martes, 26 de abril de 2011

Cambia la Universidad?

En los años setenta el signo social por excelencia era el cambio Los jóvenes de aquellos años teníamos fuertemente adosada a nuestro discurso la palabra cambio, luego vino la dictadura y, en base a una salvaje represión y a uno de los peores genocidios del siglo XX, congeló durante años las ideas de cambio social, de cambio educativo etc.
A los jóvenes de los 70` se nos pueden criticar muchas cosas, nuestra ansiedad por lograr el cambio, los caminos y atajos incorrectos, ciertas formas de pensar la política basada en un pensamiento hegemónico que en alguna medida despreciaba la democracia, etc., pero lo que no se puede negar es que formamos parte de una generación heroica que acometió cual Quijote moderno, contra los monstruosos molinos de viento que eran el poder constituido de la derecha argentina y sus aparatos represivos.
La derecha de los 70`era preconciliar y estaba constituida por la Sociedad Rural, por Confederaciones Rurales, por la Unión Industrial, las patronales bancarias tanto nacionales como ADEBA o las grandes corporaciones financieras internacionales que apoyaban las políticas de represión de aquellos años.
Esta derecha tenía sus expresiones políticas como Tradición Familia y Propiedad, el Movimiento Nacionalista Tacuara, y partidos políticos que aunque no tenían proyección nacional tenían peso regional como el caso del Bloquismo Sanjuanino, el Partido Demócrata Progresista que por aquellos años abandonó todas sus banderas fundacionales, y los partidos de la derecha liberal mas arcaica que surgieron en situaciones coyunturales (elecciones entre golpe y golpe) y cuya presencia fue efímera aunque con cierto peso en los cortos años de democracia representativa que hubo en Argentina entre 1930 y 1984.
Por dar algunos ejemplo nombramos a UDELPA (Unión del Pueblo Argentino experimento político de Aramburu, la Nueva Fuerza y la UCD experimentos de Alsogaray en las elecciones de 1973 y 1982, la Alianza Popular Federalista que fue el intento del Gobierno Militar de tener continuidad política con su candidato que decía ser el Presidente Joven en las elecciones de 1973.
La derecha hizo grande esfuerzos por construir partidos porque siempre tuvo uno fundamental, el partido militar que era su brazo armado con el cual ejercía su dominación de clase.
En la Universidad esta actitud política de los jóvenes era más radical aún, los partidos que tenían definiciones más conservadoras por esos años eran el Partido Socialista Popular y el Partido Comunista, eran minoritarios, el resto tenían definiciones muy extremas, a tal punto que todos preconizaban la lucha armada y la toma violenta del poder para construir una sociedad revolucionaria.
Al interior de los claustros universitarios las definiciones de cambio pasaban por el cambio social, ninguna expresión política de los jóvenes tenía en cuenta el cambio de la Universidad conservadora de los 70` y lo mas académico que se escuchaba era la lucha contra los contenidos reaccionarios de la enseñanza, o combatir contra el poder burgués en la universidad.
Justo es reconocer que en esos años no existían prácticas democrático-representativas en el sistema de educación superior, el último intento de los universitarios por modificar la estructura de la Universidad Argentina se dio en 1918 con la reforma universitaria. En los setenta el pensamiento hegemónico de la izquierda contestataria llevó a los jóvenes a sostener que todo intento de modificar algo en la universidad estaba condenado al fracaso porque la universidad solo iba a cambiar con el triunfo de la revolución socialista.
La represión salvaje de los 70` tuvo como blanco principal a la juventud contestataria, tanto obrera como estudiantil, asesinado a sus dirigentes más esclarecidos, abriendo un impasse hasta el retorno de la democracia representativa.
En 1984 con el triunfo de Alfonsín, la Coordinadora, expresión política de la Juventud radical asumió el control de la Universidad y dibujó un escenario de cambio universitario abriendo los claustros a miles de docentes que habían sido reprimidos y perseguidos durante la dictadura y a otros miles de integrantes de la “juventud maravillosa” de los 70`que con algunos años mas ahora se sumaron a la tarea académica en la universidad.
Han pasado 27 años y es interesante hacer una evaluación de lo que cambió y no cambió en la Universidad[i].
Comencemos por los cambios, en estas casi tres décadas de gestión autónoma de la Universidad asistimos a un irrestricto respeto a la autonomía de gestión de la universidad, la que se ha desenvuelto administrada por las autoridades electas en el marco del sistema representativo de co-gobierno. Esto ha permitido una completa libertad de cátedra y de expresión. Los docentes universitarios hemos construido nuestros respectivos programas de cátedra sin ninguna injerencia de las autoridades de las facultades o del rectorado, y hemos ejercido sin límites nuestra capacidad de crítica.
La continuidad de la gestión representativa ha permitido el desarrollo de las actividades de investigación y el aquilatamiento de las prácticas académicas universitarias, las líneas de investigación están pudiendo programarse a plazos adecuados en el tiempo.
Han mejorado parcialmente las condiciones estructurales en las que se encontraban las universidades, en la UNR por ejemplo se han agregado más de 30.000 metros cuadrados de construcciones que mejoran las posibilidades de desarrollo de la formación universitaria.
Las bibliotecas han sido medianamente actualizadas y los programas de estudio se reformaron aunque no en la medida de lo necesario. Las reformas instrumentadas en los mismos contienen ideas muy innovadoras para abordar el proceso enseñanza aprendizaje (por ejemplo la reforma curricular de Ciencias Médicas de la UNR).
Se está incrementando la producción bibliográfica y las universidades comienzan a recuperar parte del terreno perdido en el concierto latinoamericano.
Se ha sostenido a ultranza la gratuidad de la enseñanza universitaria y el libre acceso a los estudios sin otro requisito que el título secundario.
Se ha incrementado favorablemente la oferta de estudios de post grado y aumentó el número de doctores entre los docentes universitarios lo que pone de manifiesto una mayor competencia de los profesores integrantes del cuerpo docente de las universidades.
En definitiva, la Universidad Argentina en los últimos 25 años ha salido del estancamiento y el oscurantismo en que fue sumida a los largo de décadas de persecución ideológica y política por las sucesivas dictaduras que asolaron la Argentina y ha ganado mucho en el proceso de continuidad democrática que de manera estable se ha sostenido en estos años garantizando la libertad de expresión y de cátedra a la que hacíamos referencia más arriba.
Quiere decir esto que la universidad es un ámbito de  la excelencia y la democracia, lamentablemente la respuesta es negativa.
Para ver las deudas de la universidad con su aporte a la construcción de una sociedad igualitaria y autónoma haremos una exposición en dos áreas fundamentales, la estructural y la política.
Desde el punto de vista de su estructura organizacional la Universidad Argentina se encuentra profundamente atrasada con respecto a las universidades más innovadoras del planeta.
La misma se conserva en .línea del modelo arquetípico de la universidad napoleónica del siglo XIX, es decir, está estructurada en Facultades que responden al modelo de organización disciplinar y cátedras que se corresponden con un modelo de carácter autoritario en el que existen un grupo de profesores (los titulares) que constituyen la elite de la universidad y son los que determinan (amparados en la famosa libertad de cátedra) los contenidos de la enseñanza.
Este modelo, además de anquilosado, no tiene relación con la estructuración de la sociedad, de manera mucho más abierta y con demandas de mayor complejidad que las que existían en el siglo XIX, En aquel momento, por ejemplo, las fronteras entre las ciencias eran mucho más claras, hoy estas fronteras son más difusas y existen zonas de trabajo interdisciplinario y más aun, zonas de transdisciplina.
Pero más importante que esto, este tipo de organización hace que se multipliquen esfuerzos y gastos, ya que por ejemplo los contenidos de Psicología Social que se dictan en diversas Facultades, con una organización moderna y funcional, podrían ser dictados en un espacio académico único.
Porque no cambia este tipo de organización oneroso y poco funcional, pues porque en el podemos encontrar los elementos de relaciones de poder que permiten controlar el flujo de conocimientos que circulan por la universidad. Este mapa de las relaciones de poder nos muestra como unos pocos (los titulares) someten a su arbitrio los contenidos e instrumentos que se utilizan en la cátedra y subordinan a sus colaboradores constriñéndolos a formar a los alumnos desde su punto de vista teórico conceptual.
El resultado de la organización por facultades y cátedras es el empobrecimiento progresivo de los contenidos formativos que se imparten en las distintas disciplinas y la obturación del pensamiento crítico-reflexivo en la universidad.
La Universidad Argentina necesita nuevos aires que se sustenten en un aporte significativo a la reflexión social y ello solo es posible si se amplían los márgenes de participación en las mismas, generando nuevos espacios, en los que los jóvenes profesores se formen desde una perspectiva creadora que se oriente a la búsqueda de la autonomía social.
Desde el punto de vista político la organización de la universidad está en línea con el modelo basado en la representación. Este modelo impide el desarrollo de una auténtica participación del ciudadano universitario en la gestión del conocimiento. Los representantes son electos y a partir de allí no consultan en nada a sus representados, la normativa actual les permite tomar decisiones en nombre de quienes los votaron. Los ciudadanos universitarios no tomamos ninguna decisión ni participamos en la toma de decisiones, más aún ni siquiera somos informados de las decisiones que se toman. Se ha dado el caso que los “representantes” de un determinado claustro deciden sobre cuestiones contrarias a su claustro porque “deben acatar” lo que el decano o alguna autoridad determina.
El mecanismo de selección de los representantes es también arbitrario, se basa en listas completas, por lo que, un ciudadano universitario que quiera participar para ser electo, sino logra formar lista agrupándose con 21 docentes mas no puede hacerlo.  
A ello se agrega un mecanismo de selección indirecto de autoridades, ya que el decano y el Vice Decano son votados por los representantes electos para el Consejo Directivo, y como en el caso de la elección 2011 en Psicología de la UNR, docentes que solo cuentan con menos del 10% de los votos en los diferentes claustros en su conjunto, pueden ser elegidos para gobernar la misma, en una clara violentación de la voluntad de la gran mayoría de los ciudadanos universitarios de la Facultad, que rechazan la continuidad de la camarilla que gobernó la organización en los últimos ocho años. Esto ocurre porque el sistema representativo no es democrático y ha facilitado el anclaje de una burocracia de gestión que gobierna la organización al margen.de la voluntad y sin la participación del con junto de los ciudadanos universitarios.
En este caso el simple expediente del voto directo ponderado por claustros (es decir los votos de los claustros son multiplicados por un índice para respetar la participación en los porcentajes que exige la Ley de Educación Superior) para elegir autoridades posibilitaría una forma más democrática de selección e impediría burlas a la voluntad de la mayoría como la descripta.
La necesidad de democratizarse es una de las deudas más importantes que tiene la universidad con respecto a sí misma, tan importante como la transformación de sus estructuras de corte napoleónico. Ello no es difícil, implica asumir una voluntad de cambio democrático anulando la elección de consejeros a los consejos directivos por listas completas, impulsando la elección de decano en forma directa, reglamentando la revocatoria de los mandatos por pedido mayoritario de los miembros del claustro, poniendo en práctica la publicidad de los actos de gestión, la democratización de las relaciones docentes alumnos, la departamentalización de las facultades con plena participación de los docentes en los mismos a igualdad de condiciones, la implementación de asambleas de claustro para tratar decisiones trascendentales para la facultad, etc.
Como vemos mucho es lo que falta por hacer para lograr un cambio democrático en la universidad.
Debemos tener en cuenta que esta falta de participación plena de los docentes, alumnos, graduados y estudiantes, en la gestión de las universidades, atenta contra la calidad institucional, con el aporte al pensamiento crítico que las mimas realizan y obtura la participación de ellas en la vida social del territorio.
Hasta la próxima.  


[i] Por razones de rigor expositivo tomaré como ejemplo la Universidad Nacional de Rosario que es la que mas conozco aunque la dinámica universitaria tuvo un comportamiento parecido en el resto del país.

lunes, 11 de abril de 2011

¡Cambia la escuela?

Existe una imagen que ha quedado grabada en mi memoria. Siendo muy pequeño, tenía una o dos veces por semana las clases de labores. Se trataba de una modalidad didáctica mediante la cual los niños aprendíamos a hacernos diestros con las manos. Esto es por lo menos lo que dicen los libros de pedagogía. En realidad esas clases de labores eran un monumento a la alienación.
Años más tarde tuve oportunidad de leer “Cien años de soledad” de G. Marquez, en el capítulo en el que el Coronel Aureliano Buendía realizaba un pescadito de oro que vendía en el mercado por una moneda de oro que le permitía elaborar un pescadito de oro para vender por una moneda de oro encontré una explicación para aquellas clases de labores, eran como la máquina del gallego, una máquina que tenia un hueco por el que salía una mano que apretaba un botón para que saliera una mano para apretar un botón, no servían para nada.
Leyendo a Matías, ese entrañable personaje de Sendra que todos los días pone una cuota de ternura a los sufridos lectores del diario Clarín, un temor asaltó mi espíritu; Matías realiza en la escuela labores para el día del padre y tiene una idea genial, intercambiar los trabajitos con sus compañeritos para que el padre pueda tirar esas porquerías sin culpa, ya que lo que le regala no es lo hecho por él sino por un amigo; ¿es que la clase de labores continúa dictándose en las escuelas?.
Para desentrañar tan mayúsculo enigma teórico nada mejor que recurrir a un cientista de la educación, y así lo hice, le pregunté a Ana Paula, mi hija de 9 años que le divertía y que le aburría mas en la escuela. Lo que más la divierte podría contarlo utilizando un boleto de colectivo, de aquellos que había en la era pre-tecnológica, cuando los chicos afanosamente buscábamos el boleto capicúa de la buena suerte. En cambio para poder narrar las cosas que la aburren no me alcanzarían diez rollos de papel higiénico, y no del barato, sino del que la propaganda asegura que tiene 74 mts. exactos. Pero más aún, desde una perspectiva estrictamente científica Ana me relató que en la escuela una de las cosas que más le aburre es el dictado de la materia Tecnología (eso que antes se llamaba labores y que para poder explicárselo a ella tuve que recurrir al diccionario de igualación semántica entre la prehistoria y la actualidad que es la madre de Ana). Para ella es por el dictado, pero yo estoy convencido que los dictados, las cajitas de papel, los telares que les enseñan a hacer son de poca utilidad práctica y poco tienen que ver con el pomposo rótulo de Tecnología, sobre todo con la significación que el vocablo tiene en la era de la informática, las computadoras e Internet.
Es allí que me surgió el interrogante que encabeza este artículo. Muy lejos de dejar de ser una fenomenal máquina de alienación, la escuela ha consolidado sus aristas mas negativas. Es un (permítaseme el arcaísmo) gigantesco aparato ideológico del estado, y por añadidura aburrido. El aburrimiento en los niños con respecto a la escuela crece en forma proporcional a su paso de los grados inferiores a los superiores. Para sostener mi afirmación no necesito argumentos teóricos, como padre he observado como mis dos hijos progresivamente pasaban de un interés total por concurrir a clases a enfermarse con tal de poder faltar (y eso que soy un padre permisivo que le permito ordenar su calendario escolar y faltar cuando quieren).
El síntoma aparece como una forma inconsciente de manifestar su rechazo por todo lo que la escuela significa. Cada queja de Ana (como ayer lo hacía Nicolás) me recuerda mis propias quejas. La escuela es solo un espacio de sacrificio, con gigantescas cantidades de tareas para el hogar que hacen que los padres no sepamos si los chicos aprenden en la escuela o lo hacen en casa. ¿Por que los niños salen en tropel en los recreos, igual que lo hacíamos nosotros?. Es que acaso  consideran que deben dejar ese lugar tan divertido y placentero que es la clase y autoflagelarse con ese espacio, pequeño espacio de libertad vigilada (ya que siempre está sobre los niños la mirada controladora de alguna docente) que es el recreo?.
No es más lógico pensar que están escapando al corset que a su creatividad, a su necesidad de investigar, de conocer, de disfrutar con  el descubrimiento de cosas nuevas les imponen esos viejos y anquilosados programas que todos los años les repiten las mismas y tediosas frases sacralizadas sobre Belgrano, San Martín, Sarmiento y otros muchos próceres de cristal.
Creo, y sé que esto molestará mucho a quienes sincera y fatigosamente ponen lo mejor de sí en la vida cotidiana de la escuela, que los docentes son también víctimas de una burocracia que privilegia el sostenimiento de las “instituciones” autocráticas y alienantes por sobre el desarrollo humano de la libertad y la creatividad de los niños. Ellos también están sometidos a esas instituciones, son en algún sentido un grupo objeto en la escuela, sin palabra y con pocas posibilidades de romper la trampa en la que la burocracia los ha encerrado.
Cierta vez, hace muchos años, un viejo y querido profesor de química de un colegio secundario elaboró una planificación disparatada, no recuerdo exactamente que decía, pero para dar una idea afirmaba entre otras cosas que la química se aprendía jugando al truco con señas. Cuando la entregó me dijo con mucha seguridad que sería aprobada. Ante mi asombro poco tiempo después vi la planificación aprobada con el sello y la firma de la vice - directora.
En no pocas oportunidades escuché las quejas de los docentes sobre la cantidad de papeles a llenar que no les permite dar clases como quisieran. La actitud de mi digno colega, si fuera imitada por todos los docentes tal vez haría que las cosas cambiaran un poco.
El cambio en la escuela o mejor dicho el cambio de la escuela no será solo el producto de las movilizaciones para conseguir aumentos salariales o mayor presupuesto educativo (lo cual todos sabemos que es muy necesario) la escuela debería además por una vez detenerse y reflexionar sobre sí misma, deberíamos preguntarnos todos los que estamos en algún nivel del sistema educativo ¿qué estamos haciendo? ¿que modelo de sujeto estamos formando?. Y esta respuesta debe buscarla en sí misma, no esperar que se la den desde afuera, ya que como dijo una vez mi viejo maestro, el Dr. Ovide Menin, si queremos que algo cambie en la escuela los cientistas de la educación, pedagogos, psicólogos, etc. deberían callar por lo menos por diez años (la frase es una versión libre mía del original de Ovide).
La escuela, mas que modernas teorías de aprendizaje, mas polémicas sobre contructivismo o reproductivismo, mas que “pensar al sujeto de la educación”, mas que teorizar sobre “que es un niño”, y muchos otros “interrogantes científicos” (cuyo debate es muy válido y es muy importante teorizar sobre estos temas), debería recuperar el profundo significado del saber cotidiano que la atraviesa, el maestro debería bajar de la cátedra, ese lugar elevado desde donde emana su saber y poder, para saber junto a sus niños, hacer realidad aquello de aprender enseñando, reconociendo que los niños enseñan aprendiendo.
Parafraseando a un historiador, deberíamos lograr que los niños puedan volver a ir a la escuela cantando, con la alegría del que va a una fiesta, del que sabe que la escuela es un refugio de libertad, tolerancia y creatividad que lo defiende de una sociedad cada vez más hostil y que por el momento privilegia el mercado a la convivencia humana.
En ese escenario estaremos creando las posibilidades de realizar muchas de las cosas que los teóricos del campo educativo preconizan sin decirnos como, “como”, esa palabra mágica que nunca he escuchado en boca de quienes tienen el poder (como los políticos) o gozan del poder momentáneo que les otorga la posesión del saber (como los intelectuales). El niño no es un humano en chiquito, el niño es un humano sin aditamentos, con derechos, responsabilidades, obligaciones, creencias, sentimientos, etc. Y como todos los humanos solo puede tener calidad de vida, solo puede crecer, cuando es libre, cuando puede hacer lo que quiere reconociendo los límites que la convivencia social le impone, pero esos límites deben ser reales, producto de necesidades auténticas, no modos de soyuzgarlo, de constituirlo en un objeto manipulable, porque la libertad antecede a los límites, en sentido psicoanalítico
podríamos decir que la libertad se rige por el principio del placer y los límites por el necesario pero no siempre simpático principio de realidad.
Los mayores sabemos que no somos libres, comenzamos a distinguir entre lo que significa vivir en democracia, en un estado de derecho (lo cual es un paso importante) y lo que es ser libres. Sabemos que no podemos gozar de la vida porque con democracia se puede comer, educar y vivir pero ello no es suficiente, el imperativo de hacer para vivir, debe dejar lugar a otro más importante y profundo, vivir para hacer. Ese hacer del que hablo está significado por la posibilidad de expandir nuestros espíritus hacia el infinito, poder hablar sin temores, disfrutar sin carencias. La sociedad actual no permite esa libertad plena, autentica, solo nos deja gozar de una libertad recortada, y por lo tanto no auténtica. Si nuestros niños de hoy pueden derramar una lágrima ante el que sufre, si pueden compartir su merienda con el que la necesita, si pueden reflexionar sobre los porque de muchos no se que de los mayores, estarán creciendo en libertad y la utopía volverá a estar a la orden del día, pero no como utopía, sino como posibilidad.
Entre lo uno y lo otro hay una brecha muy grande, es por ello que cuando mis hijos se quejan de la escuela siento que algo me duele muy adentro, porque tal vez yo ni siquiera supe quejarme. Dejemos que sean mas libres aunque ello tenga costos de indisciplina, heridas en nuestro narcisismo, dejemos que los niños tengan la oportunidad que nosotros no tuvimos porque ello es indispensable para que la escuela cambie.
Hasta la próxima

P.D.: Este artículo fue escrito en 1997 pero lo edito porque nunca lo hice y como un homenaje al pensamiento creativo de mis hijos que aún hoy no dejan de sorprenderme con su inteligencia y sagacidad.