UU. donde el rock se reveló como un arma genial de cuestionamiento y que en nuestro medio daría lugar a canciones olvidadas pero fundamentales como la “Marcha de la bronca” de Pedro y Pablo. En América Latina, las burguesías locales, asustadas por el triunfo de la revolución cubana, apoyadas por el capitalismo salvaje americano instalaron un reinado de terror para terminar con “ese fantasma que recorría América Latina, el fantasma del comunismo” Para tener una idea de la radicalización juvenil, sobre todo de los estudiantes, debemos pensar que por los años setenta el Partido Comunista y el Partido Socialista Popular constituían la derecha pacifista del movimiento estudiantil. No podría afirmar que el Estado Terrorista Autoritario instalado a mediados de la década en Argentina fue la causa del desvanecimiento del ímpetu revolucionario que permeaba a la sociedad en todos sus estamentos, pero sí que aportó y mucho con el salvaje genocidio que destruyó una parte importante de la conciencia pensante que caía en sus manos. Miles de estudiantes, trabajadores, intelectuales fueron presa de las cámaras de tortura de la dictadura, con la complicidad de jueces y fiscales (esos que marcharon reclamando justicia por el corrupto de Nisman) que hoy hipócritamente hablan de independencia de la justicia pero que en esos años se sometían al sargento que les ordenaba rechazar un habeas corpus. Con los años, la represión salvaje se fue desvaneciendo y una suave brisa democrática dispersó las cenizas de un tiempo épico de lucha y reflexión. Muchos que habían logrado escapar de la maquinaria asesina retornaron con la nueva brisa democrática y volvieron a retomar su vida donde la habían dejado, solo que esa vida era distinta porque la sociedad había mutado sustancialmente. Fue, por así decirlo, como el Fray Ponce de León, que abriendo el libro en la página en que lo había dejado cuando el oscurantismo lo condenó a las mazmorras por cinco largos años, dijo “decíamos ayer”, Hoy tal vez deberíamos recuperar nuestro pasado, reivindicar críticamente al movimiento insurgente de los sesenta y los setenta y decir “Hacíamos ayer”, único camino para deconstruir el autoritarismo y el reaccionarismo que se oculta tras la teoría de los dos demonios que pretende igualar a los patriotas guerrilleros con los genocidas del proceso, y para que los jóvenes de hoy, no vean en nosotros los setentistas, vejestorios nostálgicos de un tiempo que pasó. Hasta la próxima

viernes, 2 de octubre de 2015

Sobre la desigualdad o porque los políticos hablan tanto de terminar con la pobreza.


En esta campaña electoral muchos políticos han dado muestras de un notable oportunismo al prometer que van a terminar con la pobreza y que van a desarrollar (en tan solo cuatro años) una sociedad igualitaria. Resulta interesante analizar el grado de imprudencia y falsedad de las promesas electorales. La política en Argentina, tal vez más que en otros países capitalistas, se mueve al son de la música que le provee los resultados de las encuestas. Así es como prometen imposibles a sabiendas que no van a poder cumplir con esas promesas, total una vez que se hacen con el poder, por obra y magia de la democracia representativa no tienen que cumplir sus promesas y hacen lo que quieren. En la década del noventa era común escuchar entre las promesas de campaña que la desocupación iba a ser mágicamente eliminada y aparecían candidatos que prometían 500.000 o 600.000 puestos de trabajo y hasta 1.000.000, claro en esa década la preocupación eran los altos índices de desocupación que llegó a ser del 40% (incluida la subocupación y los inactivos). Por esos años editamos un libro, “El mito de Saturno. Desocupación y vida cotidiana.” (Bonantini C., Simonetti G., UNR Editora 1999) en el que sosteníamos que la pretensión del pleno empleo en el capitalismo tardío era poco menos que una utopía, y que la desocupación constituía una enfermedad social del capitalismo que afecta individual y colectivamente a los trabajadores. También demostrábamos que los desocupados sufrían fuertes afectaciones en su salud mental, y problemas de identidad, integración familiar, etc. Por esos años un puesto de trabajo real significaba una inversión bruta de alrededor de los 50.000 dólares que multiplicados por el millón de puestos de trabajo implicaba una inversión bruta de 50.000 millones de dólares. La desocupación es un producto del comportamiento cíclico de la economía capitalista y las políticas económicas producen abruptos saltos de crecimiento de la misma. También es posible morigerarla con políticas económicas activas dirigidas al mercado interno. En Argentina la PEA (Población Económicamente Activa) que son los trabajadores de 15 a 65 años con capacidad laboral, es de 19.277.010 (datos del Banco Mundial, http://datos.bancomundial.org/indicador/SL.TLF.TOTL.IN), lo que implica que, considerando el índice de desocupación y subocupación publicado por el Instituto Nacional de Estadísticas y Censos que lo sitúa en el 6,6% para la desocupación y en el 6,3 para la subocupación en el segundo trimestre del 2015 , en nuestro país hay 1.272.283 desocupados y 1.214.452 subocupados, es decir 2.486.735 de personas con problemas ocupacionales. Estos datos luego de 12 años de crecimiento continuo de la economía. Ningún pronóstico afirma que la desocupación tendería a bajar en los próximos años, y si nos guiamos por lo ocurrido en países como España, Grecia o Portugal, la aplicación de recetas recesivas neoliberales como las que pretenden aplicar en Argentina los economistas de Macri (Carlos Melconian, José Luis Espert y Miguel Ángel Broda) volvería a situar la desocupación en guarismos de dos dígitos cercanos al 20% o superiores. La fuerza laboral asalariada de la industria en Europa se redujo a más de la mitad en los últimos 30 años como consecuencia del impacto de las nuevas tecnología informatizadas y automatizadas y del desplazamiento de las empresas a lugares de menor costo de la mano de obra como India, China, Singapur etc., ello hace que el piso de la demanda de empleo sea cada vez más bajo y el piso de la desocupación cada vez más alto. Por lo demás poco se sabe del impacto que tendrá en la sociedad de mitad de siglo la aplicación de las tecnologías 3D que permiten imprimir cualquier producto. Tomo como uno de los problemas al de la desocupación porque es sabido que la inclusión social (es decir la posibilidad de estar sobre la línea de pobreza) en el mundo “desarrollado” guarda relación con la potencialidad de tener trabajo decente. Por otra parte, es necesario aclarar que la suba de los salarios reales en un determinado período no impacta directamente sobre la disminución de la desigualdad. Thomas Piketty (Fondo de Cultura Económica 2014 en la introducción de su libro “El capital del siglo XXI” demuestra cómo, a pesar de aumentar el poder adquisitivo de los trabajadores en el período que va del último cuarto del siglo XIX a la primera guerra mundial, las desigualdades siguieron siendo muy altas. Más aun, la desigualdad en el siglo XXI, en el que el 1% de la población mundial es dueño del 30% de los bienes existentes en el planeta, muestra que, a pesar de los logros de los sectores asalariados y desposeídos en materia de conquistas sociales y económicas, es mayor que la existente en la sociedad esclavista antigua (Roma, Grecia, etc.). Tambien es necesario establecer que el concepto de pobreza nos es unívoco, ni en el tiempo, ni en el espacio. Cuando alguien satisface sus necesidades básicas (Necesidades Básicas Insatisfechas –NBI-) necesariamente se sube la línea de estas necesidades básicas. Si en un momento las mismas son alimentarse y alimentar a su prole, cuando el trabajador lo logra se plantea los problemas de la vivienda, la educación, la salud, y cuando logra satisfacer estas cuestiones lucha por la recreación, el descanso, la reducción de la jornada de trabajo, el acceso a nuevos bienes. Aun en los países con mayor índice de desarrollo social como Canadá, Suecia, Dinamarca, Noruega, etc., existe una línea de pobreza y una marcada desigualdad social. Claro que un pobre de estos países, que tiene sus NB satisfechas, no se puede comparar con un pobre latinoamericano o africano que no tienen ni lo mínimo para subsistir. Por lo tanto, cuando un político propone terminar con la pobreza y la desigualdad, es necesario pensar que se está hablando y que significa ser pobre. Los políticos en campaña son diestros en organizar las palabras para luego poder torcerlas cuando están en gestión. Menem durante la campaña de 1989 prometía el salariazo y la revolución productiva. Muchos lo votaron porque interpretaban que el salariazo implicaba aumentar los magros salarios de los trabajadores. Cuando, antes de terminar su mandato, Alfonsín aumento considerablemente el salario mínimo vital y móvil, despertó la ira de Menem, dado que el salariazo que proponía era aumentar el salario mínimo que estaba por el piso, no los salarios y el poder adquisitivo de los trabajadores. Hoy, un ferviente admirador de Menem, Macri, nos propone eliminar la pobreza. Alguien puede creer que este empresario, parte de la gran burguesía prebendaría, que vive a expensas del estado, cuya familia es dueña de grandes empresas nucleadas en el grupo SOCMA que incluye constructoras, peajes, transportes, comunicaciones, etc., con intereses en casi toda America Latina, que a comienzos del milenio facturaba 2.300 millones de dólares puede estar interesado en combatir la pobreza. Si no basta con su curriculum, el lector que dude de su desinterés por los pobres puede ver su adhesión al menemismo, sus declaraciones donde considera al salario como un costo y para aumentar la rentabilidad empresarial plantea bajarlo, su gestión en la ciudad persiguiendo a los home less, derrochando dinero en gastos superfluos e incumpliendo promesas como la de hacer viviendas. En su paso por C.A.B.A. el presupuesto para viviendas fue subejecutado, solo se construyeron 6.100 viviendas, como se puede creer entonces una de sus promesas de campaña presidencial de hacer 1.000.000 de viviendas. La derecha representa los intereses de la gran burguesía, sector que lucro con las dictaduras militares, y al que no le interesa el mercado interno. Son partidarios del capitalismo salvaje como el Tea Party Movement del partido republicano de los EE.UU. Este sector de la burguesía tremendamente reaccionario, se ha caracterizado por ser la más feroz y depredador actor burgués. Sus planteos son siempre bajar impuestos, dejar que el mercado regule la vida social, recortar gastos sociales, reprimir las protestas populares y ser sumisos al gran capital financiero, por ello es que Macri propuso cumplir estrictamente la orden de Griesa y pagar a los fondos buitres, ellos son sus socios. La sociedad de clases es una sociedad desigual, en ella el éxito está asociado a las posibilidades sociales de cuna. Esto no significa que uno de cada millón logre saltar de una clase a la otra, pero los casos como los de Bill Gates, Onassis y otros son escasos. Lo común es que los sectores de clase más encumbrados trasladen sus privilegios económicos y sociales a sus descendientes, y que amasen sus fortunas con los dineros de la corrupción, el narcotráfico, el prebendarismo empresarial, el dominio del aparato judicial, la influencia sobre el Estado, etc. La desigualdad en la sociedad de clases, aun en el sistema democrático parlamentario, es el motor fundamental de la pobreza. Si bien existe una cierta movilidad social, mayor que en sociedades anteriores, esta es muy limitada y los actores que están por debajo de la línea de pobreza o indigencia les legan a sus descendientes esa pobreza o indigencia. Los sectores medios (pequeña burguesía, burguesía pequeña) profesionales, empresarios industriales pequeños, comerciantes, tienen una mayor posibilidad de tener movilidad social ascendente, porque sus hijos pueden acceder a la universidad, a la que solo un 10% de los hijos de los trabajadores acceden y son los primeros que abandonan sus estudios por razones económicas, o que en el mejor de los casos deben contentarse con carreras de escasas posibilidades económicas (humanidades, psicología, ciencias políticas) que son baratas y pueden pagarlas. El ingreso irrestricto a la universidad es una falsedad, los trabajadores tienen escasas posibilidades de llegar a la misma, y menos de acceder a estudios de post grados, becas al exterior, etc., que le otorguen competitividad en un sistema científico-técnico y profesional cada vez más exigente y excluyente. Como puede haber menos desigualdad ante tamaña disparidad de recursos y posibilidades, como puede haber menos pobreza ante índices de desigualdad crecientes. El discurso de la desigualdad en boca de políticos como Macri ofende a la inteligencia de los trabajadores y demás sectores vulnerables, la falsedad de las promesas electorales debería ser castigada, para que inescrupulosos como Macri no nos engañen nuevamente, como hace unas décadas lo hizo Menem. En la actual coyuntura solo es posible acompañar al sector burgués que tiene propuestas más inclusivas y progresistas, aun cuando sea parte de la clase dominante, a aquel sector que ha ampliado derechos, que ha brindado más democracia, que ha defendido los derechos de las minorías sexuales, étnicas, etc. Ese es el camino del progreso, las condiciones materiales determinan la conciencia, y no es con más pobreza, con más indigencia, con más represión que los trabajadores van a procesar en términos de conciencia revolucionaria, sino, mejorando sus condiciones de vida, porque ese camino lleva a los sujetos a reclamar por más y mejores derechos. Hasta la próxima