Y pasaron las elecciones, tenemos los resultados a la vista y la promesa de segunda vuelta entre dos candidatos conservadores de derecha. No Creo que duela la mala performance de Scioli, solo produce sorpresa, lo que si abruma es la buena performance de Macri, eso sí duele, porque nos coloca, como país, en la antesala del infierno.
Scioli nunca fue santo de mi devoción, como muchos argentinos lo voté con los ojos cerrados, y porque no decirlo, con un poquito de asquito. Muchos afirman que es el mejor candidato que tenía a mano el oficialismo, no lo creo, creo que Randazzo, Alicia Kirchner, Uribarri entre otros eran mejores candidatos, y si no tenían uno propio debieron proponer a alguno que no fuera del riñón, pero que garantizara la continuidad de muchas de las políticas centrales que se desarrollaron en los últimos doce años.
Con Scioli tengo la misma sensación que con el candidato que impulsó Alfonsín, el señor del lápiz rojo que preconizaba políticas de ajuste.
En 1989 los tres principales candidatos eran Menem, Angeloz y Alsogaray, es decir un populista de derecha, un liberal de derecha y un conservador de derecha, uno sentía que cualquiera de los tres que votara, estaba sufragando en contra de sus intereses, no individuales, sino de la gran mayoría de la población.
Como muchos voté por Angeloz, el candidato propuesto por Alfonsín, sabiendo que me equivocaba, pero pensando que era el mal menos peor y no me equivoqué, lo que vino después demostró que los otros dos candidatos era peores.
En la elección actual sentí la misma sensación, la oferta era entre un conservador de derecha (Macri), en liberal de derecha (Masa) y un populista de derecha (Scioli), sabía que por cualquiera de los tres que votara era un voto contra los intereses de las mayorías populares, de los más vulnerables, de los sectores medios, en definitiva, era un voto desatinado a apuntalar a los explotadores y opresores. Nunca más cierto la famosa sentencia de la izquierda marxista (algo que no existe como oferta electoral en Argentina desde la vuelta a la democracia) los oprimidos y explotados en las elecciones democráticas burguesas elegimos el opresor de turno, y elegimos al opresor que consideramos que va a ser más benigno. Pero siempre elegimos un opresor.
Muchos votamos a Scioli porque en sus listas era acompañado por muchos políticos comprometidos con los intereses de ese sujeto genérico que el populismo denomina pueblo.
Es que reconocemos que en estos doce años se hicieron muchas cosas que beneficiaron a los que nunca tuvieron voz, a los que solo recibieron en nuestra historia vejaciones, humillaciones y sufrimiento, a los que más de una vez intentaron cambiar su triste destino de pobreza y no pudieron. Recordemos las experiencias de lucha que llevaron a cabo las centrales sindicales FORA (anarquista) y CORA (Socialista) a través de las cuales los trabajadores reclamaban y obtenían conquistas laborales , las revoluciones dirigidas por los radicales en 1890 y 1905 que arrancaron a la gran burguesía terrateniente reivindicaciones democráticas como el voto universal, obligatorio y secreto, las movilizaciones de los Talleres Vasena y las luchas de la Patagonia que en 1919 enfrentaron la dura represión radical, de un gobierno que había pactado con quienes había combatido y enfrentaba las luchas obreras, el grito de Alcorta, encabezado por lo que luego fue la FAA y que constituyó un ulular desesperado de los pequeños productores arrendatarios cada vez más sofocados por las condiciones de explotación de la tierra, las movilizaciones reclamando la libertad del líder que posibilitó el desarrollo de un modelo de integración social que le permitió a grandes capas de pobres e indigentes salir de esa situación, las luchas de los universitarios en las décadas del sesenta y setenta, los grande hitos de la lucha obrera y popular como el Cordobazo y el Rosariazo, y tantas expresiones de la resistencia de los explotados y oprimidos al yugo burgués.
Algunos de los que participamos de las luchas de los setenta y estuvimos en las universidades, las villas, en la calle, militando en las organizaciones revolucionarias, comprendimos que no se puede alcanzar de una vez y para siempre la sociedad soñada, igualitaria, justa, integradora, que es necesario realizar marchas y contramarchas, bordear el sendero, tomar curvas y buscar atajos que a veces nos obligan a realizar concesiones o establecer acuerdos con sectores de la burguesía que objetivamente comparten nuestras mismas penurias, que también son oprimidos por el gran capital.
Pero por sobre todas las cosas comprendimos que es necesario no tener una mirada cristiana de la sociedad y de su cambio como la que históricamente ha tenido la izquierda en Argentina, que le ha propuesto históricamente a los trabajadores sufrir ahora esperando un paraíso que nunca llega. Una mirada en la que, por ir por todo, siempre nos quedamos sin nada. A lo largo de los años aprendimos que mientras se lucha por una sociedad mejor es necesario mejorar nuestras condiciones de existencia como trabajadores y oprimidos.
Parafraseando a Ernesto, los muertos no luchan, los desnutridos, los hambrientos, los desamparados tampoco.
Hace muchos años, algunos sectores de la izquierda pensaban que cuanto peor estaban los trabajadores, mayor sería su conciencia. Craso error, que ni siquiera tuvo en cuenta aquello de que son las condiciones materiales de existencia las que forjan la conciencia, y que los mayores luchadores contra el capitalismo generalmente no surgieron de los más pobres o indigentes, los excluidos del sistema, los hacinados en barrios sin los más elementales medios de vida, no producen revolucionarios, solo producen actores obedientes del sistema o lumpen proletarios que terminan siendo carne de cañón de propuestas fascistas o autoritarias contra los trabajadores (recordemos el nazismo, el fascismo, etc.).
Los dirigentes obreros comprometidos con las luchas populares surgieron generalmente de sectores de trabajadores que al tener cubiertas sus NB (necesidades básicas) fueron por mas y reclamaron derechos económicos y democráticos, son ejemplo de ello Flores y Masera del Sitrac-Sitram, Alberto Pichinini en la OUM Villa Constitución, René Salamanca en SMATA Córdoba, el perro Santillán en Jujuy, Agustín Tosco en Luz y Fuerza de Córdoba, Raimundo Ongaro en gráficos y la CGT de los Argentinos, todos ellos obreros bien pagos, sin NBI y con capacidad de pensar el presente de los trabajadores y un futuro distinto.
Como dije muchas veces, el capitalismo no surgió de la nada en la revolución francesa, allí sepultó a la superestructura del ancien régimen, pero al capitalismo le llevó diez siglos consolidarse como sistema social hegemónico y cuando lo hizo desembarcó en el Estado para ponerlo al servicio de sus intereses.
Las transformaciones sociales no son el producto de un hombre o mujer, ni siquiera de un partido, menos aun de una generación, son el resultado de la acción colectiva de los seres humanos que a lo largo de generaciones van produciendo micro cambios que sedimentan capas y más capas de lo que en algún momento son las grandes transformaciones.
Es por ello que la labor de los revolucionarios no debe consistir en acaudillar a las masas populares imponiéndoles un proyecto de cambio que ellas no elaboraron, sino acompañar a los explotados en su experiencia de lucha. Ese acompañamiento supone el apoyo, el compromiso con programas y proyectos que muchas veces no son “el proyecto” revolucionario, pero que significan la posibilidad para los vulnerables de tener mayor dignidad y mejores condiciones de vida.
En los doce años de kirchnerismo hemos visto muchas acciones que caminan en ese sentido, que suponen la ampliación de derechos sociales, democráticos y económicos, como el juzgamientos a los responsables cívico-militares de la dictadura genocida, la ampliación de derechos a las minorías sexuales como el matrimonio igualitario, el derecho a la identidad de género, mayor libertad de expresión a través de la “ley de medios audiovisuales”, asistencia social a los más vulnerables como los planes conectar igualdad, asignación universal por hijo, el derecho a discutir el salario a través de paritarias, la libertad de movilización sin represión, la recuperación de sectores claves de la economía como Aerolíneas Argentinas, YPF, Correos, etc., el desarrollo de proyectos de ampliación ferroviaria que significan más transportes y con mayor comodidad para los pobres, planes que le permitieron a la clase media tener vivienda propia (como el Procrear) o auto (como el procreauto) o equiparse con electrodomésticos (televisores, celulares, computadoras, etc.) que mejoran la confortabilidad de la vida cotidiana, a través del plan “ahora doce”, y la lista sería muy larga.
Dicen que los pueblos no se equivocan, desde hace muchos años somos muchos los que sostenemos que esta idea es equivocada, los pueblos se equivocan como cualquier sujeto individual y pagan muy caros sus errores, sino veamos lo que les pasó a los alemanes que apoyaron el nazismo, a los italianos que entronizaron el fascismo, a los españoles que sostuvieron al falangismo, y tantas y tantas experiencias en las que las masas, de la clase media, sobre todo, apoyaron a sus verdugos.
Hoy en la Argentina, modestamente creo, que los trabajadores, los excluidos, los indigentes, los sectores medios (bajo, medio y alto) se equivocan al votar a sus verdugos, porque Macri, Vidal, Michetti, el Rabino Berrgman, son ni más ni menos que eso, los verdugos de los sectores populares, lo que vienen a aplicar ajustes salvajes y a arrebatar las conquistas que obtuvimos en los últimos quince años. Ya lo dijeron sus economistas estrellas, van a sacar las paritarias, el salario será nuevamente una variable de ajuste (Macri sostiene que el salario es un costo y hay que bajar los costos para mejorar la economía), van a pagar la deuda a los fondos buitres con el hambre de los argentinos, en definitiva van a conducirnos nuevamente al abismo que nos llevó De La Rúa y los radicales en el 2001 y allí si es necesario nos van a pedir que saltemos, porque a los Macri, a los Sans, a los Carrió, a los Bulrich, a los Michetti, a los Vidal, no les importa cuántos muertos, empobrecidos, condenados a la indigencia cueste su avaricia y la de los empresarios que los secundan, sino que lo único que les interesa son sus mantener los privilegios de la gran burguesía.
Si gana Macri pierden los argentinos, pero no sería de extrañar, ya muchas veces demostramos que somos capaces de ir contra nuestros intereses como sociedad.
Hasta la próxima,