viernes, 17 de enero de 2025
FIN DE ÉPOCA.
Introducción
Esta presentación tiene bastante de autobiográfica, dado que mi vida se divide en dos partes, la primera incluye mi nacimiento, infancia, pubertad y adolescencia y la segunda mi vida en Rosario, mi ciudad por adopción. De la primera parte, poco es lo que se puede decir, nací en un pueblito pequeño de la Provincia de Santa Fe, San José de la Esquina, pero me crie otra ciudad un poco más grande, Gálvez, donde hice mis escuelas primaria y secundaria. Se trató de una experiencia calma, con pocas vicisitudes, en el seno de una familia de clase media baja, con un esquema tradicional, un padre que trabajaba como empleado público y sostenía el clan familiar y una madre que cumplía la función de ecónoma, cuidando de sus 4 hijos, dado que el jefe de familia trabajaba fuera de la ciudad durante toda la semana, en una empresa eléctrica, primero en el país (Agua y Energía Eléctrica), y luego en la provincia de Santa Fe (E.P.E.), y volvía a casa los fines de semana.
Solo un dato que rompió la monotonía puebleril, muy temprano, a la edad de dieciocho años, un miembro de la comunidad local, obrero ferroviario, me mostró y prestó para su lectura al “Manual de marxismo leninismo” de Otto Koseguin y otros, cuya lectura operó como un detonador intelectual, que para bien o para mal, despertaron mi espíritu crítico y me llevaron a abandonar mis veleidades de ultraderecha que me habían acercado al “Movimiento Nacionalista Tacuara”.
Otro hecho de importancia fue el contacto con un miembro de la izquierda revolucionaria, militante de la agrupación estudiantil “T.A.R,” (Tendencia Antiimperialista Revolucionaria), con quien hice contacto a través de un querido compañero de mis estudios secundarios que había migrado a Rosario mientras yo hacía el servicio militar en Córdoba, durante el año del “Cordobazo”.
Al llegar a Rosario ya tenia decidido mi camino y comencé a transitarlo junto a compañeros de la T.A.R. primero en la “Facultad de Derecho” y luego en la Filosofía y Letras rebautizada luego por la dictadura genocida de Videla y demás genocidas cívico-militares como “Humanidades y Artes”.
La vida rosarina.
Hace 55 años llegaba a Rosario con muy poco dinero que me diera mi madre al despedirse y sin trabajo a la vista, solo contaba con mi formación como técnico mecánico tornero. Mi estadía en esta ciudad que adopté como propia se puede dividir en dos partes, la primera como militante de la izquierda revolucionaria en diferentes variantes y luego como estudiante, egresado y profesional de la Psicología al obtener mi diploma en 1978.
Los primeros pasos.
Cuando llegué, Rosario vivía los ecos de las convulsiones radicales del año anterior, el Rosariazo estaba a flor de piel de los estudiantes universitarios y los obreros. La ciudad se encontraba sumergida en un gran debate contra la dictadura de Onganía, y todos los sectores sociales se movilizaban cada semana con epicentro en las Facultades.
El debate no era entre derecha o izquierda, dado que Tacuara se había derrumbado como organización luego del recordado saludo fascista al dictador Onganía en 1968, y la mayoría de sus miembros en 1970, militaban en las organizaciones denominadas como la ultraizquierda revolucionaria, fuera de la cual quedaban el Partido Socialista dividido en diversos fragmentos, y el Partico Comunista Argentino.
Por las filas de esa ultraizquierda pasaron diversos intelectuales, como los hermanos Viñas, el Colorado Roth, el Tordo De Benedetti, Santiago Irurzun, Otto Vargas, Elías Semán, Mario Roberto Santucho, Roberto Quieto, Mario Firmerich, Dardo Castro, Roberto Grabois y tantos otros.
Todos los integrantes de la denominada Izquierda Revolucionaria consideraban que el cambio social en Argentina (como en el mundo) debía alumbrar a través de la violencia organizada de obreros, campesinos, estudiantes, pequeños productores y la llamada burguesía nacional. Dentro de esta izquierda había diferentes vertientes, pero todos adherían a un marxismo revolucionario y seguían la frase de Marx “la violencia es la partera de la historia”. Todos se consideraban parte de un movimiento socialista con fuerte arraigo entre los estudiantes y mucho menor adhesión de los trabajadores que se percibían fundamentalmente peronistas, aunque una parte de la dirigencia de izquierda marxista había comenzado a ganar influencia sobre los obreros más calificados con la militancia de activistas de izquierda como Flores el recordado dirigente del sindicato Sitrac-Sitram en Córdoba, Salamanca en S.M.A.T.A. (Sindicato de Mecánicos y Afines del Transporte Automotores, Agustín Tosco de Luz y Fuerza Córdoba, Alberto Piccinini de la U.O.M. de Villa Constitución, como principales dirigentes del sector.
La característica de los principales intelectuales miembros de este sector de la izquierda era su participación en partidos u organizaciones revolucionarias y el tener como principal objetivo la toma del poder. En el decir de A. Gramsci, se constituían en intelectuales orgánicos de clase, de la clase obrera y pretendían ser representantes de los intereses de esta. Pero, y esto es muy importante, no eran intelectuales libres, tal vez al estilo de Marx o Engels, eran miembros de una estructura orgánica de una organización política (partido) y tenían, por lo tanto, que someterse a una disciplina partidaria, eran más intelectuales orgánicos en el sentido bolchevique de Lenin, Trotsky o Stalin, por lo que estaban sujetos a las determinaciones generales del colectivo político en el que participaban.
De las continuas rupturas y fraccionamientos, deserciones o expulsiones de diferentes actores de estas organizaciones comenzaron a surgir otro tipo de intelectuales, los que llamaremos intelectuales libres porque no estaban sujetos a disciplinas partidarias, y se agrupaban en reuniones más o menos periódicas o en organizaciones como los centros de pensamiento político que comenzaron a florecer a partir de 1984, con el retorno de la democracia.
Los intelectuales libres
Por intelectuales libres consideraremos a aquellos intelectuales que participaban de diferentes lugares de debate político de la izquierda, pero que por no estar encuadrados en una determinada formación política, no eran sujetos de las disciplinas partidarias del cúmulo de organizaciones de izquierda existentes a la llegada de la democracia. En general eran académicos, escritores, politicólogos, ex militantes de diferentes organizaciones que se reunían para intercambiar sus aportes.
El caso mas claro lo constituyó el “Grupo esmeralda” coordinado por Meyer Goodbar y en el que participaron entre otros Pablo Giussani, Juan Carlos Portantiero, Eduardo Issajarof , Fabián Bosoer, Pedro Pasturensi, Sergio Bufano, Hugo Rapoport, Marcelo Cosin, Damián Tabarosky, Carlos Soukiasian, y lo integraban tambien sociólogos, politólogos e intelectuales provenientes de la izquierda, periiodistas y escritores, sin adscripción partidaria. Este grupo fue el que preparó el borrador del discurso de Raúl Alfonsín que sería una bisagra en la historia del centenario partido, me refiero al discurso pronunciado por El Presidente Alfonsín en Parque Norte,
Durante esos años surgieron muchas publicaciones y organizaciones que pretendían agrupar a los intelectuales libres, como el “Club de Cultura Socialista” fundado en 1984 y cuya primera sede estaba en la calle Azcuénaga y cuyo principal promotor fue José “Pancho Aricó”, quien junto a Portantiero editaron la famosa publicación “Cuadernos Pasado y Presente”, acompañados por intelectuales prestigiosos como Beatriz Sarlo y Carlos Altamirano (que editaban la revista de cultura y política “Punto de vista”, Juan Carlos Portantiero, María Teresa Gramuglio, Sergio Bufano, Marcelo Cavarozzi, Ricardo Nudelman, José Nun, Osvaldo Pedroso, Sergio Rodríguez, Hilda Sábato, Jorge Sarquís, Jorge Tula, Oscar Terán, Hugo Vezzetti, Emilio de Ipola entre otros entre integrantes nombrados por josefina Elizalde .
El Club seguía la idea de la reconstrucción del Partido Socialista Francés, coordinada por Francois Mitterrand en base al desarrollo de estos clubes que agrupaban intelectuales libres, motores de la producción de un nuevo pensamiento socialdemócrata.
Desde otro lugar, como dijimos antes, pero con la misma intención, las revista “Punto de vista” y “La ciudad Futura”, la primera creada y dirigida por Beatriz Sarlo y la segunda por José Pancho Aricó, se constituyeron en una referencia y espacio de debate para esta nueva vieja intelectualidad, “Punto de vista” constituyó el espacio para el desarrollo de artículos literarios, pero con marcado sesgo político, económico y social, mientras “La ciudad futura” se conformó como un espacio de debate económico-social y político en el que se debatían tácticas y estrategias de la lucha política y de la práctica socialdemócrata.
Los intelectuales libres son un producto de la irrupción de la democracia burguesa en Argentina a partir del retorno de la democracia en 1984 y además del inmenso despliegue intelectual y académico desarrollado por estos centros de debate político y social, y desde estas publicaciones comprometidas con proyectos sociales de largo aliento. Pero también expusieron todo el contenido de una época en el brillaban las grandes polémicas entre los intelectuales pertenecieran o no a estas instituciones, así, por el “Club de cultura socialista” desfilaron intelectuales de estaban realizando un camino diferente a estas instituciones como Juan José Sebrelli, Ricardo Mazzorin, Ludolfo Paramio entre muchos otros en debates y mesas redondas memorables.
Pero lo mas importante es que toda esa época de los intelectuales libres, que creo que comienza a cerrarse con la lamentable partida de una de sus mas lúcidas analistas, Beatriz Sarlo, es que cuestionó en su práctica permanente toda una cultura política sostenida desde la ideología burguesa, cuestionó el sentido y definición de la democracia. Hasta ese momento era hegemónico el criterio de democracia representativa, impuesta por la constitución de 1853 y que con reformas se ha mantenido hasta el momento actual, y que se sostenía en el principio de “el pueblo no delibera ni gobierna sino a través de sus representantes”, es decir el casi exclusivo rol de los ciudadanos en la democracia de la burguesía ha sido el de elegir a quienes los gobernaran con absoluto desconocimiento del mandato otorgado por sus votantes, cada tantos años. Pero además la mediatización del ciudadano con respecto al ejercicio del poder se ve aumentada por la estructura que la democracia burguesa Argentina basada en una representación de particos políticos en cuyo interior se definen los que van a ocupar funciones dentro de la estructura de poder del estado. A tal punto la política se mediatiza del elector, que, durante años en la Argentina y en muchas partes del mundo, se consolidó, erróneamente, la designación de los políticos como una clase diferente, con intereses diferentes, a las clases sociales que pugnan en el interior de la sociedad, recibiendo por ello el nombre de “clase política” para agrupar dentro de este concepto a todos aquellos que participan (en diferentes niveles de decisión) de la actividad de administración de la “res pública” (la cosa pública), como un sector social diferenciado del resto de los agrupamientos sociales, y que el actual presidentes denominó “la casta”.
Es así como la política es comúnmente entendida como lo que hacen los políticos, y no como una trama vincular de intercambio y mediación de los intereses diferenciados que existen en la sociedad y como una práctica transaccional para resolver las contradicciones existentes en la base de la sociedad capitalista.
Cuando se trata de participar en la administración de la cosa pública, los únicos habilitados por la democracia burguesa restringida que existe en la Argentina son los políticos, fundamentalmente aquellos que, por el voto ciudadano, o por el favor de los mas encumbrados que los designan como funcionarios bajo condición de responderles ciegamente a sus mandatos. El argumento pueril con que la clase dominante se vale para continuar teniendo el consenso de los dominados es que si un representante no hace las cosas bien cada tantos años se lo puede reemplazar con el voto, y así mandato tras mandato, votación tras votación, pasan los años y décadas y la burguesía continúa disfrutando de sus privilegios de clase.
El cambio de época, a diferencia de como lo concebíamos en los ochenta del siglo pasado no ha mejorado el estado de situación, por el contrario, lo ha empeorado con la consolidación de los intelectuales orgánicos representantes de los intereses del sector más rancio y concentrado de la burguesía, la gran burguesía industrial, comercial y financiera, con un fuerte sesgo conservador. Lo que en Argentina esta representado por Milei, la ultraderecha más conservadora y rancia, que no había gobernado (salvo bajo dictaduras genocidas cívico-militares) desde la llamada “década infame” posterior al golpe contra Irigoyen, y que busca volver la rueda de la historia no al siglo XX sino al siglo XIX, momento de extrema pobreza en el mundo en general y de Argentina en particular.
Vayamos pues a realizar el recorrido del modelo democrático al que aspiraban los intelectuales libres en la década del 80´. La generación de los 60/70, había construido una estructura de pensamiento y acción política que se basaba en dos pilares, el primero, como ya dijimos, se resumía en el pensamiento de Carlos Marx referido al uso de la violencia como motor de cambio social, y que sintetizaba frase “la violencia es la partera de la historia”, si la burguesía y el imperialismo contaban con el brazo armado, los ejércitos locales e internacionales, era necesario que el proletariado construyera su propio brazo armado, el ejército popular revolucionario, como lo habían hecho los pueblos cubano, chino, vietnamita, nicaragüense y tantos otros. Esta idea la violencia no era uniforme, algunos tomaban como modelo la violencia revolucionaria en la revolución francesa de 1789, donde el pueblo oprimido en su conjunto se constituyó en la fuerza de choque que enfrento en las calles al ejército monárquico en una insurrección armada, mas tarde el pueblo ruso se insurreccionó y derrocó al régimen zarista, y aunque no desechaban la idea de la creación de un ejercito defensivo como el ejército rojo comandado por Trotsky, consideraban que la acción de propaganda y agitación política, llevaría a elevar el nivel de conciencia de los oprimidos en un proceso que desembocaría en una insurrección.
El segundo supuesto compartido por ambos sectores era que, para llevar adelante estos procesos de toma del poder por los oprimidos, se necesitaba realizar de la construcción de una herramienta para la toma del poder, el partido del proletariado, el partido revolucionario como lo fueron el Partido Comunista Chino o el Partico Bolchevique Ruso. Se sostenía que las revoluciones socialistas del siglo veinte tuvieron éxito porque contaron con esa herramienta para derrotar a la burguesía.
Pero el partido, a la vez de ser la clave del éxito para la toma del poder, fue también el virus que, desde el interior de los movimientos socialistas triunfantes, horadó las posibilidades de éxito, constituyendo verdaderas burocracias que se adueñaron del poder sin dar participación al conjunto de los oprimidos. La estructura burocrática y autocrática de los partidos comunistas llevo a nuevas formas de autoritarismo que desembocaron sobre el fin del milenio en verdaderas revoluciones dentro de las revoluciones que buscando destituir el poder autoritario donde unos pocos gozaban de los beneficios del poder en estados capitalistas burocráticos, que derraparon hacia la restauración del capitalismo en sus peores formas, como ocurrió en las repúblicas de la URSS, en Polonia, Bulgaria, Hungría, Checoslovaquia, Yugoslavia, Rusia, etc.
Sin haberlo encontrado en algún escrito de época, creo que la diferenciación de los intelectuales de los 80´, con los de los setenta se resumieron en estas dos cuestiones (aunque tuvieron otras diferencias en sus prácticas y construcciones analíticas.
La primera de ellas era una convicción del camino social democrático para el mejoramiento de las sociedades capitalistas, la segunda, que se desprendía de la primera, era actuar como soporte al desarrollo de los proyectos social democrático de partidos burgueses inclinados hacia el pensamiento centrado en la justicia social y la democratización permanente del lazo social, para ello su innovación se constituía en plantearse como intelectuales y académicos que debatían en diferentes instituciones pero con escasa o nula participación con el juego político en el parlamento o en la administración pública.
En algún sentido podemos decir que este movimiento se fue extinguiendo en la medida en que fueron desapareciendo sus integrantes y medios de organización, comunicación y debate inspirados por ellos. Por eso es que me refiero a una cambio de época, porque de la sociedad movilizada entre 1945 en pos de un cambio social centrado en la igualdad y la equidad entre sus miembros, que permitió construir en muchas partes del planeta estados de bienestar que se constituyeron en herramientas de generación de nuevos derechos de los sectores dominados, permitiendo la movilidad social ascendente, se lo que va del tercer milenio estamos observando el crecimiento de la derecha mas conservadora y reaccionaria, el punto de convertirse en un factor de poder que es la herramienta utilizada por las burguesías más concentradas, que siendo el 1% de la población mundial son dueñas del 51% de los bienes del planeta, y que desde la caída del muro de Berlín buscan retrotraer a la especie humana al estado de esclavitud, pobreza y marginación que padecían nuestros ancestros en el siglo XIX.
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