domingo, 28 de agosto de 2011

Sobre el progresismo.


En la década del 70´, existía una clara diferenciación entre la izquierda y la derecha, quienes nos enrolábamos en la izquierda nos definíamos como socialistas y preconizábamos la necesidad de hacer política para construir una sociedad sin clases en las que las relaciones entre ciudadanos se basaran en la igualdad y la democracia.
La democracia que hacíamos referencia, no era cualquiera, nuestro paradigma era la democracia directa y nuestro modelo de organización estatal era la dictadura del proletariado, definido como un régimen más democrático que la más democrática de las repúblicas burguesas.
El socialismo del que hablábamos, no era cualquier organización social, se diferenciaba claramente del capitalismo al que impugnábamos,  ya que sostenía la necesidad de abolir la propiedad privada de los medios de producción.
Por esos años existía una clara división política entre los revolucionarios socialistas y la socialdemocracia, mientras que los primeros sosteníamos la necesidad de desmontar el Estado Burgués, los segundos veían en la democracia y en el capitalismo un camino hacia el ideal socialista.
Había una distinción que se daba entre reformistas y revolucionarios. Los reformistas (socialdemócratas) estaban agrupados en la Internacional Socialista (la segunda internacional) y los revolucionarios se nuclearon al principio en torno a la tercera internacional.
Los revolucionaros de aquella época cometíamos errores de ortodoxia ideológica y miopía política.
Entre los primeros podemos contabilizar una adhesión dogmática los principios, que no eran ya los  del marxismo, sino su interpretación bajada desde la ortodoxia leninista primero, estalinista después, y finalmente del trotskismo, entre los segundos la falta de un programa de cambio acorde a la comprensión del ciudadano común.
Mucha sangre ha corrido en los enfrentamientos entre estas tendencias del marxismo contemporáneo, pero asombrará al lector que afirme que las tres principales tendencias del marxismo del siglo veinte (leninismo, trotskismo y estalinismo) compartían los postulados políticos en casi toda su esencialidad.
En los años de plomo, la izquierda se definía por una serie de presupuestos básicos, violencia, construcción del partido, gobiernos obrero y popular, construcción del socialismo, abolición de la propiedad privada, dictadura del proletariado. En el margen derecho del movimiento estudiantil estaba la izquierda tradicional, los partidos reformistas, tanto el socialismo socialdemócrata, como el Partido Comunista Argentino que se diferenciaba de la izquierda revolucionaria que había sido dada a luz, en virtud de la voluntad de los jóvenes ansiosos que rompieron con esos partidos organizando un sinnúmeros de organizaciones políticas de vanguardia como los Partidos Revolucionarios de los Trabajadores (PRT ) uno dirigido por Santucho que editaba el periódico “El Combatiente”, y que más tarde diera origen al Ejército Revolucionario del Pueblo (ERP)  y el otro que con su periódico, “La Verdad” tenía una impronta más sindicalista, el Partido Comunista Revolucionario, (PCR) desprendimiento del viejo Partido Comunista, el Partido Obrero (PO), una organización maoísta Vanguardia Comunista y los grupos armados de la juventud peronista Montoneros, Peronismo de Base, etc. Más tarde surgiría la llamada Izquierda Socialista que se diferencia de la Izquierda Revolucionara por su caracterización de Argentina como país política y económicamente independiente, y en la cual lo que estaba a la orden del día no era una revolución burguesa sino la construcción directa del poder obrero.
Cuales son los errores a lo que me refiero, en primer lugar la cuestión de la conciencia. La izquierda reclutaba principalmente sus cuadros militantes de la pequeña burguesía, fundamentalmente de los estudiantes universitarios, nunca tuvo una gran inserción entre los obreros, ya que sus miembros provenían de las familias profesionales acomodadas que podían pagar los estudios superiores a sus hijos.
Desde el marxismo se sostiene que existe una conciencia inmanente de los trabajadores. Siguiendo y profundizando a Hegel, Marx separa la conciencia en sí, a la que define como la conciencia que tienen los trabajadores de ser una clase social determinada, y que la construyen en su lucha sindical (tradeunionista) de la conciencia para sí, es decir la certeza que asumen los trabajadores de que además de ser una case social, son la clase que dirigirá el proceso de cambio social que conducirá al socialismo como etapa intermedia y al comunismo como objetivo estratégico.
Esta conciencia en Lenin, que es externa a la clase obrera, se traducirá en la concepción de un portador externo a la clase, que debe acaudillar a las masas y que no es otra cosa que el partido de los trabajadores.
Es conciencia externa, que viene desde el afuera y se implanta en la clase obrera por acción de un agente portador que concientiza, el partido. El problema reside determinar quién autoriza a tal o cual partido como portador y en los setenta existieron más de cien partidos o grupos revolucionarios que se definieron como el partido dela clase obrera.
La cuestión de la conciencia no es un tema menor, si tal grupo se autoriza como el partido, será él  quien defina los intereses y necesidades de la clase, de esta manera un grupo que se autoriza como tal, puede, por medio de las armas, sin consenso social tomar el poder, incluso contra los deseos dela clase que dice representar. Muchos ven en el estalinismo una desviación del pensamiento de Lenin, pero es una pensadora tan clara como Rosa de Luxemburgo quien pone blanco sobre negro que el pensamiento estalinista expresa fielmente lo que en la teoría y en la práctica sostenía Lenin.
Rosa dice en Reforma o revolución (y cito de memoria) más o menos lo siguiente. La dictadura del proletariado no es más que la dictadura de un sector dela sociedad sobre toda la sociedad, dentro de este sector la dictadura de un grupo (el partido) sobre toda la clase, dentro del partido es la dictadura de un grupo (el Comité Central) sobre todo el partido y dentro del Comité Central es la dictadura de un hombre sobre el Comité Central, Ud. camarada Lenin.
El problema de la conciencia se enlaza  directamente con el problema de la violencia y la legitimidad. Si un grupo de militantes se auto legitima como representante y portador de la conciencia y los intereses obreros legaliza la toma del poder en una sociedad en forma arbitraria. Esta cuestión es también importante en la actualidad porque a veces algunos grupos se apropian de las organizaciones y las asumen como propias, en tanto ellos representan el interés del “pueblo” lo que piensan es lo que le interesa al “pueblo”.
La conciencia se relaciona también con la cuestión del poder. Un autor contemporáneo ha desarrollado la idea de cambiar el mundo sin tomar el poder, me refiero a John Holloway, sería muy largo discutir sus presupuestos, pero lo que me interesa rescatar es que el autor afirma que si un determinado actor político, se incluye en las prácticas políticas (democráticas o no) de la toma del poder, termina incluyéndose en un campo en el que a la corta o a la larga será lo mismo que pretende cambiar[1].
Por otra parte, la unívoca referencia de este paradigma al poder como un poder centralizado y negativo, el poder impide y reside en el Estado quien tiene todo el poder, contrasta con los estudios de Foucault, respecto al carácter descentralizado y positivo del poder, según el cual todos los actores sociales tienen poder, y la prevalencia de uno u otro poder es el resultado de la existencia de múltiples nodos de poder que pugnan en la sociedad.
Un tema central en los debates de la izquierda setentista, era la cuestión de la caracterización de la estructura económica argentina y la consigna de poder resultante de esa caracterización. Si se pensaba a la Argentina como una colonia o semi colonia, necesariamente se hacía referencia a la necesidad de desarrollar una etapa capitalista en el proceso revolucionario y se visualizaba un sector de la burguesía al que se consideraba progresista. Era lo que se preconizaba como la necesidad de es desarrollar una etapa democrática burguesa que liquidara las rémoras feudales o semi feudales.
Esta consigna llevaba a algunos partidos (la llamada izquierda revolucionara) a luchar por la implantación de diversas formas de organización política del Estado (gobierno obrero y popular, gobierno de amplia coalición democrática, gobiernos popular con hegemonía obrera, etc.) y que en los hecho no eran más que variantes de los frentes amplios populares que surgieron en Europa en el siglo veinte.
Y acá aparece la idea a la que me quiero referir, el progresismo en los setenta respondía a la creencia den la existencia de un sector de la burguesía que se consideraba progresista y con la cual se imaginaba la posibilidad de realizar un recorrido conjunto durante el cual se realizaran las tareas democrático-burguesas necesarias para avanzar en la construcción del socialismo como modelo social que niega al capitalismo para lograr la síntesis superadora que es la construcción de la sociedad sin clases, fin estratégico del movimiento socialista de siglo XIX.
La idea de progresismo, contiene dentro de sí, la utopía de que la sociedad es un modelo de cambio dinámico que avanza paso a paso en la dirección del progreso social. Recuerdo en este momento la frase de Marx, retomada en “Un paso adelante y dos atrás” por Lenin,  a diferencia de las revoluciones burguesas que avanzaban de victoria en victoria las revoluciones proletarias avanza y retroceden a puntos de partida en el proceso revolucionario (cito de memoria).
Es que en ese momento dominaba el paradigma positivista que imaginaba a la ciencia, y la ciencia social por excelencia como el motor del progreso social. El siglo veinte demostró con sus guerras, el nazismo, el falangismo, el socialismo real, etc., lo errado de esta concepción, la especie humana retrocede a escenas de horror inconcebibles, destruye lo hermoso construido y se sumerge en dramas espeluznantes que ni el peor de los romanos hubiera imaginado. La democracia griega naufragó y se necesitaron miles de año para que resurgiera con fuerza en el contexto humano durante la revolución francesa.
La historia no siempre es un camino de mejora de la humanidad, las experiencias más significativas de la cultura se ven alternadas por espantosos retrocesos que implican genocidios, destrucción y muerte (un movimiento revolucionario como el cristianismo que se basaba en el amor, dio lugar a un horror tan grande como la inquisición que se basaba en el dolor y la tortura).
El progresismo, en la actualidad no es más que un ropaje hipócrita de ciertos actores políticos que diciéndose socialistas, ocultan que defienden el interés de la burguesía, que comulgan con la explotación, que no erradican la miseria y la segmentación social.
Son intelectuales vergonzantes que suelen defender los intereses de os grupos mediáticos y que en nombre dela libertad d prensa sostienen los privilegios de sus patrones, son los que trafican ideología diciendo que adhieren a las patronales agrarias avariciosas porque el campo es la columna vertebral de la argentinidad, en definitiva son los que diciéndose socialistas sostienen los peores actores de la sociedad capitalista.
La tradición social de la revolución francesa nos dejó un legado, mientras la burguesía clamaba por la libertad y hacía de ella un factor excluyente del progreso social, los miserables y pobres sans culotes de París exigían la igualdad, como medio de salir de la humillación y el sometimiento al que lo habían sometido los aristócratas, y que pretendían continuar los burgueses.
Se puede estar en el partido dela reforma o el de la revolución, es un legítimo derecho a pensar en el cambio pausado o el abrupto, pero creo que es honesto no esconderse tras la ambigua idea del progresismo para conseguir votos delos humildes y relegados de la sociedad para luego gobernar según los reclamos de lo más encumbrado de la misma, manteniendo la pobreza y la inequidad.
Hasta la próxima



[1] En este sentido recomiendo la lectura de la parábola de George Orwell en Rebelión en la Granja y en 984, agua crítica al pensamiento Leninista y estalinista y aún al trotskista.

lunes, 15 de agosto de 2011

Cristina Coraje


Hoy es un día muy especial, un día en que recordaremos como una mujer, sola pero valiente, que supo enfrentar el poder de los medios, demostró que no son omnipotentes en el proceso de construcción de la realidad, que los ciudadanos somos los que construimos a sociedad y que por suerte la política en tato se democratice y amplié estará cada vez más mediatizada de los medios.
Aunque los mass media se esfuercen, la realidad aparece por detrás de la escena montada por ellos y dice presente contrariando el discurso mediático que durante los últimos años trataron de construir los grupos concentrados y hegemónicos.
Cuando la derecha partidaria del “orden” representada por el matrimonio Duhalde pontificaba la derrota del oficialismo, surgió la larga sombra de una mujer valiente y se proyectó a toda la geografía del país demostrando que los argentinos no somos la Capital, que a la hora de definir nuestro destino nacional apoyamos a una propuesta que en los últimos años demostró ser eficiente en la construcción de una sociedad más igualitaria.
Cristina apareció muy temprano a dialogar con sus ciudadanos, demostró su valor y entereza y, lejos de situarse en el campo de la soberbia que expresan algunos candidatos de la derecha más reaccionaria y conservadora, tales como Carrió y Duhalde, se presento con una arenga humilde y democrática, que buscó incluir a todos.
En su aparición destruyó varios mitos, el primero el de su soberbia y autoritarismo, Muy lejos de esa imagen proyectada por los medios hegemónicos, hablo de la necesidad de unir a los argentinos, tendió la mano a los opositores y marco los logros que en materia de ampliación de los derechos sociales de las minorías y los derechos de los actores políticos obtuvimos los argentinos bajo su liderazgo.
Su discurso contrastó con el autoritarismo de Duhalde, que con un discurso más cerca de la dictadura genocida que de la democracia, remarcó la presencia de banderas “subversivas” en el acto del Frente para la Victoria o lo acusó de tener ideas que no tienen que ver con la nacionalidad (ideas extranjerizantes podría haber dicho) solo le faltó la recomendación que hiciera el líder de la avariciosa patronal agraria y candidato de Carrió (Llambias) acerca de enarbolar de un sucio trapo rojo en lugar de la bandera nacional, o de un De Narváez que persistió en la cantinela del supuesto autoritarismo de Cristina y sus llamados a cambiar la política, término que utiliza muy frecuentemente, pero que pareciera carecer de significado en su práctica reaccionaria como empresario y dueño de medios de comunicación.
No se vio a una Carrió, especialista en pontificar el desastre electoral del Frente para la Victoria, la misma que decía que Cristina no se iba a presentar a la reelección por miedo a perder, o un Alfonsín cada vez más pálido y deshilachado clamando patéticamente su triunfo en Octubre.
En el cuadro general de la oposición los únicos que parecieran preservarse de la debacle, son el candidato Hermes Binner, del Frente Progresista, que con su modesto diez por ciento de los votos parece proyectarse para el 2015 y el líder del Partido Obrero que superó ampliamente el porcentaje necesario para presentarse a la elección de octubre.
No quiero extenderme en un análisis electoral, que con el pasar de los días incitará a los periodistas a hacer correr ríos de tinta en pro y en contra de nuestra presidenta. Quiero referirme al valor de una mujer que en una escena de soledad enfrentó a los poderes más grandes de nuestro país: el mediático y el económico.
Me resultó sobrecogedora la escena en la que la Presienta abrazada a su hija recordó a Néstor.
Solas en un abrazo interminable, en el medio de un escenario inmenso, era una postal del valor de dos mujeres que en el triunfo aparecieron solitarias. Unidas en un abrazo, como si intentaran protegerse la una a la otra, pero rodeadas de todos los que están con ellas.
Y es que, a diferencia de lo que intentaron hacer aparecer los representantes de la “prensa canalla”, Cristina no representa ni el odio, ni el autoritarismo, su presencia en el escenario fue una expresión de amor y tolerancia.
Permítaseme compartir la sensación que experimenté durante su discurso, pude ver a una líder que enamora a su gente, porque Cristina enamora con la suavidad de su tono y la firmeza de sus convicciones, y con una oratoria clara y llena de contenido.
Pero también pude ver a un ser humano excepcional, una persona que sufre el embate despiadado de sus opositores. En sus ojos podía verse la tristeza de quien ha perdido en poco tiempo a su compañero y compartido el dolor de un hijo y una nuera que perdieron un embarazo. Vi la emoción de alguien que habiendo alcanzado todo, siente que le falta lo sustancial, el hombre con que compartió una vida. Pude observa a una persona que en su soledad busca el apoyo reconfortante de sus hijos, y de a gente que la ama hasta el éxtasis. Y lo más importante vi a un ser humano lleno de convicciones, que defiende con entereza, lleno de ilusiones y sueños que busca afanosamente hacerlos realidades, una estadista que puede mostrar lo que hizo, y que lo que hizo no es poco, pero que es capaz de admitir que cometió errores y lo que hizo no es suficiente, alguien que nos dice que hay que hacer más para alcanzar una sociedad igualitaria y democrática.
Viendo esa vena humana de una estadista, pude saber por qué Cristina enamora a su pueblo, es porque ella pulsa la misma cuerda que la gente, habla su mismo lenguaje, en cada acto confraterniza, dialoga con el público, toma lo que éste dice y lo incorpora a sus decires, porque Cristina es uno de los nuestros, y recuerdo en este momento las palabras de Hebe de Bonafini refiriéndose a Néstor, cuando dijo que uno de los nuestros había llegado a la Rosada.
En este punto es necesario clarificar que entendemos que somos “nosotros”, “nosotros” son todos aquellos que creemos en valores humanos, que soñamos en una sociedad más justa, que luchamos por cambiar cada día un poquito, sabiendo que como dijo don Atahualpa, “piedra sobre piedra y piedra hace que uno pegue el grito, la arena es un puñadito, pero hay montañas de arena” y trasladándolo a la sociedad, debemos reflexionar que las sociedades no cambian solo por la voluntad de un hombre o una mujer, ni siquiera de un partido o de un generación, las sociedades cambian por esa voluntad de transformación que tenemos “nosotros”, que cada día en nuestro trabajo, en nuestra familia, en la vida cotidiana, sumamos granito a granito lo que en algún momento y mirando largos períodos históricos, podrá visualizarse como cambio.
Y el gran valor de Cristina es que además de ser una estadista, de ser una política inteligente y emprendedora, es una de “nosotros” de la gente buena que no resiste más ser oprimida por la derecha conservadora y reaccionaria, es parte de esa juventud maravillosa a la que se refería Perón, que se inmoló en los años de plomo y que fue asesinada por los militares que sostenían un discurso similar al que sostienen hoy los Duhalde, Carrió, De Narváez, Alfonsín y tantos otros representantes de la derecha reaccionaria.
Son los mismos que pidieron la renuncia de Zaffaroni y arremeten contra las Madres de la Plaza o las Abuelas, los que claman por el orden y la mano dura a cargo de una policía represiva; y defienden y se enorgullecen de defender a los monopolios mediáticos concentrados como los grupos Clarín y La Nación.  Los que defendieron a las avariciosas patronales agrarias cómplices del genocidio de la dictadura, los que no quieren que haya matrimonio igualitario, ni la democratización de los medios de comunicación. Los que exigen penalizar el aborto o el consumo de drogas, los que sostienen que la sociedad no es parte y responsable de inclinación a la violencia y a la delincuencia de algunos oprimidos y marginados que la ven como la única salida a la miseria y sufrimiento que los condena una sociedad injusta, en definitiva son los que estigmatizan a los sectores más dinámicos del cambio social, la juventud y los trabajadores.
Frente a ellos se alza la figura gigantesca de una mujer que ve en la juventud y en los trabajadores, en los sectores más vulnerables de la sociedad, la esperanza del futuro.
Muchos son los errores que puede haber cometido Cristina, quien no hace no se equivoca dice el saber popular, muchas son las diferencias que podemos tener con su ideología, pero sería de necios no reconocer que ella es una de “nosotros”, que es una de nuestras mejores mujeres, que es una guía material y espiritual de los sectores vulnerables y marginados y que en definitiva Cristina es una pasión que nos enamora porque nos hace pensar que un futuro mejor sí es posible.
Hasta la próxima.

martes, 9 de agosto de 2011

Ética, moral y poder en la sociedad actual. El caso Zaffaroni.


En los últimos días hemos sido avasallados por la información acerca del llamado “caso Zaffaroni”.
Se podría contestar a los pequeños argumentos respecto de si el Juez cometió un descuido intolerable para su alta dignatura, si tenía conocimiento o no del destino que se le iba a dar a los departamentos alquilados, sobre cómo debe ser el comportamiento de un Juez de la Corte Suprema de Justicia de la Nación, etc. etc.
Pero creemos que existe algo más importante,  debemos preguntarnos acerca de porque la prensa canalla tiene tanto interés en ventilar esta cuestión en un momento electoral.
La segunda pregunta tendría que ser, si el interés de acometer contra Zaffaroni es exclusivo de la “prensa canalla” o es parte de una estrategia mayor de los sectores de la derecha argentina más fundamentalista, vinculada a los sectores religiosos, interesada en desmontar la apertura social, cultural, ideológica y política que los argentinos venimos construyendo desde el retorno a la democracia y fundamentalmente desde que el kischnerismo está en el poder.
Muchos conocidos, de buena fe han criticado al Juez creyendo sostener ideas progresistas, pero es interesante ver quienes fogonean el enjambre de diatribas contra Zaffaroni.
En estos días circula un correo electrónico que habría firmado un ex juez José Humberto Donatti. Vamos el contenido de ese correo y cito textualmente: “Zaffaroni es la cabeza visible de un movimiento que viene desde los años 60, 70 en el neo marxismo europeo triunfante... que a nivel sociológico impuso una nueva antropología seudo científica, completamente falsa, cuyo eje es
Gramsci.  Consiste en sostener que el ser humano es un ser social que construye la realidad a partir de la lógica del amo versus esclavo, una lógica del dominio y una dialéctica de lucha interminable de rebelión.”
Más allá de lo infundamentado de la crítica, que solo se basa en decir que es falsa sin decir porque lo es, lo que demuestra el texto es el carácter reaccionario y fundamentalista de quienes atacan a Zaffaroni, es el mismo discurso que en tiempos  de la dictadura militar hablaba de los sucios trapos rojos que pretendían cambiar la bandera nacional mientras callaba el genocidio de nuestros hermanos.
Pero continuemos con el texto para ver más sobre este discurso: “Esa base falsa y perversa se infiltró en todos los ambientes universitarios argentinos y la enseñanza terciaria se convirtió en una enorme escuela de vaciamiento de todo sentido común, y la "creación" (léase manipulación) de la realidad a partir de ese presupuesto. Todo fue y es "ideologización", propaganda, penetración ideológica a todos los niveles. En este esquema todo pasa por el rasero de la lucha contra el poder sin advertir que en su base está la anarquía, la eliminación de toda jerarquía, salvo la de ellos y la imposición de una espiral de violencia inacabable.”
Este discurso, es el que condujo durante años a la paz de los cementerios, que nos impidió a los jóvenes expresarnos, tener ideas propias, que se enfurece porque en la Universidades impulsamos el pensamiento creativo y la crítica social, porque los jóvenes luchan y se movilizan por una sociedad más justa y solidaria, son los que temen que así como se juzgaron a los militares genocidas, ahora se comience a juzgar a los economistas, médicos, jueces, etc., cómplices del genocidio.
Debatir, movilizarse, no es penetración ideológica, no es anarquismo, que por otra parte es una marera digna y lícita de pensar lo social, es ejercer la democracia en toda su intensidad aunque estos fósiles reaccionarios y fundamentalistas  traten de retrotraernos aun pasado de luto en el que algunos vivieron a costa de un privilegio sostenido por el terror y el genocidio.
Y continúa el autor: “Así comenzó todo por ejemplo con el famoso Mayo francés del 68 que entre
nosotros se transformó en la desjerearquización de todo docente universitario que no pensara como ellos. El alumno controla al docente, las aulas son centros de difusión ideológica y en esos seudo "valores" comienza a cimentarse la nueva oligarquía del intelecto cuya base es la nada, la reivindicación, el odio, el resentimiento, la lucha de todos contra todos, la confusión, el desorden,
lo que Ortega definió como "rebelión de las masas" pero a nivel universitario = perversión. En esa inmensa corriente de mentira, Zaffaroni -con inteligencia indudable y tenacidad de escritura, conferencias, difusión con su supuesta y descontada jerarquía de arlequín en hilos tenebrosos- impuso su nombre, ingresó al procerato "progre". Por sus frutos los conocerán: ¿cuál fue su fruto?
La destrucción del derecho penal a manos de la idea de que el delincuente es un producto social. La persona no existe, lo hace malo la sociedad. No hay ilegitimidad, no hay delito, luego no hay pena no hay derecho.
Como vemos es el discurso del oscurantismo más retrógrado, el discurso de los que quieren retrotraernos a épocas en las que ser homosexual era un delito o en el mejor de los casos una enfermedad, en el que los drogadictos eran seres perversos a los que hay que condenar, y si es con cárcel mejor así no contaminan a los seres puros que son esos sujetos deleznables de la derecha cavernícola; tiempos que todavía perduran y que hacen que una joven violada no pueda abortar porque una jueza ultramontana le niega el derecho.
A los canallas que sostienen estas ideas, que tan caro pagamos los argentinos, costándonos la destrucción de una juventud reflexiva y crítica de los setenta, les decimos que no estamos dispuestos a aceptar sus sucias mentiras, que daremos el debate contra los restos de una ideología propia de trogloditas, que en estos momentos es sostenida y difundida por la prensa canalla. Les decimos que no queremos destruir el derecho, queremos elevarlo al rango de la equidad y la solidaridad, queremos que surja un nuevo derecho, que se base en reconocer la responsabilidad de la sociedad con sus inequidades y fracturas en la producción de la inseguridad y el delito.
También les decimos que no vamos a permitir que destruyan a los símbolos más preciados de la lucha contra la dictadura asesina y por la construcción de la democracia, como las Madres de Plaza de Mayo, La Abuelas, el Juez Zaffaroni, Los piqueteros de diferentes posturas ideológicas, los luchadores sociales como Milagros Sala, De Elías, Alderete, y tantos otros, aunque a veces tengamos diferencias con ellos, nos encontrarán unidos como un muro para contener los bastardos objetivos de quienes quieren volver a la Argentina del privilegio, de la muerte y el terror.
Es por ello que debemos ser muy  responsables en este momento, en el que los sectores más reaccionarios desarrollan lo que Gramcsi denominó la batalla cultural, intentando destruir la conciencia social que les permita para crear el terreno de una nueva dictadura sangrienta.
La derecha retrógrada que apoyo el genocidio no desapareció, ni siquiera está derrotada, esta agazapada esperando su memento para reinstalar la república conservadora que tan bien le viene a sus intereses y que les permita liquidar los avances de los últimos años, los juicios a los genocidas, la ley de medios, el matrimonio igualitario, etc.
No se trata de defender a Zaffaroni por ser Zaffaroni, se trata de ser conscientes que estamos ante una ofensiva más amplias de lo más execrable de la sociedad, esos que estuvieron involucrados intelectual o materialmente con los delitos de lesa humanidad. No defendemos a las Madres solo por su limpia trayectoria en pos del juicio y castigo a los culpables el genocidio, o a las abuelas por su lucha incansable por recuperar a los nietos, sino porque sabemos que también son símbolos  de una sociedad que recién comienza a despertarse de la larga pesadilla en la que vivió, que comienza el largo camino en la búsqueda de la autonomía, que solo se puede alcanzar con un pensamiento crítico y reflexivo que haga de la memoria activa un instrumento para no olvidar, para recordar que todos los días afianzamos un poco más la sociedad equitativa y solidaria que buscamos.
Debemos señalar en cada momento a esos políticos “progresistas” como Carrió que se jactan de haber defendido a nefasto Grupo Clarín al cual se  someten diariamente, debemos recordarle a Ricardo Alfonsín las diferencias que tiene con su padre que nunca se hubiera aliado con empresarios de derecha que conculcan los derechos  de periodistas a ejercer dignamente su profesión, que batalló contra las patronales agrarias, debemos recordarle a Duhalde su concubinato con la negra década del menemato, y los asesinatos de Kotesky y Santillán, cuando defendían los derechos de los excluidos, por la policía de su interinato como presidente y a su mujer que estamos en contra del orden que predica, no es más que el sometimiento del espíritu rebelde que busca liberarnos, y más precisamente de ese orden retrógrado que cree que a la pobreza se la elimina con manzaneras y dádivas, en fin debemos ejercitar la memoria y denunciar a todos lo que fueron, son y pretenden ser  el partido del orden, que no es otra cosa que el viejo conservadurismo de la década infame disfrazado de progresista.
Desde estas humildes páginas convoco a todos los que conservan el espíritu rebelde de los setenta a salir a la calle, a firmar solicitadas, a hacer sentir nuestra voz en la defensa de estas figuras señeras de la lucha por los derechos humanos y el juicio y castigo a todos los culpables, ya que es la mejor garantía para aportar una sociedad justa y solidaria.
Hasta la próxima.