domingo, 22 de mayo de 2011

Hoy voté no sé por quién.

Hoy se votó en la Provincia de santa Fe y estrenamos un nuevo sistema electoral, mucho más antidemocrático que los anteriores.
¿Porque antidemocrático?, en otros escritos de este blog nos referimos al carácter representativo, no democrático, del sistema político argentino, fundamentando nuestra opinión en que los ciudadanos votamos a personas que se convierten en nuestros representantes, con el poder de decidir lo que les plazca sin consultarnos.
Peor aún, ni siquiera votan según su conciencia, sino lo que les indica los dirigentes partidarios.
Los representantes que elegimos deben tener una disciplina de bloque y votar según resuelve el bloque, que en la mayoría de las oportunidades significa votar lo que deciden unas pocas personas que son las que dirigen el partido y el bloque.
Es así que no pocas veces nos encontramos que aquellos representantes que hemos votado, toman decisiones que van lisa y llanamente contra nuestros intereses, es decir contra lo intereses de la mayoría de sus votantes, por no decir todos.
En este sistema representativo, tal como dice la constitución, el pueblo no delibera ni gobierna, sino a través de sus representantes. En buen romance el pueblo no delibera ni gobierna.
En el sistema anterior, cuando sufragábamos, lo hacíamos con una boleta en la que figuraban los nombres de las personas por las que votábamos (tanto titulares como suplentes), no importaba que no las conociéramos porque algunos vivían a cientos de km de nuestro lugar de residencia, pero por lo menos sabíamos sus nombres. En la famosa boleta sábana con la que elegíamos nuestros “representantes” figuraban los nombres de todas las personas que eran objeto de nuestra “preferencia”.
El gobierno “socialista” ha realizado, luego de casi cuatro años de gobierno, y supongo, de concienzudos estudios, una reforma política de envergadura, reemplazado la famosa lista sábana, por lo que podríamos llamar un sabanón.
Cuando entre a votar me dieron 5 de estos sabanones, uno por cada cargo (Gobernador, Diputados, Senadores, Intendente y Concejales) en el que figuraban todos los partidos que se presentaban.  
Lo más interesante de este instrumento electoral es que por cada partido y cargo no figuraban los nombres de las personas que participaban de la propuesta electoral (mis “representantes”), sino solo el nombre y apellido de la persona que encabezaba la lista, o sea, no sé por quién voté, solo conozco el nombre y apellido de una persona, el que encabeza la lista (y un detalle participativo, su foto), y el nombre y logo del grupo que lo patrocinaba (pero tan chiquito que no se podía leer si no se tiene buena vista, o sea lo más viejos ni eso pudimos saber).
Esto es el colmo de la representación, no saber por quién voto para que sea mi representante. No sería más práctico que en lugar de seguir tomándonos el pelo a los ciudadanos, la burocracia política lisa y llanamente nombraran los “representante” nuestros sin recurrir a las urnas, que por cierto en el colmo de la imprevisión, hicieron urnas tan chicas que no cabían los votos y las autoridades de mesa en muchos casos debieron abrirlas y compactar los votos, o sea que ni siquiera está la transparencia de que las urnas estuvieron cerradas durante todo el acto electoral.  
Tampoco hablemos del recuento de los votos, sería interesante como van a hacerlo ya que en cada sabanón se ponía una cruz, con una fina lapicera (fina por el trazo, no por la calidad) que proveía la mesa.
En nuestra provincia se ha profundizado la falta de participación ciudadana, crece la insalvable brecha entre la burocracia política que toma decisiones en forma autónoma y sin siquiera considerar o hacer conocer sus decisiones a sus representados.
Es que, como toda burocracia, no le interesa lo que piensan los ciudadanos, actúan en función del interés de sus corporaciones (partido político, empresas con las que tienen lazos, etc.).
Estimado lector, como puede el votante quejarse de lo que se vota en los órganos de gobiernos, sino sabe lo que hacen sus integrantes, si no sabe quiénes son los que lo representan.
Hay, dentro del sistema representativo de gobierno, mecanismos de participación y de consulta, como lo son el plebiscito, el referéndum, la remoción del funcionario cuand con un petitorio se vota y gana la mayoría, etc.
¿En más de 26 años de “democracia” representativa alguna vez se usó alguno de estos mecanismos, alguna vez algún diputado o senador, o intendente o gobernador consultó con los ciudadanos sus medidas de gobierno?, por supuesto que no.
Y no vale decir que lo que afirmo no es cierto porque en Rosario hay ese mecanismo que llaman “presupuesto participativo”, o que se hizo una “descentralización” municipal, porque son simulacros e participación.
En las asambleas de presupuesto participativo (lo sé porque fui a alguna de ellas) lo que se vota está decidido de antemano y se saca de cualquier manera con la participación hegemónica de los miembros del partido (que por lo general son funcionarios de gobierno).
La descentralización de Rosario es una descentralización administrativa, no política. En los distritos no existe participación ciudadana, solamente es una manera de abrir bocas de atención para cobrar impuestos y servicios, pero no hay una forma democrática de participación de los diferentes actores sociales para que decidan sobre los temas que conciernen al distrito.
En el mundo existe muchas formas de democracia representativa, que aunque no es auténtica democracia, permite mayor participación, privilegiando la autonomía del ciudadano en la toma de decisiones. Algunas están más próximas a la real gestión de los actores sociales, la que se inauguró en Santa Fe es la más alejada de una democracia autónoma.
El mecanismo de gobierno es el siguiente, el poder reside en los partidos, una mediatización más al ejercicio del poder de parte de la ciudadanía. Los partidos para colectar votos recurren a un ejército de colaboradores, esas personas que en la calle intentan ganar su voluntad, aunque no lo que no lo hacen por convicción sino siguiendo las órdenes de algún puntero. A la hora de ganar la gobernación o la intendencia el que tiene el ejecutivo (como se dice vulgarmente, la chequera) “retribuye” el esfuerzo realizado con algún carguito (una chapa como se dice en la jerga política) que será de mayor o menor importancia de acuerdo a los votos recolectados o la jerarquía en la estructura partidaria. Es así que los diferentes cargos son ocupados generalmente por personas que no tienen los conocimientos, aptitudes, actitudes, etc., necesarios para gestionar y toman decisiones apoyados en el levanta manos de los miembros de los cuerpos colegiados que obedecen las órdenes del ejecutivo. El legislativo (cámara de diputados o senadores o consejo deliberante) solo adquiere autonomía frente al ejecutivo, cuando la mayoría la tiene la oposición o el bloque opositor (como ocurrió en las cámaras de diputados y senadores luego de las elecciones de 2009 donde el llamado grupo “A” conformó una mayoría circunstancial y repartió cargos entre ellos (que por cierto fue lo único que logró esa mayoría).
Como no quiero ser solo crítico a nuestros “representantes” les acerco una idea (que por lo demás no es original mía, sino copia de Inglaterra) a ver si los motiva a pensar en una democratización real del sistema político.
Dividan la ciudad de Rosario en circunscripciones, digamos 25 (por decir un número), que cada una de esas circunscripciones decidan que deben hacer dentro de sus límites (que calles pavimentar, que cloacas hacer,  que veredas reparar, etc.) dejando los problemas comunes a toda la ciudad a un consejo deliberante integrado por representantes de cada circunscripción, los que serán elegidos por voto uninominal es decir una circunscripción un candidato por partido.
Cuál sería la ventaja, que si ese representante toma medidas en contra de los intereses de la zona, los vecinos podrán ir a golpearle la puerta de su casa porque como condición para ser electo debe residir en forma permanente en la zona, para que no pase como algún político que viene a Santa Fe cada cuatro años para postularse a gobernador.
Ideas sobran, lo que hace falta es confiar más en la participación plena del ciudadano y dejar de hacer de la política un negocio para pocos o una oficina de empleo para que esos pocos hagan negocio.
Hasta la próxima
P.D.: Un tema importante que ningún medio de prensa analizó, En votos a gobernador se anularon 97.984 votos, se impugnaron 913 y se recurrieron 1.861, en blanco 72.400 es decir 173.176 votos no válidos (9,81%) , para diputados se anularon 163.749 votos, se impugnaron 1.212, se recurrieron 2.214, en blanco 217.684 o sea  384.859 votos no válidos (21,82%). Este caudal de botos negativos tiene diversas explicaciones pero lo cierto es que el sistema no funcioná ta bien como quieren hacer ver los medios de comunicación o lo que es peor el 31,63% de los votantes rechazaron a todas las ofertas políticas, es para pensarlo.

jueves, 12 de mayo de 2011

OLVIDO

La idea de la inseguridad y el sentido común.


Quiero abordar dos conceptos diferentes pero íntimamente ligados: el sentido común y la inseguridad.

El sentido común constituye el sentido medio generalizado, que aparece ante nuestros ojos como el sentido compartido por todos.

Por esa razón de ser una conciencia promedio sobre los actos de vida de las personas, el sentido común tiene una fuerte impronta conservadora, nunca se podría tener ideas altamente innovadoras desde el sentido común, o dicho de otra manera, las ideas innovadoras son francamente contrarias al sentido común, porque lo que buscan es precisamente modificar ese sentido común.

Si Galilei, Copérnico y tantos otros hubieran aceptado el sentido común de su época seguramente hoy continuaríamos creyendo que la tierra es el centro del universo, porque eso era lo que sostenía el sentido común. Aparece como una supuesta construcción colectiva, cuando en realidad es una producción de los sectores dominantes de una sociedad en un momento socio histórico determinado, no es el colectivo social el que determina el sentido común, es una construcción imaginaria que se articula en una sociedad para sostener los intereses de quienes detentan el poder.

Este sentido se construye desde los medios de comunicación y permea el pensamiento de los colectivos sociales instalándose como una formación conceptual propia de los mismos, cuando es totalmente ajeno a los ciudadanos que lo ponen en palabras.

También el sentido común suele tener características francamente prejuiciosas, cuando no racistas.

Ello ocurre porque el sentido común no pone en acción el pensamiento crítico reflexivo de los sujetos, sino por el contrario constituye una aceptación pasiva de lo que la mayoría dice. En nuestro país en la segunda mitad del siglo veinte era de sentido común ser peronista porque era un sentimiento fuertemente arraigado en los sectores trabajadores, el peronismo era visto como un movimiento transformador que tenía la misión de reivindicar al explotado y al oprimido. Sin embargo el peronismo no constituyó nunca un movimiento de izquierda, solo pudo serlo en el pensamiento de sectores pequeños burgueses que vieron en el viejo general un conductor revolucionario.

Una visión crítica del peronismo devela que el General era un estadista inteligente y audaz, que apostaba fuerte en política y tenía una visión muy completa de la sociedad en la que vivía.

Recuerdo que a los militantes de izquierda de los años setenta nos resultaba cómico pensar que Perón se definiera como socialdemócrata en un reportaje que se le hiciera en esa época. Para nosotros Perón eran un líder nacionalista populista que se había formado en las ideas mussolinianas de la década del 30[1] y muchas de las estructuras del modelo peronista estában inspiradas en esos movimientos de ultraderecha como por ejemplo un movimiento obrero con central sindical única y subordinado al partido.[2]

La ambigüedad del líder tiñó al movimiento y el peronismo fue un actor político social que integró dentro de sí a sectores contestatarios que propugnaban el socialismo nacional (Montoneros, peronismo de base) junto a versiones ideológicas de extrema derecha que fueron propulsoras del terrorismo de Estado posterior como la triple A de López Rega, el Comando de Organización de Brito Lima, y tantos otros.

Como vemos el pensamiento crítico reflexivo tiende a desmenuzar esa construcción política abandonando la idea de sentido común que si las masas son peronistas debemos ser peronistas.

El pensamiento reflexivo se niega a aceptar las ideas porque son compartidas por la mayoría y preserva su autonomía de análisis tratando de ver los pro y contra de un cuerpo ideológico o de un determinado partido o movimiento político.

Vista las connotaciones del sentido común y su contraposición con el pensamiento crítico reflexivo, pasemos a ver una de las construcciones del sentido común y su relación con el conservadurismo social de la Argentina: el tan hablado problema de la inseguridad.

Hoy vemos que los políticos son unánimes al recortar como problema prioritario de nuestro país la cuestión de la inseguridad y gastan saliva y tinta en criticar la falta de seguridad y enuncian propuestas para resolver el problema de la inseguridad.

Comencemos por una afirmación taxativa y por lo tanto con todo el riesgo de error que ello significa, la inseguridad no es resoluble, quien afirma que va a terminar con el delito o es un ingenuo que formula un deseo o miente en forma oportunista para obtener un rédito político.

La base del delito se encuentra en la inequidad social que existe por ser esta una sociedad dividida en clases sociales muy diferentes y con un alto nivel de fragmentación que hace que unos pocos posean mucho y mucho que no tengan nada.

Esta situación de inequidad, en la que somos permanentemente seducidos a tener una vida feliz basada en múltiples posesiones, hace que los que no puedan acceder a esa vida, potencien su deseo consumista y aumenten su frustración al no poder hacerlo. En la generalidad de los casos los mandatos religiosos y sociales hacen que los sujetos aceptemos nuestro estado de indefensión frente a la sed de consumo por no tener los recursos necesarios que nos permitan acceder a todo lo que deseamos o aspiramos.

Por diferentes motivos que sería muy largo de explicar, algunos miembros de la sociedad no reprimen sus deseos y recurren a diferentes recursos para obtener aquello que los medios de propaganda les proponen y sus recursos escasos les niegan.

Un camino es el endeudamiento, el trabajo a destajo, el esfuerzo ilimitado, pero existe un atajo que permite al sujeto acercarse a lo que su deseo le demanda y ese atajo es el delito en todas sus manifestaciones: el robo, el asesinato, la estafa, etc.

En este punto queremos proponer al lector dos reflexiones. Una, que el delincuente no pertenece a una determinada clase social, ni que el delito es privativo de un determinado país o región. En todos los países del mundo, cualesquiera sea su signo ideológico o su estructura social hay personas que infringen la ley por decirlo en un sentido suave, y los delincuentes pueden en algunos casos invertir mucho dinero para perpetrar el delito. Por ejemplo asaltar un camión de caudales requiere de una logística importante (armas, información, complicidades policiales, etc.) para lo cual detrás de un delito de magnitud suele haber un inversor de importancia.

Esto nos lleva a la segunda cuestión, el discurso que trata de vincular el delito a la pobreza y pone en sospecha a todos los sectores vulnerables de la sociedad.

La segunda línea de pensamiento nos lleva a analizar porque en determinadas épocas los sectores dominantes recurren a anatematizar el delito y a reclamar mayor seguridad. Resulta obvio que una persona que sufrió un despojo tienda a reclamar seguridad pensando que con medidas represivas y mayores penalidades el hecho no hubiera ocurrido. El reclamo por la mayor seguridad no es nuevo, Michel Foucault comenta en uno de sus libros que en el siglo XIX cada tanto surgía el reclamo de mayor seguridad por los continuos delitos a los que eran sometidas las “personas de bien”.

Después de casi dos siglos los reclamos son muy similares, algo ocurre para que miles de millones de seres humanos a lo largo de los siglos no hayan podido resolver esta cuestión tan vieja que los diez mandamientos cuentan con dos o tres referidos a ello (no robarás, no matarás, etc.).

Existe una concepción estrecha del acto delictivo que lo remite al asalto violento, a la agresión con fines de lucro, etc., pero que no ve delito en el cohecho, la coima, los negociados de los empresarios.

Sobre los primeros tipos de delitos, el sentido común formulado por los medios de comunicación y absorbido por los ciudadanos, exige soluciones que por lo general remiten a ampliar la población carcelaria, a tener castigos más duros con los que infringen la ley, con propuestas tan nefastas como el propio delito, como por ejemplo exigir la ablación del miembro viril al violador o la pena de muerte al que mata. Lo que el sentido común no puede pensar, por más que el pensamiento científico lo haya demostrado ampliamente, es que en los lugares en los que el castigo es más riguroso no disminuye el delito, por el contrario tiende a aumentar y crea un problema secundario que es el mantenimiento de una población carcelaria cada vez mas grande.

Lo interesante que los responsables de los otros delitos (llamados de guante blanco) que tiene consecuencias mucho más negativas para el cuerpo social, no solo que no son punibles, sino que hasta suelen contar con la simpatía social. Por ejemplo en la crisis actual de capitalismo los Estados Nacionales (EE.UU, Europa, etc.) invirtieron miles de millos de dólares de asistencia a los banqueros que fueron en no pocos casos repartidos como dividendos por los mismos y muchos fraudes como la quiebra de Enron no fueron penalizados y los responsables no sufrieron ningún castigo.

Entre las propuestas de solución de la inseguridad, escuchadas en estos momentos electorales, encontramos también el reclamo de mayor cantidad de policías en las calles y a veces la exigencia de una policía de mano dura.

Quiero ilustrar con algunos ejemplos la efectividad de la policía como instrumento de prevención del delito.

A mi hijo le robaron el auto en una esquina de Rosario, cuando fue a hacer la denuncia se encontró con diversas personas a las que se les había sustraído el vehículo en la misma cuadra. Pregunta ¿si hay una denuncia de robo puede ser que no se investigue?, y si hay cinco o seis denuncias de robo, ¿no sería lógico que la policía se dé una vueltita por la cuadra a ver qué pasa?, y otra pregunta ¿los cacos sabiendo que el propietario va a denunciar y la policía va a investigar, volverían a robar en el mimo lugar?, por supuesto que la única explicación para todo esto es que ese lugar es una zona liberada en la que la policía le garantiza a los ladrones la seguridad de no intervenir para que “trabajen” tranquilos.

En Rosario se comenta que las comisarias son vendidas a los comisarios, que invierten dinero para ser transferidos a aquellas seccionales más rentables en materias de coimas por existir allí negocios tales como la prostitución, el juego ilegal o el tráfico de drogas.

Nadie pide investigar esta estructura delictiva que constituye la policía, no existen planes para reestructurarla, ello se debe a que los reclamos por “políticas de seguridad” constituyen una manera de mantener a una población temerosa bajo control.

El discurso de la inseguridad constituye un velo que tapa otras cuestiones tales como la inequidad, los privilegios, que se sostienen en base al hambre y la miseria de millones, y el mantenimiento de un sistema social regresivo y políticamente autoritario.

Hasta la próxima.





[1] El mismo Perón confiesa su admiración por el pensamiento del Duche con el que tuvo contacto cuando estuvo en la Italia Fascista.
[2] La CGT siempre se consideró la pata obrera del movimiento peronista y es de recordar que en el gobierno peronista del 70 al 73 se intentó cristalizar ese modelo sindical.

viernes, 6 de mayo de 2011

La vida: entre la finitud y la trascendencia.

Existen dos cosas (entre otras) que son inseparables del ser del hombre, la finitud de la vida y la política.
Uno podría preguntarse porque los hombres hacen política, porque luchan por el poder, que motiva tanto afán por determinar la vida de los demás y la respuesta no sería sencilla.
Es como preguntarle a un capitalista hasta donde quiere acumular riquezas, nunca podría contestar porque su avaricia es más gigantesca que su pensamiento.
La riqueza y el poder nos ponen en evidencia la total falta de límites que tenemos los seres humanos, por estos dos elementos (que tal vez sean uno mismo) a lo largo de la historia de la humanidad se ha matado, se torturó, se persiguió, se cometieron genocidios, y cuanta atrocidad pueda desarrollar la fantasía del lector.
Creo, que lo que motiva al ser humano y a sus miserias es un afán sin medida por trascender sus propios límites, ir más allá de ese límite que la biología impone a todos y que demuestra que la igualdad existe, en la muerte.
En un interesante artículo, Castoriadis[1] desarrolla el formidable cambio del pensamiento griego en los veinticinco años que van de Esquilo a Sófocles en la Atenas democrática. En Esquilo los seres humanos que no conocen la muerte constituyen seres monstruosos radicalmente inaptos para la vida, que deambulan como zombis. La muerte les señala su existencia temporalmente acotada y es a partir de este dato que adquieren humanidad y conciencia.
Al limitarnos, la muerte expande nuestro potencial creativo, parafraseando a Sartre podríamos decir que el hombre es un proyecto hacia su propia muerte, todo lo que hacemos en la vida tiene como dato primordial la finitud de la existencia y el sufrimiento que nos provoca esta constatación empírica nos obliga a elaborar el duelo de la vida que termina, para lo que contamos con un arsenal de recursos.
El principal recurso es la herramienta religiosa, la conciencia teísta nos permite aminorar la carga de sufrimiento que nuestra condición corruptible nos otorga. El mecanismo sobre el que se asienta la conciencia religiosa es muy sencillo, si es posible pensar la existencia de vida más allá de la vida, será posible mitigar los efectos catastróficos de la angustia de muerte.
Una forma más elaborada del pensamiento religioso nos llevaría a pensar en la reencarnación, la posibilidad de que exista un alma trashumante que viaja a través de los tiempos ocupando sucesivamente diferentes cuerpos orgánicos, a diferencia de la conciencia cristiana o musulmán que nos hablan de un mundo perfecto en el que nuestras almas podrán disfrutar de la paz y la armonía con la que son premiados aquellos que han tenido una existencia mesurada y proba.
Pero pareciera que esta conciencia no alcanza para amortiguar el impacto de la finitud y por lo tanto nos esmeramos por realizar en la corta vida de la que disponemos todas aquellas cosas que, en caso de no ser cierta la versión de la religión, permitirán que cuando nos vayamos y seamos nada más que eso, nada, quede algún indicio de nuestro paso por la vida.
Este segundo mecanismo es más importante que el primero, porque tiene, a mi entender, un mayor anclaje con las necesidades de la empresa capitalista. El capitalismo constituye un sistema socioeconómico de gran flexibilidad y con una gran capacidad de absorción de todo lo existente, ello se basa en la posibilidad de convertir en mercancía y someter a la lógica del lucro a todo lo que el hombre produce (y más aún a aquello que se encuentra dado en la naturaleza).
Como ejemplo podemos observar que las ideas y personas más radicales han sido convertidas en objetos de consumo por nuestra sociedad. La editoriales lucran con las obras del pensamiento de Carlos Marx, en cualquier tienda se venden remeras con la imagen del Che Guevara, y no le extrañe querido lector que en poco tiempo comiencen a venderse como pan caliente las remeras que digan “I love a Osama”.
El artista, el intelectual, el empresario, el obrero, todos somos productores, todos participamos de la cadena de valor y nuestros productos concurren al mercado en el que se intercambian por otros productos a través de la mediación del dinero.
A todos nos mueve el deseo de reconocimiento, o como vulgarmente se denomina los cinco minutos de fama, y los medios de comunicación de masas, como toda empresa capitalista, mutan ese deseo en dinero, privilegiando la llamada T.V. basura a hacer de este medio una herramienta de cultura y expansión del espíritu individual y colectivo.
Si no lo cree así, le propongo a Ud., mi querido lector que pregunte a cualquier intelectual o artista si lo único que le importa es la estética de su obra, inmediatamente observará que por debajo de ese interés se encuentra la necesidad de que esa obra sea reconocida y perdure en el tiempo, obramos para ser reconocidos, porque el reconocimiento no da relevancia y poder sobre los demás y si además ese reconocimiento es tal, que augura a nuestra obra la posibilidad de persistir en el tiempo, más profunda será la domesticación de la angustia de muerte, porque habremos hecho un gambeta a la muerte y aunque ella nos alcance podremos ir mas allá de sus garras.
Lo importante es la trascendencia, no importa que la logremos como Aristóteles que desde hace más de veinticinco siglos es leído y discutido generación tras generación por su magnífica obra intelectual, o como Adolfo Hitler que será recordado (tal vez por menos tiempo) por haber sido un monstruo asesino que aniquiló a millones de judíos indefensos en los campos de concentración nazi.
Lo importante para todos nosotros es que produzcamos algo nuevo, algo trascendental que coloque a nuestro nombre en el bronce, pero, el lector se preguntará, y que ocurre con aquellos que no lo logran, pues para ellos queda, parafraseando a Freud, el porvenir de una ilusión.
Cuando no somos capaces de asegurar la trascendencia, la religión constituye un refugio seguro, contra el vendaval angustioso de la historia que sin piedad borra nuestras huellas de este mundo. Después de muertos nadie nos recuerda, nuestros seres amados se han ido, sufrimos todo tipo de persecuciones o intolerancias varias en nuestra vida, pasamos necesidades, no importa porque la muerte no es el final sino el comienzo de la vida eterna.
Es interesante preguntarse qué bien le viene la idea religiosa a quienes ejercen el control de la sociedad y lucran con ese control. Mientras aquellos que son marginados de las bondades de esta sociedad tecnológica y globalizada que tantos “beneficios” tiene, se conforman con la sentencia bíblica: “Es más fácil que un camello entre por el ojo de una aguja que un rico al reino de los cielos” los poderosos y afortunados ricos dilapidan recursos en extravagancias y destrucción del ecosistema, tal vez pensando que hasta el buen dios puede sucumbir a una jugosa cometa, al fin y al cabo no es más que un político con ciertas facilidades para producir.
Pero algo debemos aprender de ellos, lo importante en la vida es, a partir de la conciencia de su finitud, aprender a gozar de ella, a desenvolvernos buscando el placer más que el deber, a realizar nuestros sueños en esta vida sin esperar a que la eternidad nos colme de placeres, a reconocer que vale más disfrutar de un café con amigos, o de un buen libro antes de acostarnos, que el esfuerzo cotidiano que solo llega agua al molino de quien nos oprime y nos chupa la sangre.
No tengamos miedo a morir, no calmemos nuestra angustia por la finitud de la existencia con la zanahoria de un mundo posterior a este, no dilatemos la satisfacción de nuestros deseos en haras de un futuro mejor, tanto religioso como político, no sacrifiquemos nuestras vida en la pira de la salvación humana, seamos más epicúreos que estoicos y busquemos hacer rendir cada segundo de nuestras vidas al máximo para obtener el mayor placer.
Hasta la próxima mis queridos lectores ah, y buena vida.


[1] Castoriadis C. (2001) Antropogenia en Esquilo y autocreación del hombre en Sófocles, en El avance de la insignificancia. Eudeba. Bs. As.