miércoles, 20 de junio de 2012

Piquetes y cacerolas, ¿la lucha es una sola?


En el 2001 vimos una interesante alianza entre la llamada clase media argentina y los sectores más vulnerables de nuestra sociedad. En ese momento, me refiero al 20 y 21 de diciembre, los sectores medios se movilizaron tras la consigna “que se vayan todos”, reclamando por sus ahorros aprisionados en el famoso corralito. Los piqueteros, que en ese tiempo período histórico (me refiero al menemato) se movilizaron insistentemente por pan y trabajo, convergieron en la Plaza de Mayo con los sectores medios, tanto en la consigna, como en el interés de imprimir un nuevo rumbo a la trayectoria decadente que afrontaba la Argentina.
Surgieron las asambleas populares, como muestra de la voluntad de algunos sectores (fundamentalmente intelectuales y sectores de izquierda) de construir nuevas formas de representación política.
Es un momento instituyente en el desenvolvimiento social de nuestro país, que duró muy poco, rápidamente los sectores tradicionales de la burocracia política, recompusieron su soberanía sobre las masas rebeladas y reinstauraron la democracia representativa.
Allí los caminos de los piqueteros y la clase media argentina se bifurcan. Deja de escucharse en las calles la consigna “piquetes y cacerolas, la lucha es una sola” y los sectores medios retoman la senda cómodamente reaccionaria que siempre transitaron.
Poco tiempo después, si uno marchaba por las calles porteñas, era común escuchar la queja de estos sectores, movilizados con la música de las cacerolas, para increpar los piquetes por los inconvenientes que les ocasionaban la movilización de aquellos, para los que, la solución a sus problemas, no estaba en que el banco les devolviera sus dólares a 1,40 mas SER, sino que debieron continuar la lucha reivindicativa por pan y trabajo.
Luego vino el kischnerismo, que retomó muchas de las banderas populares abandonadas por los pequeña burguesía revolucionarista, como el juzgamiento a los militares asesinos, la intervención del Estado como instrumento de ampliación de derechos económicos y sociales, la consigna de mayor distribución de la riqueza, etc.
La reacción de la derecha tradicional argentina, representada fundamentalmente por las patronales agrarias, los sectores financieros concentrados y sus medios de comunicación monopólicos, no se hizo esperar, y utilizando la excusa de la resolución 125, enfrentó a un gobierno que claramente no orientaba el rumbo económico y social en función de sus intereses.
Allí, los sectores medios reaccionarios de la sociedad argentina, los mismos que años atrás se movilizaron con las cacerolas, volvieron a la calle, ahora para retomar su alianza estratégica con la derecha tradicional, y el sonido de las cacerolas se volvió  escuchar en defensa de los intereses mas espurios que desde los albores de nuestra nacionalidad, expoliaron a la clase obrera y a los sectores populares, el viejo bloque histórico que durante años gobernó en la Argentina de la mano de los militares Volvía a reconstituirse la entente reaccionaria, ahora con el apoyo de los partidos tradicionales como el radicalismo, y con la beligerante clase media urbana porteña como fuerza de choque reaccionaria.
En los años siguientes años, los índices de crecimiento económico, la implantación de nuevos derechos sociales, la ampliación de ciudadanía, parecieron acallar a las fuerzas de la reacción burguesa, pero en los últimos días hemos visto resurgir a las huestes fascistas pequeño burguesas, que parecieran haber elaborado la derrota histórica que les propinó el kischnerismo en las elecciones de año pasado y vuelven por sus fueros destituyentes.
Es importante aclarar porque hablo de huestes fascistas, al referirme a los que cacerola en mano se movilizaron en los últimos días. Para ello, y para mostrar lo peligroso que pueden ser estos sectores, utilicemos a la historia. Las S. A. de los hermanos Röhm no estaban integradas por obreros, ellas constituyeron la fuerza de choque del nazismo, y estaban formadas mayoritariamente por los sectores pequeño burgueses, y burgueses medios desesperados de las ciudades, que veían peligrar su estilo de vida ante el avance del “peligro comunista”.  
Este sector social tiende a ser coaptado, por las ideas mas reaccionarias ya que es muy conservador en sus creencias y muy beligerante cuando siente amenazado su “tradicional estilo de vida burgués”.
Históricamente ha sido el que ha puesto número a las movilizaciones de la iglesia contra el matrimonio igualitario, la despenalización del aborto, la despenalización del consumo de drogas, y la principal fuerza de apoyatura de los partidos de derecha, en su momento la Nueva Fuerza o la U.C.D. de Alsogaray, y hoy al P.R.O. de Macri.
No sale a las calles porque ve amenazada su existencia por falta de alimentos, o porque teme perder su vivienda o por mas y mejor salud y educación, se moviliza para que le vendan dólares, para poder ir de turismo a Miami, contra el avance de las políticas estatales en favor de relaciones sociales igualitarias, etc., no es casual que en estas últimas manifestaciones hayamos visto a Cecilia Pando, el arquetipo de la lucha para lograr la impunidad de los convictos en delitos de lesa humanidad durante la última dictadura.
Pero la defensa de los intereses reaccionarios no es lo más importante que notamos en estas últimas movilizaciones de los “caceroleros”. Lo importante es como reclamaron que les vendan dólares, el grado de violencia y agresividad que manifestaron, las características discriminadoras de sus discursos.
En la televisión vimos expresiones del tipo “hay que sacar a esta yegua que la votan los negros”, “los militares tendrían que haber matado mas Montoneros y nos salvábamos de estar gobernados por ésta”, o las afirmaciones de quienes, estando con su cacerola y creyendo que estaban ante un micrófono dela CNN pedían ayuda a los Estados Unidos (el eterno aliado de lo golpes militares de derecha) o mostraban sin pudor sus galas de señoras ricas.
Violencia y agresión contra la prensa que definen como oficialista, que llegó hasta los golpes y lesiones, ¿se diferencia acaso esa metodología de la que implementaban los nazis contra los sectores políticos diferentes a ellos? Esa agresión de los “caceroleros” habla del espíritu democrático de estos sectores, los mismos que luego reclaman a través de sus intelectuales orgánicos (Sanata, Sarlo, Tenenbaum, Morales Solá, Ruiz Guiñazú, Castro, Blanc, etc.) por democracia y se rasgan las vestiduras por el supuesto autoritarismo del oficialismo.
Mientras veía en la televisión las imágenes de los “caceroleros” desaforados, gritando barbaridades contra el gobierno e insultando a nuestra presidenta, agrediendo a periodistas, me pregunté: ¿Qué le dirán estos tipos a sus hijos cuando regresan a sus casas?, se reirán junto a ellos por las hazañas de sus padres violentos.
Cuando los especialistas buscan las causas de la violencia en las escuelas, deberían prestar un poco de atención a las consecuencias que sobre los niños y jóvenes tiene ver  sus padres casi en estado de enajenación, gritando todo tipo de improperios contra los que tienen un pensamiento diferentes al de ellos, lastimando salvajemente a trabajadores de prensa por el mero hecho de trabajar en un canal estatal.
Y entonces me vino a la memora la imagen del querido y encumbrado periodista liberal Jorge Sanata, patoteando  un humilde trabajador hotelero en el sur de nuestro país, haciendo uso y abuso de la asimetría de poder existente entre él y su cámara con respecto al trabajador, amenazándolo con que si no le decía lo que quería lo iba a escrachar en todo el país, y no pude menos que pensar, la maquinaria fascista ha comenzado a construirse en nuestro país, con el apoyo de muchos “periodistas progres” que no condenan la violencia salvaje de estos sectores.
Porque rápidamente los medios monopólicos salieron a encubrir el carácter fascistoide de la movilización, Tenenbaum llevó a su programa a algunos participantes de la movilización, para mostrar que los que fueron violentos solo eran unos pocos y que los “caceroleros” eran democráticos y humanos (derechos y humanos se decía en tiempos de la dictadura), y  lejos del clima salvaje que primó en las movilizaciones que agredieron a los periodistas de “678” y de “Duro de domar”, presentó a tres energúmenos que se esforzaron por hablar “civilizada y democráticamente”, pero que no pudieron ocultar su simpatía (los tres) por el PRO. Es decir, gracias querido Tenenbaum por mostrarnos que la movilización de los “caceroleros” fue una movilización del PRO para apoyar los reclamos de las patronales agrarias y para pedir que les den dólares, pero tené cuidado, que, si sin querer seguís deschavando al aparato de tu jefe Magneto y del monopolio mediático para el que trabajás, te pueden dar una patada en el tuje y mandarte a la puta calle.
Quiero cerrar este diálogo con una reflexión, muchos liberales democráticos, muchos miembros de la izquierda, que acosaron sin piedad ala república de Weimar, no combatieron con la misma decisión a los sectores fascistas que se movilizaba a favor de Hitler, y al no darse cuenta que al no ser inclaudicables en la lucha por destruir el huevo de la serpiente, terminaron siendo devorados por ella.
Hasta la próxima.

sábado, 9 de junio de 2012

Canto a nuestra lucha.


Defendamos a Cristina
con toda nuestra garra
que la carne se desgarra
cuando es herida de muerte
por la falta de esperanza.
Defendamos a la idea
de tener una justa sociedad,
para que la ilusión pueda crecer
en nuestros tiernos descendientes
no dejemos que nos roben
el deseo de vivir y esperar
otros tiempos que por buenos
es seguro, van a ser mejores.
No dejemos que nos quiten
Lo único que tenemos
Que no son dólares, ni bonex,
sino la dignidad de trabajar,
de disfrutar de nuestra vida,
que es una vida perdida,
cuando no se la pude gozar.
Valoremos las cosas simples y lindas,
que encontramos cada día,
y al volver a nuestras casas,
y estar con los afectos,
podamos reírnos del circunspecto,
político que nos miente,
mientras vemos que nuestra simiente
se hace hombre o mujer feliz.
Saboreemos el descanso verdadero
que la paz nos está dando.
Defendamos a nuestra Presidenta.
que es defendernos a nosotros,
demostremos a los otros,
que son nuestros iguales.
Y entre todos protejamos,
El país que heredamos,
el país que le legamos
a nuestros seres queridos

martes, 5 de junio de 2012

Revolución y cambio social.


Estos son los términos de uso frecuente en los diferentes espacios políticos vernáculos. El problema de los términos es cuando se hace un uso abusivo y dilatado de los mismos.
Si recorremos las páginas de los medios informativos, libros, escuchamos programas políticos, etc., nos encontraremos que ambos términos se hallan presentes en los relatos de actores de diferentes posicionamientos en el espectro ideológico.
El término revolución, fue usado por dictaduras militares, como por ejemplo la llamada “Revolución Argentina” como denominaron al golpe contra Illía los militares en 1966 o la “Revolución libertadora” nombre que acuñaron Aramburu y los golpistas de septiembre de 1955, en algunos partidos de centro derecha es también posible encontrar la palabra revolución como parte de su denominación, como por ejemplo el Movimiento Nacional Revolucionario de Bolivia, o el Partido Revolucionario Institucional de México.
Una primera conclusión, muy obvia por cierto, el uso abusivo del término revolución ha hecho que pierda significancia. Etimológicamente revolución proviene de revolvere, que implicaría dar vueltas. En algún sentido revolución sería mas que evolución, una re – evolución, llevar las cosas a un salto de carácter cualitativo. 
Por lo tanto la revolución en sentido estricto es un proceso que cambia todo lo existente, modifica todas las instituciones y desde una perspectiva instituyente, reordena la sociedad en un nuevo contrato social, totalmente diferente al existente. 
La revolución, para ser tal, debe contener algunos elementos fundamentales, la noción de cambio total y permanente, la idea de la acción colectiva, para lograr ese tipo de cambio social es necesario que todos o la gran mayoría de los ciudadanos adquieran una conciencia revolucionaria, es decir que integren a su experiencia la idea de cambio y se conviertan en actores significativos del mismo y un proyecto colectivamente construido, no por elites de cualquier tipo, sino por aquellos que son destinatarios del nuevo pacto social. La revolución, como enseñaba Castoriadis, implica necesariamente el paso de una sociedad heterónoma, es decir regida por normas que vienen desde fuera del colectivo social, tanto en el tiempo como en la participación, a una sociedad basada en la autogestión, en la que las nomas no las hacen los políticos, los iluminados, los dirigentes, sino que se producen en el seno de la sociedad con participación de todos.
La revolución no es cuestión de tiempos cortos, mas aun los cambios sociales más profundos, el capitalismo por ejemplo, no fueron realizados, ni por una persona, ni siquiera por una generación, se construyó a lo largo de siglos de cambios pausados en los que intervinieron millones de seres humanos separados por siglos en sus existencias individuales. No hubo un escrito fundacional, sino muchísimas obras que aportaron ideas a la construcción del sistema (Smith, Diderot, D´Alambert., Rousseau, etc.) o inventos que lo hicieron posible (Watt y la máquina de vapor, Cropton autor de la máquina de tejer, Hargreaves que inventó el torno de hilar, Savery construyó la primera bomba accionada con vapor, Fitch construyó el primer buque a vapor, Trevithick hace funcionar la primera locomotora arrastrada por una caldera a vapor).
El capitalismo revolucionó, en el sentido etimológico del término la vida cotidiana de los seres humanos y se convirtió en un sistema social hegemónico en el desarrollo de nuestra especie.
También produjo la escisión de las sociedades humanas en clases claramente diferenciadas, los poseedores de los medios de producción (fábricas, campos, comercios) y los que solo tienen su fuerza de trabajo para poder conseguir su sustento, entre ellas se sitúan una serie de clases y sectores de clases intermedias que actúan como colchón social a las contradicciones del sistema, dotándolo de una increíble flexibilidad que le garantiza perdurar en el tiempo.
La noción de cambio es mucho más estrecha y menos estricta que la de revolución, proviene del Latín cambiare y actúa como sinónimo de trocar, muy usada en el comercio. En castellano la palabra es polisémica ya que se puede referir a cambiar cosas, cambiar las cosas, cambiar de estado, y en política se usa frecuentemente para denotar el deseo de modificación de un estado de situación por otro, sin llegar a tener la altisonancia del término revolución.
Es mucho mas frecuente en el marco del capitalismo hablar de cambio, que de revolución. El cambo propuesto puede ser formal o sustancial, pude ser corto o largo, puede ser aplicado a todos o solo a algunos sectores sociales, puede ser positivo para unos, negativo para otros.
Podría decirse que cambio es el vocablo estrella de la política. Si un actor es elegido para la gestión de lo público necesariamente deberá demostrar que ha realizado cambios que favorecen a la totalidad de los actores sociales, si un partido es opositor necesitará criticar los cambios de gobierno y mostrar una agenda de cambios, a la que tratará de hacer visualizar, como de cambios reales, frente a los cambios “ficticios” de quién ejerce el gobierno. 
Si analizamos las campañas proselitistas veremos que el cambio esta en todos los partidos, tanto de derecha o de izquierda, los llamados progresistas o los denominados conservadores, todos van por el cambio.
Mas aún, si el lector lee atentamente la propaganda política en épocas electorales, encontrará que un candidato que participó en un gobierno del partido X, al que a lo mejor le fue mal en la gestión, dirá que lo voten porque es el candidato el cambio.
Es por ello que cuando encontramos la palabra cambio es necesario que nos preguntemos sobre la historia del actor político que lo enuncia, que exijamos su programa de gobierno, que observemos su plataforma política, y fundamentalmente que pongamos en tela de juicio todo lo que los políticos prometen, recuerde amigo lector, a aquel ilustre político que sentenció “un político promete muchas cosas que sabe que no va a cumplir, y luego hace muchas cosas que nunca prometió”.
Tratemos ahora de unir estas palabras en una reflexión que esté vinculada a la experiencia de nosotros, los ciudadanos de a pie.
Churchill decía que un joven que no es revolucionario es una contradicción y un adulto que sigue siéndolo una estupidez. Creo que muchas veces debemos aceptar que con el paso de los años y la experiencia los seres humanos vamos modificando nuestras ideas. También las sociedades son colectivos llenos de vida que en su proceso de maduración van modificando sus imaginarios sociales y al igual que sus componentes, a veces los cambios en el imaginario pueden ser progresivos o retrógrados. 
Veamos un ejemplo, en los setenta la mayoría de los jóvenes creía en una revolución inminente, un cambio drástico en la sociedad que instalaría la igualdad social y la libertad total en las relaciones internas de la misma.
Las concepciones que mayor cantidad de adherentes tenían se referían a la necesidad de construir una sociedad socialista, al rol de la violencia en el cambio, a la necesidad de construir un partido que liderara el cambo social, etc. 
Casi todos los jóvenes estaban de acuerdo con la necesidad de cambiar la sociedad capitalista y de que ese cambio se produciría en un tiempo relativamente corto. El atajo que hacía visualizar el cambio como mas rápido era la lucha armada y los partidos políticos de la izquierda en sus distintas variantes adscribían a la guerra popular prolongada, a la insurrección armada, etc.
Muchos de los que aceptaban la violencia como un mal necesario, que no veía otra forma de cambio que el cambio rápido y brusco, fueron asesinados por la dictadura militar, algunas veces cayeron en combate contra el ejército en una lucha desigual con final predecible, la mayoría fueron asesinados en los campos de exterminio montados por el llamado “Proceso de Reorganización Nacional” y los que sobrevivieron o se debieron marchar al exilio o refugiarse en un exilio interno.
Muchos de los que sobrevivimos a la dictadura hoy podemos realizar algunas reflexiones que queden como experiencia para las nuevas generaciones. 
Pero esas reflexiones deben tomar como dato, además de lo que pasó n nuestro país, lo que aconteció en lo llamados socialismos reales, lo que les ocurrió a muchos jóvenes revolucionarios en el mundo. 
Debemos ver en primer lugar si la ecuación entre sangre derramada, inteligencia perdida, valores ausentes, contra los logros obtenidos es satisfactoria. Imagine el lector lo que sería de nuestro mundo actual, si grandes intelectuales como Rosa de Luxemburgo, León Trotsky, Karl Liebnick, Bujarin, Kamenev, o las víctimas del castrismo como Camilo Cienfuegos, el General Ochoa (héroe de la guerra de Angola), los muertos de Tian An Men en China y tantos caído o en las purgas de los socialismos reales, en las guerras civiles, etc., hubieran tenido la vida biológica que le cabía sino hubieran sido asesinados. 
Fueron acaso necesarios los resultados catastróficos de las dictaduras de izquierda y de derecha que asesinaron a tanta gente en todo el mundo, después de dos siglos de revoluciones que siguieron a la “Gran Revolución Francesa” el capitalismo continúa siendo el sistema económico hegemónico en la tierra, aun con su explotación, sus masacres, sus diferencias sociales. 
Tal vez es hora de pensar en cambios y revoluciones con un contenido más auténtico de las palabras y con tiempos que no sean tan apresurados, aun cuando sepamos que nosotros no podremos ver la sociedad que nos imaginamos.
Hasta la próxima