Cada especie es un experimento de la naturaleza, no existen experimentos fracasados o exitosos, solo experimentos que en algún momento concluyen. Estos experimentos no son realizados conforme a algún plan maestro, o si existe no lo conocemos, ni tenemos por el momento capacidad de conocerlo.
La naturaleza es una entidad creada por el hombre para justificar el desenvolvimiento del universo, pero, a mi entender no tiene ni vida, ni conciencia, es solo desarrollo experimental que se constituye sin patrones ni guía.
Los seres humanos como especie constituimos uno de esos experimentos en desarrollo, como en su momento lo fueron los dinosaurios, por algún motivo aquel experimento finalizó, porque de no haber sido así, los que reinan en el mundo seguramente tendrían cola.
Cada individuo humano como particularidad de la especie cumple un ciclo, ciclo que a la vez está inscripto dentro de otro ciclo que es el de la propia especie, cada uno de nosotros contribuye al desarrollo de ese ciclo mayor.
La particularidad comparte con la universalidad rasgos distintivos, o dicho de otro, la particularidad es la concreción de la universalidad.
En nuestro caso, somos una particularidad que, integrada a lo universal, evidencia una suma de diferencias entre cada uno de los sujetos particulares.
No existen dos entidades humanas iguales, podemos compartir algunos accidentes, pero en esencia cada uno de nosotros es único e irrepetible, pero a la vez, cada uno de nosotros comparte con el resto el ser concreción de la universalidad.
Uno de los rasgos que compartimos, cualquiera sea nuestra posición en el mundo, nuestra conciencia del mismo o nuestros objetivos dentro de él, es que nacemos, nos desarrollamos y morimos.
Destino inexorable de cada ser humano, como dije en otras oportunidades, somos conscientes de que constituimos un proyecto en desarrollo hacia la desaparición, y es esa conciencia la que nos constituye en seres creativos, depredadores, impetuosos, seres que no pueden vivir si no tienen proyecto o que cuando hay vacío de proyecto se autodestruyen.
Nuestra finitud de existencia solo tiene consuelo en dos posibilidades, la trascendencia por la fe, a través de diferentes teorías muy controvertidas y nunca verificadas como la transmigración de las almas o la eternidad de las mismas.
El alma, como construcción ontológica del ser humano, nunca ha podido ser conocida, es tal vez como el inconsciente del psicoanálisis, quees piedra angular de la teoría Psicoanalítica pero no existen pruebas de su existencia, es solo una hipótesis sobre la que se construyó un determinado conocimiento. El alma es una construcción de la fé religiosa, de cualquier fe religiosa, si algo tienen en común las distintas creencias es la fe en la existencia del alma, la psique para los griegos.
El alma occidental es un ente que se construye a partir de un mito, el Mito de Psique, es un alma inmortal que en las religiones moderna acalla el ruidoso sonar de la angustia colectiva e individual cuando estallan las alarmas de la inexistencia posible, de la vacuidad de la muerte, de la inconsistencia de la vida material.
El alma es el vehículo que puede transitar más allá del final y adentrarse en otra dimensión, en la que nos espera la liberación de la angustia y la ansiedad de la muerte, porque allí domina la eternidad de la vida.
Si prescindimos del alma como afrontamos el tormento de la desaparición, la segunda hipótesis más vinculada a las filosofías materialistas también limita con la eternidad, pero en este caso, la eternidad de la que hablamos es la de la especie.
Nuestra vida adquiere sentido cuando logramos inscribirla en un mega proyecto que es el de la reivindicación de la especie. La especie es eterna, si nosotros somos parte de ella, también somos plausibles de lograr la eternidad.
Recuerdo haber leído un libro muy interesante de George Orwell, 1984 se llamaba, en la que un personaje perteneciente a la burocracia dominante en una dictadura que se sostenía por la imagen del Gran Hermano responde a la pregunta del ciudadano que está torturando, respecto de la existencia de Gran Hermano, Gran Hermano no existe, él es una forma de mantener la ilusión que permite dominar a las masas, lo que realmente existe es la burocracia, y ella nos permite trascender la finitud de la existencia, al ser parte de la burocracia, cada uno de nosotros obtiene su propia eternidad en la eternidad de la existencia de la burocracia de dominación.
En el materialismo la noción de la Naturaleza, ocupa un lugar muy próximo al de un Dios omnipotente, solo que en este caso no constituye una conciencia que esta por fuera de la especie, por fuera de la materialidad del mundo, sino que es esa propia materialidad en desarrollo la que construye, a través de los hombres la significancia de la vida.
La pregunta que cabe en esta segunda opción es la misma que se le podría hacer al personaje de 1984, que pasa si la burocracia se extingue, que pasa si la humanidad se extingue,
Pregunta complicada, porque nos lleva al límite de la razón materialista en el que la pregunta por la esencia retorna de lo reprimido con fuerza de interpelación, dado que en ese límite pierde sentido la inclusión del proyecto particular de cada ser humano como parte del proyecto universal de la especie, si la especie es un anti proyecto, si su evolución no concibe reglas, sino que está sujeta a la espontaneidad, no tenemos la certeza de que podamos perdurar en ella, pierde sentido, además de nuestros proyectos particulares, algunos de los mecanismos de sostenimiento de la especie como por ejemplo la reproducción, nuestros hijos, y los hijos de nuestros hijos, y los hijos de los hijos de nuestros hijos, deberían saber que solo son un experimento que no tiene objetivos, ni sentido, son solo un experimento.
La pregunta retumba en la conciencia del materialista con la misma fuerza que retumbaría en la creencia del religioso, que pasa si en realidad Dios es finito, si su existencia es finita, todo lo creado por él gozaría de esa misma propiedad, la de la finitud y por lo tanto podría desaparecer, el paraíso se transforma en un infierno compartido con el infierno del materialista que sabe o instuye la finitud de la existencia humana, que, como los dinosaurios pueden llegar a desaparecer.
Pero no es una fantasía, ni un artefacto destinado a organizar nuestro pensamiento desde otra perspectiva, existen muchos científicos que creen en la hipótesis que refiere a la desaparición de las sociedades evolucionadas, las sociedades evolucionadas serían las creadoras de las causas de su propia desaparición y a juzgar por las acciones de la sociedad actual, que agrede hasta el paroxismo al planeta que la contiene, esto no está muy lejos de la realidad.
Los estudios más serios de la actividad humana sobre el planeta, sobre todo a partir de la revolución industrial y la universalización de la cultura capitalista muestran que vamos hacia un precipicio del que no podremos librarnos, porque tal vez, ya pasamos el límite de lo permitido por la naturaleza, el planeta podría tener como destino su destrucción y con él toda la vida existente.
Es entonces el momento en el que la hipótesis de la extinción de la especie cobra realidad, verosimilitud y en este escenario la pregunta que nos acucia es ¿entonces,para que hacemos lo que hacemos?
Esta pregunta no tiene carácter de clase, es una posición de transversalidad para todos los seres humanos, para el capitalista que se interroga para que quiere acumular riquezas que no podrá gastar ni en varias existencias y que sus descendientes no podrán gozar por la perspectiva del holocausto; para el trabajador que, si se interroga de esta manera, se esfuma el sentido de su trabajo, el sentido de todo lo que quiere o ha construido, el vacío de la nada nos invade y en ese vacio no existe respuesta posible que mitigue nuestra angustia, posición peligrosa la del filósofo que se interna en estos vericuetos de la razón, porque puede ser reconocido como la maldad que viene a destruir la ilusiones, y todos sabemos que cuando la noticia es muy mala, nuestra actitud como seres humanos es matar al mensajero.
Más allá de la hipótesis de la extinción de la especie, más allá de la extinción de la vida en la tierra, la ciencia nos provee de teorías inquietantes que afectan nuestra tranquila existencia en este mundo.
El Big Bang es una teoría sobre el origen del universo, que hasta le pone números a su existencia, catorce mil millones de años y afirma que en el comienzo el universo era una maza muy concentrada de energía que en un momento explotó por su tensión interna y comenzó a expandirse creando todo los que existe, materia, espacio, tiempo, pero, y aquí viene la mala noticia, nadie puede afirmar que esa expansión sea eterna, es más, los científicos afirman que la expansión del universo en un momento comenzará a desacelerarse y en algún otro momento el universo comenzará a contraerse de nuevo, hasta el momento de su colapso (Big Crunch) y en ese proceso arrasaría galaxias, estrellas y planetas, la Vía Láctea, el Sistema Solar y nuestro planeta incluidos, y si eso ocurre aunque sea en unos, digamos veinte o treinta mil millones de años, igual nuestros proyectos, como los proyectos de la humanidad no tienen destino,
No se angustie entonces, relájese y goce, la cuestión, tal vez, es vivir.
Hasta la próxima,