jueves, 21 de julio de 2016

La angustia de existir.


Cada especie es un experimento de la naturaleza, no existen experimentos fracasados o exitosos, solo experimentos que en algún momento concluyen. Estos experimentos no son realizados conforme a algún plan maestro, o si existe no lo conocemos, ni tenemos por el momento capacidad de conocerlo. La naturaleza es una entidad creada por el hombre para justificar el desenvolvimiento del universo, pero, a mi entender no tiene ni vida, ni conciencia, es solo desarrollo experimental que se constituye sin patrones ni guía. Los seres humanos como especie constituimos uno de esos experimentos en desarrollo, como en su momento lo fueron los dinosaurios, por algún motivo aquel experimento finalizó, porque de no haber sido así, los que reinan en el mundo seguramente tendrían cola. Cada individuo humano como particularidad de la especie cumple un ciclo, ciclo que a la vez está inscripto dentro de otro ciclo que es el de la propia especie, cada uno de nosotros contribuye al desarrollo de ese ciclo mayor. La particularidad comparte con la universalidad rasgos distintivos, o dicho de otro, la particularidad es la concreción de la universalidad. En nuestro caso, somos una particularidad que, integrada a lo universal, evidencia una suma de diferencias entre cada uno de los sujetos particulares. No existen dos entidades humanas iguales, podemos compartir algunos accidentes, pero en esencia cada uno de nosotros es único e irrepetible, pero a la vez, cada uno de nosotros comparte con el resto el ser concreción de la universalidad. Uno de los rasgos que compartimos, cualquiera sea nuestra posición en el mundo, nuestra conciencia del mismo o nuestros objetivos dentro de él, es que nacemos, nos desarrollamos y morimos. Destino inexorable de cada ser humano, como dije en otras oportunidades, somos conscientes de que constituimos un proyecto en desarrollo hacia la desaparición, y es esa conciencia la que nos constituye en seres creativos, depredadores, impetuosos, seres que no pueden vivir si no tienen proyecto o que cuando hay vacío de proyecto se autodestruyen. Nuestra finitud de existencia solo tiene consuelo en dos posibilidades, la trascendencia por la fe, a través de diferentes teorías muy controvertidas y nunca verificadas como la transmigración de las almas o la eternidad de las mismas. El alma, como construcción ontológica del ser humano, nunca ha podido ser conocida, es tal vez como el inconsciente del psicoanálisis, quees piedra angular de la teoría Psicoanalítica pero no existen pruebas de su existencia, es solo una hipótesis sobre la que se construyó un determinado conocimiento. El alma es una construcción de la fé religiosa, de cualquier fe religiosa, si algo tienen en común las distintas creencias es la fe en la existencia del alma, la psique para los griegos. El alma occidental es un ente que se construye a partir de un mito, el Mito de Psique, es un alma inmortal que en las religiones moderna acalla el ruidoso sonar de la angustia colectiva e individual cuando estallan las alarmas de la inexistencia posible, de la vacuidad de la muerte, de la inconsistencia de la vida material. El alma es el vehículo que puede transitar más allá del final y adentrarse en otra dimensión, en la que nos espera la liberación de la angustia y la ansiedad de la muerte, porque allí domina la eternidad de la vida. Si prescindimos del alma como afrontamos el tormento de la desaparición, la segunda hipótesis más vinculada a las filosofías materialistas también limita con la eternidad, pero en este caso, la eternidad de la que hablamos es la de la especie. Nuestra vida adquiere sentido cuando logramos inscribirla en un mega proyecto que es el de la reivindicación de la especie. La especie es eterna, si nosotros somos parte de ella, también somos plausibles de lograr la eternidad. Recuerdo haber leído un libro muy interesante de George Orwell, 1984 se llamaba, en la que un personaje perteneciente a la burocracia dominante en una dictadura que se sostenía por la imagen del Gran Hermano responde a la pregunta del ciudadano que está torturando, respecto de la existencia de Gran Hermano, Gran Hermano no existe, él es una forma de mantener la ilusión que permite dominar a las masas, lo que realmente existe es la burocracia, y ella nos permite trascender la finitud de la existencia, al ser parte de la burocracia, cada uno de nosotros obtiene su propia eternidad en la eternidad de la existencia de la burocracia de dominación. En el materialismo la noción de la Naturaleza, ocupa un lugar muy próximo al de un Dios omnipotente, solo que en este caso no constituye una conciencia que esta por fuera de la especie, por fuera de la materialidad del mundo, sino que es esa propia materialidad en desarrollo la que construye, a través de los hombres la significancia de la vida. La pregunta que cabe en esta segunda opción es la misma que se le podría hacer al personaje de 1984, que pasa si la burocracia se extingue, que pasa si la humanidad se extingue, Pregunta complicada, porque nos lleva al límite de la razón materialista en el que la pregunta por la esencia retorna de lo reprimido con fuerza de interpelación, dado que en ese límite pierde sentido la inclusión del proyecto particular de cada ser humano como parte del proyecto universal de la especie, si la especie es un anti proyecto, si su evolución no concibe reglas, sino que está sujeta a la espontaneidad, no tenemos la certeza de que podamos perdurar en ella, pierde sentido, además de nuestros proyectos particulares, algunos de los mecanismos de sostenimiento de la especie como por ejemplo la reproducción, nuestros hijos, y los hijos de nuestros hijos, y los hijos de los hijos de nuestros hijos, deberían saber que solo son un experimento que no tiene objetivos, ni sentido, son solo un experimento. La pregunta retumba en la conciencia del materialista con la misma fuerza que retumbaría en la creencia del religioso, que pasa si en realidad Dios es finito, si su existencia es finita, todo lo creado por él gozaría de esa misma propiedad, la de la finitud y por lo tanto podría desaparecer, el paraíso se transforma en un infierno compartido con el infierno del materialista que sabe o instuye la finitud de la existencia humana, que, como los dinosaurios pueden llegar a desaparecer. Pero no es una fantasía, ni un artefacto destinado a organizar nuestro pensamiento desde otra perspectiva, existen muchos científicos que creen en la hipótesis que refiere a la desaparición de las sociedades evolucionadas, las sociedades evolucionadas serían las creadoras de las causas de su propia desaparición y a juzgar por las acciones de la sociedad actual, que agrede hasta el paroxismo al planeta que la contiene, esto no está muy lejos de la realidad. Los estudios más serios de la actividad humana sobre el planeta, sobre todo a partir de la revolución industrial y la universalización de la cultura capitalista muestran que vamos hacia un precipicio del que no podremos librarnos, porque tal vez, ya pasamos el límite de lo permitido por la naturaleza, el planeta podría tener como destino su destrucción y con él toda la vida existente. Es entonces el momento en el que la hipótesis de la extinción de la especie cobra realidad, verosimilitud y en este escenario la pregunta que nos acucia es ¿entonces,para que hacemos lo que hacemos? Esta pregunta no tiene carácter de clase, es una posición de transversalidad para todos los seres humanos, para el capitalista que se interroga para que quiere acumular riquezas que no podrá gastar ni en varias existencias y que sus descendientes no podrán gozar por la perspectiva del holocausto; para el trabajador que, si se interroga de esta manera, se esfuma el sentido de su trabajo, el sentido de todo lo que quiere o ha construido, el vacío de la nada nos invade y en ese vacio no existe respuesta posible que mitigue nuestra angustia, posición peligrosa la del filósofo que se interna en estos vericuetos de la razón, porque puede ser reconocido como la maldad que viene a destruir la ilusiones, y todos sabemos que cuando la noticia es muy mala, nuestra actitud como seres humanos es matar al mensajero. Más allá de la hipótesis de la extinción de la especie, más allá de la extinción de la vida en la tierra, la ciencia nos provee de teorías inquietantes que afectan nuestra tranquila existencia en este mundo. El Big Bang es una teoría sobre el origen del universo, que hasta le pone números a su existencia, catorce mil millones de años y afirma que en el comienzo el universo era una maza muy concentrada de energía que en un momento explotó por su tensión interna y comenzó a expandirse creando todo los que existe, materia, espacio, tiempo, pero, y aquí viene la mala noticia, nadie puede afirmar que esa expansión sea eterna, es más, los científicos afirman que la expansión del universo en un momento comenzará a desacelerarse y en algún otro momento el universo comenzará a contraerse de nuevo, hasta el momento de su colapso (Big Crunch) y en ese proceso arrasaría galaxias, estrellas y planetas, la Vía Láctea, el Sistema Solar y nuestro planeta incluidos, y si eso ocurre aunque sea en unos, digamos veinte o treinta mil millones de años, igual nuestros proyectos, como los proyectos de la humanidad no tienen destino, No se angustie entonces, relájese y goce, la cuestión, tal vez, es vivir. Hasta la próxima,

sábado, 9 de julio de 2016

Agresividad y violencia.


Quiero discutir estos dos términos porque en el lenguaje común existen algunos equívocos. En primer lugar, ambos términos gozan de muy mala prensa en nuestros días. Cuando se hace referencia a que una persona es agresiva generalmente es una crítica y cuando se habla de violencia se la ve como una mala cuestión. Pero no siempre ha sido así, en general en la historia humana, por lo menos en la historia conocida, la agresividad y la violencia han sido dos atributos valorados. Comencemos por ver que significa cada una de estos términos para luego ver las vicisitudes socio-históricas. Según los diferentes diccionarios, violencia proviene del latín violentia, y por lo general hace referencia a algo que está fuera de su estado natural. Sería una acción que se realiza con fuerza, ímpetu o brusquedad. También hace referencia a lo que se hace contra la voluntad. El diccionario la define como un comportamiento deliberado con el fin de producir daños físicos o psíquicos a otra persona o grupo de personas, yo le agregaría también, con el fin de procurar algún bien material o resultado satisfactorio. Un investigador noruego Johan Galtung, definió tres tipos de violencia; a) cultural, que se manifiesta en el arte, la ciencia o la religión; b) estructural, sería la que acontece en los sistemas sociales como consecuencia de la insatisfacción de las necesidades que tenemos; y c) directa, que es la que se ejerce física y psícamente contra las personas, contra el medio ambiente, o los bienes privados o comunes. Dentro de este último tipo entran los robos, los asesinatos, los saqueos, etc. Existe una forma de violencia que a veces no es considera como tal, es aquella que el estado ejerce sobre las personas, como por ejemplo la represión o la pena de muerte. Mahatma Ghandi, conocido por su teoría de la no violencia y por la búsqueda del cumplimiento de los objetivos sociales mediante acciones pacíficas, sin embargo, afirmaba que nadie está exento de ejercer la violencia dado que la misma es una característica propia de los seres humanos. Decíamos más arriba que la violencia no siempre tuvo la mala prensa de la que goza en la actualidad, que por otra parte se trata de posturas hipócritas, dado que mucho de los que preconizan la paz ejercen la violencia contra pueblos enteros asesinando a millones de personas por años. Un dato interesante es que solo en el siglo veinte murieron 6.000 millones de personas, según afirma el informe de Devid Mc Candless, de las cuales un 17,8% habrían muerto por la mano del hombre, alrededor de 978 millones de personas. En este tópico se incluyen guerras, muertes violentas (asesinatos, por ejemplo), accidentes, etc. En las diferentes guerras del siglo XX las estadísticas mencionan más de 130 millones de personas muertas. El uso de la violencia, no solo no era reprobado a lo largo de la historia, sino que incluso era ponderado. Los romanos tenían lo que llamaban la rex nullius, derecho de conquista, por la cual todo lo conseguido por la conquista (que obviamente era violenta) correspondía al conquistador. En la historia humana los genocidios, las matanzas por cuestiones ideológicas o religiosas, han sido moneda corriente, y no solo se trata de matanzas simples por acción de las armas en confrontaciones, en muchas de ellas hubo manifestaciones extremas de sadismo y brutalidad, donde la tortura al semejante era moneda corriente. En el caso de Argentina, la violencia ocupó una parte importante de la historia nacional. Los historiadores cuentan más de 150 batallas durante el siglo XIX. En el siglo XX son conocidas las matanzas como la de la Patagonia, la semana trágica. El genocidio de los setenta, etc. Durante los años de plomo 1960/1980 la violencia poseía un estatus privilegiado. Frases como las de Marx, “la violencia es la partera de la historia”, o las de Perón, “la violencia en manos del pueblo no es violencia, es justicia”, “la violencia de los de abajo es provocada por la violencia de los de arriba”, constituían el combustible que alimentaba los programas revolucionarios basados en la transformación del capitalismo como resultado del uso de las armas. La burguesía no siempre enunció propósitos pacíficos, a lo largo de su formación los líderes burgueses desataron la violencia revolucionaria en defensa de sus intereses, y su punto más álgido los constituye, tal vez, la revolución francesa, en la que miles murieron en enfrentamientos militares o en la guillotina. Lenin preconizaba el uso de la violencia para los objetivos liberadores y decía que la burguesía no cedería su poder a menos que el proletariado se lo arrancara con la fuerza de la insurrección. Es de destacar que la violencia a la que se refería era la lucha del colectivo de trabajadores (insurreccional) dado que rechazaba la violencia individual (por ejemplo, el terrorismo) al que consideraba una desviación pequeño burguesa y decía que los actos terroristas constituían crímenes individuales y miserables. Luego de su triunfo, la burguesía buscará monopolizar el uso de la violencia en el Estado, al que ella controlaba, y de esta manera, el Estado ejecutó represiones violentas que le costaron la vida a millones de ciudadanos disconformes con las consecuencias del sistema capitalista. Volviendo a los años de plomo, casi todas las agrupaciones estudiantiles y políticas revolucionarias preconizaban la lucha armada para lograr la liberación de los trabajadores, algunos mediante la insurrección armada, otros mediante la construcción de un ejército del pueblo, solo algunas fracciones residuales del partido Socialista y el Partido Comunista proclamaban la búsqueda de una revolución pacífica, el resto veía a la lucha callejera del pueblo como pre condición para la toma del poder. En esos años se tenía fresca la revolución cubana, donde un grupo de guerrilleros había tomado el poder mediante las armas, la revolución china que mediante una guerra popular prolongada encabezada por Mao Tse Tung, había derrotado al ejército nacionalista burgués de Chiang Kai Shek y la epopeya de Viet Nam que bajo el liderazgo de Ho Chi Minh, derrotaron a los franceses y luego al mayor imperio en la historia de la humanidad EE.UU. Se consideraba violencia, además de la represión de los gobiernos a las luchas obreras y populares (plan CONINTES de Frondizi, represión de la noche de los bastones largos de Onganía, masacre de Trelew durante la dictadura de Lanusse, genocidio ilegal durante la última dictadura militar, etc.), las políticas de ajuste que se implementaban y conducción a la pobreza y la indigencia a los trabajadores, la violencia cultural que ejerce la iglesia (con sus normas ultraconservadoras con respecto al sexo, el aborto, etc.) y la educación de clase que se imparte en las escuelas adormeciendo el pensamiento crítico, etc. Hoy sería muy difícil encontrar colectivos políticos que impulsaran en democracia el uso de la violencia, aunque en los setenta en Europa surgieron grupos terroristas que en democracia tomaron las armas contra el Estado capitalista como por ejemplo las Brigadas Rojas en Italia, la Fracción Ejército Rojo en Alemania, el IRA en Irlanda del Norte, etc. Pero si son conocidas formas de violencia estatal, donde los planes de ajustes neoliberales socaban las condiciones de vida de los sectores populares y conducen a fragmentos de la clase media a la pobreza y a la indigencia. Estas políticas llevan al hambre y a la desesperación a millones de ciudadanos que viven hacinados en viviendas precarias, sin las mínimas condiciones de salud, en zonas donde no hay cloacas, agua potable, etc. En esa desesperación, en la historia reciente en Argentina, hemos visto los llamados saqueos, donde miles de desesperados primero pedían comida y cuando se la negaban la tomaban haciendo uso de la violencia colectiva. Otra forma de violencia a la que lleva la explotación capitalista es el delito, jóvenes (y no tan jóvenes) sin futuro se lanzan a recuperar el futuro que el injusto sistema capitalista le ha arrebatado mediante la acción individual dando lugar a arrebatos, asesinatos, secuestros, y todo aquello que ha dado en denominarse inseguridad. Esta inseguridad va acompañada de otra forma de violencia que estigmatiza a los jóvenes y los persigue, sin tener en cuenta que el delincuente es también una víctima de un sistema codicioso en el que una ínfima mayoría posee todo y la gran mayoría no pose nada. Creo que no basta con algunos clisés a los que nos tiene acostumbrado la intelectualidad burguesa y pequeña burguesa como por ejemplo justificar la persecución y discriminación violenta del Estado contra los vulnerables en conflicto con la ley, pero reclamarle al Estado, como forma de tapar su conciencia culpable, mayor educación y empleo para estos sectores, cuando las soluciones solo pueden venir de la mano de mayor igualdad, inclusión y políticas sociales que brinden futuro a los sectores vulnerables. Y en este punto se hace necesario introducir el otro tema del título, la cuestión de la agresividad. Este término goza también de mala prensa, aunque menor que el de la violencia. La palabra agresividad es un término compuesto del latín, conformado por el prefijo ad que significa hacia, gradior que puede entenderse como andar o ir, ito que equivale a relación activa y el sufijo dad que significa cualidad. Podríamos interpretarlo como andar o ir activamente. La agresividad proviene de la Biología que la vincula al instinto sexual y a la territorialidad. Si bien en el lenguaje común se la ve como sinónimo de actuar o responder violentamente, también debe rescatarse su acepción como brío, pujanza o decisión para emprender alguna acción o enfrentar las dificultades. En Psicología suele considerársela como conjunto de patrones de actividad que pueden manifestarse con intensidad variable, desde las expresiones verbales y gestuales hasta la agresión física. En una sociedad en la que se valora lo individual, la salida personal antes que la colectiva, donde una publicidad habla de una sociedad meritocrática en la que se exaltan los valores individuales, la competencia, donde la mezquindad juega un papel importante y donde existe el sálvese quien pueda, la agresividad debería tener una alta consideración. Lo paradójico es que la agresividad, considerando valores de solidaridad, cooperación, asociatividad, búsqueda del bien común, etc., también juega un papel importante, pero como entidad colectiva, como resolución de los problemas comunes en el marco de la igualdad y la inclusión y donde el aporte individual, motorizado por el empuje, la constancia y la pujanza se constituyen en atributos que pueden ser extrapolados al grupo. Por lo tanto, violencia y agresividad, como puede leerse son conceptos situacionales y relativos, no solo a los momentos socio-históricos, sino también dentro de la contemporaneidad de un colectivo social y responden a las condiciones de vida y a los proyectos de sociedad que pretendemos construir. Hasta la próxima.

domingo, 3 de julio de 2016

La burguesía progresista.


En la década del setenta, existía entre los muchos grupos de izquierda, un debate que nunca fue saldado. Existe o no existe un sector de la burguesía que puede denominarse progresista, o toda la burguesía constituye un bloque político reaccionario. El debate no era menor, durante los sesenta y los setenta la izquierda discutió lo que se llamaba el carácter de la revolución. Lo que en buen romance implicaba definir el tipo de poder que se debía construir luego de la toma del mismo. Siguiendo una tradición iniciada por la llamada teoría de la dependencia, entre cuyos exponentes se contaban Cardozo y Farletto (el mismo Cardozo que fue presidente de Brasil y que hoy hace alianza con la derecha más reaccionaria para dar un golpe de estado contra el gobierno del P.T., y publicaba “Dependencia y desarrollo en América Latina”, F. Cardozo y E. Farletto, Siglo XXI 1977, Bs. As.) el debate se centraba en el carácter colonial, semicolonial o independiente de América Latina. Fue un largo debate y su importancia residía en que, si la Argentina era una colonia o semicolonia, se habilitaba el desarrollo de una lucha en pos de la liberación nacional. De ello resultaba que, el carácter de la revolución que para ese momento histórico no era la construcción de una sociedad socialista, sino la unión de los sectores nacionales contra la llamada oligarquía cipaya (la gran burguesía terrateniente, financiera e industrial) que se subordinaba al capital imperialista y a través de la cual, ese capital ejercía el control del país. El pueblo, constituía un concepto genérico que reunía a todos los sectores sociales interesados en la liberación nacional. En términos económicos estos sectores eran el proletariado urbano y rural, la mediana y pequeña burguesía nacional, el campesinado medio y pobre, la pequeña burguesía, etc. En términos políticos, el frente nacional estaba conformado por el peronismo que históricamente lideró la llamada lucha por la liberación nacional y una serie de partidos burgueses y pequeños burgueses que iban del dentro hacia la izquierda. Para todos lo que suscribían la teoría de la dependencia la contradicción principal era imperio nación y luego se dirimirían las contradicciones secundarias entre la burguesía y los demás sectores explotados y oprimidos. Este es el origen fuerte del progresismo en argentina, y está vinculado a la idea del cambio revolucionario por etapas (clásica concepción del estalinismo en contraposición al trotskismo que definía la revolución permanente). En esta revolución por etapas, se debía llevar adelante una revolución democrática burguesa que desalojara del poder a la llamada oligarquía e instaurara un poder popular. La idea era que se debía realizar en esta etapa las tareas democráticas burguesas que habían quedado pendientes desde la revolución de mayo de 1810 y nunca se habían cumplido (independencia económica del país, eliminación de los resabios feudales y semifeudales, instauración de una democracia representativa, realización de la reforma agraria, etc.). Desde esa perspectiva existían sectores de la burguesía que se consideraban progresistas, es decir que aun contenían un potencial de cambio en sus necesidades de desarrollo y que este sector progresista tenía contradicciones con la gran burguesía colonialista. El peronismo encarnó desde sus inicios el pensamiento de este modelo de desarrollo en el que, la mediana y la pequeña burguesía aliadas a los trabajadores, llevaría a la Argentina por la senda del progreso social, económico y político. Un sector de la izquierda marxista, que tenía coincidencias con el peronismo, se opuso a su proyecto desarrollista, y para poder justificar sus disidencias preconizó para la Argentina la teoría del fascismo desde algunos de sus sectores (fundamentalmente el Partido Comunista Argentino que enrolado en el estalinismo que sostenía la lucha democrática de los trabajadores contra los fascismo -Italia y Alemania hasta 1945- y luego la lucha democrática contra el imperialismo americano durante la guerra fría) y otros sectores de la izquierda (fundamentalmente de raíz trotskista) que sostenían que el peronismo era una propuesta burguesa bonapartista (recomiendo leer el XVIII Brumario de Luis Bonaparte de Carlos Marx) que buscaba convertirse en mediador del conflicto entre burgueses y proletarios pero que siempre laudaría en favor de la burguesía. Hubo un pequeño sector de la izquierda, de efímera existencia, que sostuvo, basado en textos de Marx que la Argentina era un país independiente y que lo que estaba a la orden del día era la revolución socialista y la instauración de un estado obrero. Esta polémica de los setenta subsiste en las dos primeras décadas del tercer milenio, aunque los términos no tengan la misma significación. Hoy el término progresista se ha banalizado por su uso masivo y hasta sectores profundamente reaccionarios, como el macrismo y la derecha radical se definen como progresistas, preconizan el cambio y no sería raro (ya lo hicieron los militares con Onganía cuando designaron su golpe como revolución nacional) que comenzaran a hablar de una revolución en Argentina. La teoría de la dependencia fue lentamente abandonada y solo conservó lo que Cardozo y Farletto denominaron el desarrollismo (que en Argentina tuvo su máxima expresión en el gobierno de Arturo Frondizi). La caída del peronismo (como de muchos populismos en América Latina) significó el comienzo de la llamada égida neoliberal. El neoliberalismo, lo hemos dicho en varias publicaciones, constituye la propuesta de organización del estado y la sociedad sobre la base de la teoría del mercado como regulador social, por lo cual el Estado debe circunscribirse a las funciones elementales que el mercado no provee, como por ejemplo seguridad (represión), salud y educación. Porque esta teoría neoliberal tuvo tanto anclaje sobre los sectores más concentrados de la economía argentina (grandes capitales financieros, los capitanes de la industria, los monopolios exportadores como las cerealeras e importadores y los terratenientes agrarios), la respuesta la encontramos en el carácter de la estructura económica argentina. Nuestro país, como por lo general América Latina, tiene, en términos cuantitativos, un mercado interno pequeño (40 millones de consumidores) y su principal producción son los commodities, es decir, cualquier mercancía con uso comercial, como cereales, petróleo, minería, etc.), la estructura industrial tiene un desarrollo reciente en términos temporales (si bien la teoría de la sustitución de las importaciones surgió durante las grandes guerras cuando se desarrolló una débil estructura manufacturera) y comienza a tener volumen a partir de 1945 con el peronismo (que crea un importante sector de empresas medianas y pequeñas que prácticamente no existían) y se profundiza durante los años del desarrollismo (incluido el gobierno de Illia que podríamos denominar un desarrollismo social). Entre 1945 y 1975 se sientan las bases industriales de Argentina y se constituye un sector de burguesía media con peso económico y político, que generalmente estuvo aliado a la clase obrera en la medida en que su interés por el desarrollo del mercado interno convergía con la demanda de mejores salarios y nivel de vida de los trabajadores (ver Bonantini C. Historia de la Educación Media Argentina. UNR editora, Rosario 1994 y 1996 tomos I y II). Como hemos definido en otras publicaciones, la pugna entre estos dos sectores burgueses se dio en términos de teorías económicas, la gran burguesía que adscribía a las teorías neoliberales de mercado y la pequeña y mediana burguesía que se sumó a las teorías neo keynesianas. A partir del regreso a la democracia representativa, con el derrumbe del poder militar, la gran burguesía comenzó a hacer una serie de ensayos para conservar el poder político que antes tenía de la mano de golpes cívico-militares que reprimían salvajemente a la población. Fueron ensayos de creación de partidos propios (UCD de Alsogaray), de infiltración en los grandes partidos populares (menemato 1989-1999 y delaruismo posterior) y finalmente un partido propio que llegó al poder con la estructura territorial del radicalismo de derecha, es decir el macrismo). En América Latina se dieron procesos similares en los que el retiro de los EE.UU. como consecuencia de la profunda crisis capitalista y la caída de la teoría de la seguridad nacional, acompañado por un proceso creciente de valorización de los comodities, que, con marchas y contramarchas, llevó al poder en toda la región a partidos populares de tendencia centroizquierdista (Venezuela, Bolivia, Perú, Chile, Ecuador, Brasil, Paraguay, Uruguay). En este proceso político tuvo importancia el fin del mundo unipolar donde el dominio de EE.UU. fue casi absoluto y la emergencia de nuevos bloques económicos y políticos como la U.E., el Mercosur, la UNASUR, el BRICS, etc.). Precisamente, en América del Sur, el desarrollo de Brasil como potencia emergente (económica e industrial) permitió que desde los tempranos años de la democracia se comenzara a pergeñarse un bloque de naciones que se constituyera en un espacio de libre comercio y brindara a los capitales internacionales y nacionales un mercado amplio facilitando la producción en escala que hacía más competitivas a las economías regionales. Desde el comienzo el Mercosur fue mucho más que una unión aduanera, como correctamente afirman algunos autores, (vg. Cicaré A. La educación como factor de integración en el Mercosur, Cuadernos Sociales 14/15, UNR Editorial, Rosario 2015), se configuró como una propuesta de integración económica, social, educativa y de desarrollo científico tecnológico. En los últimos 30 años asistimos en el área del Mercosur y la UNASUR a procesos de desarrollo económico, fundamentalmente industrial, integración social, disminución de la pobreza, desarrollo científico-tecnológico que no registra antecedentes en la historia de la región. El otro dato, es como hemos dicho, la adscripción a las teorías neo keynesianas basadas en la demanda que llevaron a mejorar el consumo en América Latina generando millones de nuevos “clase media” que se incorporaron al mercado de consumidores. Las cifras son elocuentes, crecimiento de la industria automotriz, alimentaria, metalmecánica, artículos de confort hogareño, de las telecomunicaciones e internet, del turismo nacional e internacional, etc. Pero también, y esto es un dato nuevo muy significativo, creció la inclusión en términos de derechos y la igualación, en términos de visibilidad de las minorías discriminadas hasta hace pocos años, La ampliación de los derechos democráticos, de los derechos civiles, de los derechos humanos, de los derechos de las minorías son datos relevantes e incontrastables en la América Latina de los últimos 30 años. Todo esto ha sido posible por la alianza que establecieron los sectores explotados y oprimidos con un sector del capital, y ello se explica en los logros electorales de los grandes líderes latinoamericanos como Cristina Fernández de Kirchner, Ignacio Lula Da Silva, Michelle Bachelet, Evo Morales, Rafael Correa, Hugo Chávez, José Mujica, Fernando Lugo. Etc. El crecimiento de la llamada clase media en este espacio geográfico, posibilitado por las políticas de inclusión y desarrollo de América Latina, es también su debilidad, por cuanto los sectores medios son muy volubles en lo referente a las ideas y tienden a mimetizarse con la gran burguesía a la que admiran y en la medida en que crece su nivel de vida en lugar de mantener la alianza con los trabajadores y sectores vulnerables (como en la Argentina de 2001 con la consigna piquetes cacerolas la lucha es una sola) buscan alejarse de los mismos y a debilitar lo que se ha dado en llamar el campo popular. La historia no está escrita. Es hora de reflexión y acción. Hasta la próxima