lunes, 31 de marzo de 2014
La sociedad salvaje
En los últimos días asistimos preocupados a la aparición y desarrollo de lo que podríamos denominar la sociedad salvaje. Me refiero concretamente a los sucesos de “justicia por mano propia” ocurridos en diferentes puntos del país, Bs. As., Rosario, Rio Negro, etc.
Este eufemismo de los medios de comunicación no es otra cosa que la justificación de uno de los crímenes más crueles, viles y miserables que puede cometer un ser humano, el asesinato de personas a manos de una horda hambrienta de sangre, es decir que se cometen linchamientos.
Se trata de grupos de personas, que ante un hecho delictivo (real o supuesto) atacan a una persona y la muelen a golpes.
El salvajismo llega al punto que, en Rosario, un joven sospechado de haber robado una cartera, fue golpeado hasta morir, de tal manera que al llegar al hospital los médicos detectaron pérdida de masa encefálica.
La pregunta que nos hacemos es como gente “supuestamente” civilizada puede llegar a estos niveles de violencia, cometiendo un crimen tan aberrante como el que estamos narrando.
En segundo lugar nos preguntamos si es justificable esta conducta asocial y primitiva en grupos de personas.
Esas mismas personas, que asesinaron impunemente (ya que no creo que a ellas las alcance el “brazo de la ley” porque este delito ni siquiera será investigado) a este joven y golpearon a otros en diferentes lugares, son las que lloran dramáticamente, clamando justicia porque robaron o asesinaron a un familiar.
Donde se ubica la línea divisoria entre una muerte y otra, es menos crimen matar en patota y a los golpes a un joven que matar a un vecino a la entrada de su garaje.
Es tan injustificable la violencia de los jóvenes que salen a las calles en pos de robar y agreden o matan a un ciudadano, como la matanza de una persona porque comete delitos.
Me pregunto si los adalides de la mano dura con los delincuentes, como Masa, Macri y tantos otros, que envenenaron la cabeza de los ciudadanos con sus mentiras sobre el código penal y que llamaron a aumentar las penas contra los delincuentes, serán ahora consecuentes con su ideología de derecha y reaccionaria y saldrán a proponer proyectos para punir severamente a estos delincuentes que asesinan, cobardemente y en patota, jóvenes marginales porque arrebatan carteras,
Los medios tienen un tratamiento mentiroso de los hechos, porque antes de comenzar la crónica el cronista hace fe de su pacifismo y sentencia “no se puede justificar estos hechos….pero debemos comprender a los vecinos que están hartos de arrebatos, de robos de tanta inseguridad…”. Este latiguillo lo he escuchado una y otra vez en diferentes medios, aunque justo es reconocer que no todos los periodistas son iguales, están aquellos que leales a su profesión repudian sin dobleces los asesinatos de jóvenes.
Es común ver como los “periodistas” se esmeran para justificar el vandalismo de los asesinos, sin siquiera pueden emitir una autocrítica sobre el rol de los medios como fogoneros de ese vandalismo.
La emergencia de hordas asesinas en las calles de Argentina obedece en gran medida al envenenamiento de las conciencias, que en pos de un fin político y de intereses espurios, fogonean el tema de la inseguridad, haciendo aparecer en los noticieros como si se estuviera asesinando un ciudadano por segundo en las grandes ciudades.
Para desestabilizar al gobierno nacional todo es lícito, y eso es el punto de partida para desarrollar campañas de prensa que construyen una realidad de violencia inaudita que solo existe en la cabeza de los directores de los medios de comunicación interesados en deformar la realidad para poner sus medios al servicio de sus intentos desestabilizadores.
Los políticos, de los que deberíamos esperar mesura, sobre todos de los que se proponen como “estadistas” (Masa, Carrió, Macri, etc.) en lugar de tratar de hacer análisis medidos y constituirse en una oposición que crítica propositivamente, solo atinan a sumarse a la acción de los medios. Por momentos se nos envenena con la inflación, se nos impele a comprar dólares, se nos llama a luchar contra una supuesta corrupción generalizada en el gobierno (generalizada es poco porque si vemos a Van Der Koy, Lanata, Castro, etc. no existe funcionario ni acto de gobierno que no sea corrupto, y como hacen los medios, yo también usaré el latiguillo, “sin que esto sea negar la existencia de corrupción en algunos niveles de gestión del estado, tanto nacional, como provincial o municipal”), o como en este caso la inseguridad.
Cuando alguien dice, “sí, hay delito, pero en cualquier país del mundo hay arrebatos, robos etc.”, se lo ataca con que niega la realidad, y aparecen los argumentos que llevan a pensar la Argentina como el peor lugar del mundo, donde las personas son asesinadas por delincuentes feroces a mansalva a cada segundo en las calles infestadas de delincuentes.
Veamos el identikit del imaginario popular acerca del delincuente (en cuya formación los medios tienen un papel destacado). Es de tez oscura, vive en una villa, es drogadicto, no tiene moral, viola y mata, es asesino, roba para comprar droga, es delincuente porque es vago, no quiere trabajar, viste con rompevientos con capucha o con gorrito.
Este identikit hace que hasta los sectores cercanos económica, social y morfológicamente al mismo perciban a estos jóvenes como potenciales enemigos o asesinos y se ponga en marcha los mecanismos de racismo y segregación que tan profundo han calado en las conciencias de nuestros ciudadanos.
Cuando están matando a un joven, los asesinos, acaso se preguntan porque delinquió, toman nota de que la mayoría de estas personas no superan los 18 años, que recién están comenzando a vivir, consideran cual es la responsabilidad del Estado en todos sus niveles en la producción de la delincuencia, y más aún, piensan en su propia responsabilidad. Por supuesto que no, porque la acción asesina de algunos medios de comunicación, cómplices de estos sicarios en banda, se cuida muy bien de analizar estos y otros interrogantes que demostrarían que la inseguridad no es culpa del gobierno de turno, sino que es una consecuencia de la existencia de miseria y marginación de grandes capas de la población producida por las relaciones capitalistas de producción que injurian tanto a las víctimas como a los victimarios.
En un mundo en el que algunos poseen todo y la gran mayoría no posee nada, en el que grandes territorios del planeta han sido arrasados por el hambre y la miseria (como África);
en el que muchos de nuestros conciudadanos, que son seres humanos (a los mejor no lo pensaron los asesinos, pero esos jóvenes en conflicto con la ley son seres humanos y tan ciudadanos como ellos) son arrastrados por esta sociedad de clase a villas de emergencia en condiciones de vida infrahumanas, sin tan siquiera agua, luz, gas o cloacas, son perseguidos y marginados por una sociedad engañada por los infames medios de comunicación al servicios de los oscuros designios de la derecha reaccionaria, cuando a estos jóvenes no se les brinda igualdad de oportunidades ni la educación necesaria, ¿es tan raro que algunos de ellos delincan?.
La violencia nunca ha erradicado el delito, ni siquiera lo amengua, más bien lo incrementa, no son las cárceles la respuesta a la inseguridad, son uno de los motivos de la misma. Las penas con extinción de la libertad del ciudadano solo apuntan a eliminarlo físicamente del entorno social, no a modificar su conducta. Es lo mismo que los manicomios, en un momento se creía que los mismos terminaban con la locura y descubrimos que solo lograban encerrarla imaginariamente entre cuatro paredes, y digo imaginariamente porque nos dimos cuenta que la locura está en la sociedad y que el “loco” es tan solo un emergente que pone de manifiesto esa locura. Pues bien el delito es parte indisoluble de la sociedad de clases, el delincuente es solo un emergente que permite hacer creer que si lo eliminamos el delito desaparece, por eso en la sociedad capitalista actual las cárceles de los diferentes países se encuentran superpobladas y en aquellos en que las penas son más draconianas como cortarle las manos al ladrón, o directamente ajusticiarlo, el delito en lugar de amenguar crece y la inseguridad es mayor.
A los profetas del odio que nos quieren envenenar con sus mentiras de que hay que aumentar las penas para reducir la inseguridad debemos decirles que la inseguridad es consecuencia de las políticas sociales y económicas que ellos propugnan, defendiendo los intereses de los patrones agrarios que se enriquecen especulando contra el pueblo, de los empresarios corruptos que lucran con la especulación en los precios, de los banqueros insensibles e inmorales que hacen su diferencia especulando con la moneda y cobrando tasas de interés usurarias.
Lo único que garantiza una sociedad más segura, con menos delito, es la igualdad de oportunidades, la igualdad económica, la participación ciudadana, la libertad, todo ellos sobre sólidas bases éticas y morales que no son precisamente las que sostienen la sociedad capitalista actual en el mundo en general y en argentina en particular.
Hasta la próxima.
martes, 11 de marzo de 2014
Otra vez el discurso de la mano dura.
Cada tanto la derecha represiva, que en otros momentos propició golpes de estado asesinos y genocidas, sale a la palestra política con la consigna de poner mano dura a la delincuencia.
Esto no es nuevo, cuando yo era joven había un comisario en Bs. As. que se llamaba Evaristo Meneses y que fusilaba a los “delincuentes” y luego les ponía un arma a su lado para hacer aparecer el asesinato como un caso de resistencia armada a la autoridad.
Algunos sectores muy reaccionarios de la pequeña burguesía y la burguesía media (la llamada clase media) aplaudió a este asesino justificándolo con el argumento que la mano dura eliminaba la delincuencia.
La delincuencia es un producto de la inequidad del sistema capitalista que condena a millones de seres humanos a la indigencia y a condiciones infrahumanas de vida, mientras una pequeña minoría disfruta de todos los placeres por el solo hecho de haber, como decía mi abuela, nacido en cuna de oro.
El llamado delincuente es por lo general miembro de las clases explotadas y oprimidas de la sociedad, se diferencia de sus hermanos de clase porque mientras él escoge la vía rápida para llegar a obtener recursos para satisfacer sus deseos, el resto de la clase acepta pacientemente la dominación burguesa y languidece en condiciones miserables de vida.
El “delincuente” es parte de lo que Marx denominaba el lumpen proletariado que sistemáticamente ha ofrecido mano de obra violenta a los diferentes sectores de la burguesía en su guerra de clases contra el proletariado.
El lumpen proletariado no tiene como única actividad el robo, el asesinato, la estafa, la conformación de mafias, etc., muchas veces en la historia ha servido como fuerza de choque de los partidos políticos de derecha, otras constituye bandas organizadas dedicadas a la extorsión que avanza en actividades ilícitas que no están penadas por la ley, como por ejemplo la actividad de los trapitos en los partidos de futbol.
Existen muchas formas de delito que aunque están contempladas en la ley no son “castigados”. Por ejemplo conducir ebrio, a altas velocidades, pasar semáforos en rojo, etc. son delitos graves que generalmente ocasionan la muerte de los ciudadanos y que nunca son castigados, y sobre los cuales no se pide mano dura.
También existen delitos de guante blanco realizados por CEOs y funcionarios de las grandes empresas que no son causa de enjuiciamiento como el fraude de Clarín a las AFJP vendiéndoles a sus administradoras de fondos de pensión acciones a precio de oro y luego recomprándolas a precio vil estafando a los que aportábamos en esas AFJP o el caso de Papel Prensa donde el Grupo Clarín cómplice de la dictadura asesina robó a punta de pistola la propiedad de la empresa a sus dueños secuestrados por los grupos de tareas de la dictadura.
Es un delito, aunque no tenga condena, el abuso en los precios, las ganancias obscenas de los supermercados que llegan al 1000% sin que nadie tipifique esta conducta como delictiva.
Los delitos contra el ambiente que causan enfermedades y muerte a millones de personas no son penados, más aún sus responsables no son llevados a juicio, y así tenemos los ríos contaminados por las grandes industrias que saben que contaminan pero como no sufren castigo, y lo hacen igual porque es barato, la esterilización de ciertos terrenos o la anegación de otros parara aumentar el lucro en la siembra de soja, el arroz etc., que producen daños ecológicos tremendos. También podríamos citar la tala indiscriminada de bosques que además de destruir los pulmones de los países aumenta el desbarajuste climático.
Todos estos delitos existen y los ciudadanos somos afectados por ellos a diario, pero no existen penas, y tampoco escucho a los paladines de la justicia comentar los proyectos que van a presentar para penalizar estos delitos, por supuesto que no van a penalizarlos porque la clase burguesa no dicta leyes contra sus intereses económicos o que disminuyan sus réditos.
Existe otro tipo de delitos, una multitud de fraudes que realizan las empresas telefónicas cobrando lo indebido, facturando lo que no es, con un servicio altamente deficiente por falta de inversiones.
Hoy los señores Masa, Macri, Carrió hablan de combatir la delincuencia, de poner mano dura, de aumentar las penas, etc.
Pero veamos, a que y a quienes quieren aumentarles las penas, y fundamentalmente porqué.
Todos los políticos de la derecha reaccionaria y autoritaria, cuentan con muy buenos asesores de imagen, tendencias etc., y saben que cuentan con la complicidad de los medios de comunicación hegemónicos para atacar el gobierno.
Sus asesores realizan estudios de opinión que definen las tendencias de pensamiento de los ciudadanos y que dan como real un problema que en el inicio crean los medios de comunicación, la cuestión de la inseguridad.
Cuáles son los principales delitos que afectan a los ciudadanos de a pie. El arrebato, las entraderas, las salideras, algunos robos a mano armada, la mayoría de estos delitos son cometidos por jóvenes menores de edad (entre 10 y 18 años) en situación de vulnerabilidad socioeconómica, que han abandonado la escuela y han sido abandonados por un Estado ausente que cada vez se preocupa menos por los jóvenes en conflicto con la ley.
Muchos de ellos salen a las calles a buscar recursos para drogarse y poder escapar del sufrimiento que les causa la situación miserable en la que viven. Otros delinquen para tener algunos bienes que no pueden llegar a adquirir porque con sus niveles de formación solo pueden acceder a trabajos penosos y mal remunerados.
A estos pibes son los que Masa, Macri, Carrió y compañía quieren mandar a la cárcel, si es posible de por vida, en lugar de pensar en políticas de contención y desarrollo social, piensan en sacarlos de las calles vía cárceles.
La pregunta es si el aumento de penas garantiza la disminución del delito. La respuesta dada por los principales especialistas del campo es contundente, el aumento de las penas no disminuye el nivel de inseguridad, solo le da un placebo a una clase media reaccionaria que clama por la seguridad sin detenerse a pensar que es lo que nos está pasando como sociedad.
Es frecuente adscribir los niveles de delincuencia al narcotráfico. Si bien el narcotráfico es un motor para que los jóvenes y niños se vean cautivados por una vida corta pero fecunda en placeres, no es la única causa de la delincuencia, yo diría que ni es la principal.
Es cierto que un chico de 12 o 14 años recibe más de 300 pesos diarios por vender drogas o custodiar los bunkers que hay en las grandes ciudades, y que para ese pibe tener 10.000 pesos por mes es impresionante, además del poder que le da portar un arma, que le da un cierto valor social ante sus pares. Pero no es menos cierto que el empleo de soldadito de las bandas de drogas es escaso y no hay para todos, entonces el camino es robar, arrebatar, etc.
Los ideólogos de la mano dura dicen aumenten las penas, veamos que pasa en algunos países. En muchos países existe la pena de muerte (algo más de 25), Egipto, Emiratos Árabes Unidos, China, Indonesia, Irán, Laos, Libia, Tailandia o Yemen. Según Amnistía Internacional la pena de muerte se aplica en Irán por la posesión de metanfetamina y en Gambia por poseer más de 250 gramos de heroína o cocaína, existen otros países en que se aplica la pena de muerte, la pregunta es, ¿bajó el delito de narcotráfico por existir la pena de muerte?
En ningún país en los que existe la pena de muerte bajó la tasa de asesinato, narcotráfico, etc.
Por lo tanto el endurecimiento de las penas es solo una política marquetinera para embaucar a los incautos votantes de clase media asustados por los niveles de inseguridad que según la prensa monopólica existe en nuestro país.
La oposición de derecha (ya que el Frente Cívico y Social por ejemplo pareciera no querer incluirse en esta cantinela) salió con los tapones de punta contra la reforma del código penal. Dejo a los expertos el debate sobre las reformas, para pasar a preguntarme, ¿si el código penal disminuye las penas por delitos?, cuales son las penas que harían que no se cometieran. El código no da la pena que hay que aplicar a tal o cual acusado, ya que en la justicia argentina la pena la dicta el juez, lo que establece son un máximo y un mínimo por cada delito tipificado. Masa lo que hace es tomar el nivel inferior y hacer aparecer que se disminuyen las penas y agita el miedo de la pequeña burguesía medrosa para aumentar el nivel de represión social. La pregunta que se le debería hacer es cuál es la pena que evitaría que el joven delincuente cometa el delito, y la respuesta es clara, si ni la pena de muerte disminuye el delito, menos lo va a hacer un aumento de dos o tres años de cárcel, lo único que va a lograr es que aumente la delincuencia consolidando como delincuentes a los jóvenes que en las cárceles aprenden a ser delincuente profesionales.
Pero que es lo que buscan Macri, Carrió, Masa y demás miembros de la insigne derecha reaccionaria argentina, están preparando el terreno para comenzar a tipificar como delito la protesta social, para reprimir a los piqueteros, a los ocupantes de terrenos públicos o de casas abandonadas, están preparando el terreno para arremeter judicialmente y con la policía contra los trabajadores que saldrán a las calles a protestar cuando ellos implementen sus planes económicos de hambre, ajuste y miseria para aumentar las ganancias de los patrones.
Y como en la Alemania nazi, la clase media quiere ser la fuerza de choque de las oligarquías patricias contra los sectores vulnerables.
Hasta la próxima.
sábado, 8 de marzo de 2014
Sexualidad, poder e insignificancia en la construcción de la subjetividad. La construcción mediática de la realidad .
Este es un artículo que publicamos con la colega y amiga Graciela Simonetti en Extensión Digital en el año 2010. Me pareció interesante someterlo nuevamente al conocimiento de mis lectores.
Resumen
Este artículo el producto de la reflexión sobre el acontecer cotidiano de dos investigadores que analizamos nuestras cotidianeidad. El objetivo es poder determinar de que manera los mass media participan en la construcción social de la realidad y como logran conformar el pensamiento de la insignificancia. La metodología de trabajo consiste en la observación metódica de los diferentes medios de comunicación fundamentalmente la televisión y la prensa escrita. Con la información recuperada analizamos los imaginarios sociales respecto de la moral, el papel de los medios de comunicación de masas en la construcción de la moral burguesa en particular y la realidad en general y la función de la conciencia y la subjetividad en este proceso.
Palabras clave: insignificancia –subjetividad –medios de comunicación de masas – construcción de la realidad
Abstract
This article is the product of the thought about daily facts of two investigators who analyze their own daily practices. The objective was to determine how the mass media participate in the social construction of reality and how is able to conform the thought of insignificancy. The methodology applied consisted in the systematic observation of different media, mainly television and print media. With the obtained information we were able to analyze the social imaginary regarding morality, in particular the role of the mass media in the construction of bourgeois morality and reality in general and the role of consciousness and subjectivity in this process.
Este ensayo surge de la observación de nuestra cotidianeidad. En cada momento de nuestra existencia recogemos una gran cantidad de información sistemática, que, por no contar con una estrategia de procesamiento, no nos permite elaborar conclusiones profundas, y las experiencias se integran rápidamente al magma de significaciones sociales, nutriendo la construcción de significaciones sociales imaginarias, que solo en determinados momentos de la vida social emergen con valor de teorizaciones, o continúan en forma larvada, dando forma y material para la construcción de otras significaciones capaces de adquirir la potencia de la formulación.
Desde hace tiempo observamos experiencias cotidianas y las registramos, en la convicción de que una teoría social, no es un producto personal, ni tan siquiera de grupo, sino un encadenamiento de significaciones, que se articulan resignando la forma propia , para permitir el surgimiento de las formas resultantes requeridas por los contextos sociales en que se desenvuelve nuestra práctica cotidiana y en función de temporizaciones socio-históricas fluyentes.
Una de las áreas de observación asistemática en la que hemos venido trabajando se refiere a la presencia de las formas sexuales y su relación con las imágenes producidas por los mass media.
Para iniciar el recorrido discursivo de nuestro pensamiento tomaremos como punto de partida, en este deshilvanar el ovillo de los intrincados problemas de las relaciones sociales, a las expresiones corporales que potencian el deseo como vehículo de mercado en los medios de comunicación masiva.
La escena transcurre en la pantalla del televisor, un conductor joven con una presencia seductora, interpela a la “pulposa” vedette sobre las razones de su éxito. Ella contesta que el mismo se debe a que sin duda posee talento.
Desde el otro lado de la pantalla, el televidente instalado frente al aparato, observa los contornos sugestivos de ese cuerpo semidesnudo, en el que resaltan por la magnitud las glándulas mamarias femeninas, comúnmente denominadas “tetas”, y las redondeces de esos glúteos finamente trabajados por el cirujano plástico y que reciben el nombre vulgar de “culo”.
El deseo de poseer ese cuerpo excita a nuestro televidente, su ilusión desarrolla la arquitectura de una fantasía en la que todo es posible. La sociedad lo ha construido como ideal y ha instalado en su psiquis que solo ese físico es portador de belleza.
Otro personaje completa la escena, en el fregadero, una mujer realiza las tareas domésticas, haciendo oscilar un cuerpo que dista mucho de aquel que se concibe como ideal.
Los medios con su bombardeo constante, no solo acentúan la diferencia, logran instalar la potencia del deseo como posibilidad de posesión imaginaria.
En el registro de la insignificancia, la afirmación de la vedette no es cuestionada, mas aún asume la forma de una “verdad”, ella sabe que su cuerpo ha sido producido en el doble sentido del término, como una construcción imaginaria de los mass media, y como producción tecnológica de una sociedad que ha logrado invadir todos los terrenos, formalizando la mercantibilidad de todos los valores, incluyendo los corporales.
En la sociedad post moderna, con dinero, no solo es posible comprar “tetas” y “culos” hermosos, se puede prolongar la belleza más allá de las limitaciones que imponía la biología de gran parte del siglo XX. Aquellos que poseen los recursos pueden detener el paso del tiempo y gozar de una juventud prolongada por técnicas quirúrgicas cada vez mas sofisticadas.
La primera pregunta que surge de este relato es: ¿Por qué esos cuerpos de formas voluptuosas excitan hasta el paroxismo?.
Una segunda pregunta, que se conecta con el análisis sociológico, nos remite al vínculo existente entre la excitación sexual y la economía de mercado.
Una tercera interrogación, nos interpela acerca de las razones de la mercantibilidad de ese cuerpo, y no algún otro de los cuatro mil millones de cuerpos que transitan por los diferentes espacios humanos. ¿Cómo se objetiviza el deseo en ese o esos cuerpos, quien o quienes determinan esa objetivación y no la de otros tantos bellos cuerpos que tienen destinos muy distintos, a veces trágicos?.
La moral y el cuerpo en nuestros tiempos
Para continuar el recorrido de nuestro pensamiento, que como sistema autopoiético, una vez lanzado al acto del pensar, desarrolla un movimiento autónomo, aún con independencia de quien lo ha puesto en acto extendiéndose en las cadenas asociativas hasta el infinito, sin mas límites que los que establece su sistema de operaciones, tomaremos una expresión muy común de nuestro idioma, “las zonas pudendas”, es decir aquellas zonas que connotan con el pudor, con lo que no se puede mostrar, zonas implicadas con lo mas íntimo de nuestra existencia.
Los límites de estas zonas han variado a lo largo de la historia, de las culturas, de las religiones, pero, podríamos decir, que básicamente son regiones corporales relacionadas con el sexo, la reproducción y la autoconservación. Se vinculan con nuestra necesidad de producirnos como seres biológicos únicos e irreproducibles y como especie.
Clásicamente, las partes de la anatomía humana que deben preservarse del campo de la mirada son la vagina, las glándulas mamarias, el pene y el ano.
En diferentes momentos históricos, que de ninguna manera son secuenciales, se hubiera podido agregar las pantorrillas, los muslos, o, en otras culturas, el pelo, la cara y aún toda la anatomía femenina.
Un detalle que queremos resaltar, es que comúnmente, el deseo de la mirada por vulnerar la intimidad anatómica, es un sendero que va del hombre a la mujer y muy raramente a la inversa.
Arriesgaremos una primera aproximación a nuestros interrogantes apoyándonos en la empiria, que, así como la moda modifica los atuendos, yendo y viniendo a través de un menú limitado de formas, que el hombre ha construido en su corta historia, del mismo modo las formas deseadas de los cuerpos, varían según los períodos socio históricos que analicemos, construyéndose para cada época un modelo de cuerpo deseado.
El cuerpo como objeto de deseo no tiene especificidad, ella le es dada por la manera en que el deseo es construido por nuestra psique, siendo esa construcción tributaria, tanto de las experiencias personales vivenciadas a lo largo de nuestra vida, como por las significaciones sociales imaginarias, que la sociedad impone a los sujetos en cada punto de su desarrollo.
Con esto queremos decir que si bien existen ciertos modelos corporales, que son dominantes en cada forma social e históricamente determinada, esos modelos no son de consumo obligado para un sujeto particular.
La sociedad construye las formas del deseo y éste a su vez generaliza en lo social el deseo por las formas.
Como dijimos, la producción deseante es un producto de la psique, cada uno de nosotros desarrollamos los contenidos de ella, pero lo hacemos referenciándonos en patrones socialmente establecidos, patrones que son construidos por la dimensión socio-histórica del ser humano.
A lo largo de la experiencia histórica de la humanidad hemos asistido a sucesivos cambios de esos patrones, conforme a la hegemonía en cada momento socio-histórico de diferentes imaginarios sociales instituyentes.
Lo nuevo en la sociedad actual es la capacidad que tienen los medios de comunicación masiva para construir en forma deliberada esos patrones, de acuerdo a los intereses económicos y políticos de los mismos, la belleza ha dejado de tener un contenido estético para asumirse como un producto de mercado.
El capitalismo, apoyado en la ciencia y la tecnología, ha logrado los medios para establecer patrones de belleza y tiene las herramientas para darle materialidad a los mismos en cada cuerpo particular. Ya no importa el cuerpo que tengamos al nacer, el mercado puede proveernos del cuerpo deseado, o mejor dicho, del cuerpo socialmente construido como objeto de deseo.
El mercado, además de determinar las características de los cuerpos, le pone precio a los mismos, y en la medida en que ha sido instituido que pueden ser comprados, se pone en funcionamiento los mecanismos de mercadeo.
Para lograr esto de se desarrolla un proceso de selección que lleva a los poseedores de esos cuerpos deseados a constituirse en paradigmas del deseo. Ello incluye los recorridos de degradación moral que los jóvenes deben recorrer para acceder a la posibilidad de tener presencia en los medios de comunicación, gran vidriera virtual en la que pueden exhibirse y venderse esos cuerpos.
A la vez, esos medios son propiedad de sujetos deseantes, guiados por el imaginario del lucro y por sus propias pulsiones que los excitan y tensionan en el sentido de poseer aquello que solo puede estar al alcance de una elite privilegiada. Como sujeto deseante, el propietario de los medios de comunicación ansía tener a la vedette, lo desea tanto como quiere poseer un coche lujoso, una mansión costosa, un reloj exclusivo, todos ellos símbolos del poder y la riqueza.
La demanda se instala en el sujeto por la necesidad de satisfacer el principio del placer y porque como señalamos mas arriba, los elementos deseados poseen los atributos que hacen a la identidad de triunfador, que permiten al sujeto sentir imaginariamente el respeto de los demás en la medida en que ha logrado aquello que los otros no pueden tener.
Para constatar esto solo basta mirar las revistas de trivialidades en las que es común encontrar notas tituladas: “Fulano nos muestra su mansión”, “Mengano junto a la modelo top tal”, etc. Entre las numerosas leyendas urbanas que circulan por la gran ciudad, existe una que relata la actitud de un empresario de edad avanzada que adquiere parejas jóvenes y vistosas, a tiempo determinado, con un contrato que establece la prohibición de relatar cualquier detalle de la vida íntima de la pareja.
El placer asume la forma de una doble satisfacción, placer por poseer, placer por mostrar lo que se posee.
Estaríamos en condiciones de reinterpretar la expresión “yo poseo talento”, emitida por nuestra pulposa vedette.
Dijimos, los cuerpos son objetivados y el mercado tasa la posesión de esos cuerpos, lo que no puedes ganar con la seducción, podrás adquirirlo, es una de sus máximas. Ello determina la emergencia de una forma de prostitución encubierta que permite satisfacer el deseo de tener para poder exponer en el universo mediático. Se construye aquello que poseo y que ofrezco a los que no lo tienen pero pueden comprarlo pagando por el servicio, tal vez no con dinero sino con facilidades de exposición mediática.
El cuerpo deviene en una marca que define la posibilidad de ser en un mundo de sujetos anónimos, en el que para ser no basta con existir, sino que es necesario tener presencia en el infinito espacio mediático al que solo unos pocos tienen el privilegio de pertenecer.
La llave de acceso se vincula a la posesión de los medios económicos y materiales (propiedades, dineros, etc.) o a aquello que en un sentido psicoanalítico sería el destino de la pulsión.
Imaginemos a nuestra vedette sin posibilidades de acceder al mega espacio de los medios de comunicación, sin algo que le permita exponerse a todos los sujetos deseantes que se encuentran tras la pantalla, ¿Qué sería de ella?, ¿continuaría teniendo talento o simplemente deambularía por la sociedad como miles de millones de sus congéneres?. ¿Podría acceder al mundo del espectáculo si no existieran esas llaves mágicas?.
Las respuestas las brinda la vida cotidiana de todas las mujeres que aunque desean tener “el talento de las tetas”, de todas aquellas que por medio de cirugía consiguen tener las bases de ese talento, pero que no logran acceder al mega espacio de los medios.
No todo el que quiere llega, no todo el que llega tiene, no todo el que tiene quiere.
El acceso a esos momentos de gloria es difícil y la permanencia es efímera.
Solo aquellos que logran transformar su cuerpo en nombre y su nombre en marca perduran, y ello requiere de cirugías, gimnasia, claudicaciones, entrega del mundo íntimo.
La construcción social de la realidad por mass media
Los mass media constituyen un enérgico dispositivo de construcción de realidades y fagocitan todo lo que está a su alcance en pos de su sostenimiento.
Cuerpos, noticias, subjetividades, catástrofes, desfilan por el carrusel continuo sin posibilidad de obtener la mágica sortija que habilite otra presentación.
En este devenir permanente las subjetividades son consumidas para imponer “la subjetividad” que ellos desean construir como modelo y que es necesaria para sostener el avance de la insignificancia, que es, tal vez, uno de los estigmas más importantes de la sociedad de las TICs.
Vivimos en una era de hedonismo imaginario en la que la satisfacción del deseo se da a través de un medio que construye significaciones sociales imaginarias instituyendo como real una sociedad inexistente, pero que, nos permite obliterar esa sociedad segmentada, sodomizada, sufriente, en la que se desenvuelve nuestra vida cotidiana.
Somos sujetos sufrientes que gozamos con la satisfacción imaginaria de nuestros deseos y que existimos en una gran “matrix” instituida por los medios de comunicación de masas, que evita el sufrimiento de la vida, permitiéndonos la fuga extasiada de nuestra permanencia frente a una pantalla en la que transcurren ficciones que percibimos como reales y así se desenvuelven nuestras vidas esperando ilusoriamente incluirnos en el universo hedónico que nos muestran esos medios y cuya satisfacción la sociedad nos niega.
Los medios de comunicación de masas son partícipes necesarios en la producción de la “matriz” que nos envuelve y determina.
En este sentido es conveniente aclarar que no estamos hablando de un plan concientemente trazado por ellos para determinar la vida y los actos de los actores sociales, sino de un proceso de estructuración social en la que la función constructora de los medios es de una importancia insoslayable.
La cultura de la insignificancia esta imbricada con un conjunto de comportamientos que la crean y a la vez son creados por ella.
No vivimos la era de la insignificancia porque a alguien se le ocurrió crearla, de la misma manera que no vivimos en el modo de producción capitalista en razón de un plan creador deliberado de una clase social determinada, como lo sostuviera la ingenuidad positivista de un cierto paradigma marciano que tuviera hegemonía en algunos círculos intelectuales del siglo XX.
Sostenemos que los modos de producción y las estructuras sociales no son una producción planificada por el hombre, son un producto del devenir social de la especie humana a lo largo de los siglos.
Encontraremos formas de relaciones sociales que se corresponden con la organización capitalista en otros modos de producción de la antigüedad, así como muchas de las significaciones sociales imaginarias de Grecia y Roma están activas en el magma de significaciones que opera en la base social del capitalismo actual; o acaso no es correcto afirmar que muchas de las instituciones de la democracia ateniense dan contenido a la noción actual de democracia.
El gran salto de la sociedad globalizada, a nuestro entender, esta significado por la posibilidad de transferir una gigantesca masa de información en tiempo real.
Con solo apretar una tecla de nuestra computadora podemos enviar una carta a alguien situado a miles de kilómetros seguros de que será recibida prácticamente al instante.
En la década del 60´ ese mismo acto hubiera demandado más de un mes. En ese mismo tiempo un libro escrito por alguien en París llegaba a demorar entre cinco y diez años en ser leído por los lectores argentinos (tiempo necesario para la traducción, edición, transporte, etc.), mientras que hoy podemos leer los avances científicos casi al mismo momento en que se están produciendo.
Este hecho que podría suponer la posibilidad de la democratización de la información y el libre acceso a la misma, así como la conectividad inmediata entre los actores del proceso de producción del conocimiento, no tiene en la vida real un correlato de mayor autonomía de los sujetos sociales.
La sociedad industrial había creado mecanismos represivos para garantizar la hegemonía social de los sectores dominantes. Si Ud. portaba un libro de marxismo en forma ostentosa, o iba preso o lo echaban de su trabajo, Ud. era castigado por la portación de ideas.
En la sociedad de las TICs lo que predominan son los dispositivos de control social, Ud. diga lo que quiera, mientras no tenga el control de los medio de comunicación o no los tenga a su disposición para diseminar sus ideas, lo que Ud. diga no tendrá un efecto social significativo.
Capitalismo y pensamiento de izquierda e imaginario sociales
En los 70’ los marxistas revolucionarios se reunían clandestinamente y ocultaban sus identidades políticas por temor a la represión, en cambio hoy conspicuos dirigentes de lo que genéricamente podríamos denominar el marxismo revolucionario, como Zamora, Altamira, etc., se pasean por los canales de televisión exponiendo sus puntos de vista en programas de actualidad que son patrocinados por las mismas multinacionales que ellos denostaron en sus discursos. Ellos son los garantes y legitimadores del sistema. Si un trotskista puede exponer y hablar en un canal de televisión, una radio, en diarios o estar en el parlamento como representante del pueblo, ¿ quien podría negar la amplitud y legitimidad del sistema “democrático” imperante?.
Decimos que son los garantes del sistema porque, siguiendo la línea de pensamiento expuesta por Holloway , quien lucha por el poder, en los marcos del sistema, lo hace con las mismas herramientas y termina siendo lo mismo que lo que pretende combatir, de ello es un ejemplo acabado la “izquierda revolucionaria” de la argentina.
En los últimos 25 años la llamada izquierda marxista en argentina expuso libremente sus ideas en los diferentes medios de comunicación, la pregunta que debemos hacernos es ¿Por qué no ha logrado en ese lapso de tiempo superar el 3 o 4 % de los votos, siendo como, afirman sus actores, el portavoz de la “verdad histórica” y contando con el único método científico de análisis, el “marxismo científico”?.
Este campo del pensamiento no ha logrado conceptualizar que no basta con acceder a los medios para que el mensaje sea asimilado por la masa. Diez minutos en la pantalla de televisión de Zamora, Altamira, Echegaray, Pitrola o tantos otros “revolucionarios” solo logran que el discurso de la insignificancia penetre con mayor facilidad en los usuarios de ese medio.
Ello es así porque el mensaje de los medios de comunicación de masas pulsa las fibras más íntimas del ser humano.
Frente al discurso reiterativo y vacío de un cierto sector de la izquierda, llamando a no pagar la deuda externa o a defender a dictaduras asesinas y formas de vida autoritarias como las de Irak, Irán y muchas otras, o ensalzando a populistas demagógicos como Chávez en Venezuela, que ha sido expuesto de la misma manera y con el mismo discurso en los últimos veinticinco años, ¿no es acaso, mas atractiva la propuesta de ver unas lindas “lolas”, pensar en que es posible contar con una lujosa mansión o tomar un aperitivo que nos hace pertenecer?.
El positivismo creyó ingenuamente que el hombre era un ser racional y de conductas predecibles. Freud abrió el camino para concebir un cierto “sujeto del inconciente” que se encuentra descentrado de su conciencia.
Algunas corrientes actuales del pensamiento conciben al hombre como una producción deseante que opera en los límites de sus operaciones para satisfacer sus deseos. Cuanto más nos acerquemos a la irracionalidad deseante de nuestra especie, mayor será la conectividad con los sujetos concretos.
En ello reside el error de un cierto pensamiento racionalista que define la posibilidad de la conciencia como conciencia de clase, de toda una clase social.
Ello implica considerar que el hombre como sujeto colectivo, tiene la capacidad de obrar en forma intencional, que es dueño de su propio destino, como lo indica la afirmación común, de que el pueblo (colectivo indefinido) es dueño de su propio destino.
El destino de la historia de un pueblo es solo una explicación racional construida a posteriori de los hechos, podríamos decir que la historia se basa en una teleología inversa, es decir, en lugar de definirse un destino como un proceso social a futuro, desde el presente se trata de racionalizar sobre las causas que llevaron a un determinado proceso socio-histórico, a una determinada situación concreta.
Estamos en condiciones de afirmar que las ideas de conciencia de clase, de pueblo, de nación, no son mas que una construcción ajena a esa clase, a ese pueblo, a esa nación, ya que es una construcción realizada por intelectuales ubicados en un determinado lugar de un campo de poder y atravesados por las significaciones sociales imaginarias que participan de esas construcciones teóricas para desarrollar imaginarios sociales instituyentes que se constituyen en formas reguladoras de la vida social.
Decimos que los procesos históricos no son, ni pueden ser, producto de la acción deliberada de un determinado colectivo social - por ejemplo la clase obrera, que el racionalismo positivista ha designado como sujeto histórico-, son el producto de la resultante de las fuerzas que actúan en un campo político y social en un momento histórico.
Expondremos un ejemplo que a nuestro entender nos permitirá graficar nuestro punto de vista, el proceso de la revolución bolchevique.
La postura que estamos criticando afirma que la acción conciente del proletariado ruso (vanguardia del pueblo) dirigido por su partido de clase (el partido bolchevique) permitió derrotar a la burguesía y reemplazar al Estado Burgués por un Estado Obrero Revolucionario.
La revolución rusa no fue mas que, como de Castoriadis , “un putsch, un golpe de Estado militar…(...) ... los autores del putsch no alcanzaron sus fines mas que contra la voluntad en su conjunto como la disolución de la asamblea popular de 1918- y contra los organismos democráticos creados a partir de febrero, Sóviets y Comités de Fábrica.”.
La idea de revolución ha sido profundamente bastardeada, siendo vaciada de contenido, al punto que hoy es un lugar común tanto de las “derechas”, como de las “izquierdas”, por lo que es necesario reposicionarse definiendo a la revolución desde la perspectiva de la autoinstitución, de la autoorganización social, lugar desde el cual no existe espacio para que un grupo de sujetos (el partido) se arrogue la dirección de la misma y por lo tanto la capacidad instituyente que le corresponde al colectivo social. Es preferible soportar mil derrotas que un triunfo bañado en sangre y que para ser sostenido suponga la puesta en marcha de un régimen de terror como el que se implantó a lo largo de 70 años en la desaparecida URSS.
La revolución rusa supuso la eliminación de todos aquellos que perdieron la apuesta en el juego de poderes que sucedió a los días de octubre de 1917, casi todos los dirigentes, tanto de la revolución de febrero como de octubre fueron perseguidos y asesinados, por otros dirigentes que habían sido sus compañeros de ruta a lo largo de muchos años.
¿Fue acaso la “voluntad” del pueblo ruso, el dictado de su conciencia, los asesinatos de Kamenev, Sinoyev, Trotsky, Bujarin y tantos otros?, o el pueblo ruso fue instrumentado por un grupo codicioso de sujetos políticos ávidos de poder, que una vez en la cima, comenzaron a matarse entre ellos como si se tratara de un proceso de selección natural revolucionaria.
Cabería la pregunta, sobre ¿quienes representaban la “conciencia” de la clase obrera rusa, los ganadores o los perdedores, o ninguno de los dos?. Si acaso fueron los ganadores, ¿el pueblo ruso era conciente que se encaminaba a un régimen de terror que alumbraría uno de los peores totalitarismos del siglo XX?.
Las “revoluciones” sociales triunfantes o se institucionalizaron constituyéndose (de un hombre o de un partido) o evolucionaron a una representación democrática formalizando una forma política de democracia como procedimiento y no como régimen.
Los colectivos sociales no se movilizan tras un partido de gobierno o una utopía social, lo hacen cuando los sujetos establecen lazos sociales que los cohesionan en referencia a determinadas emociones arraigadas en las capas mas profundas de la estructura de su personalidad, aquello que la sociedad ha inscripto en su psiquis a partir de su nacimiento y mediante un proceso de formación continua registrado en todos los ámbitos de su vida cotidiana.
¿Se podría acaso pensar que los miles de manifestantes que vivaban a Galtieri en Plaza de Mayo lo hacían porque conocían concientemente las implicancias sociales y económicas de la aventura bélica de Malvinas?. Es evidente que no, ese colectivo social fue arrastrado por la construcción mediática que manipuló eficientemente significaciones sociales imaginarias muy arraigadas en los extractos mas profundos de la psiquis, como lo son aquellas que se enlazan con las nociones de patria, nación, etc., y que la acción formativa de la sociedad ha generalizado a un límite tal, que aún el propio colectivo de izquierda marxista, representado por los partidos Comunista, Socialista de los Trabajadores, Autodeterminación y Libertad, Partido Obrero, etc., empujó a los manifestantes a aquella plaza que hizo soñar a un general etílico que podía llegar a ser Perón.
Acerca de la conciencia y la identidad
En otro trabajo retomamos la idea freudiana de la conciencia como conciencia de un instante, todo aquello que se manifiesta a la conciencia, inmediatamente se torna pre-conciente.
Si discutimos la posibilidad de la conciencia en esa unidad bio-psico-social que constituye al ser humano con mayor énfasis rechazamos la idea de la conciencia colectiva.
Sería mas adecuado hablar de identidad, es decir la percepción de que somos nosotros mismos a través del tiempo, pero indicando que también la identidad no es algo que permanece, y menos aún algo que nos pertenece con exclusividad. Ella sería una construcción que realiza nuestra psiquis con materiales de las más diversas procedencias, tanto de nuestro presente, como de nuestro pasado.
En la construcción de nuestra identidad participan tanto nuestra experiencia personal como las experiencias colectivas que la sociedad construye a lo largo de diferentes espacios socio-históricos.
La identidad es la que definimos en cada momento, a lo largo de un proceso de construcción y reconstrucción de la misma durante toda nuestra vida. Si fuera posible tomar diferentes fotos de las definiciones identitarias realizadas por una persona durante toda su vida, sería posible determinar las notorias diferencias que existen entre unas y otras .
Consideramos que la memoria tiene una importante participación en el proceso de construcción – reconstrucción de la identidad, y concebimos a la misma también como una reconstrucción, con lo cual el problema que estamos tratando se complejiza mas aún. Por lo que es importante que nos detengamos en este tema.
Los seres humanos no guardamos en nuestra memoria las percepciones tal y como impactan a nuestros sentidos, no somos una computadora capaz de registrar mecánicamente aquello que le indicamos que grabe en un disco rígido.
Las percepciones son registradas por la memoria como parte de un proceso de interpretación de los fenómenos percibidos, en el que participan tanto nuestra experiencia actual como pasada, las significaciones imaginarias sociales, los imaginarios sociales intituyentes, etc.
Este hecho arrasa con la idea de una conciencia propia (en sentido puro) de cada uno de nosotros y no plantea el problema de la conciencia como instancia de construcción en el punto de intersección de lo individual y lo social.
El sujeto, al evocar los recuerdos que han sido guardados en su memoria tampoco los recupera en forma pura (como en el modelo de la computadora antes citado), también sufren un proceso de reconstrucción que guarda relación con las circunstancias en las que el sujeto se halla (y aún las anteriores) y con las experiencias individuales y colectivas que experimentan los sujetos sociales.
Establecido este punto podemos volver al rol de los medios de comunicación de masas para observar su papel en la construcción - reconstrucción de los registros de memoria.
Construir una realidad no es lo mismo que inventarla, construir realidades implica articular las formas de difundir las noticias con significaciones sociales imaginarias.
Cuando el estado mayor del ejército americano veda la difusión de imágenes de soldados muertos en la guerra de Irak, no lo hace por una cuestión de delicadeza, sino porque ello se articula con el imaginario de las guerras limpias, sin muertos para el bando de EE.UU. Es interesante recordar como en las películas de guerra americanas, se narra la acción de héroes que abaten ellos solos a cientos de soldados enemigos sin recibir ninguna herida de bala, estos “entretenimientos” aportan a la construcción de imaginarios referidos a la superioridad militar absoluta no solo del ejército americano, sino de los americanos como sujetos individualmente considerados.
En un ámbito mas doméstico, en muestro país se habla hasta el cansancio de la inseguridad. Toda la población discute acerca de este tema aún cuando no todos, sino solo una mínima fracción de la misma, se ha visto afectada por la comisión de algún delito. La presencia permanente de hechos delictivos en la pantalla del televisor se articula con una significación de soberanía del delito en la vida cotidiana de nuestra sociedad. Existe una práctica común en los medios de comunicación que consiste en sobresaturar con alguna información para lograr que los usuarios construyan realidades sociales que orienten la construcción de subjetividades en consonancia con sus intereses de control social. Los medios recurrieron algunas veces a los accidentes de colectivos, otras a las marchas piqueteras, o a una madre queriendo recuperar a sus hijos, etc., sobredimensionado esos hechos para otorgarles una sensación de soberanía, orientando como dijimos la construcción de subjetividades en sus usuarios.
Los medios constituyen una herramienta formativa que somete a los sujetos sociales a una sobre exposición informativa selectiva orientada a definir modelos de comportamiento para lograr diferentes objetivos, selectividad en el consumo, orientaciones político sociales, modelos relacionales, y por sobre todo, actúan con una fuerza que tensiona a los actores sociales, buscando definir modelos de organización de la subjetividad.
La sociedad de las TICs se caracteriza por la disponibilidad de masas de información que el sujeto no puede procesar desde una perspectiva de desarrollo de la autonomía. Los dueños de los medios de comunicación de masas definen los modelos de apropiación de los segmentos de información que cada uno de nosotros manipula en la vida cotidiana.
En ello reside, a nuestro entender, el mecanismo de control mas importante sobre el ciudadano en nuestra sociedad globalizada. Mucha información y escasa posibilidad de análisis y selectividad dirigida en el tratamiento de la información cotidianamente manipulada, son las características de este mecanismo.
En este marco de trabajo pareciera que la tendencia impuesta en la sociedad contemporánea es la hegemonía de la insignificancia.
Por lo tanto, la pregunta que surge es: ¿Qué es y en que consiste la hegemonía de la insignificancia?.
En primer lugar supone el tratamiento superficial y volátil de los problemas sociales. Sería algo así como mostrar y vuelta de página, para mostrar otra cosa sin abrir una ventana para la reflexión sobre lo que se está mostrando (Ejemplo de ello son los noticieros televisivos).
En segundo lugar supone la definición de temas de exposición que no se conecten con los problemas profundos, o si se trabajan esos temas, se lo hace de manera tal que no queden expuestas sus causas profundas.
Para ejemplificar este punto tomaremos la tragedia de Cromagnon a comienzos de 2005. Si bien su tratamiento insumió gigantescas masas de información, infinitas horas de debate, largas sesiones del parlamento de la ciudad (vituperios incluidos), los resultados del análisis de la tragedia se resumen en si Aníbal Ibarra, Jefe de Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires, es o no responsable o culpable de la tragedia. La paradoja consiste en que si Ibarra fuera declarado responsable o culpable todo terminaría permitiendo la vuelta de hoja a la que hacíamos referencia mas arriba, sin analizar las relaciones de la tragedia con la corrupción generalizada del sistema político de nuestro país, incluido los legisladores que son los fiscales de Ibarra y que son responsables de no haber cumplido con sus funciones de dictar leyes que fueran herramientas eficaces para prevenir la tragedia. Tampoco se analiza la responsabilidad de los medios de comunicación que ocultan o sobre exponen información, menos aún se habla de los modos culturales y sociales que concurrieron a generar o agravar las consecuencias de la tragedia.
Cromagnon podría constituir un analizador de la sociedad argentina, a través de la tragedia podríamos “exponer” todos los defectos y problemas de la misma, sin embargo los actores sociales (los familiares de las víctimas, los políticos, los medios de comunicación) por diferentes motivos optan por circunscribir el análisis al mero juicio político de un gobernante .
En tercer lugar, la insignificancia connota con la generación de un hedonismo consumista caracterizado por su virtualidad. Esta operación tiene una doble intencionalidad. Por un lado la motivación al consumo tiene por objeto la realización de las mercancías en el mercado capitalista. Para ello es necesario generar un consumo irreflexivo, un consumo que un premio novel llega a equiparar con la satisfacción sexual , y que los sistemas de marketing proponen con fórmulas disparatadas como tomar “Coca Cola que refresca mejor”, cuando todos sabemos que para satisfacer la sed es mucho mas sano beber agua, o convocar a “fumar Malboro porque es el sabor de la aventura”, sin importar que la aventura a la que nos lleva es la de la posibilidad de que el fumador contraiga cáncer, o “tomar Gancia porque es un estilo”, aún cuando quien ve y escucha viva en una villa de emergencia, “comprar un Peugeot porque es símbolo de fuerza y distinción” y en general la ilusoriedad de poseer los hermosos cuerpos que rodean al vehículo en la publicidad. En todas las publicidades que inundan nuestras percepciones podemos observar la irracionalidad manifiesta que implica un tipo de racionalidad capitalista propia de la post revolución industrial.
La segunda intencionalidad consiste en satisfacer virtualmente las demandas acuciantes del deseo de los sectores mas vulnerables, los que pueden tener un acceso virtual a bienes que en su vida “real”, por fuera de la “matriz” les son inalcanzables.
Así, si leemos revistas de actualidad (Gente, Hola, Pronto, etc.) podemos soñar con poseer esas espléndidas mansiones que muestran los políticos y miembros de la farándula, así “apoyando la ñata contra el vidrio” nos sumimos en una ensoñación que nos hace sentir que estamos adentro, olvidando las inclemencias del estar afuera.
En cuarto lugar, la insignificancia se apoya en los mas media, que, entre noticioso y noticioso, entre programa político y programa político, que supuestamente abordan temas serios, aunque lo hacen de la manera en que mas arriba hemos descripto, nos llenan de programas de chismes de la farándula, telenovelas y programas de entretenimientos que no son mas que una timba encubierta.
Lo común de todas estas propuestas es el carácter pasatista de las mismas, no suponen ningún ejercicio del pensamiento, solo ver y soñar, bases del desarrollo de un sujeto pasivo y sometido.
La insignificancia lleva a la sociedad a abandonar el modelo reflexivo y crítico que se construyó entre los siglos XVII y XX, para instaurar un modelo de pensamiento vacío, que educa en el sometimiento y la resignación, llevando al sujeto a asumir a la sociedad heterónoma como propia y aceptando lo dado por ésta como natural, deponiendo así toda posibilidad de cuestionamiento hacia quienes tienen el privilegio de pertenecer al sector dominante de la misma (políticos, intelectuales, empresarios, sindicalistas).
La cuestión del poder en la sociedad modera
Frecuentemente se acepta que existen actores que tienen el derecho y la responsabilidad de determinar los rumbos sociales, actuando desde marcos corporativos en los que el disenso siempre se realiza autopoiéticamente, en el marco de las corporaciones del sistema.
Esto ha hecho suponer erróneamente que por poder tomar decisiones, estos sectores monopolizan el poder social. Frente a la concepción negativa y centralizada que define el poder como poder de clase, ubicado únicamente en el Estado y con la sola función de la represión social, en el último cuarto del siglo XX surgió una corriente de pensamiento que postuló la circularidad social del poder y cuyo representante más conocido fue Foucault .
Desde este lugar teórico, más que hablar de lugares de poder, se trabaja en el análisis de relaciones sociales de poder, se lo piensa en término de redes en las cuales cada uno de nosotros se ubica en diferentes nodos de las mismas en cada momento concreto.
Si el poder no está ubicado en un lugar (el Estado) y no es solo patrimonio de una clase social, necesariamente habrá que pensar que atraviesa todas las instancias de la sociedad, y cada sujeto ubicado en cualquier punto de las redes tendrá un determinado poder. Poder hacer, poder decir, poder transformar, todos tenemos la potencialidad de ejercer nuestra influencia sobre los demás y sobre las estructuras sociales.
El cambio social, desde la perspectiva que estamos describiendo, se produce por la acción instituyente de todos los miembros de la sociedad en dirección a grados crecientes de autonomía.
Esta función instituyente se desarrolla a lo largo de extensos períodos socio-históricos , y los cambios no se producen por la apropiación del acto de un grupo de sujetos que se autodefinen como representantes del pueblo y que solo buscan cambiar de manos la gestión de la sociedad, sino que son el resultado de la acción anónima de millones de seres humanos en todos los campos de la vida social.
Así por ejemplo, el capitalismo no fue construido por una o dos generaciones, fueron cientos de ellas que aportaron a su maduración y facilitaron que su emergencia político económica se cristalizara en la gran revolución francesa, en la que se inicia la fase definitiva de su institucionalización como régimen de acumulación socialmente dominante, sepultando las instituciones del “ancien regimen” en el París revolucionario de 1789.
Al concebirse el proceso de cambio social como continuo y paulatino, se establece un paradigma de transformación, en el que la totalidad del colectivo social participa, sin liderazgos construidos desde el afuera del mismo.
La transformación desde este lugar teórico se constituye en una autotransformación, o en términos de Castoriadis, como autoinstitución de la sociedad, en un pasaje de la sociedad heterónoma a la autónoma.
Desde la otra perspectiva, que postula el cambio rápido, por acción de una vanguardia esclarecida, la sociedad queda al margen del mismo.
En la década del 70´ la sociedad asistió pasivamente al enfrentamiento armado entre dos “bandas” (las Fuerzas Armadas y los grupos guerrilleros) que se arrogaban la representación del pueblo.
Es notorio que, un conflicto que tuvo como consecuencia miles de muertos, no saldó en beneficio de ninguna de las dos “bandas”, ni de la sociedad en su conjunto, pero dejó una profunda huella en la subjetividad de los actores sociales de la Argentina.
La relación asimétrica de poder de estas “bandas” hizo que una de ellas (la militar) aniquilara a toda una generación de intelectuales, trabajadores, estudiantes, etc., produciéndose un vacío profundo en el proceso de producción de ideas, al punto tal que, podría decirse que el debate, que estaba que estaba instalado como modo de intercambio en la sociedad, fue una de las grandes víctimas de la masacre, ya que los debates posteriores carecerían de la profundidad heroica que atravesaba las grandes discusiones setentistas.
En el propio seno del llamado “pensamiento progresista” ganó terreno una forma expositiva que privilegiaba la emergencia de un “líder carismático” que acaudillara a una pequeña (o gran) tribu intelectual, reemplazando el debate abierto, por los niveles de adhesión acrítica, y con una estructura organizacional, en la que la proximidad al vértice de la misma, constituyó la razón de existencia de sus integrantes.
En este modelo lo que importa es el proyecto del líder, quien goza de una posición privilegiada en tanto dispone de los atributos decisorios, y que, inmediatamente que los pierde, asiste a la diáspora de sus huestes, que se unen a un nuevo proyecto personal de otro líder.
Esta estructura organizacional determina un nuevo modelo de subjetividad, aún en aquellos que pretenden sostener la idea de otra forma de construcción política o social.
Para profundizar nuestro análisis y precisar nuestro punto de vista teórico, consideramos importante hacer un pequeño paréntesis para definir que entendemos por sujeto y subjetividad.
Podemos conceptualizar al sujeto desde por lo menos dos vertientes. En la primera lo entendemos como sujeción, en este caso hablamos del sujeto de, por ejemplo el sujeto del inconciente, el sujeto social, etc.
En la segunda vertiente, podemos considerar al sujeto como soporte, entonces hablamos de un sujeto para, lo consideramos como una estructura activa que produce.
El sujeto como sujeción remite a la pasividad, al sometimiento a otro (la organización, la madre, el grupo), el sujeto, mas que constructor, es construido, es como una marioneta cuyos hilos son digitados por un algo que ni el mismo puede conocer o determinar.
Cuando consideramos el segundo punto de vista sobre el sujeto, incluimos en nuestro análisis la problemática de la acción. El sujeto surge como una posibilidad de actuar, de apropiarse del acto, de modificar a sí mismo y a su entorno, entorno al que él da sentido, sentido que lo significa como sujeto, significando todas las acciones que realiza.
El sujeto dispone de la posibilidad de construir y significar lo social, y nuevamente recurrimos al concepto de autonomía de Castoriadis, ya que el sujeto es tal porque dispone de la potencialidad de actuar, pero no de cualquier manera, sino como sujeto autónomo.
Podemos hablar en este caso de un sujeto de conocimiento, ya que entendemos al conocimiento como acción de transformación a la que aportan todos los seres humanos.
El sujeto (etimológicamente, subjetum, lo que esta debajo, lo que sirve de soporte) es aquello que soporta al objeto (etimológicamente, lo que esta enfrente, lo que es soportado), al que da significado y lo constituye como tal en su mundo de simbolización.
También lo constituye como objeto del pensamiento, ya que como indicamos el sujeto reviste al objeto de significaciones imaginarias, que a la vez son parte de su propio ser en el mundo (dassein, en sentido de Haidegger).
Así el objeto de lo real se metamorfosea en objeto de la experiencia y el conocimiento, pasando a formar parte de la realidad que construye cada uno de nosotros en su hacer particular y social, en el contexto en el que se desenvuelven nuestras acciones, en un determinado marco socio-histórico.
Frente a la postura mecanicista del racionalismo que define una sola realidad (y una sola verdad), surge desde esta perspectiva la invocación a la diferenciación de lo real y la realidad.
Definimos como “lo real” aquello que existe en la naturaleza, un bosque, una ciudad, el planeta, son parte de lo real, pero para que puedan existir es necesario que haya un sujeto que lo perciba.
Si de repente murieran todos los seres humanos, lo real no podría ser percibido, sería un real que existe pero no puede ser significado, y por lo tanto inexistente.
“La realidad” es el resultado de la observación que los sujetos hacemos de lo real, pero cada sujeto percibe e interpreta lo que percibe, en función de su propia estructura subjetiva.
Veamos un ejemplo. Para un turista las sierras de Córdoba son un paisaje, un lugar de descanso y goce con el que soñó durante todo el año, constituye el destino de todo aquello que se relaciona con el placer y el descanso. Para un poblador de las sierras, en cambio, el lugar constituye su hábitat y su trabajo y se relaciona con el esfuerzo y el sacrificio que debe realizar para sostener su existencia, cuando mira no ve un paisaje, sino una rutina.
Al igual que en el caso de la memoria, en la construcción de la realidad, intervienen múltiples factores sociales, culturales, subjetivos, que dan forma y contenido a esa realidad.
Las características del proceso de construcción de la realidad hacen que la misma no solo varíe de sujeto a sujeto, sino que experimente cambios a lo largo de la vida de un mismo sujeto, en los diferentes escenarios socio-históricos.
Aún aquello que denominamos “conocimiento científico” y que fue caracterizado por el positivismo como un conocimiento exacto, verificable, etc., no tiene connotación de permanencia y su forma y contenido también depende de las variables enunciadas mas arriba.
En nuestro universo de conocimiento existen cuestiones que aceptamos sin cuestionar, por ejemplo podríamos preguntarnos porqué la creencia en la existencia en un solo Dios (monoteísmo) es considerada mas progresiva o real que la creencia en la existencia de múltiples dioses (politeísmo).
Porqué consideramos que la monogamia es mejor que la poligamia o la poliandria, o que los matrimonios por grupos.
Porqué vivir vestidos es mejor que vivir desnudos (sobre todo en esos veranos de gran temperatura).
De esta manera podríamos formularnos miles de preguntas sobre hechos que en nuestra vida cotidiana damos como naturales, pero que remiten a significaciones sociales imaginarias construidas a lo largo de la historia humana.
Podemos concluir que nuestra construcción de la realidad está multideterminada e incluye materiales “naturales y artificiales”.
Para desarrollar nuestra vida cotidiana partimos de lo real pero construimos individual y colectivamente esa “matriz” social en la que vivimos y que llamamos realidad.
Esa “realidad” es la que, en gran medida, está determinada por los mass media, actuando ella misma como control social.
La característica de la Sociedad de las TICs es que somos nosotros mismos los que operamos los mecanismos de control social, a los que vivimos como externos.
Al naturalizar la heteronomía, somos partícipes de las relaciones de poder y control que nos someten.
Y allí reside uno de los papeles más importantes de los medios: definen en forma permanente la norma y la imperiosidad de cumplir con la misma, norma de la que ninguno de nosotros ha sido parte activa en su formación.
Bibliografía
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Castoriadis C. (2000) Ciudadanos sin brújula. Filosofía y Cultura Contemporánea, México
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Foucault M (1980) Historia de la sexualidad. 3. La inquietud de sí. Siglo XXI. Madrid.
Boudieu P. (1999) Intelectuales, política y poder. EUDEBA. Bs. As.
Hasta la próxima
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