Días atrás en un artículo periodístico, el candidato presidencial Hermes Binner se quejaba del estado actual de la política argentina y decía que era peor que la borocotización y que los particos políticos hacían cualquier cosa para tener un diputado más.
En el diario “La Capital” de hoy (27/09/2011) sale una interesante noticia sobre el voto positivo del partido socialista a la ley de jubilación docente del año 2005. Sería una loable actitud la de este partido que en el 2005 estaba preocupado por la salud docente, el desgaste que sufren los mismos en su trabajo y por ello votó una propuesta para bajar la edad jubilatoria; si no fuera que los que votaron aquella ley en tiempos del gobierno peronista de Obeid, incluidos Lamberto (actual presidente de la Cámara de Diputados Provincial) Bonfatti (Ministro de gobierno actual y gobernador electo) son lo que hoy le niegan a los docentes ese beneficio y llevan a la provincia a un conflicto gremial por no querer acceder a bajar la edad jubilatoria de los mismos, con el argumento que no es sustentable en el tiempo.
Pregunta ¿tanto cambió la situación de la provincia para que sí lo fuera en el 2005 y no ahora? Y si era posible en el 2005 y considerando cuatro años de gobierno socialista con los logros que dice ese gobierno haber tenido, ¿la situación no sería tal, que hoy es más posible que el 2005 otorgar el beneficio a los docentes?
Hace algunos años una encumbrada dirigente de San Pablo del Partido de los Trabajadores decía que los socialistas debíamos saber que muchas de las críticas que habíamos hecho a la derecha cuando éramos oposición, al llegar al gobierno nos dimos cuenta que eran injustas.
Es un importante valor reconocer esto ante un auditorio poblado de intelectuales de izquierda, no debería tal vez el Partido Socialista hacer una autocrítica respecto a su política opositora o a su gestión de gobierno.
Creo que este suceso da pié para que pensemos en conjunto lo que es la política y la acción política.
Etimológicamente el término deriva del vocablo griego πολιτικος (politikós) que significa ciudadano, civil o relativo a la organización de la ciudad. Genéricamente podríamos decir que es una de las tantas actividades de la vida cotidiana cuya especificidad consiste en tomar decisiones en la esfera del estado orientadas a lograr el bien común. El político en la sociedad actual es un profesional que vive de hacer política, que dedica su vida a la política. Es interesante saber que algunos autores atribuyen el origen del concepto a Aristóteles, quien en su libro “Política” define al ser humano como un animal fundamentalmente político.
Desde otro punto de vista, no antagónico, sino tal vez complementario, la política es el conjunto de estrategias y tácticas orientadas a ganar poder en un determinado colectivo humano con el fin de incidir en el rumbo del mismo.
La política es el arte de lo posible define un viejo dicho, pero además la política es un modo de comunicación con el fin de convencer y obtener poder.
La política no es hoy lo que fue en los años setenta, en la actualidad la política se ve mesclada con la farándula, el jet set, tiene lazos de intereses con los más media y se juega en un escenario ajeno a su origen.
En la antigua Grecia habían tres grandes espacios: el Oikos o esfera privada, la Ekklesia o asamblea del pueblo que era el espacio de lo público y el Ágora o espacio semi público de debate entre los ciudadanos.
En la Ekklesia cualquier ciudadano podía presentar sus problemas, ideas, propuestas, era un espacio de participación colectiva y la política era entendida como la acción en pro del bien público.
En los setenta, tanto en la Universidad como en los sindicatos se dispararon fuertes debates en relación a la acción política, se entendía la misma como la necesidad de generar una discusión que permitiera a las masas esclarecerse acerca de sus condiciones de vida y de los efectos de estás sobre su salud y vida cotidiana. La acción política no era la búsqueda de poder inmediato, no se pretendía obtener un puesto en el parlamento o un lugar (chapa) en algún órgano ejecutivo, era un proceso de acumulación en el seno de una clase orientado a desarrollar la conciencia para sí, y por ello los partidos políticos trabajaban con dos herramientas fundamentales: la agitación que se basaba en el principio de pocas ideas para muchos y buscaba en un determinado conflicto la comprensión súbita del problema concreto y de las soluciones inmediatas; la propaganda en cambio era la presentación de las ideas más estratégicas del partido, es decir muchas ideas para pocos y se orientaba a desarrollar en la vanguardia de los actores sociales en conflicto la comprensión lenta y profunda de las causas más ocultas del estado de situación social.
En ambos casos el debate se deba en el seno de la sociedad, en la clase, en el taller, en la calle, era una relación directa del militante político con los actores sociales, no estaba mediatizado ni por la televisión ni por la radio, no se leían encuestas, ni se dibujaban los perfiles más aceptados de los candidatos, más aún no se conocía uno de los principales actores políticos de la actualidad, las consultoras de opinión e imagen.
La política era una acción de propuestas reunidas en programas y no era la acumulación de sufragios obtenidos por campañas publicitarias bien hechas. Alguna vez escuche a un político decir que ellos prometen muchas cosas que no van a cumplir y una vez que ganan hacen cosas que nunca prometieron. Esto es posible porque el ciudadano está cada vez más ausente del debate social. En el mundo la falta de participación es generalizada y su contraparte la falta de principios en la acción política es cada vez mayor, esto ha sido recientemente verificado en los EE.U. una de las más importantes sedes de la democracia liberal, donde artículos e prensa denuncian que los inquilinos del capitolio están cada vez más mediatizados del ciudadano y toman decisiones en función de sus intereses y el de las corporaciones.
Si uno analiza el programa del Partido Socialdemócrata Alemán en la década del 70´puede visualizar que constituye un extenso programa, que es un contrato con los ciudadanos, esa cultura política que suponía que se constituía un contrato con la sociedad civil ya casi no existe, y no es solo inexistente en la Argentina sino en el mundo, la democracia liberal ha evolucionado a una forma de práctica política en la que solo intervienen en la vida pública los miembros de una nueva oligarquía de orden burocrático que son los integrantes de los partidos políticos.
Estas corporaciones casi no tienen vida interna, solo se desperezan durante los períodos electorales para tratar de posicionar a los candidatos que se han adueñado del aparato partidarios. No existe un debate al interior de las mismas, que suponga discutir tácticas y estrategias y que se resuma esa discusión en programas consensuados que impliquen una acción de gobierno.
El último momento de la democracia liberal, a mi entender fue el retorno a la república representativa en 1983, en ese año la Argentina se volcó a las calles, debatió proyectos y castigo a aquellos que volvieron con el discurso del peronismo de derecha de los 70´. A partir de ese hito democrático liberal, los argentinos asistimos lentamente a un declive de la participación política de amplios sectores de la población, y los proyectos colectivos fueron cediendo a la presión de un modelo de confrontación que alineaba a candidatos antes que propuestas. La acción política se mediatizó de las calles y comenzó a tener como escenario excluyente los set de televisión.
Progresivamente la mal llamada clase política (que no es otra cosa que una burocracia de gestión al servicio de los intereses de los sectores más concentrados de la burguesía) se fue mimetizando con la farándula, y son notorios los históricos papelones de muchos de ellos, siendo el más sobresaliente tal vez, el de De La Rúa en el programa de Tinelli. Es lo que muchos autores han denominado la tinelización de la política.
En lugar de confiar en sus bases para lograr sus objetivos de poder, centraron sus expectativas en los asesores de imagen que dibujaron sus discursos, cambiaron su fisonomía y determinaron sus propuestas. Los paridos pasaron de ser actores colectivos de producción de ideas a mero continentes de individualidades que buscaban dentro de las estructuras partidarias determinar la mayor influencia de sus proyectos personales.
En la medida en que los dirigentes políticos se mediatizaron de la sociedad y se mimetizaron con la farándula fueron cada vez más dependientes de su exposición mediática y su perfil exitoso en la política estuvo en relación con la cantidad de minutos en el aire.
Los grupos mediáticos hegemónicos pudieron cooptar a la mayoría de los dirigentes proclives a sus intereses estratégicos y usarlos tácticamente como si fueran peones en un gigantesco tablero de ajedrez en el cual el Rey determina la ubicación de las piezas y les exige sacrificios en aras del interés corporativo.
No responder al Rey (el CEO del multimedios) significa lisa y llanamente perder el favor real y desaparecer del único escenario que puede proyectar al político hacia el reconocimiento, aun cuando sostenerse en la pequeña pantalla sea al costo de sacrificar sus ideales e ideología, aceptando la dirección de los patrones sobre las decisiones políticas y teniendo que defender lo indefendible (por ejemplo negar todas las tropelías realizadas por los grupos mediáticos).
Pero al sacrificar la autonomía de la acción política estos políticos aceptaron ser sacrificables ellos mismos, y van desapareciendo de las pantallas en la medida en que dejan de ser útiles a la estrategia de sus patrones (por ejemplo la inimputable Carrió que fue prácticamente borrada de las pantallas después de aquella aciaga noche de agosto en la que no sacó más que el 3% de los votos).
Pero también estos políticos mediáticos farandulescos van desapareciendo de la escena política porque no han podido leer un fenómeno importante en la escena argentina, y que sin ser exagerados podríamos denominar de la reinvención de la política de masas. Fue tal vez Néstor y Cristina Kirchner quienes mejoren leyeron la necesidad de cambiar la acción y el curso del desarrollo de América Latina y avanzaron en un proyecto de renovación capitalista que transita por los senderos del neokeinesianismo activo que propone un capitalismo de mercado que pone el eje en la demanda con grandes inversiones públicas, reconstrucción del aparato asistencial del estado y un fuerte apoyo al consumo, la educación y la producción científico tecnológica.
Como todo modelo capitalista es insuficiente para resolver las contradicciones más profundas del sistema, tan solo logra atenuar las disparidades sociales y fortalecer una política más inclusiva de la mano de una situación económica favorable.
Pero lo que debemos ver, quienes estamos interesados en ir más allá del reformismo, en reconstruir el tejido social desde una perspectiva solidaria, igualitaria y autónoma, es que el colectivo que tiene en su poder el sistema político ha desarrollado una serie de acciones que favorecen el desarrollo del debate y la participación social, como por ejemplo el matrimonio igualitario, la ley de medos, el paso del sistema jubilatorio a manos del Estado, el mejoramiento de los haberes jubilatorios, el aporte al desarrollo del sector científico, la construcción de una red de tolerancia a la protesta social, el desarrollo de obras de infraestructura y el mejoramiento de las oportunidades de trabajo, por lo tanto es necesario lograr que se fortalezca ese rumbo de acción que la derecha reaccionaria está interesada en detener y más aún retrotraer a épocas anteriores.
A pesar de lo que digan los medios masivos de comunicación hay un estricto respeto a libertad de expresión, todos podemos decir lo que queremos sin temor a la represalia, esos mismos medios que denuncian la falta de libertad no respetan la libertad de expresión al interior de sus organizaciones. Hoy cualquier profesor, ciudadano empresario sabe que nadie lo persigue por sus convicciones, en Argentina no hay hoy presos políticos o de conciencia.
Quienes pretendemos honestamente trabajar para el cambio social, no desde la perspectiva de las sectas políticas mal llamadas de izquierda que existen, sino desde el interés de mejorar las condiciones de existencia de los ciudadanos en el aquí y ahora, sin tener que esperar a un reino fantasioso de igualdad en un futuro lejano (a imagen y semejanza de la creencia religiosa en el paraíso)sabemos que hoy es necesario empujar a este tibio gobierno de reformas a transitar el sendero de los cambios profundos que la argentina necesita.
Hasta la próxima